domingo, 25 de mayo de 2008

BOB, EL PENDIENTE


La vida de Bob Dylan en I´m not there, de Todd Haynes, puede leerse página por página o ser utilizada como material de consulta en forma azarosa, sin seguir un orden convencional. Como si el mismísimo e imprescindible libro de Howard Sounes para la colección Reservoir books de Mondadori hubiera por efecto de alguna magia estrambótica cobrado forma en la pantalla grande.
Filmar como escribir, mirar la pantalla en actitud lectora, dándose la posibilidad de detener la imagen para digerir una reflexión o pensar con tiempo un acontecimiento retratado ya sea por Catalina la versátil o Ricardito el eterno, constituyen el tono de una película que dura muchas horas, muchos años, quizás un siglo.
No he sido en su tiempo una seguidora contumaz de la obra de Dylan, aunque Desire fue un disco que en mi adolescencia escuché en vinilo hasta dejarlo inútil. El filme de Haynes varó mi espíritu en un puerto donde quiero estar en los días venideros, ahora que me encuentro ajustando pendientes importantes en mi vida. Por lo pronto, planifico leer con fruición el libro que me regaló Roque Casciero con todas las letras en español de Lou Reed (flamante esposo de Laurie Anderson) y espero detenerme hondamente en las páginas de un volumen de diseño sobre Barcelona, con una tapa plástica color naranja que te mueres, regalo de mi amado catalán irredimible Grau Serra Espriú.
Espero también poner al día mi lista de las cosas que odio, que esta semana sin duda alguna encabeza la palabra (¿palabra?) fashionista, al tiempo que programo terminar mi tercer libro de poesía (esta vez dedicado a los hombres que admiro y he amado) y hacer un compendio de perfiles en homenaje a las muchas personas que quiero y me quieren. Retornando a la susodicha, es imposible no sentirse impresionado por la sublime actuación de la Kate Blanchett, aunque por algunos instantes la mimesis exacta evoca un cierto aroma de sábados televisivos, esa galería de frikis que cantan, caminan o tosen como otros -cuando los otros son famosos-. Más me conmovió la actuación de Christian Bale, el galés que le hace perder el sueño a muchas de mis amigas, pero a quien jamás le había prestado atención alguna. Qué decir de Charlotte Gainzbourg, sobre todo como la esposa del finado Heath Ledger, que en la peli se ve saludable y gigante. Como sea, lo importante aquí es Todd Haynes, cosecha del 61 como Andrés Calamaro (que debió ser llamado para este filme, ¿a qué no?) y que recupera el tiempo recientemente pasado cargándolo de un futuro transformador, como un dardo que viajara al centro de la diana sin ningún obstáculo en su ruta ganadora.
Darle un sentido a la generación impávida, no es poca cosa. Después de todo, a Bob Dylan le ha llevado mucho tiempo volverse joven.

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