lunes, 24 de agosto de 2009

HISTORIA ARGENTINA

Historia argentina sin fútbol ni dulce de leche

Aparece en México la reedición corregida y aumentada de “Historia argentina”, de Rodrigo Fresán, quien a su vez está presto para presentar su novela reciente, “El fondo del cielo”

Rodrigo Fresán (Buenos Aires, 1963) tenía apenas 27 años cuando dio a conocer Historia argentina, un libro que permaneció durante seis meses en la lista de best sellers y que fue elegido por la crítica como la revelación literaria de 1991. Eran años fértiles para la narrativa del país sudamericano, con una generación que, nacida en los 60 (años en donde vieron la luz obras proverbiales como Bomarzo, de Manuel Mujica Láinez y Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato, entre otras) trajo con el propio Fresán, junto a Juan Forn, Alan Pauls y Martín Caparrós –sólo por citar algunos- un aire nuevo y potente que si bien no construyó –por falta de interés de los autores- una estética unitaria, alcanzó para delimitar un territorio literario que nunca pierde forma y contenido. Al fin y al cabo, como dice Rodrigo, Argentina “es la tierra donde nacen buenos futbolistas y buenos escritores”.

Sin embargo, el también autor de Esperanto y de La velocidad de las cosas, huye como pájaro de cualquier etiqueta generacional o de cualquier ideario que pretendiera constreñir su escritura, convencido como está de que él es todo menos un autor comprometido. Como representante de la nueva generación de escritores argentinos, Fresán desmiente mitos y titulares, puesto que en su entender “la movida esa de la nueva literatura argentina también alude a cuestiones editoriales y periodísticas que de repente surgen en un determinado momento y después te dejan petrificado para siempre. Yo todas las mañanas me levanto rogando porque aparezca una nueva generación de escritores argentinos que me permita escribir, despegarme de cierto rótulo”, declara, aunque con una naturaleza borgiana –ese modo de explicarse “la argentinidad” a la distancia y desde un promontorio donde los símbolos nacionales como el dulce de leche o el balompié son cuestionados o ignorados a placer- aparezca el autor de Los jardines de Kensington más ligado que nunca a su territorio de origen.

Radicado en Barcelona desde hace una década, el que fuera llamado “un Borges pop” por Javier Aparicio en El País, ve como su primer y festejado libro accede a la mayoría de edad y, con 18 frescos años, recorre un destino de vigencia para sus nuevos y viejos lectores. También observa, con el tierno escepticismo que se ha convertido en el rasgo principal de su carácter, el interés que despierta esa obra fundacional con la que en el cenit de su juventud alcanzó el éxito explosivo que lo envió con pasaje de ida a las ligas mayores de una literatura –la contemporánea- que busca sin cesar nuevos dioses y paradigmas.

La obra corregida y aumentada –con un cuento de regalo entre los 17, esta vez sí, basado en el fútbol (semilla de desencanto o más bien de indiferencia en su formación)- que la semana próxima pone Anagrama a disposición del público mexicano, trae un prólogo afectivo del escritor español Ray Lóriga y un análisis efectivo del reputado crítico también español Ignacio Echevarría. Es, al mismo tiempo, la quinta reedición que Rodrigo revisa con su particular obsesión.

Del escritor que adoraba el desaparecido chileno Roberto Bolaño y del que el catalán Enrique Vila Matas presume de “ser el autor que más veces lo ha leído”, ha escrito Lóriga: “No hay que esperar a que los escritores hayan muerto para regalarle flores, la buena salud mental de este buen argentino es al fin y al cabo un regalo diario. Si él consuma el milagro de ser querido, por qué no quererlo, el reconocimiento no supone esfuerzo alguno frente al talento”.

Ignacio Echevarría, con su acostumbrada sagacidad, destaca de la irrupción de Historia argentina en los años 90, la constitución de “un nuevo modelo de escritor internacional, desdeñoso de la institución literaria, investido de su propia juventud, que hacía causa de sí mismo y tendía a confundir la desinhibición con rebeldía”, apunta en el prólogo.

Periodismo de masas, cultura pop, cultura rock (es amigo de Andrés Calamaro -para y sobre quien escribió en numerosas ocasiones- y de Fito Páez), erudición ecléctica, cine de autor y cine comercial: todo está en la coctelera donde Fresán, casi a disgusto, ha ido convirtiéndose –para afuera- en un escritor profesional del que siempre se espera su próxima novela (la nueva se llama El fondo del cielo y sale a mediados de octubre). Para adentro es el Rodrigo lector inverosímil -“Nadie puede leer tanto como él”, se dice- que no quiere morirse nunca para no perderse los libros que vendrán y que puesto a dirimir cuestiones la única que le resulta atractiva es determinar no ya si alguien es de River o de Boca, sino en realidad a quién prefiere: A Batman o a Superman.

Reconocerse en el primer libro

—¿Has releído o relees a menudo “Historia Argentina”?

— Tuve que verlo un poquillo hace poco por el tema de la reedición que hizo Jorge Herralde cuando se cumplió la mayoría de edad del libro, para incluir el relato nuevo (“Pasión de multitudes”), un cuento con fútbol. Mucha gente me había reprochado a lo largo de los años que en Historia Argentina no había un relato de fútbol, yo intentaba disculparme diciendo la verdad: que el fútbol no me interesaba, pero finalmente terminé escribiendo un relato con fútbol.

—En contra…

— No, como todos los otros relatos del libro que recorren varios sucesos argentinos importantes, este también trata un tema teniendo a Argentina como telón de fondo, pero no es anti-fútbol.

— ¿Quién eras cuando escribiste “Historia Argentina” y quién eres ahora, en términos literarios?

— Supongo que en términos literarios he cambiado un poco, pero algo que me alegra bastante es reconocerme mucho en mi primer libro y no repudiarlo ni negarlo. A muchos primeros libros, con el correr de los años, los autores no se reconocen en ellos o quieren barrerlos bajo la alfombra. De algún modo, en Historia argentina está el germen de mucho de lo que vino después, aunque sea diferente el modo en el que escribo y el modo en que pienso ahora.

—¿No te da miedo de que un libro escrito hace 18 años sea para muchos lectores mexicanos el primero que leerán tuyo?

— No, de todas maneras lo que me hace un poco de gracia es que Historia argentina reverdeciera casi en simultaneidad con la edición de mi nuevo libro, me gusta la idea de este tándem editorial.

— Hay en “Historia argentina” un fuerte aliento borgiano, como Borges, no eres muy apegado a la “argentinidad” y, sin embargo, toda Argentina está en tu obra...

— Soy un gran seguidor y creyente de ese ensayo “El escritor argentino y la tradición”, donde Borges dice que a los argentinos no nos queda otra que ser universales. En ese sentido, me parece que los argentinos no respondemos a muchas de las coordenadas a las que se han visto obligados a responder muchos autores de otros países latinoamericanos.

— Argentina parece no acabarse nunca en términos literarios...

— Argentina siempre va a tener buenos futbolistas y buenos escritores.

—Y buen dulce de leche aunque no te guste nada el dulce de leche...

— Sí (risas). Creo que escribir bien en la Argentina es una reacción contra la inocurrencia de la historia del país que siempre está repitiendo sus patrones trágicos y demenciales, por lo cual no me parece raro que aparezcan siempre muchos escritores dispuestos a contarlo absolutamente todo.

No te gustan las etiquetas, pero es importante para ti determinar quién es mejor, si Batman o Superman

— Sí, efectivamente, esas dicotomías son mucho más reveladoras. Superman es un héroe que trabaja para el stablishment y Batman es un artista que trabaja al servicio de su psicosis.

— ¿Qué dices de tu nueva novela?

— Fue una gran batalla escribirla, porque fue un libro en el que crecí mucho, sobre el cual tomé ciertas determinaciones que no tomé antes, me preocupé por otras cosas en las que antes no pensaba. Es un viaje sin retorno, me despega por completo de cierto tipo de literatura que se hace en mi generación. Sale a mediados de octubre, en marzo iré a presentarlo a México. Es una novela no de Ciencia Ficción, pero sí con Ciencia Ficción. Es una historia privada sobre el fin del mundo y que es una historia de amor cósmico. No tengo nada que agregar.

— ¿Un fin del mundo que ni siquiera Batman puede evitar?

— No, en absoluto. Está mucho más allá de las posibilidades de Batman. Una primera versión del libro era tres veces más larga. Soy un escritor que tiende más a expandirse que a comprimir.