jueves, 5 de abril de 2012

Bob Dylan en su nombre

Todo el individualismo dylaniano, esa pulsión artística que lo obliga en forma permanente y contradictoria a pensar y hablar únicamente por sí mismo, es rescatado en un grueso volumen que constituye una verdadera Biblia si se piensa que las letras escritas entre 1962 y 2001 corresponden a un artista fundamental de la historia musical contemporánea.
Palabra por palabra se expresa el natural de Minnesota, en una lujosa edición que ofrece todas las canciones de dicho periodo, en formato bilingüe español e inglés, traducidas por Miquel Izquierdo y José Moreno.
Allí está el paisaje descarnado de una Nueva York hostil que lo recibió en 1961, durante “el invierno más frío en diecisiete años” y en la que, tempranamente habría Bob de sospechar la lidia estética que lo enfrentaría con sus primeros y más conservadores fans, aquellos que no le perdonaron que dejara la acústica y comenzara a empuñar una guitarra eléctrica.
“Di una vuelta y acabé / en uno de los cafés del barrio / Salté al escenario para tocar y cantar / Un tipo me dijo: “Vuelve otro día / Cantas como un patán / Y aquí queremos cantantes de folk”, ironiza Dylan, de 70 años, en “A propósito de Nueva York”.
Son precisamente el alto contenido humorístico de sus temas y la lengua afilada e irónica para cortar al ras esas metáforas intrincadas que lo han hecho un artista por demás hermético, los elementos que hacen saltar de las páginas un corpus que trasciende las fronteras de la inmediatez escénica para convertirse en alta literatura.
No por nada, el Príncipe de Asturias de las Letras y las Artes en 2007, año tras año aparece entre los primeros diez candidatos al Premio Nobel, en una iniciativa fortificada por honduras como la celta, bíblica y baudeliarana “A hard rain’s a-gonna fall”: “¿Dónde has estado, hijo de mis entrañas? / ¿Dónde has estado, niña de mis ojos? / tropecé en la ladera de doce montes brumosos / Anduve y me arrastré por seis carreteras sinuosas / Llegué al corazón de siete bosques desolados / me detuve frente a una docena de océanos muertos / Me adentré diez millas en la boda de un cementerio / Y será atroz y será atroz y será atroz / será atroz la lluvia que caiga”.
Bob Dylan – Letras – 1961-2011, editado por Global Rhytm y distribuido en México por Océano, aparece casi al mismo tiempo que el monumental Chimes of freedom, la serie de cuatro discos impulsada por Amnistía Internacional y en la que 80 artistas, entre ellos los imprescindibles Dave Matthew Bands, el legendario Pete Townshend y la pionera Marianne Faithfull, “versionan” 71 canciones del gran arquitecto de la conciencia estadounidense de nuestros tiempos.
Es Dylan. Nada más ni nada menos. El irreductible mago de la trova, el dulce domador del lenguaje, el viejo sabio que más sabe por haber vivido que por haber estudiado.
Durante una cena en París –cuentan los traductores- Bob Dylan le preguntó a Leonard Cohen, el otro gran profeta de la canción, cuánto tiempo había tardado el canadiense en escribir “Hallelujah”. “Mentí –revela Cohen- y le dije que dos años, pero fueron tres o cuatro; luego le pregunté cuánto había tardado él en escribir “I and I” y me contestó que 15 minutos, aunque sin duda mentía: seguramente no había tardado ni 10”.

Diana Bracho, sin motivo de quejas


El sol revienta como plomo en la mañana de Coyoacán. Hay algo de una primavera anticipada que brilla en el aire donde también brilla Diana Bracho, la casi legendaria actriz mexicana, una de las más serias representantes de su oficio, eso que suelen llamar “Primera Dama” del teatro y del cine nacionales.
A los 60 largos (nació el 12 de diciembre de 1944), es una de las figuras más sólidas de la escena nacional y todos los sacrificios que ha hecho en honor de un oficio al que le ha entregado su vida encuentran en su padre, el cineasta y actor Julio Bracho, el gran culpable.
Al menos, así lo hizo saber Diana, visiblemente emocionada, cuando el año pasado tuvo en sus manos el Mayahuel de Plata, distinción otorgada por el Festival Internacional de Cine en Guadalajara.
“Gracias, papi, por darme el cine en tus genes”, apuntó la actriz de casi 40 filmes, innumerables obras de teatro y trabajos relevantes en la pantalla chica, donde engalanó culebrones de gran éxito y series contemporáneas como Mujeres asesinas y Locas de amor.
No hay motivo de quejas para Bracho, quien en el libro escrito por el crítico y ex director de la Cineteca Nacional, Leonardo García Tsao, y editado por la Universidad de Guadalajara, cuenta las peripecias que pasó cuando filmaba El Santo oficio en 1973, a las órdenes del gran Arturo Ripstein.
La actriz, que fue diagnosticada con un tumor tres días antes de comenzar a rodar, dice que “el director se quería suicidar después de la noticia, así que como pude me presenté a trabajar y ese día programaron la escena de la violación, y al día siguiente me arrastraron por un pasillo, y al siguiente me metieron a una tina de agua helada”.
“A la distancia, todo esto parece cómico, pero fue trágico… y jamás me quejé. Jamás me pareció injusto. Realmente no me lo explico porque no es masoquismo ni dejadez, es pasión por lo que haces, y eso es una característica de los actores de mi generación”.
La pasión, esa herramienta inasible para quien carece de ella y formidable para los que se dejan arrastrar por su vértigo, es lo que pone en funcionamiento el motor de esta mujer cuyo rostro mantiene una frescura sorprendente, libre además como están sus facciones de cualquier bisturí inoportuno.
“No estoy en ninguna liga anti-operaciones estéticas, respeto la libertad de cada quien para hacer lo que se le antoje con su rostro, pero no es para mí”, dice con el tono firme y pausado que la caracteriza, un modo noble y directo de enfrentar las preguntas de la entrevistadora.
El mismo tono irrefutable que usa para negarse al primer y previsible interrogante de una cronista poco imaginativa. “No, no me preguntes sobre los espejos”, dice pidiendo que pare la grabadora.
“Todo el mundo me ha preguntado ya por ese tema”, señala con cierto hastío, por lo que pasamos inmediatamente a la charla que, como es de prever, versará sobre muchos temas, menos sobre los espejos.
Aunque sí hablaremos de Espejos, la obra de la joven dramaturga estadounidense Annie Baker en la que una maestra de actuación, cuatro singulares alumnos y un salón de clases son protagonistas de cinco historias donde los secretos, deseos, frustraciones, temores y esperanzas de cada uno, se manifiestan para mostrar la cara oculta de cada quien.
Diana Bracho, Ludwika Paleta y Nailea Norvind, Hernán Mendoza y Juan Carlos Barreto conforman el elenco de la obra producida para OcesaTeatro por Morris Gilbert y dirigida (con los lineamientos del argentino Javier Daulte) por el mendocino Diego del Río
-       Hablemos entonces de la obra…
-       Por supuesto. Se trata de Espejos, una obra de una de las autoras más importantes de la escena actual estadounidense. No es abiertamente una comedia, aunque tiene mucho humor, no es estrictamente un melodrama, tampoco una tragedia…
-       ¿Cómo llegó la propuesta?
-       Me habló el productor Morris Gilbert, con quien 10 años atrás hice Master Class, sobre María Callas. Él había visto Espejos en Argentina. Le fascinó tanto como para traerla y pensó en mí. La leí y me encantó. Luego se juntó un reparto excelente, no sólo en lo profesional, sino también en lo personal. Hemos formado un grupo de trabajo lindísimo.
-       ¿Cree que se puede aprender y enseñar a actuar?
-       Desde luego. Creo en la educación, aunque no creo que un curso de actuación haga un buen actor ni sea la panacea para cualquiera que quiera dedicarse a este oficio. Hay muchos actores naturales que no tomaron nunca un curso y son excelentes. Lo que es cierto es que el talento unido a la formación académica es muy buena combinación, porque el talento, cuando no se alimenta, se desgasta.
-       ¿Quiénes han sido sus maestros?
-       El único maestro formal de actuación que he tenido fue José Luis Ibáñez. Luego tuve una maestra magnífica de Técnica Alexander en Inglaterra. No era propiamente una profesora de actuación, pero siempre digo que mi oficio es antes y después de esa formación.
-       A lo largo de ese aprendizaje, ¿qué cosas la preocuparon más: el cuerpo, la voz, la memoria?
-       Todo. Para un actor, todo nuestro ser íntegro es el instrumento de trabajo. Importantísimos, por supuesto, el manejo corporal, el aparato vocal, un elemento que creo que en este país falla mucho; de pronto tienes a actores muy gritones en escena,  voces muy agudas o voces que no dibujan el personaje…
-       ¿Y qué le pasa cuando escucha que con tanta facilidad muchas personas se dicen a sí mismas actrices o actores?
-       Sí, pasa. No con los arquitectos, claro. No puedes decir: - soy arquitecto, porque al menos tienes que saber levantar un muro. Para responder esa pregunta te voy a contar una anécdota. Tengo una prima en Nueva York cuyo hijo es de esos chavos guapetones un tanto desubicados. Ya lo han echado de cuatro universidades…me dice mi prima un día: - Ya sé lo que va a ser mi hijo, ¡actor!. (risas)
-       El refugio de los buenos para nada…
-       (risas) Sí, el muchacho no pegaba una, así que su madre consideró que podía ser actor.
-       Su famoso sobrino, Julio Bracho, fue también uno de esos casos en los que la actuación sobrevino como una profesión de salvataje.
-       Sí, la diferencia que hago es que él realmente es un dotado para el oficio. No se trata de un bueno para nada. Fíjate que ahí me siento bastante responsable de su carrera. Algo tenía que hacer en la vida y andaba vagando por aquí y por allá, dando lata, con mucho éxito con las mujeres…hasta que le pedí que fuera a un curso de actuación, no tanto para que se convirtiera en actor, sino para que conociera a personas interesantes, para que se encontrara a sí mismo en un entorno creativo. Así que le pedí al maestro Héctor Azar, quien quería mucho a mi padre y me quería mucho a mí, que por favor tomara a mi sobrino en sus clases. Desde la primera vez, Julio supo que lo que más quería en la vida era ser actor.
Una señora muy propia
Uno suele ser víctima de su fama y nunca estar a la altura de su reputación. Frente a Diana Bracho, la tentación es grande: ¿perderá esta mujer alguna vez la calma?, ¿andará por su casa en chanclas, tubos, sin ostentar esa imagen de señora muy propia con la que es vista y descripta por los medios?. La actriz se defiende con cierta brusquedad: “No me analizo, no sé”, anticipa. Aunque luego, más relajada, reconoce que si bien nunca le ha tirado un plato por la cabeza a alguien, tan propia propia, no es.
-       No creo que sea yo una persona cuadrada ni convencional. Una señora propia sería alguien aburrido, con límites muy cercanos y muy chiquitos. No soy para nada así. He vivido muchas cosas, he estado en muchos sitios del mundo, tengo muchas inquietudes…lo que pasa es que soy también una persona reservada, sobre todo porque estoy en un medio de mucha exposición. No tengo ni Facebook ni Twitter. No resisto la idea de estar diciendo: “Hoy me puse los calzones rosa”. No creo que eso sea interesante para nadie. Este exceso de información sobre las personas me resulta un poquito repelente. No he roto un plato, porque no le hago daño a nadie, mis amigos se divierten conmigo, no soy una persona envidiosa y podría definirme como un ser socialmente responsable.
-       Que ha demostrado, además, que el prestigio profesional no requiere andar ventilando los asuntos personales…
-       Efectivamente, cuido mucho mi vida personal. Me cuido. No creo que para ser actor haya que ser un tipo torturado, andar en la droga, así como tampoco creo que para llegar cansado a una escena tengas que correr cuatro vueltas a la manzana como hizo Dustin Hoffman antes de que el gran Laurence Olivier le sugiriera con sencillez: - Simplemente actúa.
-       En ese sentido, ¿se siente más cercana a la escuela inglesa de actuación que a la del método norteamericano?
-       Mucho más. Lo importante del trabajo creativo es encontrar tu propio camino y encontrar lo que te funciona para llegar a una meta. Se vale todo. En lo personal, no soy actriz del método, me funciona más la escuela inglesa de actuación, más rigurosa en cierto sentido y menos dependiente del momento emocional del actor. Conocí a un actor al que le tenían que contar un chiste para que se riera. ¿Dónde está entonces la imaginación?
-       ¿Y a quién admira?
-       Bueno, Helen Mirren es una diosa. No me quiero comparar con ella ni quiero imitarla, pero funciona casi como un espejo para mí. Es de mi generación, no se ha hecho cirugías, pasa de la televisión al teatro y del teatro al cine con mucha facilidad. Encima, a los sesenta y pico la eligen una de las mujeres más sexy del mundo.
-       Bueno, usted no baila mal las rancheras en ese aspecto…
-       (risas) Ayer fui al médico, porque tuve un accidente feo en el escenario. Choqué con un actor que mide 1,80 metros y pesa 130 kilos. Fue una bicicleta contra un trailer. Total que fui a la consulta por prevención y me dice el doctor: - Está usted muy bien hecha. Ese es el tipo de espejo que me gusta.

Laura García, una chica al pie de la letra

Si es cierto eso que dicen de que las madrileñas tienen salero, gran parte del patrimonio saleroso de la capital española recayó en la conductora televisiva Laura García Arroyo, dueña de un carácter vivaz y de una sonrisa que contagia incluso al más amargado de los seres.
Con su juventud y carisma se ha ganado un lugar en la pantalla alternativa y aunque no es popular como otras Laura más gritonas que pululan por el universo catódico de este mundo que amenaza con acabarse, hay que decir que la joven muchacha tiene su lugarcito propio entre el público aficionado a los programas culturales.
Por gustarle no le hace el feo a casi nada. Desde la cerveza hasta el futbol, sobre todo el que ejercitan los comandados por el antipático portugués José Mourinho (sí, la García es del Real Madrid), desde los diccionarios hasta esa dichosa palabra que poca gente entiende y ella sí, Laura es multitemática.
Aunque en el tú a tú deja correr un seseo más castizo que los reyes de España, sus intervenciones en La dichosa palabra, por Canal 22 y sus colaboraciones como comentarista de los deportes en TVC, la muestran como una mexicana más, tan integrada como está a nuestro país, donde vive hace más de una década.
Llegó de casualidad atendiendo un llamado laboral para editar diccionarios y se quedó prendada de un país que “conoce casi todo del mío, aunque en España se sepa poco de México”, dice a GENTE.
Entre los argumentos para quedarse aquí primero estuvo un esposo del que ya se divorció y luego los chiles en nogada de La Poblanita, en la San Miguel Chapultepec, que son su pasión. No falta por supuesto el mezcal, que prefiere al tequila y que la obliga a frecuentar más que seguido el local La Clandestina, en Álvaro Obregón.
Preocupada por la situación política y social de México, no sabe a quién votará este año y al mismo tiempo es prudente en sus opiniones, convencida como está de que una “naturalizada es una mexicana de segunda”.
Cuando le toca mencionar a su selección de futbol, no olvida que La Roja es campeona del mundo y mucho menos que ella, la conductora de la tele cultural, es “española hasta las cachas”.
La ciudad inhabitable
Como casi la totalidad de quienes viven en el Distrito Federal, teme porque la inseguridad reinante en el país invada el territorio hasta ahora apacible del Distrito Federal. Que de un día para el otro ya no se pueda caminar por las calles, que la gente tenga que esconderse temprano en sus hogares y que México comience a ser una ciudad inhabitable.
“Un extranjero siempre tiene una opción B, que es la de regresar a su lugar de origen aunque ello resulte siempre difícil y muchas veces imposible. Soy de aquí, me gusta estar aquí y no quiero que la inseguridad me expulse de un sitio donde soy tan feliz”, afirma.
“Como extranjera, siempre te la pasas balanceando. Siempre dices: qué dejo allá para tener acá y viceversa. Cada vez que voy a España, por ejemplo, entro en una pequeña crisis, pues allá hay una libertad total de movimiento que acá no siempre tengo”, manifiesta.
“Estoy en una ciudad agitada, intensa, divertida, pero, ¿a qué precio?, son algunas de las preguntas que te haces”, agrega.
Mujer de muchos amigos y de muchas pasiones, pierde un poco la cabeza cuando escucha pronunciar mal una palabra o conjugar peor un verbo. “Pero jamás corrijo a alguien, salvo que tenga mucha confianza con esa persona y lo hago entre risas, como broma”, admite.
Pertenece, eso sí, a un medio que como el televisivo guarda poco las formas del lenguaje y acostumbra a estar enemistado con la gramática. Sucede, según su parecer, que “hay poca exigencia con la profesión de locutor o conductor. Se ha perdido un poco el canon del oficio. No cualquiera debería aparecer en la televisión. Hay gente que no comunica, que no es expresiva y ahí está…o estamos, no sé (risas)”.
“La verdad es que no sé cómo combatir lo mal que se habla en muchos programas televisivos, sería como encarar una verdadera cruzada que desconozco si llegaría a buen puerto. El resultado tal vez sería frustrante”, reconoce Laura.
De niña soñaba con ser cantante y con estar en un camerino, maquillarse, vestirse para salir al escenario. Algo de esa imagen se reproduce en su oficio actual, aunque más sorprendida y agradecida está con el país que ha elegido para vivir “porque me ha inventado sueños que no tenía y me ha permitido cumplirlos”, dice.

Para Rihanna, el mayor problema de su vida es ser Rihanna

“¡Que coma algo, por favor!”, fue el clamor en las redes sociales cuando la casi esquelética Rihanna (Barbados, 20 de febrero de 1988) apareció en la alfombra roja de los Grammy, luciendo un vestido negro y escotado que dejaba al descubierto su magra figura.

Sabido es, de todos modos, que no hay que hacerle caso a las redes sociales: un día quieren que Adele adelgace, al otro se encienden defendiendo la apostura robusta de la exitosa intérprete británica. Cuando no matan a alguien que, con un consuetudinario mal gusto se niega a morir, como fue el caso del rockero Bon Jovi, a quien Twitter mandó a la otra dimensión sin que el artista quisiera irse al Más Allá y, por el contrario, publicara su imagen rubicunda al pie de un frondoso árbol navideño.

Sin embargo, el señalamiento al cuerpo sin carne de la joven barbadense no es sino otra señal de alerta de las muchas que despierta a su paso esta niña-mujer, víctima y victimaria de un sistema mercantil que la convirtió en estrella globalizada de la noche a la mañana.

Obligada a ejercer de femme fatal desde que en 2005, con apenas 17 años, cimbrara el mercado de la música con su álbum debut Music of the Sun, Robyn Rihanna Fenty intenta madurar como pieza clave en una maquinaria que es ella misma: rubia en la portada de Vogue, imagen de un perfume, jurado en X Factor, compañera musical de Coldplay como certificado oficial del pase total del rock al pop de la banda inglesa liderada por Chris Martin…a todo dice que sí la pluriempleada intérprete de “We found love”.

Pero no se madura con muchos dólares en la cuenta, 12 millones de seguidores en Twitter y siendo el colosal centro de atención mediática en una sociedad que se engulle como caramelos los productos de entretenimiento que encumbra hoy y pulveriza mañana.

Ni Rihanna, mucho menos ella, puede escapar de un mundo que se para ante una hermosa muchacha apenas instruida y le plantea una guerra de largo alcance, con sofisticadas y letales armas. Las batallas son constantes y en casi todas, gana la casa.

Un novio que la golpea hasta deformarle el rostro, los insultos racistas que le propina un atildado y blanco europeo en un hotel de Lisboa, el rechazo de un granjero conservador que la desprecia y la saca casi a patadas de su campo en Bangor, Irlanda del Norte, la nota en que una periodista holandesa la llama “la última zorra negra”, los excesos alcohólicos de quien fue bautizada “Riri” en las redes sociales, el regreso al novio golpeador, las crónicas periodísticas agoreras que anuncian (¿y desean?) una muerte inminente a causa de las adicciones y muy al estilo Amy Winehouse…

Es este abril el mes que la atribulada cantante debutará en el cine para ofrecer la versión fílmica del videojuego Battleship. Dirigida por Peter Berg y junto a un elenco estelar que encabeza Liam Neeson, Rihanna se calza un uniforme militar para luchar contra los alienígenas y de paso sumar un escaparate donde lucir su bella y archifundida imagen.

Cuentan los amigos de “Riri” (esas “fuentes anónimas” que alimentan con sangre fresca la carroña mediática) que la artista lloró desconsoladamente cuando supo de la trágica muerte de Whitney Houston. “Teme terminar como ella si no para con sus adicciones”, dijeron.

El destino, que en la vida de Rihanna siempre muestra su cara más contradictoria, la pone ahora en el primer lugar como candidata a protagonizar el previsible biopic de la diva negra del pop, fallecida a los 48 años en un hotel de Beverly Hills.

Tal como está el patio, para la barbadense el problema no será encarnar a Whitney en la pantalla grande. El problema de Rihanna es, definitivamente, ser Rihanna.

domingo, 29 de enero de 2012


Miguel Ángel Muñoz, el actor que piensa que Hugo Sánchez es Dios
Llega casi solo a la entrevista. Con apenas un asistente de la oficina de Relaciones Públicas que no lo agobia y le otorga una libertad de movimientos y de contacto con el entorno difícil de encontrar en estas lides, sobre todo cuando de una estrella internacional se trata.
Porque es posible que el actor español Miguel Ángel Muñoz (Madrid, 1983) no sea una figurilla conocida en el show business local, pero en su país de origen tiene un rostro identificable por el gran público gracias a una carrera artística de casi 20 años.
Tiene 28, lo que lo hace endemoniadamente joven, pero comenzó a trabajar a los 9, lo que lo convierte en un veterano de guerra en una profesión que de antemano califica de difícil y por la que ha renunciado a la fama y el dinero que otorgan la música. Máxime cuando se ha sido, como él, una rutilante estrella del pop, primero liderando el grupo UPA Dance, salido de la exitosa serie Un paso adelante (2002-2005) y luego al frente de una carrera en solitario que lo llevó a hacer dos discos y a participar como invitado en el Festival de San Remo.
Hace dos meses que Muñoz está en México, grabando la tercera temporada de Capadocia, invitado especialmente por el productor Epigmenio Ibarra. Se siente cómodo aquí, luego de haber pasado por supuesto el Mal de Moctezuma, haberse enchilado con un chile en nogada y luego convertido en un serio consumidor de tacos al pastor.
En la serie hace un hombre bueno que se arriesga para cumplir su misión, trabaja a las órdenes de Ernesto Gómez Cruz y se enamora un poco del personaje encarnado por la mexicana Gabriela de la Garza. Muñoz aparece en los 13 capítulos de la temporada que se estrenará en 2012 y a causa de ello tendrá que pasar la Nochebuena en México, pues la grabación concluye el 25 de diciembre.
Madridista de nacimiento y por convicción, adepto a la corriente de desarrollo individual llamada Eneagrama creada por el chileno Claudio Naranjo, quien fuera novio de la también actriz Mónica Cruz (la parecidísima hermana de Penélope), se siente un muchacho con suerte.
Por lo pronto, no sufrió de los traumas que suelen adjudicarse a los niños actores, aunque admite que “es muy peligroso comenzar en la profesión de tan pequeñito, sobre todo porque comienzas a pensar que tienes que comportarte como un adulto.” “En mi caso, como no había antecedentes artísticos en mi familia, no había presión y mis padres, siempre que aprobase en la escuela, me dejaban interpretar. Cuando me ponía un poco absurdo, me daban una “colleja” (golpe dado con una mano abierta en la nuca) y enseguida se me pasaba”, dice Miguel Ángel a GENTE Y LA ACTUALIDAD.
A menudo se siente este actor, bailarín, cantante y compositor de canciones como un verdadero atleta de fondo. La metáfora le viene de su afición a los deportes y también de saberse parte de una carrera donde nada está escrito. “Un día te llaman para ofrecerte tres trabajos juntos y luego pasas una larga temporada donde el teléfono no suena jamás”.
Ese sistema voluble y azaroso de un oficio que requiere mucha resistencia, mucha paciencia, “no tiene nada que ver con el talento, ni con tu último trabajo sino con la suerte que alguien se acuerde de ti”.
“En ese intervalo, por supuesto,  tienes que conseguir dinero para llevar tu vida a cabo y para tener un estado de ánimo que permita soportar el entorno, resistir aquello que no te parece tan bueno o que es definitivamente malo, sin dejar que te afecte demasiado”, explica.
Los de afuera son de palo
Sabido es cómo se las gasta la llamada telebasura en España, frente a la cual, muchos de “los nuestros” en dicho rubro quedan como verdaderos nenes de pecho. Un triste episodio familiar acontecido hace cuatro años puso a Miguel Ángel Muñoz en el centro del foco y la prensa amarilla o rosa lo persiguió hasta el hartazgo.
Su madre, la vidente de los famosos Cristina Blanco, había sido acusada de robo y estafa, luego enviada a una clínica psiquiátrica y finalmente salida de la atención mediática que ahora mismo desconoce su estado de salud.
En todo ese tiempo, el actor de la serie El síndrome de Ulises y protagonista junto a Marina San José (la hija de Ana Belén y Víctor Manuel) de la obra teatral El cartero de Neruda, jamás habló públicamente del caso. Y esta no será la excepción.
“Sólo comparto mi intimidad con la gente que quiero y que me rodea cotidianamente y, además, me encanta hacerlo así porque ese es un regalo a la confianza y a la amistad”, se apresura a decir, no obstante lo cual admite que “la procesión muchas veces se lleva por dentro y lo que me haya afectado o no la situación, me lo quedo para mí”.
En México, Miguel Ángel tomó contacto con la compleja idiosincrasia nacional, ese estilo tan propio de “querer odiando” a los compatriotas ilustres. Madridista irredento, tuvo la oportunidad de conocer hace unos días al pichichi Hugo Sánchez, un verdadero ídolo para la afición blanca. Grande fue su sorpresa al notar que entre los pamboleros mexicanos estaban los que lo llamaban leyenda y otros que le decían cosas no tan buenas. “Yo pensaba, ¡pero si este hombre es Dios!, hasta hace unos pocos años que Ronaldo le ha quitado todos los récords, Hugo Sánchez era el top”, dice.
El joven actor que ha participado en la remake de Ben Hur, a las órdenes de uno de los hijos de William Wyler, no descarta venir a vivir una larga temporada a México, país que sin duda le servirá de plataforma para conseguirse un lugar en Hollywood.
Eso sí, primero tendrá que saldar sus compromisos cinematográficos en Europa, entre ellos un filme romántico que dirigirá el alemán Gereon Wetzel.

Entrevista a Laura Pausini (publicada por GENTE Y LA ACTUALIDAD en enero 2012)
Laura Pausini no se hace la cercana. Es cercana. Tanto como puede serlo una chica sensible nacida en la provincia de Ravena, a medio camino, como le gusta destacar, entre Milán y Roma. Eso de tener una identidad italiana equilibrada, carecer de la afectación de los milaneses y del a veces cansador orgullo de los romanos, le permite tener una profunda amistad con el romántico y talentoso Biagio Antonacci (nacido en Rozzano) y con el más introvertido anche talentoso Eros Ramazzotti (natural de Roma).
“Bueno, aunque Eros vive en Milán, pero sigue siendo furiosamente romano”, comenta divertida, con una risa que cruza el aire y se convierte en carcajada, atenta como es a todos sus estados de ánimo, que nunca reprime.
Hay que decirlo, la italiana es histriónica y hace mucho gestos. Abre grandes los ojos cuando algo le sorprende sin aviso y pone cara de enojada cuando piensa en lo terrible que es la prensa amarillista con el cuerpo de las cantantes.
“Fíjate que si estoy en mi pueblo y como me gusta comer, cuando no estoy de gira, aprovecho. Entonces engordo unos kilos. Ahí tienes a las revistas y a los periódicos preguntándose por qué estoy gorda”, se lamenta.
“La policía del cuerpo, claro”, afirma. Y ríe a carcajadas.
“O cuando publicaron que me retiraba porque quería tener un hijo. ¡No!. Lo que dije es que me iba a mi pueblo a gozar de mis padres y a parar un poco de tantos viajes, a que mi madre me contara historias y me hiciera el desayuno. Inmediatamente me preguntaron si quería tener hijos…¡claro! Alguna vez quiero tener hijos, pero no sé cuándo, no es algo que esté planificando”, razona.
La cantante italiana de pop más conocida fuera de Italia, reina en su idioma y en el español de una canción franca que ha encantado al público latinoamericano que la adora, no estaría en la lista de las mujeres más bellas si esa lista se confeccionara espontáneamente y sin mucha reflexión. Por encima de ella, una previsible Angelina Jolie le ganaría por varios cuerpos, sólo por decir un nombre.
Sin embargo, Laura Pausini no es sólo atractiva, una mujer de 37 años de cuerpo rotundo, piel muy lisa y blanca, chispeantes ojos oscuros y pelo lacio brilloso. No, también es una mujer hermosa que conquista por la seguridad en sí misma, por su carácter expansivo y por esa simpatía que derrite a las fieras y doma a las bestias a fuerza de sonreír y mirar directamente a los ojos a su interlocutor de turno.
Viene de estar dos años en su pueblo natal (donde no tuvo ni quiso tener un hijo, ¿quedó claro?) y ahora regresa al mainstream con toda la fuerza de su voz prodigiosa, dispuesta a comerse el mundo y a dispararse en los ranking de los más vendidos y escuchados.
Lo hace con un disco que llamó Inédito, de donde extrajo el primer sencillo, “Bienvenido”, una tonada pegadiza cuyo videoclip se grabó en Holanda y muestra a una Pausini en plan hippie, con un aspecto retro y una actitud optimista que se agradece en los tiempos que corren.
¡Ah, los ’60!
-       Por supuesto que no viviste la época de los ’60, pero…
-       ¡Sí, ya sé! ¡Soy fanática!
-       El videoclip de “Bienvenido” parece sacado del flower power
-       O de Woodstock. Absolutamente. Sucede que mi padre es músico. Toca los teclados y el bajo en un piano bar. En mi casa, de niña, había mucha música alrededor. Mi padre, además, vivió los ’60 a pleno y me enseñó muchas canciones de la época, me mostró muchas fotografías de Woodstock, un festival del que siempre me hablaba. Así que cuando escribí “Bienvenido”, que se refiere un poco a la libertad y a la necesidad de mostrarnos al mundo tal cual somos, sin disfrazar nuestra manera de ser a pesar de que todo el tiempo estamos siendo juzgados por nuestro aspecto, me surgió la idea de hacer un homenaje a los ’60. Así que me puse a mirar fotos en Internet y viendo esa ropa bellísima que se usaba entonces dije: - ¡Sí!, lo quiero hacer.
-       Y lo hiciste…
-       Sí. Como soy fanática de la moda, quise vestirme con esas ropas hermosas. Hicimos el video en Ámsterdam, sin actores. Todas las personas que participan son mis fans. El director hizo un casting a través de mi página oficial y los ganadores se hicieron acreedores al boleto a Holanda y pasamos juntos tres días bellísimos. Fue muy divertido, porque sólo pusimos la música y yo hacía mímica. No la podía pasar porque somos muy cuidadosos con los materiales antes de que salgan en forma oficial, pues si no lo haces pasas malos ratos cuando aparecen clandestinamente en la red. Debo decirlo: no canté porque tenía mucho, mucho miedo de que me grabaran y que luego subieran el material a Internet. No obstante fue una bella experiencia, porque normalmente los videos los haces sola, dentro de un cuarto…este fue con toda la gente al aire libre, riéndonos, vestidos fantásticamente…
-       Los ’60 siempre vuelven, son inevitables…
-       Por supuesto. Lo que mi padre siempre me cuenta es que esos días se vivían con otra mentalidad y que ahora mi generación se hace problema por todo. Tiene razón, vivimos en una época muy difícil.
-       Bueno, por lo pronto en esa época podías cantar sin ningún temor a que te grabaran y luego subieran el material a Internet…
-       Totalmente, yo soy muy miedosa al respecto, ¿sabes?. Porque escribes una canción y la conservas durante un año, para darla a conocer en el momento que tú consideres apropiado. Pero si alguien la descubre antes no tiene ningún reparo en colgarla en la red  y compartirla sin ningún permiso. Eso lo encuentro horroroso. Por una parte comprendo a la gente que no quiere gastar dinero. Si vas a una tienda y te dan toda la ropa gratis, la tomas. Sin embargo, creo que el problema grave de mi generación es que no tiene reglas para respetar, lo cual no es justo. Tendríamos que ser más disciplinados y respetuosos. A veces, hasta los políticos nos prometen cosas que luego no van a cumplir y lo hacen sólo con una motivación electoral, para que los votemos.
-       Bueno, en la política Italia no lo tiene nada fácil…
-       Pero no sólo somos nosotros. También Sarkozy tiene problemas en Francia. Si te refieres a Silvio Berlusconi, era un hombre que parecía dedicarse mucho a la nación, pero en su vida personal elegía cosas con las que mucha gente no estaba de acuerdo.
-       ¿Eres del Norte o eres del Sur?
-       De ninguno de los dos (risas). Digamos que soy de ambos, aunque me siento un poquito más del Sur. Ahora están diciendo que quieren dividir a Italia entre los del Sur y los del Norte, algo que me resulta absolutamente ridículo. Lo que pasa en mi país es que se habla más de chismes de la farándula que de las cosas que realmente importan…
-       Bueno, tú eres un poco víctima de eso, ¿no?
-       Y sí, aunque ya estoy acostumbrada. Ya me hicieron mamá como 15 veces (risas). Debe de ser que porque hablo tanto y canto tanto del amor y en las entrevistas que me hacen desde que tengo 18 años siempre digo que lo que me falta cumplir es tener un hijo. Esa es la verdad. Aún no he sido madre y en mi carrera profesional ya he recibido mucho más de lo que ni siquiera me atrevía a soñar. En lo personal me falta un marido, me falta un hijo, pero no tengo una obsesión con el tema. Sucede también que soy una chica tranquila, cuando no estoy de gira no voy a las fiestas ni hago mucho escándalo. Entonces tienen que inventarse algo y lo más fácil es decir que estoy embarazada. Como me gusta mucho comer a veces me ven con algunos kilos de más y comienzan las especulaciones.
El sol de Roma en septiembre
Laura Pausini le canta al paisaje y a las emociones. Y a las emociones ligadas con su entorno. No falta, por ejemplo, en su nuevo disco, una mención al sol que cae en las tardes de Roma durante septiembre, que pinta una postal en la que cualquiera le gustaría estar.
-       ¿Vives en Roma?
-       Vivo entre Roma y Milán. Ahora vengo de estar un tiempo largo en el campo, en Bologna, donde vive mi familia. Me escapaba, eso sí, algunas veces a Roma, porque mi novio, es de allí (N.d.R: Paolo Carta, guitarrista, con el que lleva muchos años de relación). En Milán siempre hay lluvia y en Roma siempre hay sol, es una ciudad espectacular, cuyo paisaje te ayuda a enfrentar incluso los momentos difíciles.
-       Haber nacido en el medio de las dos ciudades, te permite ser amiga de Biagio Antonacci, que es de Milán, y de Eros Ramazzotti, que es romano…
-       Sí, Eros ya no vive en Roma, vive en Milán, pero te aseguro que todavía es furiosamente romano. Biagio, en cambio, tiene una manera de ser más elegante, más reposado. Me gustan ambos, pues soy una persona contradictoria. Soy dulce, pero también tengo mis buenos momentos de ira. Adoro el blanco, pero uso negro. No sé si sabes, pero la gente de Milán odia a la de Roma y viceversa. Yo amo Milán y amo Roma.
-       Es una lástima que Antonacci no haya triunfado en Latinoamérica, aunque es un artista tan importante en Italia…¿crees que se debe a lo difícil que es traducir una canción del italiano al español? Parece que tú y Ramazzotti han sabido hacer las cosas muy bien en ese sentido…
-       La verdad es que he tenido mucha suerte. Desde que tradujeron mi primera canción al español lo hizo un señor muy talentoso llamado Ignacio Ballesteros. Yo no lo conocía de nada y me acerqué a él por sugerencia de mi casa de discos en España. Fue muy bueno. Él es poético al traducir, pero no cambia las cosas que quiero decir. Siempre fue muy respetuoso con mis ideas y encuentra sí o sí la manera de expresarlo en español. Ahora está viejito y me ayuda su hijo, aunque siempre con su supervisión. Sin su okey no me largo a cantar una canción mía en español…
-       El problema es que por las malas traducciones o por la falta de ellas la gente se pierde a autores como Franco Battiato, Gianmaria Testa, tan buenos que son…y tantos otros…
-       Es que esos artistas no son cantautores, son poetas en toda la dimensión. Es muy difícil traducirlos. He hablado con muchos de ellos sobre el tema, sobre todo cuando hice mi disco Yo canto, en que homenajeaba a unos cuantos cantautores italianos…, pero la verdad es que no están muy interesados en ganarse público en Latinoamérica o en que sus canciones sean pasadas al español. En mi propia tierra, si quieres escuchar a Franco Battiato, que es genial, no lo verás nunca en la televisión, no lo escucharás en la radio, tienes que ir a sus conciertos o comprar sus discos. Es una forma diferente de entender nuestro trabajo…
-       ¿Qué te ha dado Latinoamérica?
-       Todo. Me recibieron de una manera muy especial desde el principio, lo que hace que jamás me sienta extranjera en Latinoamérica y ese es el motivo por el cual regreso siempre. Sé que a veces ser extranjero te da ventajas. Al menos en Italia cuando aparece un americano en el escenario todos se vuelven locos. Pero en mi caso no me siento cómoda en el papel de extranjera y aquí soy una más. Los italianos, además, suelen tener un concepto bastante antiguo de Latinoamérica. Las ciudades en este continente suelen ser mucho más modernas que las nuestras y su gente mucho más abierta que nosotros.
-       ¿Qué es Inédito en tu carrera?
-       Es mi disco más íntimo. Todas las canciones fueron hechas en el campo y en un momento especial de reencuentro con mi pasado, con mis amigos de la escuela, mis maestras de la primaria, las personas que ahora son viejitas y que me conocieron cuando yo era una niña…todo eso está en mi disco (N.d.R., es del disco 12 en la carrera de Pausini, que ya lleva 50 millones de placas vendidas en todo el mundo a lo largo de su carrera).
-       Este disco tiene un concepto más corístico…no está tanto la voz en primerísimo plano, al menos en algunas canciones…
-       Es verdad…lo que pasa es que tengo una excelente relación con mis coristas, que en el show que presentaré a partir de enero, cantan también en solitario. Es un nuevo concepto para las voces, porque quiero que mi público los escuche.
PATÉ DE FUÁ (Nota publicada en GENTE Y LA ACTUALIDAD en enero 2012)

Originales porque han sabido concentrar los sonidos de una era confundida entre el pasado irrepetible y un futuro que se avista cuanto menos falto de propuestas estéticas transformadoras, en lo que al género musical se refiere, el grupo Paté de Fuá maneja su reinado independiente con pulso de artistas afiatados, sin abandonar jamás cierto aire bohemio y amateur que agradecen los miles de fans que lo siguen.
La banda liderada por los argentinos Yayo González y Guillermo Perata nunca fue tímida y siempre aspiró a los altos cielos que hoy ocupa. Para lograr subir al primer escalón del gusto popular, tras dos discos de estudio, un DVD en vivo grabado en el Teatro Metropolitan y el tercer trabajo recién salido del horno, los músicos han cultivado una férrea disciplina de ensayos y taquines.
Hay tango en Paté. Hay musette (estilo de música parisina que tiene al acordeón como instrumento principal). Hay vals, tarantela y, sobre todo, hay buenas canciones, arreglos sofisticados, que redundan en una propuesta bailable y cercana a personas de todas las edades.
Precisamente, los conciertos de la agrupación son como una misa pagana en las que siempre, por los rincones, danzan parejas de adultos, adolescentes y niños.
La Música de Paté de Fuá retoma caminos de antaño, vuelve al principio de algo que comenzó en los barcos, siguió en los trenes y arribó en forma de nostalgia al panorama musical latinoamericano.
Música de inmigrantes, música de muchos rumbos, música global con fuertes aires locales y con profundas referencias a Argentina.
En el primer disco, Paté de Fuá hizo un hit el tema “Linyera”, éxito de los 60 en Sudamérica gracias a la interpretación de Antonio Tormo,  un venerado cantor popular que murió en 2003 a los 90 años.
En el segundo material de la banda, El tren de la alegría, la portada fue dibujada por Caloi, el creador de Clemente, una historieta de hondo arraigo en la población argentina.
Ahora, con Boquita pintada, Paté de Fuá refresca la memoria literaria que nos lleva al gran escritor bonaerense Manuel Puig, cuya novela, Boquitas pintadas (así, en plural), fue llevada al cine y constituye una de las obras clásicas de las letras sudamericanas.
Con una dotación instrumental muy poco común (acordeón, bandoneón, banjo, cavaquinho, corneta, bombardino, guitarra, contrabajo, batería y voz), el rotundo éxito de la banda es fruto del boca a boca que enardece a sus espectadores.
Un virus contagioso que alcanza a las sensibilidades de todos los gustos y que ya ha llegado a escenarios de Estados Unidos, Canadá y la India, país donde recientemente Paté hizo una gira por cuatro ciudades, entre ellas Bombay y Nueva Delhi.

TOMÁS GUBITSCH


Entrevista a Tomás Gubitsch
Es una noche fría de octubre en el Distrito Federal. Oscurece en la avenida Reforma y en la mítica Casa del Lago, aquella que fundara el no menos legendario escritor Juan José Arreola, muy cerca del Zoo, enfrente del Museo de Antropología, una de las zonas más turísticas y, por qué no decirlo, más hermosas de la ciudad, comienza a sonar “Round midnight”.
Se trata del exquisito standard de Thelonious Monk ejecutado también prodigiosamente por Tomás Gubitsch, el guitarrista argentino nacido en Buenos Aires en 1957, radicado en Francia desde hace más de tres décadas y a quien el público rockero vernáculo recuerda por su trabajo en Invisible (El jardín de los presentes), el trío de Luis Alberto Spinetta que él hizo cuarteto y al que llenó de cuerdas espectaculares, fruto de un violero verborrágico y ansioso como se supone que debe ser un guitarrista cuando tiene, como tenía él entonces, 17 años.
Hoy, este Tomás que visita México acompañado por el poeta y amigo Jorge Fondebrider, es un hombre serio y seco, un instrumentista económico y profundo, un artista en el que no cabe la nostalgia.
Al fin y al cabo, el músico que tocara con Rodolfo Mederos en Generación Cero (con ese grupo grabó el impresionante De todas las maneras), que formara parte de la gira europea de Astor Piazzolla en 1977 (con apenas 20 años participó también en el disco Olympia’77) y que se viera obligado a exiliarse en Francia porque la dictadura argentina de la época no garantizaba su seguridad, luego de que hiciera unas declaraciones “peligrosas” a la prensa europea, tiene saldadas todas las deudas del pasado.
Es el presente el que lo consume, dedicado como está a explorar el tango, una música nacional que sirve de inspiración a un artista politizado como él y a la que le rindió honores acompañado por el pianista Osvaldo Caló.
Más de 50 discos con su Tomás Gubitsch Trío y con artistas de la talla de Stéphane Grapelli, Michel Portal, Steve Lacy, Glenn Ferris, Pierre Akéndéngué, Mino Cinélu, Nana Vasconcelos, Juan José Mosalini y la cantante Sapho, entre otros, son fiel reflejo de que su arte no se estancó en el ayer.
El mito y el espejo
-       ¿Está cómodo con el mito que suele tejerse alrededor de su persona cuando se habla de la historia del rock argentino?
-       Francamente, cuando me levanto todas las mañanas y me miro al espejo no veo un mito. Siempre que me entrevistan periodistas de Argentina me hablan de ese periodo que fue en realidad muy corto en mi carrera. Estoy muy halagado y a la vez muy sorprendido porque la gente lo recuerde, pero fue un año de mi vida, luego me fui a Europa con Piazzolla, hace 35 años que vivo en París y es en esa ciudad donde desarrollé más mi trayectoria. Ojo, estoy muy orgulloso de mi trabajo con Invisible, pero hablar de ello sería como estar en la Universidad y ponerse a recordar los episodios de la escuela primaria.
-       ¿Por qué no estuvo en el proyecto “Spinetta y las bandas”?
-       Porque no me interesa. Ya lo hice. Quiero hacer cosas nuevas.
-       ¿Es todavía un guitarrista virtuoso, con muchos dedos, muchos disparos al aire?
-       ¿Ves?, eso también es un mito. Lo del guitarrista virtuoso. Me considero un tipo normal. Es muy normal como toco. No me veo como un virtuoso ni nada que se le parezca. Además, lo que más me interesa en la guitarra es todo lo que tiene que ver con lo emocional, donde por supuesto tiene que estar la técnica porque lo mínimo es tocar bien…de hecho, me parece más extraño la gente que se dedica a esto y toca mal. Pasan los años y cada vez me interesa menos demostrar. Lo que me interesa es lo emotivo, lo que me importa son las sutilezas del lenguaje de la música.
-       Esta cosa que decía Paul Auster, de ir logrando una síntesis tal que lo último sea una página en blanco o el silencio, en su caso…
-       Sí, algo así. Arnold Schönberg también decía que el mejor amigo de un músico era la goma de borrar. Hay que sacar todo lo superfluo, ir más a lo esencial, aunque a veces sea menos vistoso.
-       ¿Cuáles discos en los que ha participado lo ponen más orgulloso?
-       Todos los que han salido con mi nombre y reflejan un trabajo alrededor del tango. En realidad, se trata de algo que yo llamaría “mi tango”, porque no soy tanguero. Me tocó tocar con gente como Piazzolla, Mederos y Mosalini, pero no es mi cultura. Lo que sí me interesa es lo que se puede hacer a partir del género, es decir, esa música que soy yo. Acabo de terminar mi nuevo disco, Ítaca, que está en esa línea. Paralelo a ello, hay laburo con las orquestas a las que les escribo y algunas de las cuales dirijo. A veces son trabajos por encargo, bandas de sonido para cine,  teatro o danza.
-       ¿Cómo es Ítaca?
-       Lo grabé en París con unos músicos fabulosos. Estoy realmente contento porque es un disco grabado en vivo, sin auriculares, sin ningún artificio…simplemente nos pusimos en círculo y tocamos. Suena a eso, a cinco músicos tocando juntos y cuando hubo una equivocación, ahí quedó.
-       ¿Cuál es el repertorio?
-       Son casi todos temas míos, una pieza de Gerardo Jerez Le Cam que es el pianista del grupo, otra de Juanjo Mosalini, el bandoneonista y una versión de “Volver”.
-       Entre los guitarristas contemporáneos, ¿sería Bill Frisell una referencia importante para usted?
-       Debo confesar que lo que menos escucho son guitarristas. Sé quién es Frisell, por supuesto, sé quién es Pat Metheny, claro, pero oigo más música en general que la que hacen los que están dedicados a mi instrumento. De hecho, para mi técnica guitarrística me fijo mucho más en cosas que vienen del violín, del piano y del bandoneón.
-       Entonces le gustó lo que hizo Gidon Kremer con Piazzolla…
-       Me gustó más lo que hizo Gidon Kremer con Bach.
-       ¿Y qué opina del tango electrónico?
-       Me causa gracia. Es un poco absurdo que alguna gente que lo hace lo presente como “el nuevo tango”.
-       ¿Qué tres discos de los que escuchó últimamente puede nombrar entre sus favoritos?
-       Partitas for violin, de Gidon Kremer; La consagración de la primavera con la orquesta dirigida por Stravinsky a la que todo el mundo le dice que no pero yo le digo que sí. Y sin duda el último disco de Björk.
-       ¿Es poesía y música lo que hace con el poeta Jorge Fondebrider?
-       En realidad se trata de un encuentro entre amigos. Primero fue la amistad y después de leer su poesía, creo, es una opinión personal, que estamos frente a uno de los mejores poetas argentinos de la actualidad, lo que representó sin duda una linda sorpresa, porque si hubiera sido malo eso hubiera resultado algo complicado para mí. El espectáculo que hacemos juntos nace de la idea de una obra que engendra a otra, es decir, de su libro Standards, donde toma títulos de conocidas piezas de jazz y escribe poesía inspirada en esas músicas. Paralelamente, en Argentina hice, en el 2009, un espectáculo inspirado en “La siesta de un fauno”, el poema de Mallarmé al que Debussy le puso música, Nijinsky le hizo una coreografía…precisamente, lo que hice fue tomar una película que reconstruye la coreografía de Nijinsky, le saqué la música original y le puse la mía…
-       ¿Cómo se ve la música argentina sin usted?
-       (risas) De manera general, creo que la cultura argentina está muy bien. Me sorprendieron en mis últimas visitas a Buenos Aires las múltiples propuestas artísticas que hay, totalmente comparables en calidad y cantidad a las que existen, por ejemplo, en París. En mi área, descubrí a una nueva generación de músicos extremadamente talentosos, muy inspiradores.
 






Cecilia Suárez (Entrevista publicada por GENTE Y LA ACTUALIDAD en enero 2012)
Nadie espera que la belleza de la actriz Cecilia Suárez, nacida hace 39 años en Tampico, refulja como una luciérnaga o estalle en veinte mil haces de fuego para arder hasta extinguirse sin dejar ni sombra ni cenizas.
Por el contrario, la actriz mexicana, acaso una de las que con más ahínco y sin proponérselo siquiera está destinada a ser la única heredera legítima de portentos como Ofelia Medina, por citar sólo un nombre al azar, es de esas lindas que se van haciendo inolvidables conforme habla y teje una urdimbre espacial con sus gestos mínimos, con su perfil esquivo.
La histérica y celosa de Sexo, pudor y lágrimas, aquella sofisticada comedia que cimentó el prestigio del que hoy goza el director Antonio Serrano, va de lo helado a lo tibio, hasta alcanzar un grado máximo de temperatura como una rosa que se abriera en la noche, imprevista, casualmente.
Fue precisamente en ese filme, uno de los más vistos en la historia del cine mexicano contemporáneo, donde Cecilia se hizo imprescindible para la pantalla grande vernácula.
Hoy es una de las actrices más sólidas y respetadas de la televisión y el cine mexicanos, un ser que equilibra la magia y lo terrenal con una sabiduría tranquila, propia de alguien que ha sabido vivir intensamente.
-       ¿Le lleva mucho tiempo arreglarse, ponerse linda?
-       No, para nada. La verdad es que cuando lo hago, trato de hacerlo muy rápido, no es algo en lo que me guste entretenerme. Si fuera excelente en el maquillaje, tal vez me tardaría más, pero no lo soy. Conozco a actrices que tardan mucho para pintarse, se dedican mucho tiempo y salen espectaculares, pero la verdad es que a mí eso se me da muy poco. Me gusta andar natural y sencillo.
-       Ha sido llamada uno de los rostros más expresivos del cine mexicano…
-       ¿Ah sí? (risas), bueno, según quién…
-       ¿Dónde diría que está el centro de esa expresión de la que muchos hablan frente a la cámara?
-       Evidentemente en los ojos. Es una cuestión genética. Me tocaron grandes y expresivos. Eso es una suerte. Pero también tiene que ver con lo que trabajas, con lo que construyes el personaje, con el bagaje que le das y que todas esas horas de trabajo, de discusión, de sentarte, de sopesar si una cosa o la otra, de tomar decisiones de cómo lo vas a abordar a la larga reditúa en lo que ves. Y para mí eso es lo más rico de lo que hago. No entiendo la actuación sin toda la tarea previa, eso es lo más divertido.
-       Su rostro es bastante versátil, otra vez la genética, supongo…puede hacer de francesa, de española, de mexicana…
-       Sí, la verdad que sí, es una especie de suerte, pero al mismo tiempo creo que uno provoca eso un poco, uno tiene que dirigir esas cualidades y prestarse, creer que puedes ser otras personas.
-       ¿Le pesó en algún momento ser considerada una de las mejores actrices del cine contemporáneo? A veces, dio la sensación de que estaba muy sola en esa ruta…
-       No, la verdad es que no lo veo así. Por un lado no me pesó, pero por el otro tampoco siento de que no haya habido actrices de mi edad a quienes yo respetara…me parece por ejemplo que Vanessa Bauche es una actriz de altos alcances interpretativos. Todo lo que ella hace en el cine tiene una fuerza impresionante. Karina Gidi, en el teatro, me parece una persona absolutamente fuera de serie. Me gusta mucho lo que hace Irene Azuela; Haydé Boeto es una actriz de teatro fenomenal. Hay actrices de mi tirada, tal vez un poco más jóvenes algunas de ellas, que me encantan…
-       De todas maneras, su carrera ha sido un poco como transitar entre dos aguas, ¿no? Por un lado sí el teatro serio y experimental, pero por el otro no negarse a los proyectos televisivos un poco más masivos o a las películas con aspiraciones más comerciales…
-       Sí, totalmente. Eso es así. Y me gusta. No tengo prejuicios hacia ninguno de los aspectos de la profesión. No me obligo a ser una actriz seria y no busco ser una actriz comercial. Está bueno hacer las dos cosas.
-       ¿Se miró en el espejo de algunos colegas para tener esa versatilidad? Pienso en Javier Bardem, que como se ganó el Oscar ya puede hacer James Bond…el mismo Gael García, después de mucho resistirse finalmente hizo dos comedias románticas en Hollywood…
-       Qué bien por ellos y qué liberador que así sea. El actor tiene que ser flexible y poco prejuicioso en ese sentido. Cada género tiene tanto valor como el otro y todos son difíciles. Creo que aventurarse en aguas que uno no conoce y frente a las que uno pudo tener una primera valoración no tan positiva, es fructífero para la carrera y a la larga dejar cosas buenas.
-       ¿Tuvo su época de inflexibilidad y ahora es más flexible que antes?
-       (risas) Creo que los años te van haciendo más flexible. Dicen que el tiempo todo lo vence y así ha sido también en mi caso. Sí, sin duda, vas madurando como actor y como persona, al final vas viendo que no pasa nada, que ¿cuál es el problema?, y que todo es parte del disfrute tanto de la vida como de lo que hacemos. Uf, poderse relajar frente a todo…es bueno…qué maravilla…
-       ¿Hubo momentos en su vida que se vio obligada a ser La Actriz frente a sí misma?
-       Sí, sobre todo cuando era más joven. No sé cómo llamarlo, pero es una especie de responsabilidad, de anhelo, de expectativa frente a ti misma en donde necesitas probarte ciertas cosas, o según tú te las estás probando, porque al fin y al cabo todo es un poco ilusorio. Creo que el tiempo es la mejor cosa para que vayas dejando de lado las falsas expectativas, las imágenes falsas de ti con respecto a lo que haces.
-        Bueno, la maternidad también lo debe de haber relativizado todo…
-       ¡Eso sí! Un hijo mueve todo tu universo y te relajas o te relajas. Todas las cosas adquieren un nuevo significado cuando te conviertes en madre, está bueno. Mi hijo tiene unos ojos hermosos, todo el mundo le dice: ¡Qué ojos!
-       ¿Y se maneja bien con el trabajo, con el hijo?
-       Bueno, requiere su esfuerzo. Hay que buscar un espacio grande para la organización, no es tan fácil como todo el mundo cree. La actuación es un oficio súper demandante y si, además, quieres ser buena madre y estar presente para cuando tu hijo te necesite, las cosas se complican un poco. De todos modos pienso que un niño crece bien cuando ve a sus padres estar satisfechos con lo que hacen, realizados profesionalmente, contentos…, eso también aporta para su crecimiento.
-       ¿Tiene miedos?
-       Sí, muchos. Trato de no enfocarme demasiado en mis temores; pienso que no hay una guía infalible que te enseñe a ser madre o padre, es algo que vas aprendiendo. En ese sentido no hay nada como confiar en que estás haciendo tu mejor esfuerzo y que no pasa nada si te equivocas de vez en cuando.
-       ¿Y ser madre en este México tan convulsionado?
-       Pienso mucho en eso y lo único que me pasa al respecto es que me florecen las ganas de trabajar para que las cosas cambien. Leo el periódico y me pregunto en qué momento perdimos el rumbo, de manera tan brutal además. ¿Cómo recuperarlo? ¿Cómo acercarnos a eso que todos queremos de nuestro país? No lo sé, creo que debemos trabajar todos desde nuestras respectivas trincheras y hacer cosas en los espacios que nos mueven, que nos importan.
-       ¿Se iría a vivir al extranjero?
-       No sé. Tal vez sí. Si surgiera la oportunidad, seguro, pero siempre con miras de volver. México es un país que me fascina, me apasiona. Estar aquí (N.d.R: la entrevista se llevó a cabo en Oaxaca) y mirar esta ciudad. Lo primero que hice al bajar del avión fue sentarme en la banqueta a tomar un café y sentirme orgullosa de ser mexicana, que es lo que produce Oaxaca.
Un rol histórico
Cecilia Suárez, nacida el 22 de noviembre de 1971, personificará a Antonieta Rivas Mercado, la escritora y bailarina que fue precursora del feminismo en México, mecenas de poetas extraordinarios como Salvador Novo y Xavier Villaurrutia, amante del maestro de maestros José Vasconcelos, con cuya pistola se suicidó en la catedral parisina de Notre Dame.
Con este papel en la telenovela de Televisa que producirá Carla Estrada, “Ceci” regresa a la televisión abierta, en un rol histórico de enorme exigencia (en las redes sociales, por ejemplo, se ha empezado a cuestionar la edad de la actriz, de casi 40 años, mucho más grande que Antonieta, quien tenía 31 cuando murió).
La telenovela será una adaptación del libro A la sombra del ángel, escrito por la nuera de Rivas Mercado, Katherine S.Blair.
“En algunas cosas hay similitudes y en otras espero que haya diferencias, porque Antonieta Rivas Mercado tuvo una vida muy trágica y ese no ha sido mi caso”, dice Suárez, al tiempo que despliega su convicción de que el personaje que le tocará encarnar “fue una mujer muy adelantada a su época, sin duda apasionante, alguien que supo mantener su lugar contra viento y marea, sin importarle lo que dijeran los demás, que fue una adoradora absoluta de los artistas mexicanos y que amó este país como nadie”.
-       ¿Fue Antonieta Rivas Mercado la que la hizo volver a la televisión?
-       No precisamente. Yo regresé a la tele con Capadocia, hacía siete años que no participaba en un proyecto televisivo y fue Epigmenio Ibarra el que me ofreció ese papel en la serie que tantas satisfacciones me ha dado. Estoy más que agradecida con Epigmenio, con Argos, con HBO y con los guiones que escribieron para mí.
-       ¿En qué momento se tuerce la vida de una persona como para terminar sus días en una cárcel? ¿Pensó en ello mientras hacía Capadocia?
-       Sí, pero más lo pensé cuando hacía Mujeres asesinas, porque se trata de mujeres que no tienen el perfil de homicidas, cruzan la frontera y pasan a ser alguien muy distinto. Ese cambio me parecía mucho más violento que lo que hallábamos en la investigación hecha para Capadocia. Más bien la reflexión a la que me llevó Capadocia es que las mujeres que viven en el encierro, que es una de las situaciones más duras que probablemente podamos pasar en la vida, deciden seguir adelante y plantear lucha a su circunstancia. Eso es verdaderamente admirable. Me interesaba mucho, además, dignificar ese viaje que ellas hacen por la oscuridad y destacar la valentía, la entereza, el corazón con el que abordan su tránsito por la existencia.
-       ¿Qué cosas le han pasado a usted en la vida que no esperaba?
-       Todo. (risas) No es como que ande premeditando mucho. De entrada, dedicarme a la actuación fue algo que entró en mi vida sin permiso y ahora es una cosa que no puedo parar de hacer. Tampoco preví la manera en que mi oficio iba a determinar el resto de las cosas que me sucedieron…eso es muy curioso. La gente que conoces en esta profesión, los lugares a los que viajas, los temas en los que te adentras a raíz de los personajes que tienes que encarnar…
-       Como la pregunta que hace James Lipton en su programa del Actor Studio, ¿qué otra profesión le hubiera gustado intentar?
-       Todavía lo pienso. No sé si soy de esos actores que quisiera seguir como actor hasta los ochenta y tantos… Creo que tendría que ser algo relacionado con las plantas…
-       ¿Tiene mano verde?
-       ¡Sí! Las plantas se me dan muy bien; las limpio, las corto, las riego, les busco su lugar…Ahora también estoy entrenando a actores más jóvenes y me gusta mucho. Gozo viendo al otro mientras construye su personaje, notar su excitación conforme va descubriéndole cosas, cuando ves esos veinte que caen y su cara se ilumina, te emociona tanto, es algo muy bonito.
Mejor reina en casa que sirvienta en casa ajena
Dice Cecilia Suárez que no le ha llegado todavía el papel con el que soñaba y que los mejores personajes son aquellos que están escondidos en la sombra del futuro.
“Hice cosas que quiero mucho, papeles que guardo en mi corazón, que fueron importantes para mí y que me hicieron lo que soy, pero lo mejor está por venir”, asegura.
-       ¿Y cómo es ser actriz en México? Hubo un tiempo en que los mejores papeles eran para los hombres…
-       Así es todavía. Ya ni cuenta me doy, pero supongo que ser actriz en México tiene su dificultad. Lo que pasa es que ya no me importa. Todavía siguen de moda los actores, este es un país de machos, pero mientras menos lo pienses mejor te va. Somos lo que somos y eso lo sabemos. Este es un país que le falta mucho por andar en el terreno de la equidad.
-       No la imagino a usted buscando el papel de sirvienta en la última película de Adam Sandler…y muchos dirán, ¿quién se cree que es?
-       No lo dirán, lo dicen, que no te quepa la menor duda. No sé si es arrogancia lo mío, pero supongo que tiene que ver con el orgullo de lo que soy. En ese sentido, es verdad que mi ruta en Estados Unidos se fue haciendo cada vez más angosta. Cada vez me quedaba más claro que yo no quería ser la sexy bombón del protagonista, ni ser la tontita latina que no entiende nada, cuando ya se tomó todo el viaje de ir hasta allá y ahora resulta que no entiende nada, ¡por favor!, los inmigrantes son personas que han vivido lo innombrable, como para encima ser tratados en el cine con una visión tan chata. Había papeles, por ejemplo, que durante la Guerra de Irak o de Afganistán glorificaban al ejército estadounidense y yo no los iba a hacer. Pedí amablemente que no me mandaran papeles en tal sentido y tuve suerte porque me respetaron.
Cecilia Suárez trabajó para Hollywood en películas como Spanglish, de 2004 y The air I breathe, con Kevin Bacon y Andy García, en 2007. También tuvo un papel en un episodio de la serie Boston Legal.
-       ¿El camino de Hollywood es un camino abierto?
-       No, cada vez lo veo menos probable. Sé lo que implica ese camino. Tienes que tener mucho tiempo para picar esa piedra y yo ya no tengo tanto tiempo. Tengo más ganas de encarar roles donde realmente pueda hincar el diente en profundidad, que optar por un papel superficial con tal de salir al lado de una estrella hollywoodense. Eso no me prende. Ya pasó ese momento para mí. Ya no estoy tan chavita, ¿no?
-       ¿Le preocupa su aspecto físico, la arruguita que aparece de repente?
-       Y sí, ahora me va a empezar a preocupar. Pero desde ya te digo que ni loca me opero. Me rehúso. Además, si hubiera sido por operarme lo habría mucho antes. Por empezar, me hubiera operado las bubis, que era algo que me sugirieron en la televisión y siempre me resistí. Aviso que no pienso siquiera inyectarme bótox, a pesar de que hay actrices mucho más jóvenes que yo que lo hacen.
-       ¿Consulta con alguien los avatares de su carrera?
-       ¡No, qué va! Lo que hago es leer mucho. Si empiezo a dudar demasiado, lo descarto, porque tantas dudas significan que la cosa no va a funcionar. Cuando los proyectos tienen que ser, el sí es casi inmediato.
-       ¿Con qué director mexicano le gustaría volver a trabajar?
-       Con Luis Estrada, con Antonio Serrano, con Ernesto Contreras (Párpados azules)…
-       Bueno, pero Ernesto luego no la deja ni hablar…
-       (risas), es verdad, luego me tiene callada todo el tiempo…