martes, 22 de noviembre de 2016

Un mal nombre, de Elena Ferrante



RESEÑA
Un mal nombre, de Elena Ferrante (Lumen)

Cuando leímos la primera novela de Elena Ferrante (La amiga estupenda) nos referimos a la “literatura vintage” de esta escritora sumida en el anonimato; no haremos en esta nota una referencia a su estar más allá de la fama, lo que diremos es qué comedia trae Un mal nombre, la segunda parte de la tetralogía.
Si en La amiga estupenda estaban los niños y los adolescentes llamados a crecer en un ambiente salido de las salas y aumentado como un personaje siempre central e inamovible en todas las historias, en Un mal nombre es la juventud y su camino a una moral el que se pelea con Nápoles y sus consecuencias.
Es la vida de Lila, la cambiante y apasionada amiga de Lenú, la otra vida en correspondencia y de confesión a los lectores: “Y su vida asoma sin cesar a la mía, en las palabras que he pronunciado, en cuyo interior hay a menudo un eco de las suyas, en ese gesto decidido que es una readaptación de un gesto suyo, en ese de menos mío que lo es a causa de un más suyo. Sin contar lo que nunca me dijo pero que me dejó intuir, lo que no sabía y que después leí en sus cuadernos. Así, el relato de los hechos debe contar con filtros, remisiones, verdades parciales, mentiras a medias; se deriva a una extenuante medición del tiempo pasado basada toda en el metro incierto de las palabras”.
Así, la vida de Elena Greco va de un punto a otro de sus extremos siempre sacudida por la exhortación o la indiferencia de Lilá. Porque Lilá, además de ser la mejor amiga de Lenú, es todo Nápoles, es toda la ciudad desde el pasado al futuro y desde ella expulsa o impulsa a todos los seres queridos, incluida su “hermana” de sangre.
Desde el amor al odio, pasando por todos los sentimientos habidos y por haber, Elena encuentra en Lilá su espejo y su otra cara de la moneda: si ella estudia en Pisa y llega a Doctora en Letras con las mejores calificaciones, Lilá pondrá el cuerpo y el corazón en hacerle los cuernos al marido, en volver con el marido, en huir del marido y terminar de empleada en una fábrica de Soccavo, “entre basuras de todo tipo, un hilo de humo negro en el cielo helado”.
Si en la eterna armadura del yo y el no yo, Lilá y todo Nápoles pasarán como un cedazo por donde no disfrazar el individuo, hay una cosa que une todo y eso descubre Lenú al terminar la novela: la literatura.

Para un detalle de la historia: es Lenú la que arroja la historia de Lilá al lago. Es ella la que se queda con LA NOVELA. ¿Alguna referencia a su anonimato?