domingo, 23 de marzo de 2008

¿Quién carajos es Carola Reyna?

Domingo desmañanado. Esas cosas de vieja. Te acuestas a la madrugada y te levantas para tomar mate cuando el reloj marca las 7. En Old Trafford, el Manchester recibe al Liverpool. No empezamos bien con Carlitos en el banco de suplentes, pero por suerte Benítez no puso en primera línea a Crouch, el antijugador. Hay un tipo argentino que relata las instancias de la Premier League para Fox Sports y que de vez en cuando le pega alguna con sus gracias tipo cantar una de rock que sepamos todo cuando algún jugador la mete. Ahora no recuerdo estrictamente en qué consisten sus "genialidades", pero se trata de ligar el nombre del futbolista a algún tema popular y expeler algo ad hoc. Eso sí, llamar Carola Reyna al portero del Liverpool, en mención a una segundona actriz del país del bife, me pareció hoy el exceso de la atmósfera pesada que rodea a algunos argentinos, creídos como siguen de que son el centro del Universo. ¿Quién carajos conoce a Carola Reyna, además del escaso público que la sigue en su país de origen?. No me da más que tristeza cuando algún argentino hace tanto el ridículo afuera del patio de su casa. ¿Alguien le avisó al muchacho este que Fox Sports transmite los partidos de la Premier League para toda Latinoamérica? ¿O el tipo está creído que sólo se ven los partidos de la liga inglesa exclusivamente para ver a Tévez?
Ganó el Manchester, lo cual está bien. Entre Alonso (el Fernando) y Benítez (el Rafa), los periodistas españoles están escribiendo unas crónicas chauvinistas que ya no se pueden leer. Ganó Kimi en Malasia. Anoche, mi amigo Alonso (No Fernando, el Arreola) volvió a contar la anécdota de cuando conoció a Maradona en el entrenamiento de Puebla. Un tío lo escondió debajo de la mesa, con la complicidad de Olarticoechea, y Alonso se pudo quedar como polizón entre las prestigiosas huestes.
Tenía 12 años. Le puso la mano en el hombro a Diego y se quedó mudo. Diego se dio vuelta. Sus compañeros rieron. Y luego las fotos, la camiseta firmada por todos...Maradona estaba por convertirse en Dios. Escucho esa historia del 86 una y otra vez, pero anoche me estremeció. ¿Hay algo verdadero, auténtico, imprescindible, en esa cosa tan discutible que llamamos nacionalidad?. Me gustó hablar de Maradona, me gustó desde el lugar del orgullo de ser su compatriota...mmm, sentimentalismos de vieja. Es lo que digo: ya soy una mujer de edad.

lunes, 3 de marzo de 2008

París, París


La primera vez que fui a París me dolía mucho la espalda.
Me encontré con un amigo en la estación del tren y juntos fuimos al Louvre, a los Campos Elíseos, a la Torre Eiffel. Tenía 400 dólares guardados en el brassiere que se me cayeron sin que yo me diera cuenta a las orillas del Sena. Recorrí París sin dinero, con dolor de espalda, con un amigo que luego murió de un tumor cerebral.
La primera vez que fui a París quise huir de París. Y de hecho lo hice, Barcelona me esperaba como me espera siempre, con los brazos abiertos, con el corazón en llamas.
La segunda vez que fui a París, un hombre que amaba conducía un Peugeot.
El hombre que amaba tenía barba y parecía argelino. En París, a mi hombre que amaba no le servían rápido el café, no le proporcionaban los suficientes sobrecitos de azúcar, en fin, lo maltrataban.
La segunda vez que fui a París, huí de París malherida y llorosa, corriendo a los brazos de mi Barcelona irreemplazable.
Hubo una tercera vez que estuve en París.
No me dolía la espalda.
No tenía 400 dólares.
No estaba el hombre que amaba.
A cambio, Tobías, un pastor inglés que presume de ser el perro más hermoso del mundo, lamía el dedo gordo de mi pie derecho y una nube de mosquitos entraba por la ventana de mi casa.
Es decir, Carmen Boullosa me llevó a París hace apenas unos días. Por ella me puse un traje de auscultadora y vi a la ciudad introducirse en el fondo de mis ojos con una parsimonia y un desparpajo que no le conocía.
Fue por ella que volví a París y fue por ella que quiero regresar.
Nefasto y cursi, al menos para mí, ese tópico que separa a la literatura en femenina y masculina, pero en este caso que nos convoca, el hecho de que Carmen sea una dama precisa y preciosa, me resultó sumamente significativo y gozoso.
Con los ojos de mujer, esos ojazos, con esa lengua “cargada de mole” como ella dice, con esa erudición sin pretensiones con la que condimenta una narración fluida y envolvente, la Boullosa describe un universo tangible, donde figuras de carne y hueso, más de carne que de hueso, tejen luces y sombras en el fondo de una galería de arte infinita.
Yo he vuelto a parís gracias a Carmen.
Yo quiero ir a París con carmen.
Seguramente no querré huir de París si voy con Carmen.
Al menos, es la certeza que me entrega el Velásquez (con v chica) de París (con pe Grande) que editorial Siruela ha tenido el bien de publicar para regocijo de quienes somos duchos en perder, .dinero hombres amados ciudades hostiles. Poco entrenados en el arte de encontrar lo que aquí hallamos: cordura disfrazada de normalidad, historia puntillosa y documentadamente tomada a la ligera, hechos triviales contados como verdaderas hazañas deportivas.
Es lo que hay adentro de este libro, y es mucho.

ENTREVISTA A KIKÍN FONSECA


Entrevista a Kikín Fonseca

Si José Francisco Fonseca Guzmán "Kikín", nacido el 2 de octubre de 1979 en León, Guanajuato, no hubiera sido futbolista, se habría dedicado a la comunicación, a la psicología. El delantero más mediático del fútbol mexicano contemporáneo, de 1,84 metros de altura y 79 kilogramos de peso, sabe decir lo justo en el momento adecuado desde que debutara en la profesión, el 22 de julio de 2001.
"Mi mejor gol es el próximo", repite con picardía cuando le quieren hacer elegir entre sus hazañas.
Apasionado, simpático, el buen chico que jamás niega un autógrafo o una entrevista al final del partido, también sabe anotar. Su récord es llamativo: ya lleva 4 partidos en los que ha marcado tres goles.
Heredó su apodo, Kikín, de un hermano muerto prematuramente y a quien siempre dedica sus logros.
Pequeña gran máquina de facturar en el sistema publicitario del fútbol mexicano, Fonseca fue en sus inicios un prometedor jugador de béisbol. También se animó con el básquetbol. Descubrió el balompié cuando tenía 17 años y desde entonces nadie le ganó en perseverancia, paciencia y dedicación para obtener su primera oportunidad profesional.
Tuvo su paso por Europa al ser contratado por el Benfica luego del Mundial de Alemania. Con el equipo portugués disputó ocho partidos de liga, marcó un gol y disputó 13 minutos en seis partidos de Champions League.
No pierde las esperanzas. Él quiere regresar al Viejo Continente. Mientras tanto, en uno de los pases más caros de la historia del fútbol azteca, llegó a Tigres Rayados de Monterrey como el gran salvador.
Hugo Sánchez lo ha convocado para la selección y se esperan grandes cosas de Kikín en la próxima Copa América.

- Cuando usted llegó de Portugal, el presidente Calderón ordenó aumentar el precio de la tortilla. ¿Había relación entre estas dos circunstancias?

- (risas) No, pero fue algo bueno para el negocio de la familia.

- Pero eso va a poner en riesgo el amor que le tiene la gente...

- Medio de broma lo comentaba entre mis amigos, pero la verdad es que lo mejor es que las cosas tengan un precio justo, que nos convenga a todos.

- Llegó vestido de negro, muy a la europea...vino muy elegante de Portugal...

- Sí, tienes razón, supongo que eso fue la influencia de mis compañeros de equipo. Había griegos, rusos, italianos...tenía que estar a tono con ellos y adaptar mi estilo al europeo. Sí, mi ropa es casi toda de allá. Aprendí también algo de portugués, no demasiado.

- Espero que no se haya traído la tristeza...

- La tristeza del fado..., aunque debo decirte que mis amigos portugueses no tienen nada de melancólico. Mis amigos de allá son muy alegres. Lisboa es una ciudad hermosa, donde se vive muy bien y los portugueses son personas amables, abiertas, que inmediatamente te brindan su amistad. Es un lugar también muy católico, visité muchas veces el santuario de la Virgen de Fátima, que es para ellos como la Guadalupe para nosotros.

- ¿Y las chicas portuguesas?

- Son bonitas, aunque un poco reservadas y si no estás dentro de su círculo social, tendrá alguien que presentártelas pues no es posible acercarte a ellas en la calle y que te presten atención.

- ¿No será que usted llegó a Lisboa demasiado acostumbrado a que las chicas se le tiraran encima?

- (risas) Claro y como eso no ocurría en Portugal, me dije: - Ey, ¿qué pasó?. No, la verdad es que son reservadas o al menos no entran en confianza tan rápido como nos pasa en Latinoamérica.

- ¿Y qué tiene para decirles a aquellos que dicen que pasar por el Benfica no es pasar por Europa?

- Bueno, lo poquito que sé de geografía me dice que Portugal pertenece al continente europeo. Miro en el mapa y Lisboa y está en Europa. A lo mejor dicen eso porque Portugal es el país más latino de Europa, tiene mucha influencia de Brasil. Los jugadores brasileños no tienen plaza de extranjero en el fútbol portugués, pero el Benfica es un equipo de mucha jerarquía, que ha disputado Champions, Copa UEFA...

- El aficionado mexicano es un enigma sin resolver. Porque por un lado dice que usted no jugaba en Europa y por otro le cuelga el cartel de gran salvador de los Tigres...

- Bueno, lo que pasa es que el aficionado mexicano es muy apasionado, nos ilusionamos con muchas cosas y vivimos el fútbol con mucha intensidad. Cuando decidí regresar de Portugal, comenzaron a crecer muchas expectativas en torno a mi rendimiento en los Tigres.

- ¿Tenía usted posibilidad de seguir en el Benfica?

- Sí, no me tocó participar mucho, es la realidad. Hice 4 goles y la falta de continuidad fue el gran causante de mi regreso a México. A mí lo que más me gusta es jugar al fútbol. Había tenido ofertas de Alemania, de España, pero ningún equipo europeo me daba garantías de continuidad y por eso regresé.

- ¿Habló con alguien de su familia este asunto de su regreso a México?

- Sí, por supuesto. Somos una familia muy unida, tengo siete hermanos...

- ¿Y todos opinaron?

-(risas) La verdad que sí. Además, tengo 11 sobrinos que también opinan, imagínate.

- Pero, ¿qué iban a decir ellos? Que usted regresara, obviamente.

- No te creas. No me dijeron eso. Mi padre es mi representante y hasta él me pidió que lo pensara bien y que tomara la mejor decisión para mí y para mi carrera. Tengo diez años como jugador profesional y el que toma la decisión final soy yo. Ahora que estoy en Tigres, más cuenta me doy de que hice lo correcto.

- ¿Por qué?

- Porque estoy feliz, estoy disfrutando mucho la vida y el fútbol, porque llegué a una institución muy importante, que tiene una afición magnífica y en la que me han tratado muy bien. Me siento a gusto.

- ¿Nunca sintió el peso de tener que salvar a Los Tigres?

- No siento el peso, diría que las expectativas e ilusiones de los aficionados son también las mías y por lo tanto no hay carga alguna. La ilusión de los directivos, del resto de los compañeros, del entrenador y de los hinchas, es la misma que siento yo. El fútbol, de todos modos, es un deporte de conjunto donde cada jugador tiene un peso específico y donde cada uno de nosotros está obligado a ser líder positivo para incentivar al equipo y llegar a los buenos resultados. En una actividad grupal, una sola persona no puede alcanzar las metas.

- Son bonitas esas palabras y por otro lado constituyen todo lo que los futbolistas suelen decir en estos casos...

- Es la realidad. Es lo que yo digo.

- ¿Cómo lo recibieron sus compañeros?

- Muy bien. Me llevo muy bien con todos ellos, siempre he tratado de que el bien del grupo sea lo principal, porque las cosas no son muchas veces como lo que dicen muchos jugadores a la prensa. La regla del fútbol que siempre se cumple es que si el grupo no está bien, tampoco puedes tú estar bien en forma individual y, en ese sentido, siempre pelearé por los intereses de Tigres y no por los míos propios.

- Claro que Monterrey no es tan lindo como Lisboa...

- Es muy lindo Monterrey, cómo no. Cada lugar tiene su encanto. Son sitios diferentes. Monterrey me gusta mucho y estaré allí durante cinco años, mi contrato es largo...Uno tiene que ser muy respetuoso y tratar de no comparar nada. Ahora estoy feliz en Monterrey...

- Las chicas son muy altas allá y menos reservadas que en Lisboa, supongo...

- Las chicas son preciosas en Monterrey y son muy recatadas, claro que sí. Fíjate que cuando yo digo que las muchachas son reservadas, me refiero a una virtud de la mujer, me encanta ese carácter y para mí la discreción constituye una cualidad.

- ¿Qué piensa de los entrenadores?

- Que son muy importantes, pero también pienso que el mayor peso en una cancha de juego lo lleva el futbolista. Somos nosotros lo que estamos adentro del campo y somos nosotros los que podemos dar vuelta el resultado de un partido en pocos segundos, somos los futbolistas los que resolvemos. El jugador sigue las indicaciones y trata de cumplir con el esquema táctico del entrenador, pero también tiene la libertad de definir sus jugadas.

- Sin embargo, muchas veces las miradas de los medios se vuelven hacia los técnicos más que a los jugadores...

- Si es por mí, mejor. Esa circunstancia me relaja mucho, que la atención se centre en los demás y no tanto en mí. En el caso de compañeros que no se llevan bien con sus técnicos... por ejemplo, no sé por qué Capello no mete a Beckham ni por qué Pellegrini se peleó con Riquelme en el Villarreal, pero si esas circunstancias obedecen a cosas extrafutbolísticas, entonces soy solidario con mis colegas antes que con los entrenadores.

- Una circunstancia extra-futbolística sería no poner al jugador porque estuvo mirando a mi novia...

- Sí (risas) y te puedo asegurar que esas cosas pasan. Lo único importante es lo que sucede adentro del campo. Se ha visto caso de jugadores que afuera de la cancha ni se hablan pero que en el transcurso del partido son muy compañeros y solidarios entre sí.

- ¿Alguna vez un entrenador fue cruel con usted?

- No y de verdad no te lo digo para quedar bien, como tú dices. Con el entrenador del Benfica tengo una excelente relación porque fue muy sincero conmigo. Me dijo que tenía en mi puesto a otros jugadores que le resultaban prioritarios.

- ¿Quién es el jugador portugués más popular en su país?

- Figo, Cristiano Ronaldo, que es el futuro, o Rui Costa, un excelente jugador que ya está llegando al fin de su carrera, esos son los futbolistas más queridos por los portugueses.

- Ya que nombró a Cristiano Ronaldo, qué jugador talentoso y qué tipo complicado, igual que Rooney...¿Nunca tuvo miedo de convertirse en un niño malcriado del fútbol?

- Nunca tuve miedo de eso, por la presencia de mi familia...mi gente nunca hubiera permitido algo así, ellos me ponen siempre los pies sobre la tierra y me han enseñado que todo en la vida es pasajero y que lo mejor que puede hacer uno es disfrutar lo que tiene en el momento, sin creerse mejor que nadie por eso.

- Hay quienes dicen que usted no es un buen jugador de fútbol, que sólo es muy simpático. De uno a diez, ¿cómo se califica?

- Ah, no sé. Ponme cero, porque no me pongo calificaciones. Respeto todas las opiniones, porque me hacen crecer. Y, sinceramente, soy mejor futbolista por las opiniones negativas que se vierten sobre mí que por los elogios.

- Lo que es cierto es que es usted bastante amigo del gol.

- Y me encanta que el gol sea mi amigo, porque soy delantero por vocación y para mí es importante marcar tantos. El delantero vive de los goles...

- ¿Es un delantero nato?

- Sí, pero he tratado de aprender a ser poli-funcional en el campo de juego. Trato de defender, de cumplir varios puestos, de hecho, en la selección, Hugo Sánchez me ha puesto a jugar en el lado derecho y ahí la estoy llevando...

- Si yo fuera su entrenadora, ¿qué debería valorar más, su cabeza o sus piernas?

- Tendrías que valorar las dos cosas, porque un futbolista profesional depende de las dos. Todos los días trabajo en eso, en ser bueno con la cabeza y tener una buena visión del juego y en ser bueno con los pies, para poder hacer goles y lograr que mi equipo gane.

- ¿Qué ve cuando entra a una cancha?

- Miro primero el balón, luego miro la portería contraria y me fijo muy bien dónde están parados mis compañeros, para de ese modo ir decidiendo las jugadas que haremos en busca del gol.

- ¿Quién es el mejor portero del mundo?

- Para mí, los mejores son los mexicanos: Oswaldo Sánchez, el Conejo Pérez, Memo Ochoa...

- Qué buenos jugadores hay ahora en la selección mexicana. Creo que el aficionado tiene derecho a tener expectativas en el rendimiento de este equipo y ustedes la obligación de aguantar esas expectativas.

- Es verdad, hay un conjunto de jugadores de gran talento en la selección mexicana, hay una gran ilusión en el aficionado, pero también soy frío: lo grande que será esta selección lo dirán los números y los resultados que logre. Así es el fútbol y así también es de frío este deporte.

- Argentina, México y Brasil serán los grandes protagonistas de la Copa América en Venezuela. Tienen al menos esa obligación...

- Esperamos ser protagonistas, pero nadie tiene obligación de nada. El aficionado es exigente y nosotros también somos exigentes: yo quiero ser campeón de América, no quiero ir a pasear a Venezuela; quiero ser campeón del mundo y sabemos que la gente confía en nosotros y queremos que la gente quiera más, que no hable del quinto partido cuando vamos a una Copa del Mundo, que piense que vamos a ser campeones, porque ese pensamiento siempre está en nuestra cabeza.

- Bueno, serán campeones siempre y cuando no se les cruce Estados Unidos en el camino.

- En el último partido, tuvimos muchas más opciones de gol que ellos y sin embargo perdimos. No sé por qué, pero sé que esa presión psicológica, ese entorno que nosotros mismos hemos creado cuando nos enfrentamos a los Estados Unidos, han generado esta situación y lo que debemos entender es que USA es un equipo más a vencer.

- ¿Qué hace en los tiempos libres de la concentración?

- Estoy terminando de ver mi serie favorita, 24...me compré todos los capítulos y ahora me estoy poniendo al día. En el Ipod tengo música de toda clase, aunque prevalece el pop. Me gusta la salsa y escucho bastante música portuguesa, aunque no el fado. Me gusta mucho salir a comer, conocer restaurantes, la comida es uno de mis pasatiempos. No bebo alcohol.

- ¿Cuál es su marca de perfume favorita?

- En estos momentos estoy usando Lolita Lempicka.

- ¿Y qué ropa le gusta? Supongo que usted no usa las playeras de su marca...

- ¿Por qué no? Claro que uso mi ropa, tienes que ver la línea Kikín, es preciosa, además, yo opino, diseño, no es que ponga sólo mi nombre. La marca de mi ropa es JOMA y la línea es bonita... Uso todos los colores...no tengo uno favorito.

- Ahora va a ser naranja...

- ¿Por qué?

- Uy, me equivoqué, pensé que Los Tigres eran naranja

- Ya me estás fallando. Los Tigres son amarillos, ¿qué pasó? (risas)

- ¿Tortilla de maíz o blanca?

- De maíz.

- ¿En tacos o en quesadillas?

- En las dos cosas.

- ¿Su madre cocina bien?

- Es una experta cocinera y la comida que más me gusta en el mundo son las enfrijoladas que hace mi mamá.

- ¿Y cómo se hace para tener un corte de pelo como el suyo?

- Es raro, ¿verdad?. Esto es obra del Porky, estilista de la selección, que inventa muchas cosas en mi cabeza, la mayoría de las cuales igual las rechazo, no digo que sí a todo, no te creas.

- ¿No se va a sentir medio ridículo cuando llegue a los 60 años y le sigan diciendo Kikín?

- Bueno, tú sabes que ese nombre tiene una gran carga afectiva (N.d.R.: Kikín se llamaba un hermano de Fonseca que falleció muy joven), pero más allá de eso me fascina que me llamen Kikín y quiero ser un viejito con ese nombre.

- ¿Por qué lo quiere tanto la gente, Kikín?

- (Se queda pensativo y luego rueda una lágrima por su rostro)...no sé, esa es una de las cosas más bonitas que me han pasado en la vida...me hiciste esa pregunta y se me puso la piel chinita. No sé cómo pagar el cariño que me tiene la gente. Incluso en Portugal, donde estuve poco tiempo, el aficionado me expresaba a diario su amor, tanto adentro como afuera de la cancha. Claro que en México, ese cariño es inmenso y supongo que se lo tendré que agradecer a Dios todos los días de mi vida.

ENTREVISTA A CHANO DOMINGUEZ


“Toco el piano que toco porque soy de Cádiz”

El duende del flamenco dijo presente en el escenario de lujo del Bellas Artes, en México, cuando Chano Domínguez (Cádiz, 1960) subió al escenario con su grupo: dos gitanos (un bailaor y un cantaor), y seis ejecutantes más de guitarra, batería, contrabajo, trompeta, saxofón, y una más de salterio. Entre los músicos del célebre pianista español, debutó el trompetista argentino Juan Cruz Urquiza, quien reemplazó a Diego Urcola, actual integrante de la banda de Paquito D’Rivera.
El flamenco de Domínguez inauguró el XXIII Festival de México en el Centro Histórico. En el capítulo Radical – Mestizo, creado por el músico mexicano Pacho, ex baterista de Maldita Vecindad, Chano brindó un concierto en el que transitó desde las bulerías hasta la “Cantiga de Alfonso X El Sabio”; eso sí todo aflamencao y jazzeado. El New Flamenco Sound prendió en Bellas Artes y convirtió al palacio en el más grande tablao de México.
Antes de su presentación, pudimos entrevistarlo en forma exclusiva.


¿Usted es más radical o más mestizo?
Yo soy poco radical. En Cádiz, de donde vengo, se da un cruce de culturas muy fuerte, por ahí pasaron todos. Por parte de madre mi apellido es Marchantes Heredia, es decir, soy mitad gitano, así que entre radical y mestizo, me quedo con esto último.

Cuéntenos de su experiencia con Wynton Marsalis
Tuve la suerte de conocer a Wynton en Madrid en 1993. Yo estaba tocando en el Café Central, que es un local donde se hace jazz todas las noches y Wynton estaba tocando con su banda en el Teatro Monumental, que es un teatro que está a 200 metros del club...entonces cuán grande fue mi sorpresa estábamos tocando y sentí una mano en la espalda y era Wynton con la trompeta, pidiéndome subir a tocar conmigo. Ahí se estableció el primer encuentro entre nosotros.

¿Y luego?
De repente un día sonó el teléfono de casa y era él para decirme que quería una música a estrenar con la orquesta del Lincoln Center. Y eso fue lo que hice, me puse a componer pensando en esa formación y en una obra que no perdiera las raíces. Escribí una suite de tres movimientos a la que le puse el título Encuentro, nana y bulerías. Estrenamos en el Lincoln Center en el 2003 y el año que viene este trabajo verá la luz en un disco.

¿Cómo es trabajar con Wynton Marsalis?
Es muy fácil, porque es una persona abierta, aunque tenga convicciones musicales tan asentadas y fuertes. Además, cuando trabajas con un artista de esa envergadura, o las cosas fluyen o no fluyen, no hay instancias medias. Lo que se trata es que la música surja a partir de la idea que se pone en juego de la forma más natural. Y eso con un tipo como Wynton está garantizado, porque no sólo es un gran músico, sino que también es un excelente instrumentista, que expresa de una manera muy particular con la trompeta. Hubo momentos exquisitos, como cuando acompañó a Blas Córdoba, nuestro cantaor y la trompeta sonaba intentando parecérsele, como si ella misma fuera cantaora. Fue una experiencia magnífica. De hecho, él volvió a España y dimos algunos conciertos juntos y repitió esa pieza y sonó increíblemente, con mucha naturalidad.

¿Qué significa para usted estar en un sello como Verve?
No cabe duda de que es dar un paso de gigante. Hasta ahora he hecho muchos discos, pero la mayoría de ellos fue para compañías independientes que hicieron un trabajo importante y valioso con mi música. Ahora bien, ponerte en manos de un engranaje como el de Verve y poder estar en un montón de países, es trascendente, hace que tu música llega a lugares recónditos.

¿Dónde están músicos queridos de usted como el contrabajista Javier Colina o el saxofonista Perico Sambeat?
Bueno, si me hablas de estos dos músicos especialmente, ellos acaban de sacar un disco en trío con el baterista que ahora toca conmigo, Marc Miralta. En mi país hay muchos músicos y en las últimas décadas, sobre todo, a raíz de que se han afianzado mucho las escuelas para impartir la música moderna, aparecieron un montón de chavales que forman un gran caldo de cultivo para la música española. Hay mucha gente haciendo cosas muy dispares y creo que de eso se trata, de que cada uno haga la música que quiera y de que haya locales donde poder mostrar esa música.

Cuando usted empezó no era así...
Yo era como una isla en Cádiz. Cuando presenté mi primer grupo de rock andaluz, en los 70, todo consistía en comprar entre cuatro un disco de alguien que te gustara, tenías que mandarlo a pedir, partituras no había por ningún lado, todo eso ha cambiado mucho. Ahora todo va muy rápido.

¿El flamenco es el único camino para el jazz en España?
En España hay excelentes músicos y mucha gente con ideas, pero también, como en todos lados, hay personas que se suman a un tarro que de repente funciona o porque tiene algo de verdad, como es el caso de la música que yo presento. Toco el piano que toco porque soy de Cádiz y para mí es lo más natural del mundo. Cuando grabé mi primer disco con esta idea musical, a principios de los 90, no había pianistas de flamenco – jazz, no había nada; este es un lenguaje que se ha ido fraguando en las últimas décadas en España. No cabe duda de que hay gente que ha tomado un poco de ese tinte, pero sin sentirlo realmente, sin llevarlo en la sangre. De todas maneras, no creo que el flamenco lo único, lo que pasa es que es lo único que yo sé hacer, es lo natural. Ahora si uno es de Galicia y se pone a tocar por bulerías, será porque le gusta mucho lo que hacemos en Andalucía.

¿En qué se parecen el flamenco y el jazz?
Tienen un punto en común, desde mi punto de vista, en el fondo. En la forma, son lenguajes diferentes, para los que se usan distintas nomenclaturas, maneras de entenderse muy diferentes, pero tanto el músico de jazz como el de flamenco, dejan que su corazón vuele, tocan el instrumento de una manera imprevisible. La improvisación es el gran punto en común entre el jazz y el flamenco y por eso esa mezcla se entiende.

Claro que esa mezcla que usted propuso desde el principio de su música, recibió muchas críticas, tanto buenas como malas.
Yo le hago caso sólo a las que me gustan, escucho únicamente a la persona que para mí tiene un criterio importante, a las demás, las dejo pasar. Cuando grabé en el primer disco, la primera bulería con el piano, pensaba que me iban a crucificar de los dos lados, pero fue una sorpresa muy grande porque ahí, en ese punto, recibí llamadas telefónicas de personas cuyo pensamiento tenía yo en alta estima. Y esa gente, que quizás nunca me había llamado de una manera tan seria, me llamó y me dijo: - Esto que has hecho es único, tienes que seguir por ahí. El mundo del jazz y el mundo del flamenco me aceptaron inmediatamente y desde entonces no paro de tocar. Me siento muy a gusto haciendo lo que hago, porque utilizo el lenguaje rítmico e inevitable de mi tierra y el lenguaje de la música universal que intento aprender desde que me senté por primera vez al piano. Improvisar es lo que más me gusta y es lo que más me acerca al jazz.

¿Cómo lo ha recibido el mundo latinoamericano: Argentina, Brasil, México?
Siempre digo que hago jazz en español y si hay lugares en donde mi música es fácil de entenderse, esos lugares son países como los que tú nombras.

¿El gran Tete Montoliú fue una influencia para usted?
Claro, iba todas las noches al Café Central a verlo, a aprender de él, a charlar con él. Tete era la figura del jazz y era el nombre del jazz en España, fue el artista que llevó el nombre de mi país a los más altos lugares del jazz. Fue una influencia enorme para mí. Este año se cumple el décimo aniversario de su muerte y me llamó su viuda y me pidió por favor que si podría tocar temas de Montoliú en mis conciertos. La verdad es que yo nunca los había tocado, así que le pedí que me mandara partituras y ahora en mis conciertos toco bastantes piezas de Tete.

¿Qué recuerda de él?
Tenía un humor muy punzante. Era un hombre criterioso y satírico, no se cortaba un pelo. También era un músico muy agradecido, al menos conmigo siempre lo fue, quizás porque nunca me metí en su terreno. A él le gustaba que desde el piano se pudiera hacer algo tan distinto a lo que él hacía.

¿El fenómeno de Lágrimas Negras de Diego El Cigala y Bebo Valdés, fue positivo o negativo para la música flamenca?
¿Por qué me haces esta pregunta?

Para que me la responda, si quiere, claro...
Hombre, creo que reconocer a un músico como Bebo Valdés, que lleva toda la vida tocando y haciendo eso, de tener ese reconocimiento por parte de la crítica y del público, es muy bonito. Bebo es un grandísimo músico que desde Tropicana escribía buenos arreglos y hasta hoy no ha parado de escribir música y de dar a conocer los ritmos de su país.

¿Qué significó Calle 54, la película de Fernando Trueba dedicada al jazz latino en la que usted participó?
Fue un punto de inflexión en mi carrera, porque verte en la pantalla grande y rodeado de músicos tan importantes, impulsó fuertemente a mi música.

Un día del Mundial


Cuando era adolescente solía escuchar una canción de un músico argentino, por cierto ya fallecido, de nombre Pappo. “No puedo evitar que vengan hacia mí los sándwiches de miga”, decía la tonada, una psicodelia gastronómica en la que me inspiro para determinar mi realidad. Es cierto, no puedo evitar que vengan hacia mí las pelotas de fútbol. Antes de este Mundial yo solía perder mi mirada en las de los gatos persas, en arbustos inasibles e inclasificables que crecen a la sombra en mi banqueta, en la de algunos hombres distraídos que llaman mi atención a su paso. Ahora no tengo más que ojos para la redonda. Así que hoy es un día como otros: transcurre prácticamente en Alemania y me sigo sintiendo minusválida por no poder entender a la primera esa famosa regla del fuera de juego.
Pero soy corta de entendederas, eso no es novedad. Tampoco es nueva esta tendencia a la fantasía semántica, los ríos de palabras en los que me pierdo para poder encontrar lo más auténtico de mí (ufa, hoy estoy demasiado rimbombante). Pienso en que Andrea Staccioli, mi “pana” en esto de los libros de fútbol y de la vida, es italiano; por tanto me dice que cubrirá el partido entre Togo y Svizzera, que es Suiza. Svizzera me suena a vísceras, a tripas, a panza, a la dieta, a que no he desayunado todavía y ya prácticamente me comí el primer tiempo del partido. Adebayor tiene cara de chamán o de brujo, de jefe de la tribu, lo que me hace recordar una canción de mi querido brasileño Zeca Baleiro, esa que dice “mi tribu soy yo”. Todas estas evocaciones a la comida, a la música, al sinsentido, no obedecen exclusivamente, lo juro, a la debilidad mental que suele azotar en la era cuaternaria. Sucede que el partido entre Togo y Suiza es fatalmente aburrido. Sí. A este Mundial le sobran por lo menos 10 equipos, reflexiono. Hasta que los suizos despiertan vía Frei y vía un hombre que se llama Tranquillo y se apellida Barnetta. Los del queso y el chocolate (otra vez la comida) se llevan la victoria y yo la modorra a la oficina.
Porque, claro, ahora viene el turno de los jeques y hoy es lunes: atender las aventuras de los millonarios moros en el inicio de la semana es una tarea demasiado snob como para que mi jefe la comprenda. Así que dejo mis ojos en Alemania, oteando en el horizonte la mirada de Andryj Shevchenko, ese sobreviviente de Chernobyl que deslumbró en el Milán y que ahora acaba de firmar su pase a la Premier League pues quiere que sus hijos crezcan en Londres. Arabia Saudita/Ucrania...mmm. no promete demasiado, aunque la goliza de 4 a 0 que veré en la repetición me deja con un buen sabor de boca y con ganas de volver a tener 20 años para que ese rubio apellidado Kalinichenko y que ha contribuido a que el Spartak de Moscú consiguiera dos ligas y una copa de Rusia, me hiciera algo de marca personal...sueño guajiro si los hay.
El plato fuerte del mediodía: España/Túnez. Tengo ganas de pelearme con Hugo Sánchez, pero también le tengo miedo al horroroso artículo 33, ese que impide a los extranjeros emitir opiniones políticas. ¿Será político decirle al mejor futbolista de la historia mexicana que se guarde el resentimiento que le desborda por las cuatro costuras del traje y se serene?. Eso de criticar tanto a la selección azteca para luego vociferar que la “furia roja” española es su favorita, me suena a inoportuno en estos tiempos futboleros, que son como los tiempos del cólera. Pienso eso e inmediatamente pienso en el ex arquero de Boca, Hugo Orlando Gatti, un sesentón resentido que ha dicho en España que “la selección argentina, que ganó 6 a 0 a su par de Serbia y Montenegro, sólo ha tenido suerte” y que “Leo Messi es un jugador para 15 minutos”. Claro, Gatti fue el que en tiempos pasados vaticinara que Diego Armando Maradona “es un gordito que no sirve para nada”. Ufa. Ya me fui por las nubes de Úbeda. Y eso porque Túnez le está ganando a la furia de Hugol y yo me estoy durmiendo. Al fin he comido: ensalada de tomate, aguacate y lechuga...
llegan Raúl y los goles del Niño Fernando Torres: satisfecha y almorzada regreso a la oficina para completar una jornada laboral en la que vi todo redondo, blanco, mágico, justo como una pelota de fútbol.

MARIO BELLATIN: EL GRAN VIDRIO


Mario Bellatin (México, 1960), falto de brazo derecho y de frondosa cabellera, tiene sobrantes de imaginación literaria y ha dedicado a la literatura el 101 por ciento de su, aparentemente, vida ordenada y prolífica. La mayor parte del tiempo escribe y el 1 por ciento restante cultiva su propia personalidad, empeñado en traducirse como un personaje de ficción que deambulara en busca de su propia sombra por las periferias del Distrito Federal, ciudad que el escritor Juan Villoro ha calificado de “post-apocalíptica”.
Con una bibliografía inusualmente fértil (sus libros se publican en Anagrama, Planeta, Alfaguara Y Tusquets), este hijo de peruanos, fundador de la Escuela Dinámica de Escritores – un diplomado-laboratorio de escritura profesional-, es rector de una obra a-genérica, inclasificable, de gran difusión en su país de origen, traducida a varios idiomas y que quita el sueño a sus colegas, tanto a aquellos que no lo pondrían ni de suplente en la Gran Patria Mexicana de las Letras como a los que lo catalogan como unos de los escritores aztecas más originales de la contemporaneidad.
Sus lectores, que crecen a ritmo sosegado pero constante, parecen estar conformes con el transcurrir atípico de su literatura y con la presencia revulsiva de un autor que busca, al modo dadaísta, de forjarse a sí mismo como un verdadero objetc trouvé carnal y etéreo en forma simultánea.
Para seguir alimentando el mito-Bellatin, su última ¿novela?
El gran vidrio (Anagrama, 2007), se compone de tres relatos absurdos y horrorosos, donde el autor salda cuentas con una madre imaginaria, orgullosa del tamaño formidable del miembro viril de su niño, dedicada a la tarea de exponerlo a cambio de maquillajes y lápices labiales de colores encendidos.
“Algunas de sus mujeres dan cuenta de que en la realidad Mario está muy bien dotado”, pregona con divertida complicidad la agente de prensa de la editorial. El comentario no alcanza, de todos modos, para darle al último trabajo publicado de Bellatin un férreo y riguroso carácter autobiográfico, preocupado como siempre ha estado el artista por confundir formalmente al lector y heredarle más sensaciones que respuestas.
“El contenido de todos mis libros es un mero pretexto para que alguien continúe la historia. Apelo siempre a que alguien crea en lo que está sucediendo, pero el horror humano, el dolor, son simples excusas para hacer una construcción teatral, novelesca y poner en práctica una serie de elementos que compone mi literatura”, explica Mario a La Nación.
“Todos los textos de Mario Bellatin son de una rareza minuciosa, erudita y elaborada... Como si buscase los límites de la literatura y de sus interpretaciones, no de una forma teórica y segura sino a través de la fantasía imaginativa de su trabajo”, ha opinado el crítico Mathiew Lindon, en el periódico Liberation.
Precisamente, Bellatin tiene claro que si una barrera existiera en su obra, esa sería la imposibilidad de trascender toda frontera genérica.
“Siempre estoy consciente de que mi literatura va a causar un efecto en el lector. Hace tiempo ya que mi mayor preocupación o mi gran interés es pensar en cómo va a recibir mi texto quien lo lee y, de ese modo, adelantarme al lector, para dejarlo anonadado, con ganas de más, para que sea él mismo el que prosiga y construya su propia historia”, revela.
Según el escritor mexicano, la literatura que él propicia es aquella que se hace todas las preguntas. “¿Por qué las novelas tienen que estar escritas de tal o cual manera?, ¿Por qué el escritor tiene que saber todas las cosas? ¿Por qué nunca se tomó en cuenta al lector como posible co-autor de la obra? Si alguien lee uno de mis libros, se dará cuenta inmediatamente de que no habrá leído una novela tradicional y que no le será posible reconstruir la historia en forma lineal”, avisa Bellatin.
- ¿Hay un marco teórico que está antes de su escritura o sólo sigue su instinto?
- Bueno, en principio escribo así porque de otro modo me aburriría, pero más que una propuesta intelectual que eso chocaría con algo experimental que de ninguna manera me interesa, lo que trato es de forzar las posibilidades de la narrativa; de ver hasta qué punto las técnicas de narración pueden ser violadas para llegar, en todo caso, al mismo resultado que llega la literatura tradicional.
- ¿Buscando, tal vez, un nuevo modo de leer las historias de siempre?
- Sí, leer, por qué no, un fragmento y no toda la obra. O leerla sin necesidad de un background literario, sin obligatoriamente haber tenido que ir a la Universidad para conocer todas las corrientes literarias que existen. Mis libros no se leen con una retórica preestablecida. Para mí el reto es que alguien lea mi libro y después lo que pasa ya no es mi problema.
- Entonces usted no cree en ningún género literario...
- Es que por lo pronto no sé qué es un género. He escuchado lo que dicen qué es un cuento, qué es una novela, qué es un poema, pero nunca he sabido exactamente a qué se refieren esas definiciones. Recuerdo que cuando comenzaron a salir mis primeros libros, en los distintos estamentos ligados a la literatura, se la pasaban discutiendo si eran novela corta o cuento largo, todo eso para mí es una pérdida de tiempo y una mentira. Tenemos idea de que todo lo que ya se dijo es verdad, como eso de la “novela total”, ¿qué es eso?
- Mire que se va a pelear con Jorge Volpi...
- ¿Por qué?
- Porque él defiende a la novela total.
- Pero no las hace, todos sus textos son fragmentados
- Entonces, en su escuela de escritores no se habla de cuento ni de novela
- Mi escuela es una escuela vacía, porque el conocimiento no es el fin del trabajo conjunto. Hay reglas de juego muy rigurosas, una selección muy clara tanto de maestros como de alumnos, y de lo que se trata es de que se usen las ideas para llevar a la realidad una práctica narrativa. No hay teorías ni clases, no hay talleres literarios, no se comentan los textos que se escriben, lo que se busca es ensayar la literatura, trabajar los textos.

El abrazo partido

Mario Bellatin, que luce un garfio o no según el humor, es un hombre temeroso, casi angelical, que comenta como señora espantada los contratiempos que le hizo pasar en Chile la manera un tanto provocadora que tiene el escritor Pedro Lemebel de moverse en el mundo. “Casi me echan del hotel en el que estaba alojado, porque a Lemebel se le antojó traer a unos amigos y hacer un escándalo en mi habitación”, relata.
Una anécdota que lo persigue es aquella que hace alusión al encargo de que un artista plástico hiciera un diseño especial para su brazo ortopédico. El autor relata puntillosamente los hechos: “El año pasado al artista Aldo Chaparro le dieron un pequeño patio del MOMA de Nueva York para que expusiera un proyecto. En ese mismo tiempo yo estabae n la India, donde decidí arrojar al Ganges, al lado de los muertos que pasaban flotando alrededor de la barca donde me encontraba, la prótesis que sustituía mi brazo derecho. Sin embargo, una vez que regresé a México empecé a experimentar una sensación de pérdida que me impedía la movilidad. Es decir, esa sensación de vacío me dificultaba, mentalmente, llevar adelante algunas cosas que quería. En cierto momento advertí que lo que me hacía falta era la artificialidad que había estado presente en mi cuerpo durante todos los años, casi todos los de mi vida, en que porté una prótesis. Yo no quería volver al mundo de la ortopedia, de donde salieron todos los adminículos que había utilizado, porque en ese ámbito en lugar de resaltar lo artificial se busca esconderlo. Algunos años atrás, en Berlín, había hecho un experimento: un famoso mascarero decoró mi agresivo garfio de metal con una serie de piedras de fantasía. Así es que cuando tuve claro que el próximo brazo que usaría tenía necesariamente que provenir de la plástica recurrí a Aldo Chaparro, quien ideaba su proyecto para el MOMA y pensaba que debía girar en torno al ser humano y la artificialidad. De ese modo es que nos embarcamos en la búsqueda de una serie de brazos y manos posibles que al mismo tiempo que tengan una función práctica --existe un esbozo para construir un brazo que porte un celular, una navaja suiza y un exhalador de gases que sirva de defensa ante cualquier agresión--, se presente como una obra de arte”.