lunes, 29 de octubre de 2007

martes, 23 de octubre de 2007

LOS LIBROS PREFERIDOS DE ROBERTO BOLAÑO

1- El Quijote.
2- Moby Dick.
3- La obra completa de Borges.
4- Rayuela, de Cortázar.
5- La Conjura de los Necios, de John Kennedy Toole.
6- Nadja, de A. Breton.
7- Las cartas, de Jacques Vaché.
8- Todo Ubú, de Jarry.
9- La vida, instrucciones de uso (George Pereç).
10- El Castillo y El Proceso, de Kafka.
11- Los Aforismos, de Lichtenberg.
12- El Tractatus, de Wittgenstein.
13- La invención de Morel, de Bioy Casares.
14- Satiricón, de Petronio.
15- La Historia de Roma, de Tito Livio.
16- Los pensamientos, de Pascal.

jueves, 18 de octubre de 2007

ENTREVISTA A JUANES



Juan Esteban Aristizábal, nacido en Colombia el 9 de agosto de 1972, quería hacer un disco de rock. Quería que este, su cuarto disco en solitario, fuera la expresión cabal de un muchacho crecido al albergue de los sonidos metaleros, de los gritos desgarrados de una cultura pop que sabe reciclarse a fuerza de golpes de bataca y punteos eléctricos en guitarras propicias.
Lo ha logrado. Con ello también ha logrado vencer las desconfianzas del personal más avispado, aquel que no compra discos por impulso y prefiere vigilar la evolución artística de un cantante y autor que ha arrasado con cuanto mercado se le pusiera enfrente.
Viene Juanes de un divorcio y de una posterior reconciliación con su esposa, la modelo colombiana Karen Martínez; vive a destajo su nueva función de padre de las niñas Luna y Paloma. En su casa de Medellín, come bandeja paisa preparada por su padre y acepta que para sus hermanos seguirá siendo ese chico molesto que cantaba fuerte y aporreaba la guitarra en las horas de la siesta.

MARISTAIN: ¿Cómo empezó el contacto con el argentino Andrés Calamaro, que participa en su último disco?
JUANES: La relación comienza por la canción, básicamente. Compuse “Las minas piedras” a partir de una visita que hice a uno de los municipios de Antioquia que ha sido muy afectado por las minas. Desde que la canción empezó, con la idea del piano y la voz, siempre pensé en Calamaro, que fuera él, porque digamos que intencionalmente, buscaba una forma de visualizar este problema y aprovechar la magia y credibilidad de Andrés para poderlo hacer. Yo no lo conocía personalmente, pero sí su música desde Los Abuelos de la Nada, Los Rodríguez. hasta sus discos como solista. Cuando estábamos grabando en Los Ángeles, le pregunté a Gus (Gustavo Santaolalla), ‘tú qué onda con Calamaro, ¿tienes buena nota o qué?’ y me dijo ‘claro, nos conocemos desde jóvenes’, y fue cuando le dije lo que quería hacer con él. Coincidió que en ese momento Gustavo viajaba a Argentina...
MARISTAIN: A ver sus viñedos...
JUANES: Claro, a ver esos viñedos del Don Juan, y se vio con él en un hotel y le mostró el MP3 en el Ipod de la canción. Yo sabía que Andrés era muy complicado y que tal vez sería difícil, pero Gustavo me mandó un mail y me dijo que Andrés escuchó la canción y que le gustó, y ya te imaginarás la felicidad tan tremenda. Desde ahí nos comenzamos a escribir por mail, para saber cómo iba y qué había pasado. Después nos encontramos en Buenos Aires, hace ya casi dos meses, estuvimos en un estudio que es precioso, no recuerdo el nombre ahora...
MARISTAIN: Los estudios ION, de 1960.
JUANES: Sí, un clásico total... Ahí lo conocí en persona y realmente sentí una vibra y una buena onda de él que le agradezco sinceramente. Cuando estaba en la consola con Andrés a mi lado, casi paro a la mitad de la canción porque no podía creer que estuviera cantando mi canción, con esa voz tan particular, con ese carácter de voz, algo mágico y sobre todo con esa canción que tenía un sentido tan fuerte para mí.
MARISTAIN: Comprobó que Andrés no es una persona muy complicada
JUANES: Conmigo no lo ha sido, conmigo fue una maravilla, lo vi muy enamorado de su hija, de su esposa, de su música, su disco anterior El Palacio de las Flores, me parece genial. Y le pregunté, ‘que no ese disco había salido hace un año’ y me dijo, ‘sí, pero ya quería hacer otro’. Es ya como su costumbre.
MARISTAIN: Lo de la pareja con Gustavo Santaolalla le sigue funcionando perfectamente.
JUANES: La verdad que sí y también con Aníbal (Kerpel), su socio. Diría que incluso en este año, cuando Gus se ganó otro Óscar, nos íbamos a reunir tres o cuatro días después de eso, cuando eso sucedió, yo pensé que iba a ser muy difícil encontrarme con Gustavo porque ya se estaba ubicando en otro plano, y fue al contrario, Gustavo se portó más amigo que nunca, más especial. A los tres días nos sentamos escuchar en Los Ángeles los primeros demos, unos 30 de las canciones a escoger. Me dijo, ‘Juanes, vamos a caminar un rato’, yo me quedé inquieto, y me dice ‘¿qué disco quieres hacer?’. Le comenté que uno de rock, porque me gusta mucho y lo quería hacer como yo lo veo, desde la música popular y el rock, me dijo, ‘bueno, okey, tenemos que sentarnos y elegir las canciones de otra forma’. Volvimos al estudios y escuchamos las canciones y sacamos lo que no funcionaba porque había de todo, pero ya hay un método digamos de trabajo muy establecido entre Aníbal Kerpel, Gustavo y yo, nos conocemos, tenemos una amistad muy chévere y de respeto, fue súper agradable hacer este disco.
MARISTAIN: El rock es un lenguaje popular y no necesariamente está reñido con el pop...
JUANES: Sí, a mí también me lo parece. Hemos crecido con otra información de nuestros padres y de nuestros ancestros, pero hemos reinterpretado lo popular, y cada vez es más claro en las bandas como Café Tacuba, Los Fabulosos Cadillacs, en artistas como Andrés Calamaro.
MARISTAIN: ¿Cómo se va a llamar el disco?
JUANES: La vida es un ratico
MARISTAIN: Es un sonido absolutamente distinto al del anterior, un sonido muy abierto, una instrumentación muy poderosa y una voz en pleno.
JUANES: Quería un disco en que el yo tuviera más comunión con la guitarra, con los elementos básicos del rock, me refiero a que en este disco podemos intimar directo y más fuerte porque hay menos elementos: hay un bajo, dos guitarras, una batería, una percusión, nada más, no hay otra cosa. Hay menos elementos que en discos anteriores, no hay programaciones, no hay loops ni nada...
MARISTAIN: Es un disco que podría funcionar con power trío en un escenario y punto.
JUANES: Exactamente, todas las canciones funcionan así y yo me lo planteé en esa forma. Y también el canto. Hay canciones en que la tonalidad de la afinación está más alta, entonces eso hace que la voz esté más intensa, hay más compromiso con la voz porque he estudiado, he tratado de mejorar y cantar mejor...
MARISTAIN: Hay ciertos cambios, cierto, como falsetes y desgarritos de la voz que no le había escuchado antes.
JUANES: No todas la canciones tenían esos falsetes, pero en algunos demos estaban planteados y cuando los escuchó Gustavo dijo, ‘¿qué es esto?’, y le decía que mi voz y el me contestaba ‘¿por qué nunca lo habíamos usado?’.
MARISTAIN: Es, sin duda, un disco más lírico...
JUANES: Creo que sí. No sé, es muy raro porque cada vez que uno dice, es el mejor disco, pero en verdad sí lo siento así, y con Gustavo lo he platicado mucho, porque siento que es este disco mucho más concreto, lleva la música como a otro lugar pero sin perder la esencia, como que hay canciones bailables pero como una forma de bailar el dolor. Hay una forma de nostalgia, como en el primer disco Fíjate bien, y tiene angustia y tristeza, pero al mismo tiempo es muy colombiano y muy latinoamericano. Por lo menos yo lo siento así.
MARISTAIN: Las ocho canciones que escuché parecen primeras tomas, pero es un engaño, ¿no?
JUANES: Claro (risas)
MARISTAIN: Pero sí crean esa como ilusión sonora de que llegó, las tocaron y ya está...
JUANES: Sí, eso es algo que me gustó mucho de este álbum que no tiene los otros. Suena como si estuvieran los cuatro tipos metidos en una sala, y realmente no hay cuatro tipos, porque yo toqué todas las guitarras, fuimos a Los Ángeles a hacer las baterías...
MARISTAIN: ¿A la batería también la tocó usted?
JUANES: No, lo hizo Víctor Indrizzo, un baterista que ha grabado con Café Tacuba, con Beck, un gringo que toca durísimo; el bajo lo tocó Fernando Tobón que es un músico amigo mío de toda la vida, que toca en Medellín, y las guitarras las hice yo, los arreglos de cuerdas fueron hechos con David Campbell con quien hemos trabajado todos los discos anteriores, y el acordeón es de Chelito de Castro, un musicazo colombiano de Barranquilla, Emmanuel Briceño tocó el piano...
MARISTAIN: Esos punteos de guitarra son suyos, entonces. Mire usted...
JUANES: (risas) todas las guitarras las hice en mi casa. El 60 por ciento del álbum lo hice en Medellín, en mi casa, en mi estudio, guitarras, percusiones, acordeones, coros, voces y ya después nos fuimos a Los Ángeles para que Aníbal lo hiciera sonar de maravillas. Muchos de esos solos de guitarra fueron improvisados, digamos que sí fueron en una sola tomo o dos o tres.
MARISTAIN: ¿Se sigue haciendo los dedos sangrar ensayando, para tocar cada vez mejor?
JUANES: Sí, mira mis dedos (muestra sus dedos lastimados) yo siempre tengo la guitarra en el cuarto y siempre que tengo tiempo libre me siento y hago mis ejercicios y lo mismo con el canto, todos los días.
MARISTAIN: ¿Quiere ser virtuoso para expresarse mejor o tiene miedo de no rendir en el escenario y por eso quiere estar bien preparado?
JUANES: Yo diría que ambas cosas, no es que tenga miedo, pero quiero estar más seguro cuando canto. Si comparo hoy con lo que hacía hace cinco años, hoy es realmente un placer estar en el escenario, disfruto cantar y tocar la guitarra, me siento más seguro porque estoy más preparado. El virtuosismo de la rapidez no me interesa mucho, me importa el que está relacionado con el poder transmitir, de poder plasmar lo que uno quiere con el sentimiento necesario. Mi manera de tocar la guitarra no es nada difícil, no es complicada ni en estructura ni nada. MARISTAIN: Por transmitir, por estar como quiere, delgado, el cabello, la imagen, la guitarra, la voz, usted es un combo de sacrificio obsesivo insoportable (risas)...
JUANES: (risas) Sí, todo es expresión: la música, las letras, la ropa que uso, cómo llevo el pelo, vivo de la expresión.
MARISTAIN: ¿En algún momento se relaja y dice ‘a volar todo’?
JUANES: Sí, claro...
MARISTAIN: Me cuesta creerlo...
JUANES: No, ¿por qué?
MARISTAIN: Porque lo veo siempre demasiado prendido a todos los detalles.
JUANES: Sí, pero lo que pasa es que no me has visto cuando estoy en descanso. Aunque cuando estoy en mi casa, cómo voy a dejar de tocar la guitarra si me encanta. Para mí eso no es un trabajo, realmente. A veces me meto a Internet y busco partituras de catálogos nuevos o busco una canción de Silvio Rodríguez o de alguien que me llame la atención, o me meto a You Tube y saco el ejercicio de un guitarrista que me gusta, lo hago sin tener que estar trabajando. Me gusta leer y hago deporte porque me relaja, realmente no es algo que me esté atormentando. A veces no lo hago y me tomo mis días de fiesta y durante tres o cuatro días no hago nada.
MARISTAIN: Hace tiempo que nos conocemos...
JUANES: Sí, siete años ya. A mí nunca se me va a olvidar una pregunta que tú me hiciste, que si un día cantaría para la guerrilla y yo te quería matar (risas)...
MARISTAIN: Siempre me pasa que algún entrevistado me quiere matar. Lo que quería decirle, de todos modos, que es esta la primera entrevista que le hago como papá...
JUANES: Es verdad. Ahora soy papá de dos niñas, de las que vivo permanentemente enamorado.
MARISTAIN: Imagínese, para eso uno no está realmente preparado, la verdad...
JUANES: No lo estás, hasta que nacen y ni así, porque pasa el tiempo y uno dice ‘puta madre, es que ya soy papá’, y esa responsabilidad se convierte en algo poderoso y único para estar vivo.
MARISTAIN: Son Luna y Paloma...
JUANES: Sí, una tiene cuatro años y la otra dos.
MARISTAIN: La de cuatro ya debe hablar y cantar y hacer de todo.
JUANES: Las dos, de hecho. Incluso la más pequeña está como más metida con la música, a veces la llevo a los ensayos y está tranquila, metida en ellos.
MARISTAIN: Le paso una película de un chico que canta ‘La camisa negra’ por toda Europa y crea la sensación y no lo puede creer, y le pasó a usted. ¿Cómo fue?
JUANES: Sí, ha sido demasiado extraño, la verdad. Ha sido un sueño, pero ha sido muy positivo porque es algo que deseaba que ocurriera y sucedió cantando en español, una canción totalmente local, de la que fui influido por un señor de 75 años que nadie conocía, Octavio Meza, que empezó un género musical llamado huasca, en 1960 en Colombia y que a mí me gustaba mucho porque crecí con eso. Y eso tan local, tan de mi tierra, que me llevara por todos lados, fue muy loco.
MARISTAIN: Yo cuando lo vi en el Mundial, le juro que se me cayeron las medias. Cómo pegó en Italia esa canción...darnos cuenta de los caminos intrincados y misteriosos que puede tomar una carrera artística.
JUANES: Claro, a mí también me pareció increíble y además en Japón y en toda la gira de conciertos que hicimos. Era alucinante. En el momento yo me asustaba muchísimo porque decía ‘Ay, Dios mío, yo creo que nada más fue por la canción y qué lástima’, pero lo que pasó fue que la gente compró el disco y eso me gustó muchísimo. Qué maravilla.
MARISTAIN: En todo este recorrido, ¿no volvería a una banda? ¿O siente que los músicos que lo acompañan lo son?
JUANES: Yo diría que sí, porque en el escenario somos siete músicos y nos tratamos por igual, cada uno tiene su momento y yo no podría ser sino estuvieran ellos conmigo, es más tres de ellos han estado desde Ekhymosis hace como 12 o 13 años. Ahora bien, trabajar y componer solo implica para mí una gran libertad. Cada acorde es el que yo quiero hacer. Lo que hago por ello es que los invito después, por ejemplo, hice el demo de mis canciones y le pedí al bajista que está en mi disco si quería grabar y lo hacíamos.
MARISTAIN: ¿tiene un pequeño estudio de grabación en su casa, ya no vive en Los Ángeles?
JUANES: Sí, en Medellín. Regresé hace un año a Colombia y me he sentido bastante bien.
MARISTAIN: Porque estaban los suyos más cerca...estaba mamá más cerca.
JUANES: Sí y porque es la tierra de uno, tengo como más inquietudes y cosas en mi mente ahí, que en Estados Unidos, que también ha sido muy positivo.
MARISTAIN: Pero, cómo son cambios la vida, ¿verdad? Cuando se fue a Estados Unidos estaba convencido de que era algo que tenía que hacer y bueno, ahora no.
JUANES: Por supuesto. Uno va y viene, uno evoluciona, uno cambia.
MARISTAIN: ¿Cómo ve Medellín?
JUANES: En una transformación increíble en los últimos cinco o seis años. Es una ciudad que ha ido recuperando, cada vez más espacios y estos lugares donde antes se encontraba la violencia o la drogadicción, hoy son bibliotecas con parques y hay más sitios donde la gente se puede tolerar. No significa que la situación esté muy bien, pero de que ha mejorado, sin duda. El conflicto armado sigue, de todos modos..
MARISTAIN: ¿Cómo ve esta situación de Hugo Chávez ofreciéndose como mediador?
JUANES: Positivamente, por qué no. Han pasado 50 años de conflicto armado y está claro que todo lo que se ha hecho no ha funcionado. Es el momento de tomar decisiones alternas y si Chávez tiene más afinidad con las FARC y puede sentarse con ellas y trata de mediar, buenísimo. Yo pienso que los diálogos bilaterales están totalmente agotados. Desde que nací, tengo 35 años, he visto la misma historia. Es una opinión muy personal, pero estamos cansados de que esa situación siga y si viene este tipo y cree que puede ayudar, por qué no.
MARISTAIN: ¿Cómo es Medellín, cómo es el paisaje?
JUANES: Es una ciudad, un valle que está rodeado por montañas verdes y gigantes, el verde es muy intenso, haz de cuenta como el país vasco...
MARISTAIN: Como Pamplona o San Sebastián...
JUANES: Haz de cuenta que llegaste a San Sebastián, es exactamente el mismo lugar. Y ahora entiendo por qué los vascos que llegan a Medellín se sorprenden luego de 370 años, es igualito. Es una ciudad hermosa, moderna, la gente es demasiado amable. Las mujeres son preciosas, la gente es feliz y parrandera. Nosotros decimos que somos muy ‘echados pa’ lante’ que somos muy trabajadores, pues. Y yo diría que amo mi ciudad. Es una ciudad que ha respirado mucha violencia y eso ha hecho que la gente valore más el hecho de estar vivos. La ciudad respira otro momento ahora.
MARISTAIN: De ahí son dos personajes conflictivos de Colombia, Pablo Escobar y Fernando Vallejo, ¿no?
JUANES: Sí, es una ciudad de contrastes, definitivamente. En una esquina puedes encontrar arte y cultura, esperanza y juventud, en otra esquina cosas más difíciles.
MARISTAIN: ¿De Medellín también es Fernando Botero?
JUANES: ¿El pintor?
MARISTAIN: Si
JUANES: Claro. El presidente de Colombia también es de Medellín, Álvaro Uribe.
MARISTAIN: ¿Por qué salen de ahí tantos artistas?
JUANES: También salieron René Higuita y Chicho Serna, los jugadores de fútbol...no sé, quizá por todo lo que hemos vivido, es una ciudad con mucha inquietud. La gente tiene que pensar muchas cosas, quizás eso hace que la gente sea más activa.
MARISTAIN: Y, ¿qué come allá que sea muy rico?
JUANES: Lo más delicioso es una bandeja paisa, que es el típico plato de ahí, pero no lo puedes comer todos los días (risas)
MARISTAIN: ¿Ah, no?
JUANES: No, porque necesitas cuatro días de recuperación y un día o dos de preparación. Me lo hace mi mamá...
MARISTAIN: Es como el pozole en México, una comida muy pesada...
JUANES: Sí, en mi casa la tradición es comer bandeja paisa los viernes. Es una bandeja que tiene arroz, carne, frijoles, plátano frito, aguacate, carne molida de res y huevos.
MARISTAIN: ¿En los ojos de quién se reconoce como el Juanes de siempre, no este hombre exitoso, esa persona tan popular que es en tantas partes del mundo?
JUANES: En la casa, yo creo. En mi madre, mis hermanos, bueno, también en mi esposa y en mis hijas porque ellos son los seres que siempre están para uno. Cuando llego a la casa de mi madre soy siempre el menor de los hermanos
MARISTAIN: No lo toman demasiado en serio (risas)
JUANES: No, están felices por lo que ha pasado, pero soy el mismo para ellos.
MARISTAIN: ¿Cómo ha vivido su presencia en la prensa rosa con esto de su divorcio?
JUANES: Eso fue bien raro, la verdad, porque digamos que desde que estaba en la música y eso, nunca había tenido o me había afectado de forma negativa el reconocimiento o algo así. Un divorcio es una cosa muy personal, el dolor es terrible y de repente todos opinaban sobre algo que era muy íntimo. Yo me sentí muy extraño y ella también, sufrimos mucho, nuestras familias también y todos especulaban y especulaban. Muchas cosas fueron mentiras...
MARISTAIN: Una separación es una pequeña muerte, ¿no?
JUANES: Uy, es terrible.
MARISTAIN: Sting, en su biografía, también habla de eso y dice que es el día de hoy que no se recupera ...
JUANES: En ese momento fue duro, ahora estamos en un momento en el que estamos juntos y sentimos que nos amamos todavía y si hay eso y tenemos a nuestras dos hijas, pues qué chévere, vamos a tratar de darnos nuevamente la oportunidad. Y lo más humano que le puede pasar a cualquier pareja es alejarse uno del otro y perderse y pues nos pasó esta vez.
MARISTAIN: Sting se pregunta el hecho de cómo uno puede tener tantos éxitos y fracasar donde menos quieres fracasar...
JUANES: Es verdad. Eso es muy loco, pero tiene mucho sentido. Yo le he dedicado toda la vida a la música y he fortalecido eso, pero lo que no había fortalecido es la parte mía de las relaciones personales y el sentimiento. Es como cuando trabajas en las promociones, en los conciertos y demás, te va bien, no promocionas en casa el amor, la relación y la amistad, pues te va mal.
MARISTAIN: y además, en una actividad como la suya, es tan fácil tener las 24 horas del día súper ocupadas.
JUANES: Se van la vida, los meses, los años y lo que nos pasó fue eso, que sin querer nos fuimos alejando por las circunstancias de nuestro trabajo; de repente pasaron dos años en los que estuvimos juntos y nos veíamos mucho y cuando nos llegamos a encontrar éramos dos personas distintas.
MARISTAIN: Quiero volver Antioquia, porque se refería al tema de las minas, ¿qué minas?
JUANES: Las antipersonales.
MARISTAIN: Pero, ¿hay en Antioquia?
JUANES: Sí, esa es la parte que más tiene en Colombia.
MARISTAIN: Pero yo me imaginaba minas en Asia, en Irak...
JUANES: No, no sabes. Colombia es el país número uno en el mundo. Le siguen Afganistán y luego Camboya. Antioquia es el más minado del país. Hay 120 departamentos en Colombia, creo, de los cuales solamente uno no tiene minas, que es San Andrés Islas..
MARISTAIN: Pero, ¿cómo puede ser que en un país donde falta qué comer o salud, alguien haya tenido dinero para sembrar minas?
JUANES: Lo que empezó siendo una ideología muy válida, que luchaba por los derechos de los campesinos y la igualdad, a mediados de los 50 se ha ido transformando y se ha ido pudriendo, ahora son grupos alzados en armas para defender 3 mil millones de dólares anuales en producción de armas y drogas.
MARISTAIN: ¿Su actividad en contra de eso, de las minas antipersonales, ha tenido efecto?
JUANES: A ver, es como raro, a veces me frustro porque piensas qué impacto voy a tener contra un monstruo como éste, pero al mismo tiempo me pongo feliz porque a través de la fundación (Fundación Mi Sangre) hemos podido trabajar con lo mínimo, y hoy ayudamos a 300 familias. Lo más importante ha sido la sensibilización por el problema porque los niños, en los colegios hoy son más concientes de ello. La ciudad está más conciente y participativa, digamos desde el lado de la ciudadanía. Hace seis meses hubo una marcha, por primera vez en la historia, todo Colombia en contra del secuestro porque si las FARC quieren convencer al pueblo de algo, que lo hagan pero no bajo los métodos en los que lo están haciendo. Son violentos y no tiene sentido.
MARISTAIN: ¿Le hubiera gustado participar en el festival Live Earth?
JUANES: A ver. A veces me cuestiono mucho esas cosas. Es decir, pasó eso pero qué se hizo, qué trajo...
MARISTAIN: ¿Qué piensa de la reunión de Led Zeppelin en Londres? Con Robert Plant, Con Page, con Johnes, sin John Bonham, por supuesto...
JUANES: ¿Va a tocar el hijo, no?
MARISTAIN: Sí.
JUANES: No lo sé. A mi realmente me genera mucha ilusión poder verlos. Nunca imaginé que podría verlos, hay que ir a verlos. Es como Soda Stereo, ellos nunca habían tenido tanto éxito como en este momento. Es que son leyendas. Bueno, The Police, que si están vivos y pueden hacerlo, por qué no verlos.
MARISTAIN: De esas tres bandas que estamos hablando, por supuesto en su contexto, ¿de las tres cuales son su máximo?
JUANES: Me quedo con Soda Stereo. Aunque digamos que The Police se escuchaba tan poderoso, escuchábamos de todo, pero Soda...
MARISTAIN: Soda Stereo le marcó, digamos, un camino. Esta forma de hacer rock pop y no estar reñido con lo comercial...
JUANES: A mí sí, me parece. Tengo un respeto supremo por Gustavo Cerati, como cantante y como guitarrista. Estuve viendo el DVD de Ahí vamos, que es un show en vivo que se hizo en Buenos Aires, me senté a verlo y dije, ‘este tipo es un descarado’. Es un animal, un genio. Me encanta y es diferente porque yo escucho Soda Stereo o Cerati y me conecto de otra forma distinta a su música a como me conecto con Andrés Calamaro, a él lo escucho y es la letras y es otra onda visceral...
MARISTAIN: Es el poeta, ¿no?
JUANES: Claro, entonces cambio a Cerati y digamos Soda Stereo es como otra conexión, no sé explicarte qué es.
Hace 15 años fueron a Medellín y tocaron para 200 personas. La gente no entendía qué era eso, cómo se pintaban y se paraban los cabellos, decían: qué les pasa a estos tipos.
MARISTAIN: De la tecnología, ¿qué está usando?
JUANES: El Ipod me parece esencial, la guitarra eléctrica y el Ipod.
MARISTAIN: ¿Los DVD los ve en casa?
JUANES: No, en la computadora también o en la casa. El Iphone, lo compré pero fue un fracaso, todavía no funciona muy bien.
MARISTAIN: ¿Cómo va a ser la presentación de este disco?
JUANES: Todo lo que resta de este año estaremos de promoción en toda Latinoamérica, Europa y Asia, hasta diciembre 15, más o menos, quizás hasta enero y febrero. Vamos a comenzar en Estados Unidos y luego vendremos a México, Centro y Sudamérica, en agosto, septiembre y noviembre.
MARISTAIN: Sabes que está por venir a México Lenine, Arnaldo Antunes, estamos muy felices y rodeados por brasileños...
JUANES: ¿Has escuchado a Ceu, la niña, la jovencita?
MARISTAIN: Sí. Escucho bastante música brasileña. ¿Usted también?
JUANES: Sí, en el iPod tengo a Gilberto Gil, un acústico precioso con Caetano Veloso, Bebe Gilberto, María Rita. Ceu me sorprendió por su manera de cantar.
MARISTAIN: Le faltaría Lenine, escúchelo que le va a encantar.
JUANES: Tendré que hacerlo.
MARISTAIN: ¿En la lectura cómo anda?
JUANES: Bien, estoy leyendo todo lo que puedo por las mañanas y las noches.
MARISTAIN: ¿Qué lee, los periódicos, las revistas?
JUANES: No, libros. El último que me leí en los últimos dos días es de un filósofo francés que se llama André Comte-Spomville, se llama Felicidad desesperadamente , y hace varios años estoy leyendo mucho sobre el conflicto en Colombia, el movimiento armado y la lucha entre los partidos y el crecimiento de las guerrillas.
MARISTAIN: ¿Cree que liberarán a Ingrid Betancaourt alguna vez?
JUANES: Es que duró seis años secuestrada..., no lo sé.
MARISTAIN: Qué angustiante es ese caso
JUANES: Sí. Hay gente que lleva 10 años secuestrada, no es justo.
MARISTAIN: Nosotros entrevistamos hace poco al actual canciller. Cuando llegó de su secuetro, ya no tenía novia, ni nada...
JUANES: Es una locura.
MARISTAIN: Además deciden por ti el destino que le toca...
JUANES: Hay más de tres mil secuestrados en Colombia en este momento, ¿tú crees que eso es justo? Cuando todo el mundo está metiéndose la maldita droga y nosotros estamos con la sangre y el conflicto y eso no puede ser.
MARISTAIN: ¿Teme que le pase algo?
JUANES: Pues no. A pesar de todo, en Colombia me siento muy bien, seguro. Yo vivo normal ahí.
MARISTAIN: ¿En serio? No tiene guardaespaldas
JUANES: Tenemos un carro con los vidrios oscuros y, a veces, lo maneja un tipo o lo hacemos nosotros mismos. Es curioso. Pienso que esa es la parte que ha cambiado mucho en Colombia. La gente piensa que es muy peligroso vivir ahí pero no, el conflicto se ha ido al campo. Ahí es donde está, desafortunadamente. En la ciudad hay más control, la gente está reaccionando y a empezado a fortalecer el carácter porque eso es lo que pasa que no asumíamos juntos el conflicto.
MARISTAIN: También la gente hace lo que puede, ¿no cree?
JUANES: Sí, es verdad. No le estoy echando la culpa a la gente, sino que somos más concientes de participar por el rumbo del país.

ALTA EN EL CIELO


La bandera argentina según la mirada de Chema Yazpik, consumado actor e incipiente fotógrafo, persona noble...

Y UN DIA LLEGÓ CAETANO

ENTREVISTA A CARMEN BOULLOSA


Carmen BOULLOSA (Ciudad de México, 1954), llega al restaurante San Angel Inn y algo, inmediatamente, se transforma en el aire. Su sencillo traje azul, su pelo recogido, parecen doblegarse ante esta mujer hermosa, que se autodenomina “persona dura, con la lengua larga, cargada de mole”. Tiene los ojos más bellos del mundo, que se enciende en una entrevista cordial, no exenta de rispideces, en la que la autora de La otra mano de Lepanto y El Médico de los piratas, entre otras, presenta su reciente El Velásquez de París (Siruela).

MARISTAIN: ¿Cómo es de menso un ruido?
BOULLOSA: Para mí es evidente cuando un ruido es menso, es un juicio de poeta y depende, porque hay ruidos que en un contexto son inteligentes y otros donde son ruidos mensos. Por ejemplo, en cierto contexto ni siquiera es ruido, a veces es como una palabra y dicho en otro momento es un ruido menso.
MARISTAIN: A veces no sé si el ruido del tráfico puede ser menso o violento...
BOULLOSA: Depende desde dónde lo oigas y depende cuál. Por ejemplo, los camiones del transporte cambian de sonido en cada ciudad y hay lugares donde tienen un ruido bastante insinuante o agresivo o bien, simplemente menso.
MARISTAIN: En El París de Velázquez esa es un poco la idea, no sé cómo llamarla, pero tal vez peregrina o aventurera, de derrotar ese mito de ‘Ciudad de las Luces’ que se le atribuye a París, ¿no?
BOULLOSA: Sí, yo le hago mi deshomenaje (risas), que en realidad la ciudad no se merece del todo porque el yo que hay ahí, en realidad no soy tan yo. Cuando estuve ahí ese semestre que me invitó la Sorbona, me la pasé bastante bien; aunque sí, también me dieron ataques de tristeza, que le dan a cualquiera en cualquier sitio. En realidad, no se lo merecía París. Pero si, no es la ‘Ciudad de las Luces’, y ya no sé si hay ciudad de las luces.
MARISTAIN: Estamos en un mundo en el que todo tiende a morir y a desaparecer y a recalentarse...
BOULLOSA: Sí, la única luz que hay es la luz interior de cada uno. Como cuando éramos jóvenes, bueno, tú no porque acabas de nacer, pero cuando yo era joven había una luz colectiva que te jalaba, había como una especie de alegría en la que caías gracias a los otros y ahora no hay eso. Hay un vacío.
MARISTAIN: Es un lleno.
BOULLOSA: Exacto, hay una especie de abundancia y hay un ráscate con tus propias uñas que lo único que puedes tener si te expones a él, es alimentarte de lo que está pasando en el aire que es oscuridad y tristeza.
MARISTAIN: Esa soledad y esa tristeza están dadas por la poca eficacia que tiene el sonido de palabras que en sí son vacías, como la solidaridad, la lealtad, la paciencia, la tolerancia. Realmente son palabras vacías...
BOULLOSA: Francamente sí, pero fueron los llamados valores morales que nos sostuvieron socialmente en otros tiempos. Hay una especie de manoseo, que de tanto desnudarlas, usarlas y andarlas acarreando se pierden.
MARISTAIN: ¿Somos almas en pena?
BOULLOSA: Yo no sé si seamos almas, la verdad. Algunos no somos ni siquiera eso. Somos cuerpos en pena, vestidos con ropa que es una pena usar, todos esos jeans que ahora se usan, a todas les sacan llantitas, hasta a las más flacas. Hay un síntoma como de aprisionar el cuerpo, un retorno a la faja pero también a no usarla y toda esta pasión por la comida sana, que también es un retorno a la faja y al castigo del cuerpo. Somos cuerpos en pena...
MARISTAIN: Encorsetados.
BOULLOSA: Por corsés que pretenden no serlo y en pena colectiva.
MARISTAIN: Hasta que no leí su libro, no me di cuenta que las mujeres no nos miramos sino que nos auscultamos. Me dio mucha risa cuando la rusa de su novela se da la vuelta y usted dice que se dio cuenta que la estaban auscultando...
BOULLOSA: Bueno, yo creo que los doctores auscultan y los novelistas también. Ahí están los hombres miranalgas y hay quienes miran otras partes del cuerpo; y las mujeres también miran, aunque suelen hacerlo menos. Auscultan los médicos, los novelistas, la gente dura como yo, hacemos de todo como un objeto de cirugía. Retratamos un personaje con el que me gustaría no tener absolutamente nada en común, no tengo mucho en común con el narrador de la novela, pero desgraciadamente ese que usa la palabra ausculta y yo somos el mismo y no es lo mejor de mi persona (risas). Yo sí ausculto, no miro.
MARISTAIN: ¿Está convencidísima de que este libro es una novela?
BOULLOSA: ¿Qué no es una novela? Que a mí alguien me explique en realidad qué no lo es. Sí, por supuesto que es una novela. Arranca como una falsa memoria, confundiendo mi persona con la del personaje, arranca viviendo ese París y esa escena que yo, Carmen Boullosa, nunca vi. Además, ese personaje es el que va a imaginar esa novela que nos va a contar. Hay una novela adentro de esas falsas memorias que no son del todo ciertas. Hago mis homenajes a hombres que he amado y a amigos muy queridos, son homenajes personales. No homenajes a algo colectivo, sino a personas. Y le doy a mi personaje como un pedazo de esto para que haga un espacio en ellas, para eso me sirven estas falsas memorias, para hacer un caldo donde pueda empezar una novela que quiero que tenga ese sabor del caldo. Porque el hecho de decir que hubo un lienzo que no estaba perdido, sería una novela de aventuras, y no, esa es la novela metida adentro de la novela. Sí, evidentemente es una novela.
MARISTAIN: ¿Cómo nació?
BOULLOSA: Como nacen todas las novelas y como sucede con el buen mexicano, de chiripa y porque la novela anterior que uno escribe siempre tiene una cola que es la siguiente, siempre queda la cola del diablo ahí meneando. No tengo idea de dónde nació, dónde vi ese lienzo de Velázquez, dónde me lo imaginé. Probablemente leyendo alguna de sus biografías y vi que existía este lienzo de él que en realidad no existe porque se quemó en el Alcázar. Me imaginé cómo era y me imaginé qué hubiera ocurrido si alguien lo hubiera salvado, y me imaginé todo lo que hay, y además me imaginé a Velázquez pintando. Cómo podía ser el pintor más grande, según algunos, de todos los tiempos y de pronto se convirtió en publicista de un acto tan espeluznante como fue la expulsión de los moriscos y no hacía mucho que había ocurrido. La memoria estaba muy fresca. Lo que Cervantes vio con sus propios ojos y que de un día al otro ya le llevó a la decisión final y ésta era que se expulsaran los moriscos. A Velásquez, el rey lo comisiona, bueno no a él, a que armara un plan para pintar esta historia, y él que es el más joven y el recién llegado a la Corte, pintaba con una velocidad prodigiosa y en dos semanas acabó un lienzo inmenso, mientras que los otros no tuvieron tiempo más que de hacer un croquis. Pero, lo que me asombra no es la rapidez con la que lo pintó, sino esta posición del artista, dónde ponía su ojo Velázquez, cómo contaba esta historia y podía contar con todo detalle y tomar el partido del Rey. Y lo que había pintado en ese lienzo, porque en los cuadros de Velázquez todos los personajes están parados en ningún sitio. Mi obsesión, cuando me encontré la historia de este lienzo, era saber dónde es que se para la obra de arte. La verdad es que la obra no tiene alas y no es un angelito, es en realidad un acto de propaganda de las buenas costumbres y de la moral, siempre es como una sirena mitad mala y mitad de cuestionamiento del bien. Eso es de lo que yo quería hablar, vaya lo que me inquietó era eso.
MARISTAIN: México es uno de los países donde hay mayor cantidad de escritores que toman partido por el Rey, ¿no?
MARISTAIN: Depende los bolsillos del Rey. Nuestro Rey ha tenido unos bolsillos bien grandes y por supuesto que ha habido muchos escritores a los que la cartera del Rey se la ha comido, porque hay tan pocos lectores aquí. De qué vive un escritor en México sino es de la cartera del rey, es por eso. Octavio Paz lo llamó de una manera muy elegante, el oro filantrópico.
MARISTAIN: Ese oro filantrópico es cada vez menos filantrópico...
BOULLOSA: No sé si lo de oro lo haya perdido, pero lo de filantrópico sí lo está perdiendo, por desgracia.
MARISTAIN: ¿Cómo es su relación con los escritores que hoy son funcionarios? Como Jorge Volpi, que dirige el Canal 22. Para comenzar, ¿considera a este gobierno mexicano como legítimo?
BOULLOSA: Me estás haciendo dos preguntas absolutamente diferentes. En México, un escritor y funcionario ha habido desde hace mucho tiempo. Muy pocos han escapado a ese fatal destino, incluso Octavio Paz fue embajador y trabajó años en Relaciones Exteriores; Carlos Fuentes, igual. Muy pocos hemos escapado de eso. Entonces, no puedo tener reticencia por esa figura. También ha sido para bien. Eso es en relación con tu primera pregunta. Añadiría que yo no soy un animal sociable, no me sé llevar muy bien con la gente. Con Volpi me llevo bien porque él se sabe llevar bien con todo el mundo. Tiene una enorme sabiduría social, yo no la tengo porque yo ausculto y tengo la lengua muy larga (risas), siempre cargada de mole. Ahora, sobre si el gobierno es legítimo, sí lo es. Este sí es legítimo, aunque él (Felipe Calderón) no lo sabe, por eso está intentando ganar su legitimidad con formas bastante absurdas e ilegítimas. La guerra contra el narco que alguien me la expliqué de otra manera. Existe porque él cree que con eso ganará la legitimidad y con eso solamente está perdiendo lo que busca. Hemos tenido gobiernos ilegítimos. Carlos Salinas de Gortari sí fue un presidente ilegítimo, ahí no me cabe la menor duda de que nos robaron las elecciones, aunque por supuesto queda el margen de duda. Aquí no fue igual, fue un conteo problemático y fue un acuerdo al que se llegó. No pienso que Felipe Calderón sea, como lo piensan muchas de mis amigas, un usurpador. Sí lo fue Carlos Salinas. Calderón no ha sabido conquistar la legitimidad que él creyó que había perdido a los ojos de muchos, no tiene esa astucia. Aunque sí es astuto buscar escritores para funcionarios, porque eso todos sabemos que da legitimidad.
MARISTAIN: ¿Cuántas veces viene a México?
BOULLOSA: Vengo muy seguido porque tengo dos hijos aquí. Este es un país donde el libro tiene un valor más metafórico que real. Se habla mucho, se lee muy poco. Los libros tienen un valor muy grande y los escritores en teoría son personas muy importantes, pero poca gente lee sus libros.
MARISTAIN: ¿Dónde está viviendo?
BOULLOSA: Vivo en Brooklyn, en Nueva York. Allá el 30 por ciento de los neoyorquinos son hispanos y las cifras oficiales indican que hay 300 mil mexicanos. Vivo como en una colonia más de la Ciudad de México.
MARISTAIN: Si alguien pudiera describir la soledad de principio de siglo lo haría mediante un viejo hablando de un cuadro de Velázquez a dos adolescentes. No sé, me partió el corazón un poco esa escena...
BOULLOSA: ¿Al pensar en este vejete de mierda?
MARISTAIN: Sí
BOULLOSA: A mí también se me partió el corazón y es una escena que hemos visto todos, pero no pienso que sea soledad. Al final de la novela encontramos a su esposa, es un hombre muy bien acompañado. La soledad no es su problema, para nada. Yo creo que su problema es que él sí es dueño de un cuadro de Velásquez, que él es el único espectador de ese cuadro atroz y terrible. Un cuadro muy bello, pero un cuadro donde la línea divisoria entre el mal más extremo y el glamour del imperio más grande del mundo están totalmente insertados. Entonces, él sólo carga con esta visión tremenda.
MARISTAIN: ¿Cómo es el lugar dónde escribe?
BOULLOSA: Escribo en la cama donde duermo porque dormir es algo que hago muy mal. Escribo por la mañana, tengo mis almohadas detrás de mí...
MARISTAIN: Y la computadora portátil adelante...
BOULLOSA: No, yo escribo a mano...
MARISTAIN: ¿A mano?
BOULLOSA: Sí, yo todavía tengo mis libretas, después paso todo a la computadora y es cuando la pongo en mi cama. De todas maneras la tengo cerca porque la uso para los correos y consultar los periódicos o por si quiero ver alguna cosilla aquí o por allá. La red es una maravilla, es como esa especie de biblioteca flexible que tiene uno para consultar cualquier cosa, entonces mantengo siempre cerca la laptop.
MARISTAIN: ¿Cuándo escribe una novela, también escribe de otras cosas?
BOULLOSA: No, sólo escribo de esa novela y cuando estoy terminando esa novela, ya estoy pensando en escribir otra porque no tengo ganas de vivir la vida en seco. Tengo adicción por escribir novelas, entonces siempre estoy pensando en la que viene.
MARISTAIN: ¿Tiene una adicción o es un deseo?
BOULLOSA: Pienso que es una adicción porque sí necesito de ese viaje.
MARISTAIN: ¿Cuándo comenzó esta adicción?
BOULLOSA: Empecé escribiendo poemas. Son adicciones diferentes. La adicción de escribir novelas empezó en 1983, cuando terminé mi primera novela, pero ahí no fue adicción porque la acabé y la guardé. Escribí mi segunda novela dos años después y desde entonces no he parado, siempre estoy pensando en la otra o preparándome para la otra.
MARISTAIN: Sus ojos son cuatro o seis...
BOULLOSA: Sólo tengo uno y ausculto (risas)
MARISTAIN: A mí me parece que son como diez y que podría uno perderse ahí para siempre
BOULLOSA: Tengo un ojito y con ese mismo hago cosas muy sucias, diría mi abuelita. Siempre pienso en ella queriendo agradarla, sabiendo que todo es inútil y que aunque ella me adoró cuando era niña, no puedo creer que una mujer como yo le fuera siquiera a arrebatar algo.
MARISTAIN: Pero sí se lo habrán dicho los hombres que la amaron, que sus ojos van primero y luego viene usted, ¿no?
BOULLOSA: No, lo que pasa es que tú eres mujer y no un hombre que me amaba (risas). Se me hace que tú también estás en el club de las que auscultan.
MARISTAIN: No, para nada. Creo que seguramente hubo muchas razones para amar a Roberto Bolaño, pero la que mejor lo explica es cuando te llama Boullosa, ¿no? O sea, uno puede amar a alguien, pero no a cualquiera se lo llama por el apellido.
BOULLOSA: Mira, de Bolaño no me enamoré. Con él tuve una intensa amistad literaria. Diría que fue una relación apasionada por la literatura, pero no diría que me enamoré de él, ni él de mí. No fue una relación carnal, de ese tipo. Fue como un flechazo literario, que para mí fue muy comprensible porque los dos veníamos de ese mundo, de una generación de la que él habló con mucha claridad, no sólo en Los detectives salvajes. No teníamos la ilusión de las siguientes generaciones que creen todavía en esa cosa que se llama el mercado y el éxito. Nosotros no, nosotros estábamos entre los despojados del 68. Además de esto, Bolaño vivió el exilio, digamos que era un exilio, encima de otro exilio, encima de otro exilio. Yo viví la orfandad, mi mamá murió cuando era niña, me quedé sin casa, sin familia, tuve un mundo personal muy difícil. Después me incorporé a esta generación de escritores que éramos los despojados, los de después y que habíamos llegado un poco tarde. De inmediato lo que me tocó vivir y que Bolaño se salvó, fue ver cómo perdimos la ciudad con la construcción de los ejes viales, que entre el 77 y el 78, cuando Bolaño dejó la Ciudad de México, Carlos Hank González, que además de ser gran ratero era un pésimo urbanista, hizo el trazo de los ejes viales y se aventó a construirlos todos a la vez fracturando gran parte de los barrios de la ciudad. Entonces, aquella ciudad en la que yo fui a la universidad en tranvías por Av. Revolución y había palmeras y se sentía una cosa de pueblitos y de barrios, desapareció en un chasquido de dedos. No es que con el tiempo se sintió el efecto de la construcción de los ejes viales, sino que perdimos una ciudad de un día para el otro.
MARISTAIN: No me refería al amor de pareja, sino al cariño con alguien a quien uno lo llama por el apellido, porque no a cualquiera se le llama así. Por lo menos me pasa a mí, no cualquiera lo hace...
BOULLOSA: Claro, además que en mi caso es más afortunado llamarme por mi apellido que llamarme Carmen, porque Carmen es una persona más dulce que yo, y Boullosa que es casi como un ladrido, pues qué lástima por mi papá, como anillo al dedo.
MARISTAIN: Con esa voz tan dulce.
BOULLOSA: De niño que engaña.
MARISTAIN: ¿Usted es así, una niña que engaña?
BOULLOSA: No, no soy una niña. Nunca lo fui.
MARISTAIN: ¿Cómo conoció a Roberto Bolaño?
BOULLOSA: Lo conocí en los 70 en México, todos queríamos ser poetas. Así como los jóvenes de ahora, todos quieren hacer cine, nosotros soñábamos con ser poetas. Llevábamos, en verdad, una intensa vida literaria, hacíamos un montón de lecturas, íbamos a los mismos cafés, íbamos a escuchar a los escritores que hablaban, Octavio Paz hablando de Sor Juana Inés de la Cruz; Tomás Elodia comentaba otros textos y leía sus poemas; todos íbamos a lo que iban los demás. Todos éramos iguales, nos vestíamos igual, éramos como una especie post graduada de hippie, todos éramos como una masa de poeta, todos muy similares, pero creíamos que estábamos divididos en dos bandos: nosotros llamábamos a los del otro lado stalinistas y adorábamos a Octavio Paz; los del otro bando adoraban a Efraín Huerta. Yo estaba del lado de Octavio Paz, creíamos que éramos muy finos, en realidad todos usábamos huaraches y camisas de Oaxaca. Los del otro bando creían que éramos unos burgueses porque todos usábamos las mismas cosas. Entonces conocí a Bolaño en la bola, leí su poema que le había publicado Juan Pascoe, su primer poema, también me publicó a mí un poema largo. Lo conocí en grupo pero les tenía miedo porque eran muy mal portados: intervenían la lectura de poemas, abucheaban a la gente, hacían guerras. Lo volví a ver 20 años después cuando me lo encontré en Viena, íbamos de invitados para hablar del exilio, yo no sé por qué acepté, en realidad no hablé de exilio sino de que ahora cualquiera es forastero. Él tampoco habló del exilio, leyó un texto muy suave acerca de la novela y ahí fue que nos hicimos muy amigos. Eso fue en el 98 o 99.
MARISTAIN: ¿Hoy la poesía mexicana sigue siendo para usted Octavio Paz?
BOULLOSA: No, hombre. En realidad no lo era tampoco entonces. No había una división estética tan clara. Eran como bandos para sentir que pertenecíamos a nuestros propios clubes, lo cual es normal que lo hagan los jóvenes poetas. Ahora, en la poesía mexicana, por suerte, ya no hay reyes. Hay más variedad en ese sentido.
MARISTAIN: Yo no puedo prescindir de lecturas diarias de Xavier Villaurrutia, que me parece el gran poeta mexicano...
BOULLOSA: Ah, me parece una maravilla, pero para mí sabes quién es el grande, Juan Manuel López Velarde, es la maravilla absoluta. Es un poeta extraordinario. Hay otro que es Jorge Cuesta; y hay otro que es José Gorostiza, que es grande también. Yo los frecuento mucho, también a Octavio Paz y a Tomás Segovia. Frecuento a los españoles y a los latinoamericanos porque necesito leer poesía siempre. Es una necesidad y es la única manera en que un novelista o poeta tiene el oído vivo.

MARISTAIN: Usted que tiene la lengua larga y está en la categoría de escritora que se ha creado con tanto ver y con tanto vivir, ¿le costó o fue un dilema ser escritora?
BOULLOSA: Tuve suerte porque cuando entré al mundo literario a nadie le cabía duda, en la ciudad de México, de que los buenos escritores de entonces eran las mujeres. Coral Bracho; Verónica Volkov en sus primeros poemas; estaba Elsa Cross que entonces comenzó a publicar sus mejores poemas; Inés Arredondo todavía escribiendo su segundo libro de cuentos, una maravilla; murió Rosario Castellanos que también dio cosas buenas; Elena Garro estaba en el exilio y Marguerite Yourcenar publicaba aquellos libros...
MARISTAIN: Bueno, no sé si Marguerite Yourcenar tenía ese trato de mujer hacia la literatura...
BOULLOSA: Tan mujer como yo, como Inés Arredondo, honestamente. Creo que siempre hay una cosa andrógina necesaria, no lo sé. Mientras más andrógino mejor, creo, todas las fórmulas son ridículas pero no está mal la andrógina. Lo que pasó es que cambió la mirada hacia la mujer, hubo más mujeres, tuvieron demasiado éxito novelas que eran más de fórmula, que literarias, digamos. El éxito, más que la calidad de las novelas, causó un escozor enorme en el medio. Hoy es totalmente diferente, ahora sí es un medio muy misógino. Ahora sí me resta mucho glamour ser mujer, creo que me miran diferente a como debieran verme por el peso de mi obra porque soy mujer, pero no fue así cuando empecé.
MARISTAIN: No lo creo así. En el contexto de México si alguien tiene una categoría como autora, que incluso no llegan a tener otras de sus colegas que le llevan muchísimos años, es usted.
BOULLOSA: No lo sé. Pero sí hubo un momento en México en que decías escritora y era una marca de calidad y ahora lo dices y es casi una marca de infamia. Hueles a cursilería, a cocina, y nosotras no olíamos a eso, bueno no huelo, Dios me agarre confesada.
MARISTAIN: ¿Tienen vigencia los textos de Rosario Castellanos?
BOULLOSA: Algunos, es una escritora un poco desigual, pero sus cosas buenas son de primera línea. Hace un año y medio escribí un libro sobre Rosario Castellanos que todavía tengo en el cajón porque me gusta mucho guardarlo, me siento millonaria, es lo único que sé acumular, me encanta guardar mis inéditos y luego ya los saco. Lo hice en el 2003 y se trata de un estudio comparativo de la especie de autorretrato que hace ella en el Balún-Canán, con autorretratos de ella frente al padre y el hermano; con los que hace Sofonisba Anguissola, la pintora cremonese española predilecta de Felipe II, en los que aparece con su familia y ocurre exactamente lo mismo que en Balún-Canán: la historia del padre que ama al niño, mientras las niñas están por el círculo del afecto, pero que es un afecto que consume. El libro se llama La falda de Minerva, porque la hermana se llama Minerva y la falda tiene retratado lo mismo que vemos en la ventana, ella tiene los pies en el mundo, un cuadro maravilloso. Después metí algunas autoras latinoamericanas, la romántica Dolores Veintimilla que es una maravilla, y me encontré un cuadro que pintó de ella Bolívar, donde está ella con el padre, y hay un rollo muy literario en el que pongo el retrato de la escritora, la artista y el padre.
MARISTAIN: ¿No hay ficción para usted entre el mundo oral y el mundo escrito?, por lo que se explica entre ambos.
BOULLOSA: No, yo sólo tengo una capacidad sensorial y no distingo lo que oigo de lo que veo, de lo que huelo. Soy de la selva (risas)
MARISTAIN: ¿Y Carmen de la selva cuándo aprendió las buenas costumbres, las reglas de educación básica?
BOULLOSA: ¿Tú crees que las conozco? (risas) Tuve una relación muy intensa con mi abuela y con mi mamá, más con mi abuela porque para mí entrar al mundo cultivado fue entrar a su mundo. Me enseñó todo, fui aprendiendo de convivir con ella, de ella viene mi aprendizaje de las cosas bellas. Me dejaba dormir con ella, que es lo más importante que hizo porque en la noche me daba miedo y mis papás no me dejaban pasar a su cama, cosa que hasta ahora no les perdono; y mi abuela sí; olía riquísimo. Ese cuerpo fue para mí el ejemplo de la belleza perfecta y yo la conocí de niña gracias a ella.
MARISTAIN: Una belleza que puede prescindir de la mirada ajena, que se construye a sí mismo.
BOULLOSA: Sí, así era.
MARISTAIN: ¿Ahora la mirada ajena le importa tanto como cuando cuenta que le decían que era bonita?
BOULLOSA: No me importaba, pero fue una lección terrible. De ese ser llamada güerita, pasé al momento en que los comentarios vinieron acompañados de toda una ola de violencia. Un día me agredieron y nadie me ayudó. Gritaba porque me querían meter a un coche y sólo oía las ventanas abrir y cerrarse, hasta que una señora detuvo su coche y traía a su chofer, quien se bajó a ayudarme. Cuando me subí al auto con ella llorando, toda rasguñada, la señora me dijo, ‘es tu culpa, cómo te dejan salir así’. No era mi culpa, por supuesto. Fue una lección muy dura. Le tengo mucha cólera a la ciudad de México por ese hecho; le tengo pasión y amor, pero le tengo cólera porque es una ciudad terrible. Ese momento me hizo extranjera, no sé cómo explicarlo. Tengo miedo de caminar en la calle y me gustaba hacerlo, y llegó un punto en que uno sólo encontraba problemas.
MARISTAIN: ¿Tiene hijos?
BOULLOSA: Tengo una hija que es actriz, estuvo en Las niñas mal. Es una chulada, es preciosa, grandotota, se apellida Aura y se llama María.
MARISTAIN: ¿Y usa la faldas muy cortas?
BOULLOSA: Sí, ella sí es bonita profesional, no como yo que me enseñan un cepillo del cabello y no sé de dónde se agarra y cómo se usa (risas).
MARISTAIN: Cualquier cosa que le pase no será su culpa, ojalá nunca le pase nada. ¿Cómo es su vida ahora?
BOULLOSA: Ya no tengo niños, ni tengo abuela, entonces he perdido dos veces ese paraíso, ¿no? El paraíso debió ser la niña con la abuela o de haber tenido mis hijos durmiendo en mi cuerpo así entre la barbilla y la pierna. No tengo eso, pero tengo otras cosas, tengo un marido maravilloso.
MARISTAIN: ¿Escribe?
BOULLOSA: Sí, pero es historiador de la ciudad de Nueva York, escribió un libro en el que se tardó 24 años, está acabando el volumen dos y hará el volumen tres si le da la vida. Vivo en un barrio y vivo sin tener un lugar, ando mucho de viaje. Me gusta la vida doméstica pero tengo alma de gitana también. El barrio lo que me da, es que aunque tengo una casa muy estructurada, muy ordenada, cuidada y toda la cosa, estoy en un lugar que es la frontera de al menos siete países. Veo a las mujeres árabes; y dos pasos a lado están los haitianos con todo lo que son, vestidos de colores, con poca ropa; y un paso más allá los puertorriqueños, luego los cubanos, luego los mexicanos y me muevo un poco más y está la comunidad negra, todo son diferentes. Estoy en el borde donde pasan todos los que van y vienen hacia quién sabe dónde. En un lugar muy pequeño y aunque no es lo idea, tiene sus pactos de convivencia, es una cosa que me fascina. Todo tiene una cosa de vértigo y de movimiento.
MARISTAIN: ¿Con el apellido de su hija y el nombre Alejandro armas un rompecabezas?
BOULLOSA: Alejandro es el papá de mis hijos.
MARISTAIN: Alejandro Aura (ex Ministro de Cultura del Distrito Federal)
BOULLOSA: Sí, es el papá de mis hijos.
MARISTAIN: Y nosotros que empezamos hablando de los funcionarios
BOULLOSA: Sí, pero Alejandro cayó tarde sabes, porque nunca había tenido chamba de gobierno, nunca lo quiso hacer pero por nuestra proximidad con Cárdenas, aceptó. Me parece que en mala hora. Aunque hizo cosas buenas, por eso digo que es importante que los escritores se metan, pienso que entró tarde.
MARISTAIN: Cuénteme cómo fue que conoció a Bioy Casares...
BOULLOSA: Siempre le escribía cartas a Silvina Ocampo, a quien leí por consejo de Christopher Domínguez. Así que cuando fui a Argentina, marqué el número de teléfono de su casa y me presente como la chica mexicana que le envía cartas a Silvina, para entonces debo confesar que ya le había mandado como cuatro, y el que me tomó la llamada fue Adolfito y me invitó a comer.
MARISTAIN: ¿A su casa?
BOULLOSA: A la Biela. Me dijo que Silvina ya no entendía nada, que el Alzheimer la había dejado totalmente desconectada de la realidad y nos hicimos muy amigos, luego vino a México, volví a Argentina, nos carteábamos. Lo admiro y lo admiraba desde antes de conocer a Silvina. Le hice un homenaje en mi novela anterior.
MARISTAIN: Dichoso el editor que se encuentre con todas sus cartas, ¿no?
BOULLOSA: Bueno, si alguien es capaz de cruzar la valla protectora de mi desorden (risas).
MARISTAIN: Pero, ¿no me diga que no guarda todas sus cartas?
BOULLOSA: Claro, tengo muchísimas, pero espero no publicarlas nunca en vida porque si yo tengo enemigos, más tendré.
MARISTAIN: Este amor por la literatura, por Bioy, por Bolaño, por los libros, las cartas...
BOULLOSA: A Bioy y a Bolaño sí los amo, a la literatura no estoy tan segura, es una cosa como ambivalente, ¿no?
MARISTAIN: Sí, pero a lo que voy es a esto, ¿no le genera interés transmitirlo? Porque a veces decimos que no hay ambiente literario, pero tampoco solemos generarlo, ¿no?
BOULLOSA: Sí, yo creo que hay que generarlo. Ahora que estoy viviendo en Nueva York con otros escritores que escribimos en español allá, nos hemos empecinado en enseñar que hay una tradición literaria en español en Nueva York. Hemos estado haciendo lecturas, no sabes qué cantidad de gente va a las lecturas que hacemos o a las pláticas de los escritores que han estado ahí. Yo viví en México y tenía alrededor todo mi mundo literario, mis amigos estaban todos ahí, todos lo siguen siendo, a algunos los perdí en algunas batallas o sin ellas, pero casi todos siguen siendo mis amigos. No estoy con ellos a diario, es una cosa muy íntima la literatura, y esas amistades son muy apasionadas, tienen que ser muy intensas. Entonces, ahora estoy allá y no estoy aquí. Ya volveré.
MARISTAIN: ¿A quién extraña de acá?, digo, por aquello de los afectos familiares...
BOULLOSA: Extraño la terraza de mi casa de la que ya me había mudado cuando estaba aquí, extraño el Parque Hundido miserablemente, extraño a mis amigas mujeres que no son todas escritoras, extraño a Juan Villoro. Extraño otra cosa, a la gente con la que antes tuve mundos muy intensos. Los hombres con los que viví, me ha dado por eso. Los amigos que se han muerto de camino. Estoy de verdad, cuando dices la palabra extraño, me suenan muchas campanas que antes no me daban, cuando viví en Berlín un año en el 95 y me preguntaban esto, yo decía que no, y era verdad, no extrañaba nada. Ahora sí extraño muchas cosas, creo que es la edad o que llevo tanto tiempo afuera, no lo sé. Extraño lugares, personas.
MARISTAIN: Debe ser la edad porque yo también extraño.
BOULLOSA: Pero si tÚ eres mi nieta.
MARISTAIN: Por ejemplo, el brasileño Gilberto Gil, cuando cumplió 50 años, se juntaron todas sus ex mujeres –que son muy amigas entre sí- y le realizaron la fiesta.
BOULLOSA: ¿Tú crees que eso le pueda pasar a una mujer?
MARISTAIN: No lo sé, pero me gusta soñarlo.
BOULLOSA: A mí me encantaría que me ocurriera, pero te puedo garantizar que ninguno de mis ex, ya no te digo que me compraría una velita de cumpleaños, y si me enviara una velita de cumpleaños me daría una bomba, para que a la hora en que la encienda la BOULLOSA por fin desaparezca.

ENTREVISTA A ALBERTO BARRERA




Narrador, poeta, guionista y columnista del periódico El Nacional, Alberto Barrera Tyszka (Caracas, 1960) es el primer venezolano que gana el prestigioso Premio Herralde de Literatura. Lo hizo con su densa novela corta La enfermedad, un texto abigarrado y conmovedor por donde transitan los enfermos terminales, los hipocondríacos, los médicos sin respuestas y las recepcionistas aficionadas a las telenovelas. Precisamente, Barrera paga la renta y la colegiatura de sus hijas con la escritura de culebrones televisivos, desde hace 15 años. Su verdadera pasión es la poesía y como ya quedara claro en el cuento que publicáramos en Playboy México hace algunas ediciones, odia a los perros. En esta entrevista llevada a cabo en el Distrito Federal, Barrera habla de todo, incluido de lo que habla todo latinoamericano que se precie en estos días: de la coyuntura política y social de Venezuela, con Hugo Chávez a la cabeza.

MARISTAIN: ¿Cuándo se es un enfermo terminal y cuando no?
BARRERA: No sé si lo tengo tan claro o si se puede distinguir, porque una de las cosas que plantea la novela, incluso aquel que no parece tan terminal finalmente tiene unos síntomas y los padece, no necesita la aprobación clínica para saber cuán enfermo está. Lo que más me interesa es el sufrimiento y el sufrimiento es casi igual en ambos casos, más allá de la distinción científica que pueda hacerse.
MARISTAIN: Lo que es cierto es que como lector uno no quiere leer sobre la enfermedad.
BARRERA: Cuando lo mandé para el concurso (El Premio Herralde de Novela) tenía otro título: me parecía tan desazonador un libro que se llamara La enfermedad, ¿no? Incluso pensé me iban a hacer cambiar el título. Sin embargo, el título me gusta mucho, pues me atrae la literatura que busca al lector desde los territorios del dolor y la fragilidad.
MARISTAIN: Estamos viviendo una época en la no queremos hablar de la enfermedad. Queremos transitar de aquí a la inmortalidad, sin pasar por la etapa del sufrimiento, del deterioro.
BARRERA: Somos seres que se corrompen y parece que esa es nuestra naturaleza. La enfermedad nos recuerda nuestra imperfección. Estamos viviendo una tiranía de la salud. Estamos obligados a ser y exitosos, ricos, inteligentes, bellos y saludables. Hay también un proceso de satanización de la enfermedad que nos lleva a tener culpa por estar enfermos. No creo en eso...
MARISTAIN: Claro, uno puede tener un cáncer sin necesidad de fumar, como le pasa al protagonista de su novela.
BARRERA: Exactamente. Lo que pasa es que esta carrera detrás de la salud se ha vuelto demencial. Una amiga me contaba de se están poniendo de moda unas inyecciones que regeneran células, otra amiga regaló una caja de ampolletas que contienen células de pato, hay que tomarlas de noche y parece ser que al otro día te levantas un hombre más joven.
MARISTAIN: Las cirugías estéticas son muy cruentas y sin embargo la gente no las evita.
BARRERA: Eso es asombroso, hay bisturí, hay una cantidad de cosas que intervienen para hacerte más bello, pero también está en juego la vida o la posibilidad de quedar disminuido y sin embargo la gente se sigue operando.
MARISTAIN: Extrañamente los enfermos, a veces, acceden a cierta sabiduría que resulta interesante y que también usted la trata en el libro.
BARRERA: Sí, es un asunto muy largo porque también hay muchas formas de tiranía dentro de la enfermedad, nadie se enferma solo y es cuando comienzan a producirse unas relaciones rarísimas. Es verdad también que hablan ya desde el final y eso puede ser muy sabio, porque es hablar desde la pérdida.
MARISTAIN: En ese caso la muerte es una bendición, ¿no?
BARRERA: Como en muchos casos. Occidente sustituye su obsesión por la muerte con la obsesión por la enfermedad y, entonces, todo lo que queremos ahora es morir rapidísimo y sin darnos cuenta. En cambio, que nos sometan a la muerte clínica, digamos, a la muerte hospitalaria, es una cosa que nos produce un terror espantoso. Es como si dijeran ‘los últimos cinco años de tu vida van a ser con una jeringa’, o en un laboratorio. Piensas, ‘wow, qué clase de vida es ésa”.
MARISTAIN: ¿Esta relación entrañable entre el padre y el hijo que da sustancia a su novela, se repite en su vida real?
BARRERA: Sí, disfruto con mi padre y tengo una relación muy buena con él. Estoy llegando a una edad en la que temo perderlo y de alguna manera la literatura sirve para preparar los afectos, para educarlos. La pérdida de los padres es una experiencia impresionante. Tengo una amiga que me dijo que hace como cuatro años perdió a su madre y no ha pasado un día sin que por una u otra razón, se acuerde de ella. Tenemos muchas dificultades para enfrentarnos a la ausencia de nuestros seres queridos.
MARISTAIN: ¿Cómo fue su relación con la literatura?
BARRERA: Empecé a escribir de muchacho, como a los 12 o 13 años, imitando a Horacio Quiroga, que era un escritor que me fascinaba. Y escribí como 17 cuentos, todas versiones distintas de “La gallina degollada”. También escribía poemas, impresionado por Pablo Neruda y su derroche verbal. Me gustaba mucho leer, mis padres me dieron bastantes libros y la televisión llegó muy tarde a mi infancia. Luego estudié Letras en la Universidad Central de Venezuela. Con esa carrera pasa algo interesante en mi país: Si quieres estudiar Ingeniería y te exigen 16 de promedio sobre 20. Si quieres estudiar Letras, con que tengas 10 está bien. Así que estudié con mucha gente que no quería estudiar Letras, o con gente como yo, que quería ser escritor, pero no profesor ni académico.
MARISTAIN: ¿Cómo fue el primer libro?
BARRERA: Fue un poemario, Amor que por demás. en combinación con otro amigo. Yo pertenecía a un grupo literario que se llamaba Aire y otro Tráfico, que en los años 80 queríamos recuperar la poesía conversacional, como la de Ernesto Cardenal, una poesía que incorporaba todo lo cotidiano, para oponernos un poco a la tradición francesa que dominaba la poesía venezolana. Hice ese primer libro, ya sabes del cual uno regularmente se avergüenza.
MARISTAIN: ¿Se avergüenza?
BARRERA: No, de ese no, de otros sí, pero de ése no (risas).

MARISTAIN: Me gustó lo de ‘derroche de palabras’ en relación a Neruda. No es, precisamente, lo que sucede en La enfermedad. Hay mucha precisión narrativa, mucha economía también.
BARRERA: Eso fue lo que más me costó y lo que más busqué. Me daba mucho miedo tocar un tema que es tan fuerte y ser hasta irrespetuoso sin quererlo. Decía, ‘hay que buscar un tono que además, no sea irrespetuoso con el texto mismo’, porque se presta mucho para ser excesivo, desbordado o truculento, ¿cierto? ahí fue que tuve que trabajar mucho para conseguir el tono contenido que lograra conmover al lector. Ahí es donde me pasé más tiempo y es quizá lo que más me tiene contento del libro.
MARISTAIN: ¿El tema fue antes que el libro?
BARRERA: Sí.
MARISTAIN: ¿Por qué?
BARRERA: el tema de la enfermedad me interesa mucho desde que, a los 18 años, estuve trabajando como enfermero en un hospital oncológico durante mes y medio...
MARISTAIN: ¿Por qué fue a dar a ese lugar?
BARRERA: Quise ser jesuita. Una de esas cosas inexplicables que uno intenta en la vida, sobre todo a los 18 años. Según la pedagogía de San Ignacio de Loyola, estar un tiempo en una fábrica o en un hospital oncológico te endurece y te ayuda. Debes enfrentarte a ese tipo de cosas, pues el hombre de Dios tiene que enfrentar el dolor y tener una respuesta frente a eso. Yo fracasé, a las dos semanas no tenía ninguna respuesta, aquello me parecía un horror, la desnudez de la miseria humana, sin lógica, sin criterio, algo que atacaba a niñas, ancianos...Había un muchacho de 17 años que nunca había fumado y tenía cáncer en la laringe. Uno no podía hablar con ningún enfermo y asumirse como alguien que, supuestamente, estaba más cerca de Dios que el resto. Desde la medicina y la clínica me pasaba lo mismo. A veces bajaban los pacientes y yo sabía que cuando bajaban a pabellón o a quirófano y los subían inmediatamente, no había nada qué hacer, porque habían abierto y decían, ‘no, el próximo’. Era demasiado brutal. Desde ahí me puse muy sensible al tema. Después he vivido experiencias con familiares muy cercanos. Mi esposa fue enferma renal, entonces conviví con todo el asunto de la diálisis. Así empecé a leer más sobre el tema, me parecía que ahí había una cosa que nos tocaba a todos de manera tan democrática, tan sensible, tan definitiva que se me instaló el tema. La novela empieza, fíjate qué cosa tan interesante, por el hipocondríaco... tenía la idea de hacer algo con esta gente que sufre ataques de pánico, que es una idea como de estos tiempos, ¿no?
MARISTAIN: Bueno, si hay algo que plantea la novela es que la hipocondría puede ser una enfermedad tan grave como un cáncer terminal...y al principio molesta que se crucen historias tan distintas...
BARRERA: Sí, es la manera en cómo se pueden cruzar estas cosas; el hipocondríaco parece un impertinente frente a la tragedia del enfermo terminal, pero de repente te das cuenta de que también está sufriendo horrores...
MARISTAIN: La relación médico-paciente es anunciada aquí como un elemento de cura...
BARRERA: Sí. He podido conversar con varios médicos de esto y los he descubierto tan frágiles, tan erráticos, como cualquiera de nosotros en cualquier trabajo. Tienen un gran complejo de culpa y mucha inseguridad a la hora de tomar las decisiones que influyen en la vida de los otros. Desde afuera, la labor médica se puede ver como algo sagrado, pero desde adentro es como vivir en el infierno. Por eso hay tantos médicos alcohólicos. Frente al misterio de la enfermedad no saben tampoco qué hacer. Se espera tanto de los médicos que también hay una fatalidad para ellos. Estás en una carrera profesional donde sólo vas a poder perder y eso me parece conmovedor.
MARISTAIN: ¿Se espera algo de los escritores?
BARRERA: Que hagan su trabajo lo mejor posible. Lo que pasa es que la literatura nunca va a hacer tanto daño, no creo. Ahí está Mark Chapman que leyó El Guardián del Centeno, de Salinger, y salió a matar a Lennon, pero todos le dimos más peso a su locura que al hecho de que leyera ese libro. No tiene tanto poder la literatura, digamos, nosotros sentimos que hay libros que nos cambian la vida, pero bueno, ninguna biblioteca será comparable con un quirófano.
TERRA:¿Los médicos leyeron su novela?
BARRERA: Sí, por lo menos en Venezuela he tenido una experiencia interesantísima. La Sociedad de Gastroenterólogos me invitó a dar una charla. Creo que hay como una recuperación que les interesa.
MARISTAIN: Hay alguna enfermedad a la que le tema en particular?
BARRERA: Uy, sí. Hay varias pero digamos que me preocupa la diabetes, porque conlleva una cantidad de síntomas fatales, como la ceguera. Igual que el Alzheimer, aunque me parece que tiene algo de locura que todos medio deseamos, que es eso de estar medio desconectado. Además, yo no sé por qué tengo la sensación de que son enfermedades en las que jamás había pensado, como que en el fondo las acaban de inventar (risas), pero eso tiene que ver con la conciencia de la edad, ¿no?
MARISTAIN: Claro, también es cierto que los hábitos hacen a las enfermedades.
BARRERA: Sí, ahora todas las enfermedades son fatales. El caso de Roberto Bolaño (escritor chileno fallecido a los 50 años en 2003), creo que poseía una lucidez y una mordacidad producidas por su cercanía con la muerte y con la experiencia clínica.
MARISTAIN: ¿El discurso del condenado a muerte? No lo había pensado...
BARRERA: Leí Entre paréntesis, su libro póstumo, y veía cosas en las que pensaba, ‘uy, aquí hay algo’. Un discurso muy radical, como si no le importaran las consecuencias porque finalmente iba a morir.
MARISTAIN: ¿Cómo se enteró que había ganado el Premio Herralde?
BARRERA: Fue una cosa como cardíaca, en verdad. No tenía muchas esperanzas porque, en principio, los latinoamericanos tendemos a desconfiar de los premios que se dan en España. Además, sentía que era más lógico que de premiaran a gente que ya estaba en el sello Anagrama. Me parecía que mi novela era corta, era rara, su título era demasiado fuerte. Claro que tenía la ilusión de que la publicaran, pero no de ganar el premio mayor. Después comenzaron los correos diciendo que ya había pasado a tal etapa u otros en los que decía está entre los 18 y así. Cuando me dijeron, ‘esté el lunes en la distribuidora de Caracas’, fue cuando pensé, ‘oye, no serán tan crueles como para no darme nada’ (risas). Ahí ya me enteré. Para los latinoamericanos en general, el catálogo de Anagrama es como una especie de Biblia, ahí está Bolaño, los autores de referencia de la literatura en español y los traducidos también.
MARISTAIN: ¿Vive de la literatura?
BARRERA: No, todavía no conozco a nadie que viva de ella. Soy guionista de televisión, escribo telenovelas. Antes trabajé en publicidad, pero hace como 15 años aterricé en la explotación de la cursilería.
MARISTAIN: Pertenece al fascinante mundo de la televisión...
BARRERA: No, mi perfil dentro de la farándula es muy bajo. Tal vez en otros círculos vean a mi actividad como algo muy pagano, no sé, habrá lugares en donde un escritor de tele-culebrones sea alguien poco serio y poco profundo. Este hombre se gana la vida poniendo a María Celeste a decir, ‘Luis Fernando, te amo’ (risas), dirán de mí.
MARISTAIN: Pero está bueno escribir y ganar dinero...
BARRERA: Claro, de verdad me da una gran satisfacción vivir de lo que escribo. Me encantaría que fuera literatura, pero no se puede. Vivir de lo que escribo es lo que quería. Eso para mí es muy grato.
MARISTAIN: ¿Qué cosas cambiaron con el Herralde en su vida cotidiana?
BARRERA: Muy pocas, casi nada. En Venezuela se está dando un movimiento como de nuevo rigor, se está publicando mucho, se está leyendo mucho y la obtención del premio Herralde hizo que muchos escritores dijeran: “Ah, ya pegamos una, la literatura nacional no está tan mal”. No se había ganado un premio importante en el exterior desde Adriano González León en el 68, imagínate. Si era como para decir, ‘Oye, sí, estamos en buen momento’. Eso me pareció muy grato. Claro, ahora me invitan más a presentaciones de libro, mesas redondas y demás, cosas que uno quisiera ahorrarse, la verdad, pero tampoco ha pasado a mayores.
MARISTAIN: ¿Qué le preguntaban los periodistas cuando se acercaban?
BARRERA: De todo, qué escribe, cómo empezó, cómo se siente con el Herralde. Las cosas comunes, las que pasan rápidamente.
MARISTAIN: En usted, ¿qué cambió?
BARRERA: El premio me hizo sentir una especie de plenitud. Como de haber conseguido una de esas cosas que anhelas mucho en la vida, porque no es poco estar publicado en Anagrama. Cuando logras algo, por supuesto que piensas, ‘qué bueno que me pasaron estas cosas en la vida’ y eso todavía me sorprende y me gratifica.
MARISTAIN: ¿Cuándo conoció a Jorge Herralde?
BARRERA: Lo conocí el año pasado, minutos antes de dar la conferencia de prensa en la Casa de América. Ahí lo conocí, porque no pude ir antes cuando dieron el premio.
MARISTAIN: Y, como decía Roberto Bolaño, ‘desafortunadamente para mí, Jorge Herralde es un hombre encantador’ (risas)...
BARRERA: Sí, claro, así es (risas).
MARISTAIN: ¿Hay proyectos de seguir publicando en la editorial?
BARRERA: Digamos que sí, no se ha hablado pero por contrato y esas cosas ya debería entregar el próximo libro y realmente quiero hacerlo. Ahí siempre está la duda porque yo tengo un libro de cuentos y los editores nunca quieren publicarlos...
MARISTAIN: A Herralde no le gustan los libros de cuentos, ya se lo voy avisando (risas)...
BARRERA: Sí, ya lo sé, a ver qué pasa (risas)...
MARISTAIN: ¿Cómo es vivir en estos momentos en Venezuela?
BARRERA: Uy, esa es una pregunta dificilísima...
MARISTAIN: Se la hacen todo el tiempo, me imagino...
BARRERA: Sí, pero además, es tan difícil tratar de explicar lo que ocurre acá, porque los chinos tienen esta maldición que dice, ‘ojalá que te toque vivir tiempos interesantes’, y lo que hay en Venezuela es justamente eso. Para mí es importante estar aquí, es mi país, tengo todos mis afectos. A veces es muy difícil, como muy intoxicante, porque todo está al servicio de la política, porque lo que me parece espantoso y terrible de este proceso, es que todos los venezolanos sintamos que nacimos para defender o para atacar una revolución y todo en la vida se reduce a esa esfera. Eso pasa mucho en los procesos que además producen mucha asfixia y mucha ceguera. Muchas veces está todo tan politizado que nos cuesta mucho ponderar las cosas. Por otro lado está ocurriendo un fenómeno en el que vemos un discurso tan radical de la izquierda. Somos millonarios, pero con un discurso bolivariano, ¿me entiendes? Uno piensa, bueno, ‘esto es el socialismo del siglo XXI o el Festival de la Propiedad Privada’, es decir, en este año el aumento en el consumo en autos importados como Hummer, Audi, BMW y Mercedes, es del 176 por ciento. Estamos hablando de un país en el que yo lleno el tanque de gasolina de mi carro con un dólar y medio, es decir, una botella de agua cuesta más. Y es difícil pensar que estos son los que están en contra del imperio, sigue siendo Estados Unidos nuestro mayor socio comercial, que es el que nos da todo.
MARISTAIN: Esa es la gran contradicción de Hugo Chávez, que no se analiza porque todos se quedan en el folclore de Chávez, pero pocos analizan esto de dar por la izquierda lo que por la derecha recibes, ¿no?
BARRERA: Claro. Y él lo ha querido así; es muy hábil y ha sabido crearse un enemigo, porque el que no hace eso no es un buen revolucionario. El anda por el mundo diciéndole a Bush, eres el pendejo, el desconsiderado, para ver si el otro le contesta; él quiere heredar el rol de Fidel Castro como el gran líder del anti-imperialismo...
MARISTAIN: Pero en los hechos comerciales, es el gran aliado de Bush.
BARRERA: Exacto. Ellos en vez de ser enemigos son como un matrimonio mal avenido, que está obligado a estar junto y se dicen de cosas todo el día, pero, por otro lado, el uno no puede vivir sin el otro. José Sarney, ex presidente brasileño y que es también escritor, dio una respuesta muy buena a la pregunta de si Chávez era igual a Fidel, entonces él dijo, ‘le falta biografía y le sobra petróleo’. Chávez está necesitadísimo de una épica que no tiene, no derrocó a ningún dictador, llegó por las elecciones, no bajó del monte ni estuvo en la guerrilla, es un militar latinoamericano muy rico (risas).
MARISTAIN: Claro, es nuestro aliado rico. Al que acudes para decirle que nos falta un club y ahí va a ponerlo a Argentina...
BARRERA: Claro, como hizo en Haití, adonde llegó y dijo, ‘acá les vamos a poner un aeropuerto’ (risas)...Y por otro lado Bush es un tipo impresentable, todos lo sabemos.
MARISTAIN: ¿Conoce personalmente a Chávez?
BARRERA: Sí, lo conocí aquí en México, una vez en Coyoacán. Yo tenía una relación con el vicepresidente en ese tiempo, y nos cruzamos una vez porque tenía una columna en la que me metía mucho con él. Me pareció un tipo simpático, pintoresco, con un sentido del humor absoluto.
MARISTAIN: ¿Los intelectuales están alineados con Chávez?
BARRERA: La sociedad venezolana es como en todo. Hay un grupo que está en contra de él y otro que está a favor, dentro de los cuales hay poetas extraordinarios como Alberto Fresco, Ana Teresa Terán, y hay una buena parte que no está con él, como Eugenio Montejo. El problema de todo esto es lo de siempre que es ‘con la revolución todo, contra la revolución nada’.
MARISTAIN:¿Venezuela está cerca de eso?
BARRERA: No, yo creo que como perfil sí hay un proyecto pro-cubano. Es decir, Hugo Chávez ha dicho que la verdadera democracia en América Latina es la cubana, que es la democracia participativa y protagónica y no esta democracia ficticia. En Venezuela hay un control cada vez mayor del Estado, de casi todos los espacios, en el sentido de que los del gobierno sienten y dicen: “nosotros somos los buenos, nosotros somos los que tenemos la verdad, nosotros somos los que estamos a favor del pueblo”. En ese sentido, no se sabe cómo puede ser vista cualquier disidencia. En este momento hay libertad de expresión en Venezuela, no hay una dictadura, tenemos un presidente elegido democráticamente, que de alguna manera creo que ha secuestrado la ciudadanía venezolana porque tiene todos los poderes. Eso sí, todo es transparente: el presidente de petróleos dice: - Esta institución es roja, rojita y la gente le arma un escándalo porque, claro, es la compañía de petróleos de Venezuela, pero los militares dicen: ‘no, así es’, porque el ejército también es rojo, rojito y la educación también es roja, rojita. El 26 de julio, que se celebró el Asalto al Cuartel Moncada en Cuba, Chávez hizo un acto en el que encadenó a todas las emisoras de radio del país y lo celebró. Dijo que era el heredero de Fidel Castro y que éramos herederos de Cuba. Uno no sabe para dónde va eso, porque por otro lado, la cultura venezolana es un gran obstáculo para él, es decir, el sesenta y pico de los venezolanos no quiere la reelección indefinida, el 90 por ciento de los venezolanos quiere que se respete la propiedad privada. Son dos proyectos, es decir, Chávez está allí no porque tenga un proyecto socialista, sino porque el venezolano entiende que es un proyecto. Entonces, no producimos riqueza, lo que hacemos es repartirla y así entendemos la política. Chávez vino a repartirnos lo que nos corresponde y lo que nos toca son un Audi, un Mercedes, un BMW, y no puede llegar a decirnos ‘No, no, no, eso no sirve’. Lo que hay que hacer es ser socialista y si tú tienes dos BMW, pues dale uno a otra persona’. Ahí está en contrapunto ese proyecto.
MARISTAIN: A pesar de eso, ¿está viviendo bien con su familia? ¿Tiene hijos?
BARRERA: Sí, tengo dos hijas que viven con mi segunda esposa...
MARISTAIN: Pero, ¿está viviendo bien, no se siente amenazado, no siente necesidad de irse?
BARRERA: Para nada. Creo que piensas eso por la intoxicación, porque se vuelve asfixiante, porque hay mucho terror, digamos. Es una sociedad muy mediatizada donde Chávez tiene, además, la habilidad de poner a todo el mundo alrededor de él, entonces, parece que si te fueras a despegar de la radio o de la televisión, te pierdes el final de la historia y ése está a punto de suceder siempre. Entonces te dicen ‘van a cerrar los colegios públicos’, ‘van a quitar la patria potestad’, etcétera. Es una especie como de alta adrenalina en la que estás montado todo el día y eso puede hacerte pensar que estás perdido. Es una sociedad que, cada vez más, se está autocensurando, eso sí porque todo el mundo tiene que entrar en relación con el estado que crees que tiene el dinero, entonces no va a haber una represión, Chávez no necesita hacer eso. Es más, la sociedad empieza a autocensurarse.
MARISTAIN: ¿Por qué las mujeres venezolanas son tan bonitas?
BARRERA: Son varias cosas. Primero, hay un proceso de mestizaje muy interesante y por ejemplo, los italianos llegaron enloquecidos a buscar negras y morenas y a ligarse y juntarse y los eslavos también. Hubo un mestizaje muy interesante en el Siglo XX. Aparte de que puede haber un fenotipo, digamos, pero hubo esta liga donde de repente uno ve mujeres como Catherine Fullop, ella es alta porque su papá es yugoslavo y su mamá era criolla. Creo que también las venezolanas tienen una cosa que es que, aunque no estén tan buenas, se mueven como si lo estuvieran (risas). La que no tiene de arriba, mueve lo de abajo y viceversa. Tienen una cantidad de recursos tremenda y de falta de pudor. Es parte de El Caribe, ¿no? Estas cosas de ‘chispazo’ que uno siente, esa erótica latente. Una vez se hizo una encuesta en Caracas, que a mí me pareció muy interesante, porque las empresas de cosméticos venían de una gran crisis y no se entendía por qué la venta de los productos de belleza no bajaron, sino que se incrementaron. Las mujeres entienden que la cosmetología les sirve incluso para mantener el trabajo. Hay una concepción de la mujer con respecto a su estado, a su belleza, tiene que sacar provecho de lo que tenga, sea lo que sea.
MARISTAIN: No puede elegir a los protagonistas de su novela, pero, ¿le han gustado unos más que otros, tiene un elenco favorito?
BARRERA: No, hay una de un elenco que me agradó, y que por cierto está en una telenovela venezolana, Gaby Espino, que es una mujer que me parece muy bella. Ahora hay una señora que se llama Ana Karina Manco que tiene una belleza atípica. Las protagonistas de telenovela tienen cosas tan diferentes, porque la televisión tiene esta cosa que hay mujeres que a lo mejor no son tan espectaculares, pero tienen un ángel que produce cosas en el espectador. También están esas protagonistas que están tan buenas que producen envidia y rabia en las mujeres ¿no? (risas).
MARISTAIN: ¿Es un tópico escribir telenovelas, tiene que seguir un modelo en el que pone al héroe, a la mala, a la buena...? Brasil ha hecho una cosa maravillosa con las telenovelas.
BARRERA: Claro, pero Brasil trabaja sólo para sus medios y desde hace muchos años acostumbraron a su mercado.
MARISTAIN: Recuerdo una, no sé si la recordará, Vale todo, era buenísima.
BARRERA: Claro, cómo no, después los mexicanos hicieron una versión, pero no les resultó. Vale todo era sensacional, inteligentísima.
MARISTAIN: Sí, qué bien hecha que estaba, con actores de cine, de teatro...¿No ve esa experiencia como aprovechable?
BARRERA: Lo que pasa es que es muy raro porque Brasil tiene una industria tan poderosa, un mercado cerrado sobre ellos, una actuación que es fabulosa, unas historias redondas, en fin, todo es extraordinario. En América Latina se decía que esas historias brasileñas, cuando las pasaban traducidas, sólo las veía la clase media.
MARISTAIN: La más o menos ilustrada, pero además porque en las telenovelas y perdón por la grosería, cogen. En los culebrones venezolanos y mexicanos no (risas)
BARRERA: Cogen una sola vez y para quedar embarazada, todo el sexo tiene sentido para la maternidad (risas). La pobre mujer está condenada a eso y no puede desear a nadie más, es una cosa como muy loca y sólo ocurre en las telenovelas.
MARISTAIN: Claro, por eso después escribe un cuento como el de Los Perros para Playboy.
BARRERA: Claro.
MARISTAIN: ¿Cómo surgió ese cuento?
BARRERA: De la imagen mía entrando a un ascensor. Tiene algo de autobiográfico porque no me gustan los perros, me parece animales sin orgullo.
MARISTAIN: Los gatos le gustan más...
BARRERA: Sí, no sé, quizá en realidad no soy de mascotas.
MARISTAIN: ¿Cómo escribe, tiene alguna disciplina?
BARRERA: Sí, hay que tener cierta disciplina. Empiezo muy temprano, tengo un estudio en mi casa de Caracas y ahí me encierro, si es posible todo el día, desde las cuatro y media o cinco de la mañana, hasta las ocho y media que es cuando me llega el momentum para la construcción literaria y no sé qué, y luego trato de juntar lo demás como si fuera un horario de trabajo. Trato de organizarme, incluso, para hacerme un tiempo para la lectura. Yo creo que estamos tan llenos de información todo el tiempo que si no empezamos a buscar nuestros horario de lectura de literatura, nos va a invadir la información porque siempre habrá cosas más interesantes en China y vamos a dejar de leer literatura.
MARISTAIN: ¿Qué es lo más interesante que ha leído últimamente?
BARRERA: He estado hablando de Sergei Dovlatov, un escritor ruso que me interesa. Lo descubrí en una revista y después fui pescando sus libros.
MARISTAIN: ¿Hay traducción?
BARRERA: Aquí sí hay. Murió en el ochenta y pico en Nueva York, pudo salir de Rusia y pasó sus últimos 10 años allá como periodista y publicó sus novelas por entregas. Ya salió en español El compromiso, La maleta y Los nuestros. Es una visión cruda, pero llena de humor sobre los enigmas de la Unión Soviética. Haruki Murakami me interesa también, aunque con Kafka en la orilla tuve el problema del gato que habla, eso me produjo corto circuito de inmediato. Creo que no puedo con este tipo de ciencia ficción.
MARISTAIN: No sé si esté angustiado pero yo si quiero que lo esté un poco, ¿tiene expectativa de otra novela tan cerradita, tan armadita, tan redondita como La enfermedad?
BARRERA: Trato de no pensar en ello porque siento que tengo que tener un estado de ánimo que no me paralice, ahí es que va a salir la novela. Tengo unas cosas a las que voy y vuelvo para escribir, tengo el tema, tengo la historia, sé que está dando vueltas, pero no sé si será tan cerradita, pero sí quiero que quede lo mejor posible.
MARISTAIN: Ahora, usted que escribe poesía, ¿no le tortura la idea de tener que estructurar más que escribir?
BARRERA: Claro. Voy mucho hacia adentro para saber bien qué siento, cómo ponerlo, y esto no voy a escribirlo así hasta que no lo tenga claro...
MARISTAIN: La escritura automática, como la de los surrealistas, no es lo suyo...
BARRERA: No, sí sé que en la escritura hay cosas que se deben tener de renglón y que te ayudan mucho, pero también necesito una especie de seguridad en ese proceso donde digo ‘ah, por aquí está’. Como si la estuviera escribiendo mentalmente, como si siguiera un proceso oral previo a la escritura que se va a enriquecer posteriormente, pero que te ayuda a tener ese sistema más o menos ordenado.
MARISTAIN: Algo que me gustó mucho de la novela es como hay tanto frases definitivas como definitorias. Pequeñas máximas que te hacen volver a leerlas y con las que se puede sacar como una especie de glosario. Me gustó mucho como una técnica recurrente en el transcurso de la narración que te recuerda una obra literaria. ¿Lo planeó así?
BARRERA: No, creo que fue pasándome porque fue saliendo y fui encontrando yo mismo esas frases que me fueron gustando y, que después en la revisión, sentí que si esa frase apareciera o aconteciera, traería un momento...
MARISTAIN: Claro, como cosas que se pueden extraer...
BARRERA: ....y que de alguna manera te llevaban a parar para detenerte un momento a pensar sobre eso.
MARISTAIN: Sí, yo creo que eso es lo que hace tan buena a la novela porque transcurre como si alguien externo te la estuviera contando y de pronto aparecen estas frases que hacen la lectura muy viva.
BARRERA: A mí me encanta la idea de decir eso que acabas de decir tú, que estamos en esta narración, pero esto puede tener un momento en que es otra cosa, algo que llamamos literatura o no sé qué...
MARISTAIN: Claro y también que sea posible, yo no estoy tan segura, que ‘el mar no tenga memoria’, por ejemplo...(risas)
BARRERA: Es verdad (risas), suena bien pero vamos...
MARISTAIN: ¿El próximo tema es tan claro como La enfermedad, se le presentó así?
BARRERA: Estoy en algo que tiene que ver con la televisión en la que llevo 20 años.
MARISTAIN: Lo escribirá para seguir cosechándose enemigos...
BARRERA: (risas) Puede ser, exacto. Ya quiero investigar la industria...
MARISTAIN: ¿Va a revelar cosas?
BARRERA: No sé, no creo...Bueno, experiencias y muchas cosas que tienen que ver con eso, quisiera mezclar varias cosas...
MARISTAIN: Conoce a los bichos que transitan ese zoológico. Sabe cómo caminan, cómo hablan...
BARRERA: Sí, quizá yo también sea uno de esos bichos...
MARISTAIN: ¿La literatura lo ha hecho más feliz o más infeliz?
BARRERA: Más feliz, la verdad. La literatura me hace feliz de verdad, creo que además no podría pensar en este mundo sin esa posibilidad de la literatura, es la forma para organizar eso: la felicidad, la curiosidad, la desesperación, el dolor...la vida.
MARISTAIN: ¿Quién es su primer lector? La esposa, el padre...
BARRERA: Cristina, mi esposa.
MARISTAIN: ¿Es crítica?
BARRERA: Yo creo que sí, aunque siempre desconfío, siempre le pido que lo lea sin piedad, sin pudor, destrúyelo, le digo. (risas).
MARISTAIN: ¿Corrige mucho?
BARRERA: Sí, creo profundamente en la corrección, creo que ése es el método...
MARISTAIN: Pero, ¿la corrección a veces no es un salto al vacío? Borges decía esa cosa de que no se puede parar de corregir, es como una adicción...
BARRERA: Claro, por eso creo que los editores tienen que ser crueles. Un editor tiene que quitarle el libro a uno de las manos en algún momento, darnos un golpe en la cabeza y decir ‘ya’. Es un vicio espantoso, porque la mente cree que puedes mejorarlo pero también puedes arruinarlo. Hay momentos en que se tiene que parar el libro y, posiblemente, el escritor no es el mejor para saberlo. Por eso son buenos los editores y los concursos; ayudan a muchos escritores a decir ‘cierra el libro’.
MARISTAIN: ¿Se siente bien con la cantidad de letras que ha escrito, se siente suficientemente prolífico?
BARRERA: Creo que me gustaría escribir más, aunque con el tiempo he descubierto que eso de vivir de la escritura, no sé si es tan bueno, porque escribo tanto en televisión, o tanto periodismo, que a veces digo, ‘oye, quizás si yo trabajara en una heladería o en un banco y llegara en la noche sólo a escribir literatura estaría mejor”. También me lo reclamo un poco.
MARISTAIN: Yo creo que también deberían publicarle un libro de cuentos. De cuentos no hay nada...
BARRERA: Sí, es más, ahí está la paradoja latinoamericana porque somos un continente de cuentistas. Los grandes escritores fueron cuentistas, Cortázar, Borges, Arreola... Estamos fundados en el cuento y resulta que los editores dicen que el cuento no vende.

ENTREVISTA A ELENA PONIATOWSKA



Las cosas nunca suelen ser lo que aparentan; sobre todo pierden su efecto visual cuando se relacionan con Elena Poniatowska, escritora y periodista nacida en París el 19 de mayo de 1932 y renacida en México cuando, en 1953 y en México, la patria que adoptó para su contento y sus desvelos, decidió dedicarse de lleno a narrar las circunstancias políticas y sociales que la circundaban.
A los 75 años, la autora de La noche de Tlatelolco (1971), la señera crónica sobre la matanza del 2 de octubre de 1968 en México o de Tinísima, la entrañable novela dedicada a la fotógrafa italiana Tina Modotti, es una intelectual incansable, reciente ganadora del prestigioso premio literario Rómulo Gallegos por su novela El tren pasa (Alfaguara, 2006), basada en el movimiento ferrocarrilero mexicano de 1959.
Sin embargo, con su traje sastre azul, la melena blanca y unos ojos verdes que no han perdido la chispa de la primera juventud, cruzada de manos sobre un sillón naranja, parece una anciana venerable que dedicara tardes enteras a cocer pasteles de chocolate.
Estamos en Chimalistac (voz náhuatl que significa Lugar de escudos blancos), una barriada exclusiva y pintoresca al sur del Distrito Federal. A espaldas de la librería Gandhi, la más grande de la capital mexicana, en una tarde gris, una de tantas en la larga temporada de lluvias (de mayo a octubre) que a asola a la metrópolis más poblada del mundo.
Elena baja de la escalera hacia una sala llena de libros, fotografías, cuadros y carpetas tejidas al crochet. Desde afuera llega el poderoso ruido del silencio, exotismo en una urbe sonoramente contaminada, fruto de un pequeño territorio de no más de 50 casas espectaculares que ocupan la zona.
La autora de La piel del cielo (primer premio Alfaguara de novela 2001) parece cansada. Una gripe inesperada la tiene a mal traer desde hace días, que son los dedicados a las entrevistas para promover Amanecer en el Zócalo, los 50 días que confrontaron a México (Planeta, 2007), la descripción épica de la resistencia civil de izquierda acontecida luego de las dudosas elecciones llevadas a cabo en México en julio del 2006.
Escrito a manera de diario, el trabajo de Poniatowska, que como decía Octavio Paz “domina el arte de escuchar”, fue calificado de “emocionante” por su amigo, colega y compatriota Carlos Monsiváis y de “producto editorial, apresuradamente escrito, torpemente armado” por el crítico Rafael Lemus en la prestigiosa revista Letras Libres.
Entre ambas consideraciones, la historia del plantón de militantes de izquierda en la principal plaza de la ciudad, convocados por los políticos que perdieron en un presunto fraude frente al conservador Felipe Calderón, a la sazón el actual mandatario azteca, es todo menos un informe político.
Sin análisis profundo de la realidad, sin objetividad, con voluntarismo, en el libro se cuelan frases como “No estás solo, no estás solo, no estás solo” (vocativo dedicado al ex candidato izquierdista Andrés Manuel López Obrador) o “La lluvia no cesa. Llueve sobre la ciudad como llueve en mi corazón. Llora mi corazón, la lluvia es su llanto”, que reflejan la frustración y la tristeza con que Poniatowska parece haberlo escrito.
El escasísimo 0,58 % de diferencia en el resultado electoral que separó a los dos principales candidatos a la presidencia mexicana no se explica en esta obra con perfume a esos libros que en la década del 70 en nuestro país, traducía del ruso el PC argentino. En esos libros coloridos y muy buen encuadernados, el realismo socialista más dogmático y menos aficionado a la literatura por cierto, hacía transcurrir una actualidad sin matices, un mundo en blanco y negro, de buenos y malos gruesamente diseñados.
La cronista de La noche de Tlatelolco parece haber perdido aquella sutileza, ese tono agudo para describir una realidad tan compleja como la mexicana desde la posición de los más castigados. En el fin del círculo, como ella misma llama al recorrido de su larga y fructífera vida, Elena Poniatowska, ostenta la voluntad casi ingenua de sentirse arropada por una forma de ver la vida sin fisuras ni contradicciones.
En el tú a tú, la emblemática autora es una señora simpatiquísima, que contesta a la pregunta con preguntas, que se desvive por conocer las circunstancias personales de la cronista y que despliega su curiosidad con un encanto irresistible, ofreciendo torta de chocolate y hablando con pasión de sus diez amados nietos.

La entrevista

¿Escribir es una voluntad de estar atado al mundo?
Bueno es una voluntad de pertenecer también, ¿no?. Yo pertenecí a una familia donde, bueno, no pertenecí. Mi familia era mexicana, pero vivió en Francia durante tres generaciones, el apellido de mi padre Poniatowska es polaco y se fueron a Francia, después de Catalina la Grande, Emperatriz de Rusia, entonces la idea inconsciente creo, era pertenecer.

¿Tuvo en algún momento miedo de no poder escribir por razones ajenas a su propio control?.
Lo tengo ahora, sí. Ahora con la edad pienso que me cuesta mas trabajo ser crítica, me han pegado mucho. Entonces a medida que avanza el tiempo en vez de ganar seguridad, la pierdo.

¿Este “haberle pegado mucho”, tiene que ver con cierta subestimación? ¿El no estar todavía en lo que se considerarla gran patria de las letras mexicana?
Bueno, creo que está mucho más ligado a mi oficio de periodista. Soy periodista desde 1953; también se debe al rechazo que se le tiene a la mujer, salvo Sor Juana Inés de la Cruz, es difícil que en México se le reconozca a una mujer. Desde luego, Rosario Castellanos, Elena Garro, fueron muy ostracizadas (sic) en su tierra.

Ahora hay una recuperación de la literatura de Rosario Castellanos.
Ahora que está muerta se recupera. Por lo visto, lo que vale es estar muerto. Y luego lo mismo con Laura Esquivel, y su novela Como agua para chocolate, bueno se ensañaron como fieras con ella.

Como lectora, creo hay cierta literatura escrita por mujeres, por caso Laura Esquivel, que carecía de ese elemento para considerarla como buena literatura.
¿Cuál es el elemento?

Una literatura más rigurosa, menos atada a los tópicos de cosas que tienen que ver con cierta cultura mexicana, por ahí más artificial.
Yo se lo digo a usted, pero no para que lo diga. Yo no considero que Laura Esquivel sea una buena escritora, dio en el clavo con una novela, pero yo no lo quiero decir, porque si las mujeres empezamos a pegarnos, pues es lo más horrible que puede haber. Estoy en contra es eso.

¿Es clara esta posición de ser mujer frente al mundo para todas las cosas que usted hace Elena?.
Sí, claro. Siempre me están recordando que soy mujer. Además, tengo todo para que me lo recuerden, soy pequeña, ya tengo el pelo blanco, tengo 75 años.
Sin embargo, los últimos años han sido de reconocimiento a sus novelas. A pesar de afirmar que le han pegado mucho.
Hay de las dos cosas, pero estoy acostumbrada al ensañamiento porque soy periodista desde que tenía 21 años. Imagínese usted, ya son muchos años ya me acostumbré. Pero quizás pierde uno fuerza, aunque espero no perderla. Como mi madre, que no la perdió cuando se le murió un hijo a los 21 años, el único hijo hombre.

Este libro Amanecer en el Zócalo tiene un aire virginal. Parece un escrito de alguien muy joven, a veces muy ingenuo.
Qué bueno que me lo dice. Es verdad que soy ingenua. Lo admito.

¿Todo lo que dice respecto al plantón, es visto por usted hoy de la misma manera? ¿Con esa mirada de confianza?
E.P.: Sí. Yo tengo esa mirada. Y claro que siempre me llevo muchas decepciones.

¿Que le diría usted hoy a Andrés Manuel López Obrador, si tuviera que tomar el té con él?.
Bueno, yo no tomo el té con él. Pero yo sí puedo decirle que creo que es un hombre honrado.

Pero, ¿qué cosas le diría hoy con este México actual, con un gobierno que mal que mal se legitima con acciones concretas?.
Yo creo que Andrés Manuel le hace un bien al país al denunciar la corrupción, al denunciar la mala política, al poner en el tapete de las discusiones a los pobres, al buscar una nueva forma de enfrentar problemas.

¿Piensa como dice el libro que no es un gran estadista?
Si se le da la oportunidad, puede llegar a ser un gran estadista. Creo que es lo mejor que nos ha tocado en años desde Lázaro Cárdenas.

¿Y cómo está hoy México para usted?
Y bueno, como dicen todos, es muy triste lo que sucede, se ha ahondado la brecha y no se puede cerrar, dentro de la misma izquierda también hay desuniones, me parece triste que las generaciones futuras no hayan encontrado un lenguaje común. Creo que es importante decirle a la izquierda que no han encontrado el camino, que no hay interlocutores entre sí verdaderos, que no se saben dar las respuestas. La unión hace muchísima falta.

Hablando de mujeres, ¿usted cree que Rosario Robles, la ex alcaldesa de izquierdas, estuvo a punto de ser una candidata importante? ¿Le vio cerca de esa posición ahora que hay una tendencia clara de la mujer en el gobierno?
Yo no quiero hablar de Rosario. Pienso que tuvo la oportunidad espléndida de una mujer que llega al poder, pero no lo quiero decir en la entrevista porque a mí no me toca ser juez. Y cada vez lo voy a hacer menos, estoy segura, pienso, que al meter a su amante en la política le hizo mucho daño al país, no sólo a ella misma. Debía pensar menos en su propio placer. Me han pedido veinte veces que hable mal de Rosario y no quiero hacerlo, también me han pedido que hable mal de Laura Esquivel y me parece muy pinche. Si las mujeres nos empezamos a batir las unas a las otras dónde vamos a llegar.

Hablemos de libros, usted que los escribe y los lee, con el mito de que cada mexicano lee un libro o medio por año, ¿vio alguna vez una transformación en positivo?.
No es cierto. Los mexicanos sí leen. Lo puedo ver por mi propio libro La Noche de Tlatelolco que se sigue vendiendo a través de los años. Y hoy mismo le mandé un libro a alguien porque me dijo: ¡Ay, no lo leí! Siempre se lo menciona. Yo creo que debería leerse mucho más, la televisión debería promover la lectura, canales como el 22 o el 11, que son culturales podrían hacerlo, hacer mucho más énfasis en la lectura. Pero, de todos modos, siento que no hay un público como lo habría en Argentina o en Europa. Pero, incluso en Monterrey en una Feria del Libro que se hizo, el libro de García Márquez Memorias de mis putas tristes se vendía a uno por minuto.

¿Hace mucho que no va a Argentina? ¿Estuvo en la Feria del libro en Buenos Aires?
Hace mucho que no voy. Si estuve, me invito Marta Sánchez, que es lindísima. Estuve también con Luis Gregorich.

¿Lee más de lo que escribe o escribe más de lo que lee?
Pues escribo mucho, porque sigo haciendo mucho periodismo, pero quisiera dedicarme nada más a los libros. Ahora siento que se me acerca más el fin y quisiera poner orden en todos mis papeles, no soy organizada, me faltan muchos materiales. Mis hijos no van a querer todo lo que hay aquí, no los puedo abrumar, en la vida moderna de los jóvenes no hay cabida para los libros, entonces, quiero organizar, recuperar. Tengo muchísimas libretas en los que hay cuentos poemas y quisiera ver de qué se trata. Y quisiera donar, porque si yo me muriera ahora les dejaría un gran problema.

¿Escribiría sus memorias, por dónde empezaría a contarlas?
Yo he puesto mucho de mí en las novelas, entonces creo que puedo seguir haciéndolo en novelas. Uno va poniendo cachitos de lo que uno vive. De lo que uno experimenta.

¿Pero el género mismo que es narrar la propia experiencia no le apetece?.
Pues quizás sí lo hago. Amanecer en el Zócalo ya es más personalista. En La noche de Tlatelolco no aparezco, pero aquí sí quise hacer como un diario para que no se le parezca a “La noche…”

Muchos creen no aceptan como un gobierno legítimo al de Felipe Calderón, y aún así, algunos creen que nunca hubo elecciones legítimas en México.
Yo creo que se eligió democráticamente a Fox, él si ganó la elección. De ahí la alegría del triunfo y después de decepción de encontrarnos con un presidente que hacía mal las cosas.

¿Cree que la percepción popular sigue siendo que este es un gobierno ilegítimo?
Bueno para mí, sigue siendo un gobierno ilegítimo.

¿Cuál es su rutina en torno a la escritura?.
Bueno, soy una mujer ama de casa. Tengo diez nietos, acaban de estar tres de ellos y había que hacer todo lo que tiene que hacer una ama de casa, ir al supermercado, pulir las lámparas, hacer el desayuno, hacer la comida, hacer la cena. Y me gusta mucho hacer eso. Y pienso que debía hacerlo más cuando mis hijos eran pequeños, en vez de apasionarme con la escritura.

¿Fue la escritura su gran pasión o fue el periodismo?.
Creo que fue el afán de saber, de participar , el afán de pertenecer y también el afán de ser querido.

¿Y qué historias se quedaron en el camino?.
Bueno, hay muchas. Como entrevistas que no hice, por ejemplo me hubiera gustado entrevistar a Nelson Mandela, me hubiera gustado entrevistar a Dr. Atl (seudónimo del pintor mexicano Gerardo Murillo) que me vino a buscar a la casa.

¿Qué quería el Dr. Atl?
Bueno, vino por amable, supongo que habría escuchado hablar de mí y me quería saludar, conocer. Yo no lo fui a buscar y esperé y después murió. Hay muchas cosas que no he hecho. He trabajado mucho, la cantidad de volúmenes y volúmenes de entrevistas, algunas muy inútiles que me ha mandado a hacer claro, el jefe de redacción.

¿Cuál es la entrevista inútil?
Como era mujer, me mandaban a hacer notas de consejos de belleza, de moda, crónicas de bodas. A mí eso no me interesaba.

¿El trabajo de escribir sobre lo que pide un jefe de redacción, era bien remunerado?
No, era fatal. En el periodismo no ganas nada, incluso ahora.

¿Que cosa le ha molestado más de lo que ha pasado en torno a Andrés Manuel López Obrador?
Me molesta el fraude, pero es absurdo decirlo. Me molesta que se haya perdido la oportunidad de un cambio, de ver cómo lo haría la izquierda, la oportunidad para muchos mexicanos de tener mejor educación, mejor salud, la oportunidad de frenar a quienes hacen fortuna. Me duele mucho.

¿Y cómo ve al gobierno de izquierdas de la ciudad que ganó con un 47%?
Lo veo bien, a Marcelo Ebrard, siento que está trabajando con alegría, un poco con una sonrisa. Esto de las playas y poner a los mexicanos a asolearse en las plazas públicas me parece un acierto. Ponerlos a andar en bicicleta me parece un acierto. Él es muy agradable.

¿Y no ha sido un acierto la recuperación de las relaciones internacionales con países como Venezuela, Cuba, establecidas por el gobierno nacional de Felipe Calderón?
Yo creo que sí, pero todavía no se recupera del todo. Fue un gran desacierto de Fox el decirle a (Fidel) Castro: “Comes y te vas”. Y un gran desacierto su política con los emigrantes también, su estilo personal de gobernar, y un gran desacierto suyo en las elecciones del 2006, ahí es culpable

¿Aquí ve posible los escraches que se hacen Argentina?
Pues (la actriz y directora teatral) Jesusa Rodríguez inició uno en contra de (ex presidente) Echeverría en su casa de san Jerónimo con (la militante de los derechos humanos) Rosario Ibarra de Piedra; fueron a tirar cubetas de pintura roja en su casa e hicieron un pequeño mitin. Jesusa es una mujer muy valiente, muy extraordinaria.

¿A quién escracharía usted?
Tendría que forzar mi carácter para responderle, incluso para que se me ocurriera hacerlo. Porque tengo más tendencia al masoquismo. Escribir en la soledad de mi cuarto, es algo que yo puedo hacer, pero organizar un acto en contra de alguien, darle una cachetada a alguien, me es absolutamente imposible. Supongo que eso se debe a mi formación y también al peso de la religión sobre mis hombros, pero sobre todo por mi formación. Yo tuve una educación muy severa y todavía me fijo en el cómo, no me imagino, no me veo a mí misma cometiendo cualquier acto de agresión. Seguramente, lo puedo hacer en la soledad de mi escritura.

¿El que aquí, en México, exista el hombre más rico del mundo (Carlos Slim) tiene que ver con que hay demasiada gente pobre?
Bueno, fíjese, si yo no tuviera una persona que me ayudara, que está en la cocina, que me ayuda a hacer la cama, que me ayude en la casa, me sería mucho más difícil hacer este trabajo que yo hago. Si viviera en los Estados Unidos o en Europa, me sería imposible, no podría pagar el servicio doméstico. En México, aplastamos a otro que tiene alguna necesidad para lograr lo que queremos. En los Estados Unidos, un plomero gana mucho más que yo, tengo una amiga norteamericana que le paga 120 dólares a la muchacha que va a limpiar su casa cuatro horas por semana. Es un sistema, el mexicano, del que somos cómplices, un sistema injusto.

¿Esta escritura de la soledad de la que habla, ha encontrado que sea coherente con lo que piensa?. ¿Nunca ha dicho esto que escribí no esta bien en términos conceptuales?
No, yo creo que no. Para mí lo que ha sido difícil es oscilar entre una clase social y otra. Salir de un mundo y meterme a otro. Porque meterme a otro implicó el rechazo del primer mundo, fui del primer mundo al tercero. El primer mundo me condenó, incluso mi familia. Entonces mi mamá decía que la vida es un círculo, que la vida acaba como empezó, y como ya estoy al final del círculo entonces pienso: ¡Qué va a pasar! A lo mejor ya no voy a querer abrazar al drogadicto en la estación de La Tasqueña, voy a pensar que apesta. Todavía no me ha pasado, pero estoy pensando en ello y nunca lo había hecho. He sido gente una persona muy lanzada, muy inconsciente.

¿Es usted también una persona insegura?
Siempre fui insegura y siempre fui en el fondo, tímida. Todo era vencer la timidez, y ahora vuelvo a eso, a vencer la timidez. A mí me enseñaron que los niños no hablan en la mesa, entonces yo no hablé hasta muy tarde. Yo fui a muchos retiros en que se comía en silencio, porque tuve una educación religiosa muy católica. Entonces me cuesta trabajo manifestarme.

¿Tiene algo de conciencia sobre el papel que ocupa en los jóvenes que escriben que se inician su carrera periodística?, ¿Se lo hacen notar, se le acercan?.
Yo tengo algo de conciencia del afecto de los jóvenes a partir de La noche de Tlatelolco, pero yo nunca me he visto como una escritora sino como una periodista, entonces estoy pensando en lo que voy a escuchar y lo que voy a observar de la personalidad de los demás, no pienso en el efecto que voy a producir en ellos. La costumbre de observar no se va más. Bueno, a lo mejor a los 75 años uno puede cambiar, uno puede morir con la actitud que quiere tener. Morir con un rostro con el cual esté de acuerdo. Mi mamá murió así y mi abuela, también entonces no quisiera romper la tradición.

¿En este momento, que como dice se cierra el círculo, de los ausentes en quién piensa más?
En mi mami. Creo que fue extraordinariamente valiente y yo he estado corriendo por montes salvando a los demás que no me di cuenta. Y es una de las cosas que más me duele.

¿Era una mujer dulce como usted?
Era una mujer bellísima, era tímida también y extremadamente preocupada por sus hijos. Yo quiero demostrar mi cariño, ser así, como era ella.

¿Sus hijos son lo que usted hubiera querido de ellos?
Sí. Son muy buenos, desprendidos. Muy dispuestos a dar a los demás, tienen carreras, les gustan los árboles, son buenos con los animales, tienen perros y gatos.

¿Son sus lectores?
Poco. Yo no lo sé, quizás han leído un libro, pero no lo sé. Me parece espantoso, pesarles, imponerles. Nunca les pregunto si han leído algo o no. Creo que cuando me muera leerán algo para saber, pero ahora es como un trabajo, hablamos de cosas generales.

¿Y en la relación con su hija, cree que hay cosas parecidas a las que usted tenía con su mamá?
Sí, yo siento que mi hija es muy noble, muy agradecida. Mis hijos son gente de primera, porque no viven para ellos mismos o para estupideces como para un coche o una casa. Ellos viven para los demás. Cada uno tiene tres hijos, uno murió pero siempre lo menciono. Mis nietos, cada uno tiene su personalidad, no viven acá, yo les quisiera dar más tiempo. Para mí es más fácil relacionarme con los que puedo platicar que con los más chico.

¿Es La noche de Tlatelolco su mejor libro?
No. El mejor libro es el que voy a hacer, porque si no ya no escribiría.

¿Está entre los que más satisfacciones le ha dado?
Me ha dado la cercanía de los jóvenes, que es un gran regalo, pero el mejor es el que planeo o el que inicio.

¿Y cuál es el que planea ahora?
Estoy trabajando en un libro sobre Francia. Cuando me inicié hice muchas entrevistas a franceses y viajé a París, entonces estoy trabajando en ello. Por respeto a mí misma, me dije no voy a dejar que todo se pierda, tanta entrega y tanto trabajo. Y luego que haya hecho esa limpieza de la que estoy hablando creo que me voy a sentar a hacer una novela o libros de cuentos. Pero ya no tanto periodismo.

¿Tiene una entrevista favorita?
Tengo especial simpatía por Luis Buñuel, porque fue muy cariñoso conmigo. El se acostaba a las siete de la noche. Me llamaba la muchacha de la leña, porque una vez que lo fui a ver hacía mucho frío en su casa y me dice: “es que no hay leña, no puedo prender la chimenea”; entonces, yo le llevaba leña cada quince días. Y cuando tocaba a su puerta decía: “¿Ya llegó la muchacha de la leña? ¿Ya llegó el lechero?”. Fuimos juntos a la cárcel y él siempre estaba preocupado por los presos, decía por qué no traje más cigarros. Yo me identifiqué muchísimo con él y Rosario Castellanos.

¿Cómo era ella?
Era muy frágil. Tenía una fragilidad que daban ganas de abrazarla. Escribí que andaba por la vida con una rosa buscando a quien entregársela, y creo que era un poco así. Y le fue muy mal en el amor. A Carlos Monsivais lo quiero muchísimo, pero nos vemos muy poco, yo no me atrevo a molestarlo, a llamarlo.

¿Usted fue feliz en el amor?
Sí. Dentro de mis limitaciones. Creo que uno nunca es totalmente feliz, nunca dura mucho, tampoco. Uno es feliz por ratitos como la canción que decía mi mamá de Cri-cri: “ahí en la fuente había un churrito se hacía grandote se hacía chiquito”. Así es la felicidad, a veces grande, a veces no existe.