jueves, 18 de octubre de 2007
ENTREVISTA A ELENA PONIATOWSKA
Las cosas nunca suelen ser lo que aparentan; sobre todo pierden su efecto visual cuando se relacionan con Elena Poniatowska, escritora y periodista nacida en París el 19 de mayo de 1932 y renacida en México cuando, en 1953 y en México, la patria que adoptó para su contento y sus desvelos, decidió dedicarse de lleno a narrar las circunstancias políticas y sociales que la circundaban.
A los 75 años, la autora de La noche de Tlatelolco (1971), la señera crónica sobre la matanza del 2 de octubre de 1968 en México o de Tinísima, la entrañable novela dedicada a la fotógrafa italiana Tina Modotti, es una intelectual incansable, reciente ganadora del prestigioso premio literario Rómulo Gallegos por su novela El tren pasa (Alfaguara, 2006), basada en el movimiento ferrocarrilero mexicano de 1959.
Sin embargo, con su traje sastre azul, la melena blanca y unos ojos verdes que no han perdido la chispa de la primera juventud, cruzada de manos sobre un sillón naranja, parece una anciana venerable que dedicara tardes enteras a cocer pasteles de chocolate.
Estamos en Chimalistac (voz náhuatl que significa Lugar de escudos blancos), una barriada exclusiva y pintoresca al sur del Distrito Federal. A espaldas de la librería Gandhi, la más grande de la capital mexicana, en una tarde gris, una de tantas en la larga temporada de lluvias (de mayo a octubre) que a asola a la metrópolis más poblada del mundo.
Elena baja de la escalera hacia una sala llena de libros, fotografías, cuadros y carpetas tejidas al crochet. Desde afuera llega el poderoso ruido del silencio, exotismo en una urbe sonoramente contaminada, fruto de un pequeño territorio de no más de 50 casas espectaculares que ocupan la zona.
La autora de La piel del cielo (primer premio Alfaguara de novela 2001) parece cansada. Una gripe inesperada la tiene a mal traer desde hace días, que son los dedicados a las entrevistas para promover Amanecer en el Zócalo, los 50 días que confrontaron a México (Planeta, 2007), la descripción épica de la resistencia civil de izquierda acontecida luego de las dudosas elecciones llevadas a cabo en México en julio del 2006.
Escrito a manera de diario, el trabajo de Poniatowska, que como decía Octavio Paz “domina el arte de escuchar”, fue calificado de “emocionante” por su amigo, colega y compatriota Carlos Monsiváis y de “producto editorial, apresuradamente escrito, torpemente armado” por el crítico Rafael Lemus en la prestigiosa revista Letras Libres.
Entre ambas consideraciones, la historia del plantón de militantes de izquierda en la principal plaza de la ciudad, convocados por los políticos que perdieron en un presunto fraude frente al conservador Felipe Calderón, a la sazón el actual mandatario azteca, es todo menos un informe político.
Sin análisis profundo de la realidad, sin objetividad, con voluntarismo, en el libro se cuelan frases como “No estás solo, no estás solo, no estás solo” (vocativo dedicado al ex candidato izquierdista Andrés Manuel López Obrador) o “La lluvia no cesa. Llueve sobre la ciudad como llueve en mi corazón. Llora mi corazón, la lluvia es su llanto”, que reflejan la frustración y la tristeza con que Poniatowska parece haberlo escrito.
El escasísimo 0,58 % de diferencia en el resultado electoral que separó a los dos principales candidatos a la presidencia mexicana no se explica en esta obra con perfume a esos libros que en la década del 70 en nuestro país, traducía del ruso el PC argentino. En esos libros coloridos y muy buen encuadernados, el realismo socialista más dogmático y menos aficionado a la literatura por cierto, hacía transcurrir una actualidad sin matices, un mundo en blanco y negro, de buenos y malos gruesamente diseñados.
La cronista de La noche de Tlatelolco parece haber perdido aquella sutileza, ese tono agudo para describir una realidad tan compleja como la mexicana desde la posición de los más castigados. En el fin del círculo, como ella misma llama al recorrido de su larga y fructífera vida, Elena Poniatowska, ostenta la voluntad casi ingenua de sentirse arropada por una forma de ver la vida sin fisuras ni contradicciones.
En el tú a tú, la emblemática autora es una señora simpatiquísima, que contesta a la pregunta con preguntas, que se desvive por conocer las circunstancias personales de la cronista y que despliega su curiosidad con un encanto irresistible, ofreciendo torta de chocolate y hablando con pasión de sus diez amados nietos.
La entrevista
¿Escribir es una voluntad de estar atado al mundo?
Bueno es una voluntad de pertenecer también, ¿no?. Yo pertenecí a una familia donde, bueno, no pertenecí. Mi familia era mexicana, pero vivió en Francia durante tres generaciones, el apellido de mi padre Poniatowska es polaco y se fueron a Francia, después de Catalina la Grande, Emperatriz de Rusia, entonces la idea inconsciente creo, era pertenecer.
¿Tuvo en algún momento miedo de no poder escribir por razones ajenas a su propio control?.
Lo tengo ahora, sí. Ahora con la edad pienso que me cuesta mas trabajo ser crítica, me han pegado mucho. Entonces a medida que avanza el tiempo en vez de ganar seguridad, la pierdo.
¿Este “haberle pegado mucho”, tiene que ver con cierta subestimación? ¿El no estar todavía en lo que se considerarla gran patria de las letras mexicana?
Bueno, creo que está mucho más ligado a mi oficio de periodista. Soy periodista desde 1953; también se debe al rechazo que se le tiene a la mujer, salvo Sor Juana Inés de la Cruz, es difícil que en México se le reconozca a una mujer. Desde luego, Rosario Castellanos, Elena Garro, fueron muy ostracizadas (sic) en su tierra.
Ahora hay una recuperación de la literatura de Rosario Castellanos.
Ahora que está muerta se recupera. Por lo visto, lo que vale es estar muerto. Y luego lo mismo con Laura Esquivel, y su novela Como agua para chocolate, bueno se ensañaron como fieras con ella.
Como lectora, creo hay cierta literatura escrita por mujeres, por caso Laura Esquivel, que carecía de ese elemento para considerarla como buena literatura.
¿Cuál es el elemento?
Una literatura más rigurosa, menos atada a los tópicos de cosas que tienen que ver con cierta cultura mexicana, por ahí más artificial.
Yo se lo digo a usted, pero no para que lo diga. Yo no considero que Laura Esquivel sea una buena escritora, dio en el clavo con una novela, pero yo no lo quiero decir, porque si las mujeres empezamos a pegarnos, pues es lo más horrible que puede haber. Estoy en contra es eso.
¿Es clara esta posición de ser mujer frente al mundo para todas las cosas que usted hace Elena?.
Sí, claro. Siempre me están recordando que soy mujer. Además, tengo todo para que me lo recuerden, soy pequeña, ya tengo el pelo blanco, tengo 75 años.
Sin embargo, los últimos años han sido de reconocimiento a sus novelas. A pesar de afirmar que le han pegado mucho.
Hay de las dos cosas, pero estoy acostumbrada al ensañamiento porque soy periodista desde que tenía 21 años. Imagínese usted, ya son muchos años ya me acostumbré. Pero quizás pierde uno fuerza, aunque espero no perderla. Como mi madre, que no la perdió cuando se le murió un hijo a los 21 años, el único hijo hombre.
Este libro Amanecer en el Zócalo tiene un aire virginal. Parece un escrito de alguien muy joven, a veces muy ingenuo.
Qué bueno que me lo dice. Es verdad que soy ingenua. Lo admito.
¿Todo lo que dice respecto al plantón, es visto por usted hoy de la misma manera? ¿Con esa mirada de confianza?
E.P.: Sí. Yo tengo esa mirada. Y claro que siempre me llevo muchas decepciones.
¿Que le diría usted hoy a Andrés Manuel López Obrador, si tuviera que tomar el té con él?.
Bueno, yo no tomo el té con él. Pero yo sí puedo decirle que creo que es un hombre honrado.
Pero, ¿qué cosas le diría hoy con este México actual, con un gobierno que mal que mal se legitima con acciones concretas?.
Yo creo que Andrés Manuel le hace un bien al país al denunciar la corrupción, al denunciar la mala política, al poner en el tapete de las discusiones a los pobres, al buscar una nueva forma de enfrentar problemas.
¿Piensa como dice el libro que no es un gran estadista?
Si se le da la oportunidad, puede llegar a ser un gran estadista. Creo que es lo mejor que nos ha tocado en años desde Lázaro Cárdenas.
¿Y cómo está hoy México para usted?
Y bueno, como dicen todos, es muy triste lo que sucede, se ha ahondado la brecha y no se puede cerrar, dentro de la misma izquierda también hay desuniones, me parece triste que las generaciones futuras no hayan encontrado un lenguaje común. Creo que es importante decirle a la izquierda que no han encontrado el camino, que no hay interlocutores entre sí verdaderos, que no se saben dar las respuestas. La unión hace muchísima falta.
Hablando de mujeres, ¿usted cree que Rosario Robles, la ex alcaldesa de izquierdas, estuvo a punto de ser una candidata importante? ¿Le vio cerca de esa posición ahora que hay una tendencia clara de la mujer en el gobierno?
Yo no quiero hablar de Rosario. Pienso que tuvo la oportunidad espléndida de una mujer que llega al poder, pero no lo quiero decir en la entrevista porque a mí no me toca ser juez. Y cada vez lo voy a hacer menos, estoy segura, pienso, que al meter a su amante en la política le hizo mucho daño al país, no sólo a ella misma. Debía pensar menos en su propio placer. Me han pedido veinte veces que hable mal de Rosario y no quiero hacerlo, también me han pedido que hable mal de Laura Esquivel y me parece muy pinche. Si las mujeres nos empezamos a batir las unas a las otras dónde vamos a llegar.
Hablemos de libros, usted que los escribe y los lee, con el mito de que cada mexicano lee un libro o medio por año, ¿vio alguna vez una transformación en positivo?.
No es cierto. Los mexicanos sí leen. Lo puedo ver por mi propio libro La Noche de Tlatelolco que se sigue vendiendo a través de los años. Y hoy mismo le mandé un libro a alguien porque me dijo: ¡Ay, no lo leí! Siempre se lo menciona. Yo creo que debería leerse mucho más, la televisión debería promover la lectura, canales como el 22 o el 11, que son culturales podrían hacerlo, hacer mucho más énfasis en la lectura. Pero, de todos modos, siento que no hay un público como lo habría en Argentina o en Europa. Pero, incluso en Monterrey en una Feria del Libro que se hizo, el libro de García Márquez Memorias de mis putas tristes se vendía a uno por minuto.
¿Hace mucho que no va a Argentina? ¿Estuvo en la Feria del libro en Buenos Aires?
Hace mucho que no voy. Si estuve, me invito Marta Sánchez, que es lindísima. Estuve también con Luis Gregorich.
¿Lee más de lo que escribe o escribe más de lo que lee?
Pues escribo mucho, porque sigo haciendo mucho periodismo, pero quisiera dedicarme nada más a los libros. Ahora siento que se me acerca más el fin y quisiera poner orden en todos mis papeles, no soy organizada, me faltan muchos materiales. Mis hijos no van a querer todo lo que hay aquí, no los puedo abrumar, en la vida moderna de los jóvenes no hay cabida para los libros, entonces, quiero organizar, recuperar. Tengo muchísimas libretas en los que hay cuentos poemas y quisiera ver de qué se trata. Y quisiera donar, porque si yo me muriera ahora les dejaría un gran problema.
¿Escribiría sus memorias, por dónde empezaría a contarlas?
Yo he puesto mucho de mí en las novelas, entonces creo que puedo seguir haciéndolo en novelas. Uno va poniendo cachitos de lo que uno vive. De lo que uno experimenta.
¿Pero el género mismo que es narrar la propia experiencia no le apetece?.
Pues quizás sí lo hago. Amanecer en el Zócalo ya es más personalista. En La noche de Tlatelolco no aparezco, pero aquí sí quise hacer como un diario para que no se le parezca a “La noche…”
Muchos creen no aceptan como un gobierno legítimo al de Felipe Calderón, y aún así, algunos creen que nunca hubo elecciones legítimas en México.
Yo creo que se eligió democráticamente a Fox, él si ganó la elección. De ahí la alegría del triunfo y después de decepción de encontrarnos con un presidente que hacía mal las cosas.
¿Cree que la percepción popular sigue siendo que este es un gobierno ilegítimo?
Bueno para mí, sigue siendo un gobierno ilegítimo.
¿Cuál es su rutina en torno a la escritura?.
Bueno, soy una mujer ama de casa. Tengo diez nietos, acaban de estar tres de ellos y había que hacer todo lo que tiene que hacer una ama de casa, ir al supermercado, pulir las lámparas, hacer el desayuno, hacer la comida, hacer la cena. Y me gusta mucho hacer eso. Y pienso que debía hacerlo más cuando mis hijos eran pequeños, en vez de apasionarme con la escritura.
¿Fue la escritura su gran pasión o fue el periodismo?.
Creo que fue el afán de saber, de participar , el afán de pertenecer y también el afán de ser querido.
¿Y qué historias se quedaron en el camino?.
Bueno, hay muchas. Como entrevistas que no hice, por ejemplo me hubiera gustado entrevistar a Nelson Mandela, me hubiera gustado entrevistar a Dr. Atl (seudónimo del pintor mexicano Gerardo Murillo) que me vino a buscar a la casa.
¿Qué quería el Dr. Atl?
Bueno, vino por amable, supongo que habría escuchado hablar de mí y me quería saludar, conocer. Yo no lo fui a buscar y esperé y después murió. Hay muchas cosas que no he hecho. He trabajado mucho, la cantidad de volúmenes y volúmenes de entrevistas, algunas muy inútiles que me ha mandado a hacer claro, el jefe de redacción.
¿Cuál es la entrevista inútil?
Como era mujer, me mandaban a hacer notas de consejos de belleza, de moda, crónicas de bodas. A mí eso no me interesaba.
¿El trabajo de escribir sobre lo que pide un jefe de redacción, era bien remunerado?
No, era fatal. En el periodismo no ganas nada, incluso ahora.
¿Que cosa le ha molestado más de lo que ha pasado en torno a Andrés Manuel López Obrador?
Me molesta el fraude, pero es absurdo decirlo. Me molesta que se haya perdido la oportunidad de un cambio, de ver cómo lo haría la izquierda, la oportunidad para muchos mexicanos de tener mejor educación, mejor salud, la oportunidad de frenar a quienes hacen fortuna. Me duele mucho.
¿Y cómo ve al gobierno de izquierdas de la ciudad que ganó con un 47%?
Lo veo bien, a Marcelo Ebrard, siento que está trabajando con alegría, un poco con una sonrisa. Esto de las playas y poner a los mexicanos a asolearse en las plazas públicas me parece un acierto. Ponerlos a andar en bicicleta me parece un acierto. Él es muy agradable.
¿Y no ha sido un acierto la recuperación de las relaciones internacionales con países como Venezuela, Cuba, establecidas por el gobierno nacional de Felipe Calderón?
Yo creo que sí, pero todavía no se recupera del todo. Fue un gran desacierto de Fox el decirle a (Fidel) Castro: “Comes y te vas”. Y un gran desacierto su política con los emigrantes también, su estilo personal de gobernar, y un gran desacierto suyo en las elecciones del 2006, ahí es culpable
¿Aquí ve posible los escraches que se hacen Argentina?
Pues (la actriz y directora teatral) Jesusa Rodríguez inició uno en contra de (ex presidente) Echeverría en su casa de san Jerónimo con (la militante de los derechos humanos) Rosario Ibarra de Piedra; fueron a tirar cubetas de pintura roja en su casa e hicieron un pequeño mitin. Jesusa es una mujer muy valiente, muy extraordinaria.
¿A quién escracharía usted?
Tendría que forzar mi carácter para responderle, incluso para que se me ocurriera hacerlo. Porque tengo más tendencia al masoquismo. Escribir en la soledad de mi cuarto, es algo que yo puedo hacer, pero organizar un acto en contra de alguien, darle una cachetada a alguien, me es absolutamente imposible. Supongo que eso se debe a mi formación y también al peso de la religión sobre mis hombros, pero sobre todo por mi formación. Yo tuve una educación muy severa y todavía me fijo en el cómo, no me imagino, no me veo a mí misma cometiendo cualquier acto de agresión. Seguramente, lo puedo hacer en la soledad de mi escritura.
¿El que aquí, en México, exista el hombre más rico del mundo (Carlos Slim) tiene que ver con que hay demasiada gente pobre?
Bueno, fíjese, si yo no tuviera una persona que me ayudara, que está en la cocina, que me ayuda a hacer la cama, que me ayude en la casa, me sería mucho más difícil hacer este trabajo que yo hago. Si viviera en los Estados Unidos o en Europa, me sería imposible, no podría pagar el servicio doméstico. En México, aplastamos a otro que tiene alguna necesidad para lograr lo que queremos. En los Estados Unidos, un plomero gana mucho más que yo, tengo una amiga norteamericana que le paga 120 dólares a la muchacha que va a limpiar su casa cuatro horas por semana. Es un sistema, el mexicano, del que somos cómplices, un sistema injusto.
¿Esta escritura de la soledad de la que habla, ha encontrado que sea coherente con lo que piensa?. ¿Nunca ha dicho esto que escribí no esta bien en términos conceptuales?
No, yo creo que no. Para mí lo que ha sido difícil es oscilar entre una clase social y otra. Salir de un mundo y meterme a otro. Porque meterme a otro implicó el rechazo del primer mundo, fui del primer mundo al tercero. El primer mundo me condenó, incluso mi familia. Entonces mi mamá decía que la vida es un círculo, que la vida acaba como empezó, y como ya estoy al final del círculo entonces pienso: ¡Qué va a pasar! A lo mejor ya no voy a querer abrazar al drogadicto en la estación de La Tasqueña, voy a pensar que apesta. Todavía no me ha pasado, pero estoy pensando en ello y nunca lo había hecho. He sido gente una persona muy lanzada, muy inconsciente.
¿Es usted también una persona insegura?
Siempre fui insegura y siempre fui en el fondo, tímida. Todo era vencer la timidez, y ahora vuelvo a eso, a vencer la timidez. A mí me enseñaron que los niños no hablan en la mesa, entonces yo no hablé hasta muy tarde. Yo fui a muchos retiros en que se comía en silencio, porque tuve una educación religiosa muy católica. Entonces me cuesta trabajo manifestarme.
¿Tiene algo de conciencia sobre el papel que ocupa en los jóvenes que escriben que se inician su carrera periodística?, ¿Se lo hacen notar, se le acercan?.
Yo tengo algo de conciencia del afecto de los jóvenes a partir de La noche de Tlatelolco, pero yo nunca me he visto como una escritora sino como una periodista, entonces estoy pensando en lo que voy a escuchar y lo que voy a observar de la personalidad de los demás, no pienso en el efecto que voy a producir en ellos. La costumbre de observar no se va más. Bueno, a lo mejor a los 75 años uno puede cambiar, uno puede morir con la actitud que quiere tener. Morir con un rostro con el cual esté de acuerdo. Mi mamá murió así y mi abuela, también entonces no quisiera romper la tradición.
¿En este momento, que como dice se cierra el círculo, de los ausentes en quién piensa más?
En mi mami. Creo que fue extraordinariamente valiente y yo he estado corriendo por montes salvando a los demás que no me di cuenta. Y es una de las cosas que más me duele.
¿Era una mujer dulce como usted?
Era una mujer bellísima, era tímida también y extremadamente preocupada por sus hijos. Yo quiero demostrar mi cariño, ser así, como era ella.
¿Sus hijos son lo que usted hubiera querido de ellos?
Sí. Son muy buenos, desprendidos. Muy dispuestos a dar a los demás, tienen carreras, les gustan los árboles, son buenos con los animales, tienen perros y gatos.
¿Son sus lectores?
Poco. Yo no lo sé, quizás han leído un libro, pero no lo sé. Me parece espantoso, pesarles, imponerles. Nunca les pregunto si han leído algo o no. Creo que cuando me muera leerán algo para saber, pero ahora es como un trabajo, hablamos de cosas generales.
¿Y en la relación con su hija, cree que hay cosas parecidas a las que usted tenía con su mamá?
Sí, yo siento que mi hija es muy noble, muy agradecida. Mis hijos son gente de primera, porque no viven para ellos mismos o para estupideces como para un coche o una casa. Ellos viven para los demás. Cada uno tiene tres hijos, uno murió pero siempre lo menciono. Mis nietos, cada uno tiene su personalidad, no viven acá, yo les quisiera dar más tiempo. Para mí es más fácil relacionarme con los que puedo platicar que con los más chico.
¿Es La noche de Tlatelolco su mejor libro?
No. El mejor libro es el que voy a hacer, porque si no ya no escribiría.
¿Está entre los que más satisfacciones le ha dado?
Me ha dado la cercanía de los jóvenes, que es un gran regalo, pero el mejor es el que planeo o el que inicio.
¿Y cuál es el que planea ahora?
Estoy trabajando en un libro sobre Francia. Cuando me inicié hice muchas entrevistas a franceses y viajé a París, entonces estoy trabajando en ello. Por respeto a mí misma, me dije no voy a dejar que todo se pierda, tanta entrega y tanto trabajo. Y luego que haya hecho esa limpieza de la que estoy hablando creo que me voy a sentar a hacer una novela o libros de cuentos. Pero ya no tanto periodismo.
¿Tiene una entrevista favorita?
Tengo especial simpatía por Luis Buñuel, porque fue muy cariñoso conmigo. El se acostaba a las siete de la noche. Me llamaba la muchacha de la leña, porque una vez que lo fui a ver hacía mucho frío en su casa y me dice: “es que no hay leña, no puedo prender la chimenea”; entonces, yo le llevaba leña cada quince días. Y cuando tocaba a su puerta decía: “¿Ya llegó la muchacha de la leña? ¿Ya llegó el lechero?”. Fuimos juntos a la cárcel y él siempre estaba preocupado por los presos, decía por qué no traje más cigarros. Yo me identifiqué muchísimo con él y Rosario Castellanos.
¿Cómo era ella?
Era muy frágil. Tenía una fragilidad que daban ganas de abrazarla. Escribí que andaba por la vida con una rosa buscando a quien entregársela, y creo que era un poco así. Y le fue muy mal en el amor. A Carlos Monsivais lo quiero muchísimo, pero nos vemos muy poco, yo no me atrevo a molestarlo, a llamarlo.
¿Usted fue feliz en el amor?
Sí. Dentro de mis limitaciones. Creo que uno nunca es totalmente feliz, nunca dura mucho, tampoco. Uno es feliz por ratitos como la canción que decía mi mamá de Cri-cri: “ahí en la fuente había un churrito se hacía grandote se hacía chiquito”. Así es la felicidad, a veces grande, a veces no existe.
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1 comentario:
Hey!!
Muy buenas entrevistas, tienes un estilo a la vez casual y muy profesional.
Me encantó eso de "nacida en Paris y renacida en México"... creo que es muy acertado plantearlo asi, de cierta manera tu renaciste en México y yo estoy renaciendo en China, no?
Un abrazototote desde la Perla de Oriente
Guillermo
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