jueves, 8 de marzo de 2007

EL CLUB DE LOS 100 LATINOS

A la desilusión, por su origen.
A Astor y Nora, nuestras hermosas criaturas sin pecado.
A Alejandro Márquez, que ya vio un cerdo de Pink Floyd volando sobre su cabeza.
Al lente-Totti, gran hacedor de sueños.

En un tiempo del mundo que a una gran mayoría nos ha hecho extranjera, ¿qué significa ser latino? ¿Es la latinidad un concepto moderno, una nueva línea de fuga hacia ese paraíso del poder consistente en fichar, marcar y clasificar las porciones de gente que habitan el gran planeta trágico?
- Pero yo soy latino, ¿apareceré en el libro?, fue lo primero que me dijo Staccioli cuando le propuse la confección de este nuevo y nuestro Club de los 100. No está mal: los nacidos en los 60 hemos todavía crecido sin la percepción de la tribu racial que el último muro (el de Buuushhhh) ha intentado perpetuar con la osadía criminal que desafortunadamente tenemos ya bien padecida. Tiene razón Andrea: después de todo él nació en la eterna y bella Roma, la ciudad europea cuna de la civilización latina.
Entonces, me gusta pensar en los latinos que pueblan este libro como en “los nuestros”, copiada esta idea de aquella pergeñada por Luis Harss en la obra de 1968 que dio cuenta del boom y lo limpió de sospechas editoriales espurias.
Los nuestros son los de acá, los vecinos, los que vimos crecer y hacerse hombres, en este caso jugadores de fútbol.
Sus historias, que distan mucho de parecerse a las de los cuentos de hadas, son en cierta medida parecidas a las nuestras, aunque ya quisiéramos nosotros tener un registro en el que los goles hechos superen a los recibidos.
En el medio de esto está el fútbol y atravesado por la única virtud que reconocemos propia: la pasión del fútbol según nosotros. Que no es mucho tal vez para la otredad, pero que en nuestro universo es lo que hay.
“Los Lennon y Mc Cartney del balompié”, me dijo un amigo hace unos días. Yo, que soy encantadora, sería Paul, le respondí. El cascarrabias de Staccioli no podría ser otro más que John.
Salvando las distancias, (que es lo que Andrea y yo tenemos muy bien salvado puesto que él vive en Italia y yo en México), en este cuarto libro que tuvimos a bien y mal terminar, siento que el “tano” y yo podemos ser más como Jagger y Richards: no nos importa mucho si está muy bien lo que hacemos, más bien lo hacemos porque no podemos dejar de hacerlo. Afortunadamente, cómplices no nos faltan y este es, a su vez, el tercer libro con Juan Roberto Presta, el entrañable amigo y mejor experto en fútbol que vive en Argentina. Estamos en la ruta, rocanroleando y estos no son los 100 mejores latinos del fútbol mundial, son nuestros 100 latinos, los que capturó el lente-Totti, investigó Juan y yo, bueno, no sé muy bien que hice, pero los encantadores no estamos obligados a dar demasiadas explicaciones. Hasta el próximo libro, que ya empezamos a imaginar, por cierto.