miércoles, 7 de enero de 2009

CESARIA ÉVORA Los sonidos del silencio



Nos gusta cuando calla, porque no está como ausente. Su voz, espesa y lírica como una manzana mordida es dueña, más que nada, de todos los silencios. Si hubiera que definir a la caboverdiana Cesaria Évora mediante una paráfrasis nerudiana, diríamos que ella es la canción desesperada. Nació en Mindelo, un pueblo pescador de la ex colonia portuguesa donde sufrió el racismo, cantó en bares de mala muerte y aprendió a andar descalza con sus pies anchos y firmes.
Cuenta la leyenda que cuando Amalia Rodríguez visitaba Cabo Verde, Cesaria la escuchaba desde afuera, prendida de un alambrado. No le estaba dado a los negros gozar de otra forma el vivo y en directo de la gran artista portuguesa.
Mujer de puerto, hija del mar, cumplirá los 60 años en el siglo XXI. En pleno delirio de “Guerra permanente” y terroristas afganos habitando las sombras de un mundo frío y desconcertante, ella seguirá cantando la morna, un género atizado por la melancolía y la “saudade”, que se hizo fuerte en este país de nueve islas, ubicado al noroeste de Senegal y en el que se habla nueve dialectos “creóles”, variedades lingüísticas heredadas del portugués colonizador.
Tenía 47 años cuando un joven productor francés, deslumbrado por su voz de tristeza, la llevó a París. Fueron los tiempos en que la leyenda comenzó a perfilarse como el cuento de una cenicienta morena. Francia la llamó “La diva de los pies desnudos”. Y en una revista española AJOBLANCO, donde ella ocupó la portada, el autor decía que Cesaria no podía encontrar zapatos a su medida y por eso arrastraba la pobreza caboverdiana con sus plantas paquidérmicas, a lo salvaje.
Contaba también que la primera vez que su benefactor galo la llevó a un hotel de lujo, se quedaba horas frente a los sanitarios y a las llaves del agua porque no sabía cómo usarlos.
Eso era en 1988, cuando el mundo se aprestaba a ver las estrellas en su cielo moreno y el rumor espeso de su voz imposible se pasaba de oído en oído, con la eficacia rotunda del boca en boca.
Se hablaba de una mujer gorda y fea. Decían que triunfaría a pesar de su rostro poco convencional, tan alejado de los estereotipos estéticos en boga. Las revistas de moda comenzaron a justificar la inclusión de los artículos referidos a Cesaria a partir de su estampa. Decían, casi literalmente: “es fea, es obesa, pero canta como los Dioses”.
En una entrevista televisiva que hoy resulta antológica, Caetano Veloso, el bahiano más cosmopolita de Brasil, reveló en 1991 que estaba escuchando a una tal Cesaria Évora, una caboverdiana que el público debería descubrir. Más tarde, el tiempo se encargó de juntarlos. Fue durante un concierto en Río que formó parte de la serie “Red-Hot”, hecho para recaudar fondos en beneficio de los enfermos por SIDA.
En el piano, el japonés Ryuichi Sakamoto, y en los micrófonos, Caetano y Cesaria, tan iguales, pero tan distintos.
Precisamente, Veloso participa en el último disco de ella, el octavo en su carrera, “Säo Vicente di longe”, y en el que también cantan junto a la diva el canario Pedro Guerra y la estadounidense Bonnie Rait.

La otra Diva

Desde que su arte tercermundista se ahogó como una piedra en el río de la rancia industria musical, aprendimos a conocer a otra Cesaria, una artista de registro perfecto, que comenzó a ser comparada con Edith Piaff y Billie Holiday y a formar parte de ese selecto grupo de artistas aclamados en todo el mundo.
Aprendimos, por ejemplo, a disfrutar de su belleza particular. Es gorda, cierto. Pero posee su cuerpo una armonía precisa que en el escenario regala movimientos lentos y sutiles, propios de una cosmovisión africana que deslinda toda relación de culpa con el físico.
Posee su rostro un gesto de dulzura proverbial en el que hasta su ojo desviado produce en simultáneo la sensación de la fragilidad más honda y el deseo irrefrenable de ser cobijado por su gesto diluido en cierta indiferencia escéptica e inabarcable.
Cesaria parece estar afuera de este mundo y muchas veces el silencio del que parece ser amiga íntima se despliega en forma de ironía inteligente. Sobre todo, cuando los medios occidentales que se empeñan en la corrección política a destajo y adoran las historias trágicas, hacen hincapié en sus carencias más que en su condición de artista dueña de un don casi sobrenatural.
“Es verdad, he sido pobre porque en Cabo Verde casi todo el mundo es pobre, pero viví siempre la vida como vino y no me arrepiento de nada”, ha dicho alguna vez.
- “¿Quién es Robert De Niro, un cantante?”, preguntó esta fan de Julio Iglesias cuando un cronista le comentó que el célebre actor neoyorquino había incluido música de Cesaria en su última película.
Y aunque ama a los cubanos y a los brasileños, “porque con ellos me entiendo como si fueran caboverdianos”, hizo un gesto de hombros levantados cuando en Buenos Aires alguien le preguntó qué había sentido al grabar “Café Atlántico” en el estudio de Silvio Rodríguez.
- “Nada en especial –respondió- A mí me llevaron allí, canté, hice lo mío, pero en realidad no tenía idea de dónde estaba”.
Goran Bregovic, el gran compositor croata, se dio el gusto de que Évora cantara un tema de su autoría en la maravillosa “Underground”, obra maestra desatada de Emir Kusturica.
Pero no la deslumbran a Cesaria las cosas que suelen deslumbrarnos. Que si alguien le hace referencias al mar, dice: “Normal, mi música es de isla, el mar es el recurso comercial exclusivo de Cabo Verde”.
Y claro que le gusta grabar con Compay Segundo y cada vez que puede se deshace en elogios hacia la brasileña Marisa Monte, ex novia de David Byrne, una de las artistas más personales del país sudamericano. Pero a ella más le gusta fumar, comer los banquetes que prepara su madre, una ilustre cocinera de Cabo Verde, y andar por su isla a bordo de un Ford azul con chofer en el que cultiva su adversión a las caminatas de la que México fue testigo y víctima el año pasado.
Fue en ocasión de una anunciada rueda de prensa en una tienda de discos de la Zona Rosa. Todo estaba preparado en el segundo piso, pero el elevador había dejado de funcionar.
Nada de escaleras. Llegó Cesaria a la puerta y cuando se enteró de que el ascensor no andaba, se dio media vuelta, subió al carro que la trasladaba y volvió al hotel.
Tiene esas cosas, ahora que se da cuenta de que alrededor de su voz mágica (la misma que encandiló a un violinista de nombre Iduardo que en un bar de Mindelo, cuando ella apenas tenía 16 años, le pidió que cantara “suavecito” siguiendo la música del instrumento), todo un negocio se ha puesto en pie.
Es raro que ahora que se erige como la artista más reputada de la world music, Cesaria pierda tiempo en declaraciones políticas en contra de la colonia portuguesa. – “Ahora somos un pueblo libre”, dice. Y no dice más.
Ya no hace falta que hable de lo mucho que sufrió cuando sus tres amores ocasionales la abandonaron en plena etapa de embarazo. Ni que haga referencia a sus pasados alcohólicos o justifique con culpas su adicción al tabaco y a la comida picante.
De esas cosas se hablaba cuando había que construir la leyenda. Ahora, Cesaria sólo canta. Y cuando no, simplemente calla. Pero no está como ausente. Lo más probable es que le esté contando secretos a su amo y amante: el silencio, dueño de todos sus pesares y alegrías.

EL DÍA QUE TANIA LIBERTAD SE VOLVIÓ NEGRA


Cuando la peruana Tania Libertad se mira al espejo no se ve negra. Pero si se mira el alma, se siente el corazón y, sobre todo, se escucha la voz, asume con confianza y orgullo una negritud que la convierte en un vehículo que puede llevarte directamente a África. En su caso, no le viene de Zimbabwe ni de Cabo Verde la pasión por lo negro del mundo, sino de la costa que en su Perú natal la vio nacer hace poco más de 50 años e irse de muy joven, demasiado temprano quizás, aunque llena de climas, sabores y perfumes que ha sabido transmitir a lo largo y a lo ancho de medio centenar de discos, millares de conciertos, múltiples recorridos por el planeta.
Es la voz latinoamericana que en los 70 se enmarcaba en el movimiento de la Nueva Canción. Es la voz que fue engolándose y haciéndose densa, espesa y abarcadora al compás de los vaivenes de un mercado voluble y exigente. Puede ser una rara avis en una actualidad de chicas con caderas anchas y pelos oxigenados que reinan en el universo pop de melodías fáciles y letras cursis. También puede ser un buen producto comercial cuando canta ópera en discos que se venden como pan caliente en los supermercados. Es la productora de sí misma. La que canta siempre lo que se le antoja. Es la que ha adoptado la nacionalidad mexicana con el mismo fervor con que ama Brasil, por su esposo brasileño, o que adora a Argentina, por su amiga Mercedes o por su querido Fito Páez. Dice no conocer las autopistas del arte y que siempre ha transitado los atajos. Dice que ha pagado demasiados peajes para poder mantener su carrera sin fisuras. Canta con Manzanero. Canta con Marco Antonio Muñiz. Canta con amigos porque de vez en cuando siente la necesidad de formar parte de un grupo y de abandonar el pesado rol de solista.
Hacía world music cuando nadie sabía qué era eso. Y ahora que es tiempo de rescatar del olvido los diversos folclores del mundo, ella sale con su Costa Negra, para demostrarnos que sí, efectivamente, cuando se mira al espejo, Tania se ve tan oscura como su amiga Cesaria Evora.

- Costa Negra muestra su afición por la música negra, quizás el lado de Tania Libertad que más veneran sus seguidores. ¿Cómo calificaría este disco en el marco de su extensa carrera?
- Este disco es mucho más completo que los otros, porque en este sí está presente aquella ilusión mía de niña que soñaba con que algún día yo me iba a acercar a un señor gordito y pelón, le iba a ofrecer mi trabajo y ese señor me iba a descubrir como artista y me iba a hacer famosa en el mundo. Ese sueño nació después de ver muchas películas de Marisol y de Joselito. A ellos siempre los descubría un empresario y lo cierto es que yo he pasado gran parte de mi vida artística sin conocer a ese empresario. Mi única descubridora he sido yo, la única que ha estado fastidiando a las disqueras, a todo el mundo, para poder seguir adelante con mi carrera, he sido yo misma. Este disco sucedió porque un amigo y yo contratamos a Cesaria Evora para traerla aquí a cantar, ahí conocí a su manager y le acerqué mis discos...
-
- Bueno, al fin llegó el empresario.
- (risas) Sí, aunque él es un poco gordito y pelón, no es un señor mayor, es una persona muy educada, tiene un sello discográfico dedicado a la world music. Ese hombre me llevó a Paris a grabar, él me juntó con los músicos africanos y fue así como en este disco ha habido una serie de participaciones que yo no había tenido antes, incluso la forma de preparar los demos, de encarar los arreglos, fue nueva, distinta.

- Pero la música de la costa peruana ya estaba en usted, nadie le descubrió ese cancionero tradicional...
- Todas las canciones las propuse yo y no fueron las 14 que aparecen en el disco, sino 40. En los arreglos, por ejemplo, cambiar el ritmo de “Júrame” o” Historia de una amor”, fueron también ideas mías. Cantar “Historia de un amor” con puros cajones y percusión se me ocurrió a mí y yo misma elegí esa canción para cantarla a dúo con Cesaria Èvora. Por eso este disco es especial, porque en él están manifestadas toda mi emoción y mi capacidad artística.

- En ese sentido, ¿podría decirse que este trabajo es una especie de bisagra en su carrera?
- Podría ser, porque yo nunca he estudiado música, no sé leer música, no sé dirigir a un músico, y sin embargo tuve que hacer todo eso. Me quité una serie de temores para poder hacer cosas que yo creí que no iba a poder concretar. Estoy muy orgullosa porque los arreglos son míos, porque por primera vez me hicieron caso y me permitieron meter mi cuchara.

- ¿Cómo es el folclore de la costa negra peruana?
- Es fascinante. Lamentablemente los artistas peruanos no salen fuera de su país salvo que haya alguien que les ofrezca un contrato seguro desde otro lado del mundo. Por eso se conoce tan poco. Le debemos a David Byrne, por ejemplo, haber dado a conocer al mundo a Susana Baca, que es formidable, pero ella es sólo una parte de la música peruana, una parte mucho más nostalgiosa, más cadenciosa. La música de la costa, en cambio, es más fuerte, más pasional y yo, sin ser negra, la he desarrollado porque he estado al lado de los negros siempre; me tocó vivir, convivir muchas cosas a su lado. Estuve cinco años como conductora de televisión en Perú y conocí así a Nicomedes Santa Cruz, el compositor que más sabía de música negra. Él hacía los libretos y yo repetía lo que él escribía. Ahí supe la historia de las danzas, de las letras, de las melodías...

- ¿Su voz más negra está en Costa Negra?
- Efectivamente, mi voz más negra está en Costa Negra y es una más negra todavía que la que he tenido siempre. Siento que a partir de este disco yo entendí otros conceptos de la negritud, sobre todo luego de haber visitado países como Senegal y Angola. Empecé a sentir que la música era toda negra. Canciones que antes las entendía de otra manera, como por ejemplo “Procuro olvidarte”, ahora sólo la canto en ritmo de landò. A los temas de Manzanero los estoy llevando a ritmos negros. Siento una alegría enorme porque estoy descubriendo otra manera de escuchar la música de siempre. Y en México, donde hay tan poco acercamiento a la cultura negra, se vuelven locos cuando les canto landò.
-
- Usted ha sido últimamente blanco de muchas críticas. Salió un comentario muy duro en el periódico Reforma hacia su disco de óperas y en Televisa la vetaron por haber ido a cantarle el cumpleaños a Paty Chapoy en su programa. ¿Cómo vive esas críticas?.
- Mira, cuando saqué el disco con repertorio clásico una de las primeras notas que me hicieron fue de la revista Ópera. Y el periodista me preguntó si había tenido miedo de cantar esto y le dije que tuve miedo porque le tengo mucho respeto al género, pero mucho más miedo tengo por lo que vayan a decir los puristas, no los que saben de ópera y tienen un criterio maravilloso, sino de los que piensan que si tú no apoyas la voz como la apoyaba María Callas, entonces estás haciendo todo mal. La verdad es que yo jamás pretendí pasar por una cantante de ópera, no lo digo con falsa humildad, lo digo con toda la honestidad del mundo, pero también con todo el orgullo del mundo: por primera vez un disco con esas canciones ha vendido más de 150 mil copias en México, donde un material de esas características nunca habìa pasado de las 500. Y yo no he hecho algo parecido a lo que hace, por ejemplo, Emma Chaplin, eso es opera pop, ni siquiera intenté acercarme a la propuesta de Andrea Boccelli, lo que yo hice fue cantar las óperas en los mismos tonos sin ningún artificio ni rebuscamiento. Sabía además que era el único disco de ópera que iba a hacer y quise hacerlo como tiene que ser, con la única diferencia que yo canté como quise y con el mismo sentimiento con que canto José Alfredo Jiménez, cosa que no le ponen ciertas cantantes de opera, por eso no les compran sus discos. En cuanto a las críticas, la verdad es que esperaba peores. Fueron dos críticas malas contra 96 buenas. En Europa, gente muy conocedora del género, quedó fascinada con el trabajo.

- ¿Y lo de Televisa?
- Lo de Televisa no me dolió, debo ser la artista más vetada de Televisa. Mi primer veto empezó en el año 85, en el 87 me volvieron a vetar, en el 89 otra vez y quedé vetada como cuatro años; luego salí con el disco África en América y lo pude promover en los canales de Televisa. Al año siguiente me volvieron a vetar porque fui con Manzanero a cantar a Guadalajara y la televisión Azteca lo tomó. Todo este asunto de los vetos me parece algo totalmente infantil, pues revela que la gente de Televisa no se dio cuenta de que tienen que vetar a alguien que realmente le perjudique no salir en televisión, a mí no me van a perjudicar porque nunca salgo en televisión. Son tonterías, pleitos entre empresas, y cuando me lo dijeron solté la carcajada del siglo. Además, se supone que los periodistas tienen libertad de expresión y de conectarse con quien ellos crean. En pleno veto fui al programa de Víctor Trujillo, y me atendió perfectamente diciendo que el talento no se puede vetar.

- ¿Sigue teniendo dificultades para dar conciertos en Sudamérica, donde es tan requerida?
- Sí, para ir a la Argentina, tendría que hacer mi propia empresa o comprar los boletos de avión y rentar el teatro; no he recibido ninguna propuesta para ir, y yo sigo haciendo proyectos y he hecho proyectos importantísimos en los últimos años, sigo siendo de alguna manera una marginal, no tengo las televisoras detrás de mí, sino eres alguien como Thalía, Paulina Rubio, Luis Miguel, Ricky Martin o Enrique Iglesias todo lo demás tiene que ir por los atajos.

- ¿Qué ha significado cantar para UNICEF?
- Bueno, es demostrar que las cosas no han cambiado en el mundo. Sigue habiendo una enorme franja en el centro, acá están los ricos y todos los demás son tremendamente pobres, la clase media no existe. En la música también ha ganado la derecha. Estamos los artistas por un lado y luego los tocados por las disqueras, por Emilio Estefan, por los hacedores de estrellas. Ellos son los que manejan a los medios de comunicación y por eso me pongo tan feliz cuando gente como Fernando Delgadillo o el dúo Sin Bandera, aparecen con un éxito tremendo y demuestran que son artistas que se les están escapando a toda esa gran industria que no sabe qué hacer para vender discos, todo lo que han promovido últimamente ha sido un fracaso.

- La lástima es de lo que se pierde, hay artistas como Marc Anthony, por ejemplo, que es un gran cantante; bien podría hacer cosas con usted, como mucha otra gente, la industria evita que los artistas se relacionen y eso es triste para el que tiene que escuchar.
- Cuando yo digo que alguien está tocado por los grandes jefes de la música, no quiere decir que no tenga talento, Carlos Vives tiene talento, Juanes también, Shakira es muy talentosa, pero la hicieron de tal manera que privilegian otras cosas y no su voz o su modo de componer canciones. Cómo le haces para sostener todo eso que es una maquinaria que te hace llegar a Japón, Australia y después, van a tener que volver a invertir todo eso para volver a subir a Ricky Martin donde estaba, desde el suceso de su disco no se sabe nada de Ricky, alguien me dijo que está preparando el lanzamiento de otro, nosotros no sabemos de eso, nosotros sacamos un disco y nos ponemos a trabajar y cuando ha salido el otro disco seguimos trabajando y trabajando, haciendo conciertos, no sabemos escondernos para que la gente nos extrañe, nosotros tenemos que estar ahí, siempre.

- Muchos críticos consideran fundamental en su carrera el disco África en América, y este último trabajo suyo se parece a aquel...como si hubiera una clave a descubrir con una mirada muy atenta a toda su discografía...
- Sí. Es que no se trata de nada nuevo. Si vas hasta el disco Alfonsina y el mar, ya ahí está “cardo y ceniza”, en el disco Como una campana de cristal grabé el “Toro mata”, hasta en el disco que fui a hacer a Brasil con Camargo Mariano metí la “Negra presuntuosa”. Siempre he tratado de que la música negra peruana sea tomada como parte vital del cancionero latinoamericano, porque si se la confina a la expresión sólo a la expresión folclórica, propia de una región, entonces la limitan. Todos los latinoamericanos podemos cantar, zamba, chacarera, cueca o música negra del Perú, porque América latina tiene musicalmente los mismos padres: África, España y la raíz indígena de cada lugar.

MARILYN MANSON: Bienvenido a los 40




El trasero al aire, flácido, demuestra que este delgado muchacho no visita nunca la sala de un gimnasio. El ojo izquierdo adornado con una lente de motivos azarosos y el maquillaje blanco, cadavérico, le otorgan un estilo entre siniestro y fantasmal. La imagen parece funcionar en cinemascopio, dan ganas de tocarla para comprobar su contundencia. Definitivamente, el cuerpo de Marilyn Manson (de 1,92 metros de altura) es un cuerpo abstracto que pareciera haberse fugado de la película Los otros. Sin embargo, pocas veces un look, una apariencia, han tenido un peso tan real en una sociedad acorralada por el mito del parecer para ser. Por cierto, este hombre nacido Brian Warner el 5 de enero de 1969 o de 1971 (los biógrafos no logran ponerse de acuerdo al respecto) en Canton (Ohio), contribuye a que su sensación mediática y social no esté asentada sólo en la vestimenta o en el maquillaje. De vez en cuando le menta la madre a Dios, ataca las instituciones eclesiásticas y menciona la palabra Satán. Todo eso en el mismo paquete hacen de esta estrella de la música pop un personaje capaz de horrorizar a las tías y abuelas que todavía son capaces de horrorizarse; a la vez, construye un mito fascinante para adolescentes crecidos a la luz de las computadoras, es decir, esos chicos y chicos para los que la realidad es una copia de los dibujitos animados japoneses.
En otros tiempos fue la leyenda de los cantantes de Kiss: mataban pollos en el escenario y su líder, el guitarrista Gene Simmons, sacaba una lengua tan larga como para cimentar la leyenda de que en verdad tenía allí un apósito donado involuntariamente por alguna serpiente distraída.
Antes que eso, sus majestades satánicas fueron los Rolling Stones: había hombres y mujeres que juraban y perjuraban que si uno escuchaba al revés las canciones de Mick Jagger y sus amigos podía oír mensajes del mismísimo Lucifer.
Como sea, nada de esto podía pensar el niño Brian Warner, cuando veía a su abuelo Jack masturbarse en el sótano de la casa al compás de unos primorosos trenes eléctricos y ataviado con medias y cinturones de cuero.
Tampoco podía pensar mucho en las fuerzas del mal cuando su madre Barbara Wayne, enfermera de profesión, se despertaba en medio de la noche para conversar con ratones imaginarios que se concentraban en multitud al pie de su cama.
Este hijo de Hugh Warner, un ex combatiente en Vietnam devenido en vendedor de muebles usados, tenía primero que aprender a sobrevivir y salir adelante luego de tres neumonías consecutivas y de una reacción alérgica a los antibióticos que casi lo mata.
Así las cosas, entre los problemas de salud y las aficiones excéntricas de sus mayores creció este verdadero niño de mamá en Ohio. Se pasaba el día llorando en la guardería y sus tragedias infantiles no cambiaron cuando llegó la edad de la primaria. Sus padres no tuvieron mejor idea que mandarlo a la escuela privada cristiana Heritage Christian School, donde la férrea educación de unos profesores que creían fervientemente en el demonio cultivaron su fobia al catolicismo y a las religiones organizadas. “Me llenaron de miedo: miedo al Armagedón, al infierno, a que el demonio se apareciera en medio de la noche debajo de mi cama por escuchar heavy metal”, declaró hace poco el adulto Brian Warner.
Era un chico escuálido a los que sus compañeros daban tremendas tundas. Era un chico que a los 10 años se había hecho fanático de Kiss y vendía varias veces el mismo disco prohibido a sus cuates. Era un pequeño demonio que levantaba la falda a las niñas, le robaba las monedas y comía dulces en horas vedadas a ese regocijo. Era un niño, en fin, que aprendió a odiar a su escuela con una furia que todavía perdura en su mente adulta. “Metían a Dios hasta en las matemáticas”, se queja hoy en día la famosa estrella pop.

Oír para crecer

La música ocupaba, como es de prever, un espacio importante en los ratos libres de este chico problemático; a la prematura afición por Kiss se le sumaron la devoción temprana por David Bowie y Black Sabath. No fue, sin embargo, hasta la adolescencia que Brian Warner tuvo contacto directo con el mundo de los sonidos en el que aprendería a reinar años más tarde.
La adolescencia en Fort Lauderdale, ciudad a la que se había mudado la peculiar familia, lo convirtió en un periodista musical. Tenia 18 años, se había aficionado a la marihuana y pronto comenzaría a experimentar con el LSD. Con los efectos del ácido se iba a pasear por Disneyworld, señal de que para el muchacho no había símbolos de la cultura estadounidense que no pudieran ser tomados a la risa. Sus pininos como cronista de espectáculos no le dejaron más que una beneficiosa amistad con Trent Reznor, líder de la banda Nine Inch Nails, quien más tarde lo ayudaría en su carrera profesional. En 1989, Brian Warner conoció a Scott Putesky. Mientras aquel se proponía “asustar y criticar a la sociedad estadounidense” con sus canciones corrosivas, éste aporreaba un teclado Yamaha RX8 y comenzaba a formar parte de la historia activa de Marilyn Manson. La leyenda comenzaba.
Los chicos, ingeniosos a más no poder, se comprometieron a buscarse un nombre artístico que fuera construido con el nombre de pila de alguna mujer conocida y el apellido de algún asesino serial tan célebre como aquellas, aunque por razones distintas.
Así, Warner fue Marilyn Manson (la unión de Marilyn Manson con la del chacal Charles Manson, homicida de la actriz Sharon Tate, entre otros) y Putesky fue Daisy Berkowitz. La agrupación se completó con el bajista Olivia Newton Bundy y el tecladista Zsa Zsa Speck.
Gracias al carisma de Manson, un actor consumado, un verdadero hombre de espectáculos, la banda comenzó a ganar popularidad. Los shows incluían escenas de sexo implícito, chicas crucificadas, fuego en el escenario, animales que correteaban por el recinto...
Nada surtía tanto efecto hechicero como la personalidad de Manson, un hombre cuya inteligencia y capacidad de liderazgo le permitieron construir un personaje de sí mismo. Alguien a quien los psicólogos llamarían paciente con trastornos de personalidad (en caso de que él aceptara poner los pies en un consultorio), pero sobre todo un protagonista del show bussiness que ha logrado lo que pocos en la posmodernidad: escandalizar en los tiempos en que ya nada produce sorpresa.
“Alguna gente piensa que se trata de un desorden mental, pero yo pienso que es un nivel superior de conciencia”, dice Manson a propósito del extraño funcionamiento de su cerebro.
El grupo editó su primer álbum, Portrait of an American Family, en 1994. El segundo, Smells Like Children, aparecería el próximo año y en 1996 se editaría el disco que los haría famosos en todo el mundo, Antichrist Superstar.
Gran parte de la culpa de ese éxito lo tuvo el video clip de “Beautiful People”, dirigido por Floria Sigismondi, que supuso una revolución en términos audiovisuales, e impuso una estética que seria varias veces imitadas en otros videos, por otros grupos.

Los discos y las ideas

Fuera de la exótica personalidad de su líder, la banda Marilyn Manson es, como tantas otras en la historia de la música comercial, una agrupación que ha venido sacando un disco en forma regular desde 1994. Merced a los conciertos en directo y a la difusión de sus materiales en los canales de música para jóvenes, la banda fue cimentando una popularidad mundial que le ha otorgado, además de miles de adeptos, ganancias económicas siderales.
En sus canciones, Manson habla de la destrucción del mundo, del Anticristo, del advenimiento de un nuevo Mesías y critica a la Iglesia católica. Sus fuentes de inspiración son la propia Biblia o la literatura del Marqués de Sade, que dio origen a su ultimo disco The golden age of grotesque.
Su ideología proviene del satanismo fundado por Anthon Szandor Lavey en el año 1967 y que propicia la adoración por uno mismo, sin creer en la existencia de un dios sobrenatural. El satanismo no es, como podría resultar de su nombre, un culto al demonio, sino una escuela de la conducta humana como tantas otras corrientes filosóficas de nominaciones menos escandalizadoras. En 1997, Marilyn Manson fue nombrado por Anthon LaVey Honorable reverendo de la Iglesia del Satanismo. El filósofo alemán Friedrich Nietzsche, algunas premisas de Sigmun Freud y de Charles Darwin completa un pensamiento nihilista que tiene pocos elementos para aportar a las corrientes ideológicas conocidas: No hay nada nuevo bajo el sol de Marilyn Manson.
Sin embargo, en los tiempos neoconservadores de la sociedad estadounidense, la presencia de Marilyn Manson generó protestas de ciertos grupos derechistas. La Asociación de la Familia Americana, por ejemplo, se encargó de atacar sistemáticamente al grupo acusándolo de violar mujeres en el escenario o de animar a sus fans a sacrificar animales. Estos hechos falsos los han llevado a enfrentar juicios legales de los que han salido airosos y que consiguieron darles aún más publicidad.

The golden Age of Grotesque

El nuevo trabajo de Marilyn Manson se llama The golden Age of Grotesque y está inspirado en el cabaret alemán de los años 30. Se trata de una sátira sobre el nazismo y la Segunda Guerra Mundial. Manson, que estuvo releyendo toda la obra del Marqués de Sade antes de grabar el disco, muestra una gran madurez compositiva y un desarrollo estético de alto grado en canciones vodevilescas y cabareteras. "La inspiración para este disco viene de la época expresionista, un momento en el que los artistas empezaron a pintar guiados más por la imaginación que por lo que tenían a su alrededor", dijo MM.


Algunas cosas que dice MM

“¿Por qué la gente desea ser hermosa? Para ser amados, aceptados, terminar con su miedo a ser excluidos. Después de años de no ser aceptado me di cuenta, ¿por qué no crear tu propio estándar y dejar que sean otros los aceptados o rechazados por ti?”.

“Nadie nace tonto; los tontos son cultivados y ayudados a crecer como maleza por instituciones como la Cristiandad”.

“Siempre intento tener control sobre mi vida. Creo que mi mayor miedo es ser débil. Y temo también ser un cordero aceptado completamente en la sociedad”.

“Supongo que, de modo extraño, los que más influyeron en mi carrera fueron los cristianos. Ahora que tengo una banda, que me estén ofreciendo tanta resistencia y publicidad, me ha hecho mucho más grande de lo que ellos hubieran querido".

"El fin del mundo fue algo que me fascinó desde los 13 años, porque siempre me decían que estaba por llegar”.

“El nombre Marilyn Manson describe todo lo que tengo que decir. Es una afirmación sobre la cultura estadounidense, el poder que le damos a iconos como Marilyn Monroe y Charles Manson. Es sobre la paradoja. Arquetipos diametralmente opuestos. La gente pocas veces me pregunta sobre mi interés en Marilyn Monroe, sin embargo, siempre se interesan por la mitad oscura de Charles Manson”.

“Lo que quiero es hacer que la gente piense por sí misma. El fascismo es precisamente lo que busco destruir, pero si la gente ve fascismo en nuestros espectáculos, es cosa suya”.

“Es difícil ir de patriota por la vida porque en mi país se me ha atacado mucho, se me comprende mejor en Europa. En los Estados Unidos he sido objeto de la censura por todas partes y como artista me siento incapaz de parar esta guerra. América esta jodida con o sin mí".

El universo Manson

Tiene dos perros bóxers, bautizados Lidia y Walter.
Lee muchos libros de filosofía.
Bebe Pepsi Cola.
Colecciona las figuras de Star Wars
Su libro favorito es The Cat in the Hat, de Theodor Seuss Geisel.
Come chocolate.
Consume cocaína y otras drogas químicas.
Toma alcohol.
Alaba los pechos grandes.
Odia la marihuana y el café.

sábado, 3 de enero de 2009

OJO DE CULEBRA - LILA DOWNS


Lila Downs
OJO DE CULEBRA (Manhattan Records)
3 moniquitas

La sexta producción discográfica de la mexicana Lila Downs, quien se presentará en Buenos Aires el 4 de diciembre, refleja como ninguna otra su proyecto multicultural, poniendo a una de las intérpretes más personales del México contemporáneo en un lugar destacado de la cultura pop a la que siempre ha aspirado.
Muchos de los anteriores trabajos de Downs tenían un cierto tufillo extranjerizado, paquete con moño para turistas inquietos y, para colmo de males, poco reflejaban la gran potencia mágica que la cantante brinda generosamente en sus conciertos.
Salida entonces del corsé que ella misma se había impuesto como cantante folclórica asentada en dos fronteras, la estadounidense que corresponde al padre que le dio al apellido y la mexicana heredado de su madre, una india mixteca, entrega un disco easy listening en el que participan, con menor o mayor fortuna, artistas tan variados como Rubén Albarrán (vocalista de Café Tacuba), Enrique Bunbury y nuestra Mercedes Sosa, entre otros.
Con La Mary, de Chambao, que convierte en oro todo lo que canta, Lila entrega la joya que da nombre a la placa.
Otro punto alto lo marca la canción “Tierra de luz”, que la mexicana canta con La Negra, un dúo que hace soñar con un disco íntegro de las dos.
El desparpajo de Albarrán y la bizarría de Bunbury le han quitado solemnidad a Downs, que aquí ha prescindido de sus exagerados tics interpretativos. Paul Cohen, esposo y sempiterno productor de Lila, también muestra una grata evolución en un trabajo que ha expandido aún más la carrera internacional de una cantante prodigiosa y única.

LABIATA, DE LENINE


Lenine
Labiata (UNIVERSAL)
3 moniquitas y media

Suele decirse con razón que el acústico que el pernambucano Lenine hizo para la MTV en 2006 es uno de sus mejores discos, junto con el O Dia em que Faremos Contato, que data de 1997 y fuera mezclado en los ilustres estudios Real World, propiedad de Peter Gabriel en Londres. Próximo a cumplir 50 años, el brasileño lanza Labiata, un trabajo cuyo título alude a su pasión por las orquídeas, flores que cultiva en Burca, la localidad de Río de Janeiro donde vive. Vuelve Lenine a Real World y recrea con este disco el formato instrumental abigarrado y melodioso del acústico que le diera tanta proyección internacional. A pesar de las buenas canciones, previsibles en el caso de un cantautor excepcional y único, que ha mezclado en forma original, el samba, el rock con múltiples géneros regionales de su país de origen, el octavo disco del brasileño no trae a un Lenine en estado puro. Más bien presenta a un Lenine en estado melancólico, con letras reflexivas y profundas, pero que sin duda ha puesto a un lado la savia rockera con la que suele dejar sin aire al auditorio que asiste a sus proverbiales conciertos. Se trata de 11 canciones nuevas entre las que sobresalen la filosófica “Martelo Bigorna” y la tristísima “Lá vem a cidade”. Los próximos pasos de Lenine indicarán si este Labiata es fruto de una transición pasajera o de un cambio de rumbo sustancial en su prodigiosa carrera musical.

ENTREVISTA A DANIEL SADA PARA EL PERIÓDICO CRITICA DE ARGENTINA




El escritor sospechoso

A lo largo de 35 años de incansable carrera literaria, Daniel Sada (Mexicali, Baja California, 1953), ha sabido ganarse un puesto de enorme prestigio. Su arma principal: una prosa abigarrada y frondosa mediante la cual establece su alto listón de escritor complejo y barroco. De Sada, flamante Premio Herralde por su novela Casi nunca, ha dicho el extinto chileno Roberto Bolaño: “Él, sin duda, está escribiendo una de las obras más ambiciosas de nuestro español, parangonable únicamente con la obra de Lezama, aunque el barroco de Lezama, como sabemos, tiene la escenografía del trópico, que se presta bastante bien a un ejercicio barroco y el barroco de Sada sucede en el desierto”.
Acreedor también al prestigioso premio Xavier Villaurrutia en 1992, este cuentista, poeta y novelista de mirada obsesiva y seca, puesto el ojo en personajes atribulados, atados irremediablemente -como las criaturas rulfianas- al paisaje circundante, ha hecho volar su pluma por una atmósfera de tragicomedia que lo convierte en un escritor alejado de las modas.
Capaz de responder sólo por sus propios e intrincados mecanismos literarios, Sada ha renovado –al decir de su compatriota y colega Juan Villoro- la novela mexicana con su obra fundamental Porque es mentira la verdad nunca se sabe, novela de casi 700 páginas y 90 personajes, a punto de ser traducida al francés para formar parte del Salón Literario de París, que se llevará a cabo entre el 13 y el 18 de marzo de 2009.
Una de dos, la historia de las gemelas Gamal en el norte de México, ha sido llevada al cine y Luces artificiales está en fase de edición, esperando fecha adecuada de estreno.

¿Qué sentimientos experimentó cuando le otorgaron el Premio Herralde?
Bueno, fue algo inusitado. No soy muy afecto a los concursos, pero me animé con este. Si no resultaba ganador o finalista, al menos iba a ser grata la experiencia. Al fin y al cabo ya tengo 35 años dedicados a la literatura y un golpe de dados no aburre a nadie. Así fue, la apuesta dio resultado.
Son 35 años de escribir una prosa abigarrada, con un estilo complejo…
Bueno, siempre apuesto por el riesgo. En el primer libro que escribí busqué una voz que no era afín a todo el mundo. No puedo prever los apetitos de la gente y mucho menos de algún lector específico o al gusto general que se impone. Conciente de esto, sé que a muchos puede irritar mi literatura, pero a alguien también puede seducir.
No es sólo riesgo, también hay una propuesta estética muy definida que, ¿cómo calificaría usted?
En principio, me ajusto fundamentalmente a los ritmos y las cadencias; por mera intuición creo que la gente suele concentrarse más cuando hay un ritmo en la prosa, es una forma de entregarse a la literatura. Siento que si uso muchas frases largas, por ejemplo, en algún momento el lector se va a desconcentrar. Entonces, busco una armonía entre frases cortas y largas. Soy muy cuidadoso, no digo melindroso porque no soy arrogante en el sentido estilístico. No quiero hacer una literatura pedante sino una que se acerque lo más posible al sentido común que defendían escritores como Scott Fitzgerald.
Su página en blanco es una sábana blanco…
(risas) Es verdad. Muchas veces quiero condensar mis historias, pero no puedo. Me pasó con Como es mentira la verdad nunca se sabe. En un momento dado, cuando llevaba 350 páginas, me vi en el dilema de “apretarla” o de seguirla y decidí seguirla. Es una decisión por la que me inclino habitualmente en todos mis libros.
¿Hace varios tratamientos antes de publicar?
Sí. En el caso de Casi nada, hice cinco tratamientos a lo largo de 25 años. A principios de los 80 hice una primera versión que no me gustó. Hice luego cuatro tratamientos más hasta encontrar el punto de vista adecuado. Para mí, lo más importante es el punto de vista, quién cuenta la historia, desde dónde la cuenta y cuánto tiempo ha pasado desde que ocurrieron los hechos.
¿Le resulta difícil encontrar el final, decir basta?
Goethe decía que ninguna historia tiene final. Es el autor el que pone el hasta aquí, pero las historias siguen, se prolongan. En ese sentido, sigo el consejo de Edgard Allan Poe, quien decía que había que prever el final. Cuando empiezo a escribir una historia, debo pensar en cómo va a terminarla. Siempre quiero saber adónde voy, aunque en el proceso de escritura cambie el final. Alfonso Reyes decía que había escritores que pensaban antes de escribir, otros que pensaban cuando escribían y los que pensaban después de escribir, o sea para corregir. Creo en un autor que piense siempre, en los tres tiempos de la escritura: antes, durante y después. No empiezo a escribir si no conozco profundamente el tema, la historia, los personajes, de quienes hay que saber mucho más de lo que se pueda escribir sobre ellos.
Escritura automática para usted: nada de nada
En absoluto. Tal vez alguna frase que me salta, algún párrafo, pero no me dejo llevar.
¿Esta estructura tan delineada antes y durante la escritura, se acerca a lo que el movimiento literario El Crack llama “novela total”?
No soy una totalidad ni un oráculo. No puedo opinar de nada. Ahora el escritor puede hablar de todo, yo no. Mi narrador desconoce todo, no creo en el narrador omnisciente y para mí el elemento más importante que debe observar el que cuenta una historia es la sospecha. En ese sentido, no hay totalidad; hay duda, no absoluto.
Casi nunca
La novela premiada por el Herralde narra la historia de Demetrio Sordo, un agrónomo que pasa los días en la grisura de su empleo como administrador y técnico agrícola en un rancho de Oaxaca en 1945. Un día decide que el sexo dará sentido total a su vida y se dirige hacia el burdel más cercano. “Es una historia mitad real y mitad imaginada que tuve en mi cabeza durante 25 años”, explica el autor.
“Casi nunca es un estudio de la vida de provincia y una novela erótica. Es la más clásica de sus novelas, si ello puede decirse, pues no hay nada más parecido a una novela de Sada que otra novela de Sada. Ese sello inconfundible es algo más que estilo, como se ha dicho. En Casi nunca, además, se propuso aligerar el caudal de su prosa y controlar su ritmo, privándose con una disposición más ascética del embeleso de poeta con que escucha sus letanías.”, ha escrito Christopher Domínguez, el crítico literario más importante de México.

viernes, 2 de enero de 2009

ALGUNAS TARJETAS QUE LLEGARON

















ENTREVISTA A CARLOS CUARÓN PARA MILENIO SEMANAL


Soy un novelista de closet

Películas que transformaron para siempre y para bien el rumbo del cine nacional: Sólo con tu pareja y …Y tu mamá también. A ambas las escribió un hombre nacido el 2 de octubre de 1966 llamado Carlos Cuarón, guionista de profesión y escritor vocacional.
Graduado de la UNAM en Lenguas Inglesas, alumno dilecto del Sundance Institute, el hermano menor de Alfonso, el laureado director de Harry Poter y Los niños del hombre, entre otras, también se ha revelado como dramaturgo con obras como Llantas contra el pavimento, Zapatos y alpargatas, Puro y natural y Coco Tuétano y la rebelión de las armas.
La palabra es lo suyo, tanto que desde que empezó a coquetear con “esa prostituta” (Cuarón dixit) llamada cine, comenzó también a familiarizarse con los premios en festivales internacionales de gran prestigio por caso el de Venecia, donde se alzó con el León de Plata al mejor guión por Y tu mamá también.
Carlos Cuarón es un hombre lleno de historias, un tipo consustanciado con su profesión de guionista, tal como lo demostró en una columna firmada por él mismo para la revista Letras Libres y en la que se dedicó a describir su oficio. “Para ser un buen guionista hay que saber conciliar con los colaboradores más importantes, sobre todo con el director. Hay que hacer a un lado el ego y ofrecerse con humildad. Un guionista es un escritor a prueba de balas.”, agregaba rotundo.
Hoy, ese hombre que en numerosas ocasiones e injustamente, ha sido llamado “el hermano”, enfrenta quizás la prueba más dura en su carrera cinematográfica al presentar la ópera prima Rudo y cursi, con Gael García Bernal y Diego Luna, cuyo guión también le pertenece a Carlos.
Fútbol y música dan colorido a la película producida por Cha Cha Cha Films, una flamante productora formada y dirigida por los cineastas Alfonso Cuarón, Guillermo del Toro y Alejandro González Iñárritu.

Tiene su estudio en una calle que se llama Colorines, esquina Árbol de fuego. La realidad tiene todo para un guionista.
Totalmente, de eso se trata. En Cuernavaca vivía en la esquina de Senda Misteriosa con Senda de la Meditación.

¿Le gusta que le digan “Carlos Cuarón, guionista u hombre de cine”?
Las dos están bien. Soy guionista, soy hombre de cine, me imagino que también soy hombre de letras, porque he escrito obras de teatro y he publicado algunos cuentos. No me importa, me considero cuentahistorias, porque finalmente es lo que hacen un guionista, un literato y un cineasta.

¿Cuál es la historia de contar historias?
Primero empezó mi pasión por la lectura, como a los 11 años. Sobre todo lecturas de humor blanco, Marco Antonio Almazán y Enrique Jardiel Poncela eran dos escritores de los que más leía. Fue muy importante para mí, a pesar de que esté considerada una sub–literatura, porque lo que me dieron esos libros fue el gusto a la lectura, podía leer y no aburrirme. Mi mamá me sentaba a leer Corazón, diario de un niño y me quedaba dormido, aburridísimo; de ahí, poco a poco, fui descubriendo a mis autores, inmediatamente cuando empecé a leer en tercero de secundaria cosas más serias, me enamoré y decidí que quería ser escritor a los 14 años. Tienen mucho que ver escritores como Tito Monterroso, Jorge Ibargüengoitia, el mismo Carlos Fuentes, por supuesto, García Márquez.


¿Cómo escribe los guiones de las películas que dirigirá su hermano?

Alfonso y yo tenemos un proceso de colaboración, que ya está muy hecho, porque son muchos años de trabajar juntos. Empezamos hace más de 20 años. A Alfonso, generalmente, le gusta pensar en un sofá o estirado en una hamaca y yo necesito un escritorio, entonces tomo nota y vamos platicándonos la historia, es como jugar ping-pong con las palabras.

¿Existe la nueva ola del cine mexicano?
No creo que haya una nueva ola, periódicamente se ha hablado del nuevo cine mexicano y del resurgimiento de éste y lo que pasa es muy sencillo, como desde hace mucho tiempo ha dependido el cine mexicano del subsidio estatal, cambia un sexenio viene un presidente con buenas intenciones, entonces va pa´arriba, se hace un montón de películas, a mitad del sexenio empiezan a bajar y al final ya no hay nada, a nadie le interesa nada, se acabó el cine nacional y la típica crisis.

¿Qué lo ha traído hasta aquí, cuál ha sido su vida, cuán absurda ha sido su comedia humana?
Si he de seguir las enseñanzas del Corán, ha sido un accidente afortunado tras otro, porque hasta los accidentes feos que causan dolor y sufrimiento, han sido finalmente para bien. El accidente fue que mi hermano estudiaba cine y que yo iba a cargarle los cables en sus ejercicios de la escuela y en el momento en el que necesitó que alguien le escribiera un guión volteó y me habló.

¿Cuántos hermanos son?
Somos cuatro. Alfonso y yo nos dedicamos al cine. Nuestro
hermano mayor es biólogo conservacionista especialista en primates y selva tropical y mi hermana, que está entre Alfonso y yo, es veterinaria.


Usted es un tipo raro porque terminó de leer el Ulises y sigue las enseñanzas del Corán.

No es que siga las enseñanzas del Corán, lo que sí sé es que parte de cómo se estructura la vida de los musulmanes es bajo la creencia de que todo es un accidente. Alfonso dice que cuando me invitó a colaborar con él yo tenía una novia que me quería muchísimo y que esa niña se llamaba Literatura, porque yo me dedicaba a escribir cuentos; entonces llegó él y me presentó a una puta que se llama Cine y que me encantó.


¿Está en deuda con algo que haya querido hacer?

No que quise hacer, porque nunca vivo en el pasado. No sólo creo, lo soy, lo he hecho, tengo obras de teatro que están producidas, que están publicadas; tengo cuentos publicados, soy básicamente un novelista de closet, pero han sido tantos años de represión que hoy estoy en una especie de “oye, expresa” a punto de estallar en ese sentido. Sí es cierto que tengo un lado reprimido, estudié Letras Inglesas, sé perfectamente que Joseph Conrad empezó a escribir a los 42, entonces no me preocupa, tengo la certeza desde los catorce años de que voy hacer varias novelas, no una.


¿Cómo ha sido crecer en el seno de la familia Cuarón?

Es mi normalidad. A todos nosotros nos parece muy normal la vida que hemos llevado y como hemos crecido, somos la típica familia mexicana de clase media, crecimos en los 70, 80.


¿En qué colonia vivía?

En nuestra primerísima infancia en la Roma, después nos mudamos a San Jerónimo. Mi padre era médico nuclear, se separó de mi madre cuando yo tenía cinco años y se divorciaron cuando yo tenía siete, somos hijos de divorciados. Por ser el más chico a mí me tocó una educación proporcionada por mi nana Libo. Mi madre tuvo que hacer un poco de padre proveedor. A mi papá lo veíamos una vez a la semana hasta que cumplí doce años y nos dejó de ver.

¿Fue algo trágico para usted?
No me gusta ver las tragedia en las cosas, prefiero verla en otros lados. A los trece años me parecía normal vivir con mi mamá y mi nana y no ver a mi papá.

¿De qué fue sacando partido para conquistar, para seducir?
El sentido del humor es algo que saqué como mecanismo de defensa y tiene que ver con ser el hijo más chico. No tenía como defenderme físicamente y encontré en el lenguaje mi única defensa. Llegaban a molestarme mis hermanos grandes y yo les soltaba ideas, recuerdo a Alfonso enojándose, poniéndose rojo porque yo sólo le decía: “Soy más grande que tú” y él me decía que era un idiota, que cómo podía ser, si me llevaba cinco años, entonces yo le decía que había nacido en octubre y él en noviembre y que por lo tanto yo era más grande que él, era perfectamente consciente de que le estaba diciendo una barrabasada, pero lo que estaba haciendo era sacarlo de quicio. Con mi familia, gané todas las guerras en forma verbal.

¿Sufrió mucho a causa de las chicas?

Pues, más o menos, recuerdo que en primero de primaria las niñas me seguían para pellizcarme o darme besos; prefería los pellizcos a los besos, creo que eso marcó mi relación con las mujeres (risas).

¿En la adolescencia se sentía ganador?
En la pubertad fui un chavito muy inseguro, me refugié en el estudio, durante uno o dos años de mi vida me volví un “matadito”. En esos dos años tuve alguna novia y no me fue bien con ella, obviamente, me volví muy introvertido, mi principal motivación en la vida era sacarme 10. Lo veo ahora y digo que “qué bueno que nomás fue un año”.

¿Después jugó al necesitado?

Siento que fue parte del desarrollo normal de un niño, era un púber, las niñas hacía tres años que habían crecido, ya tenían “chichis”, caderas. Mi novia de sexto año era una tabla, que dejé de ver en el verano, cuando regresamos a primero de secundaria, recuerdo que la vi y se me cayó la quijada (risas) y no me atreví a hablarle. Me refugié en el estudio porque era muy violento todo este mundo adolescente, de los típicos niños que entraban al baño y se la medían, a mí me sacaban de onda todas esas cosas.

¿De todos los universos posibles que giran a su alrededor cuáles le interesan?

A mí me llama la atención la vida, en general. Por supuesto, tengo mis pasiones muy personales.

No es del América.
No, puto el que le vaya al América, sí soy fanático del fútbol, no soy de los Pumas, todo el mundo cree que Alfonso y yo somos de los Pumas, pero Alfonso le va al Atlas; yo, al Cruz Azul.

¿Le pasa con el fútbol lo mismo que a Buñuel que si le preguntaba a alguien si tomaba vino y le contestaba que no, sentía cierto desencanto?

Un poco, lo que pasa es que cuando la gente me dice eso, por lo general, me burlo mucho.

¿El mexicano no va como perdiendo siempre las cosas?

Se necesita, por supuesto, una nueva mentalidad ganadora, pues hay una falta de conciencia del mexicano que puede hacer las cosas y de que puede ser exitoso y de que está a la misma altura que cualquier otro.

¿Es perredista?

No, me parece que todos los partidos políticos en este país son una porquería, sí soy un tipo de izquierda, pero el PRD no representa la izquierda.

¿Quiénes son sus favoritos entre los actores mexicanos?
Diego y Gael, son estrellas del mundo y son actorazos. Daniel Giménez Cacho es como el actor perfecto; Chucho Ochoa, Damián Alcázar es un camaleón y tiene una disciplina para el trabajo muy envidiable; Marco Pérez es otro actor joven que me fascina.

¿Qué guionistas le interesan?
Charlie Kaufman, Alan Boyle, Guillermo Arriaga, Richard Price…

¿Le interesan las historias mexicanas?
No me gusta adjetivar, a mí me interesa el cine, no el cine mexicano, me gusta la literatura, no la literatura mexicana.

ENTREVISTA A JORGE VOLPI PARA PERIÓDICO PERFIL, DE ARGENTINA


Para el escritor Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968) lejos quedaron los tiempos del “Crack”, el movimiento literario que, sin ser en toda forma un tratado estético de la generación postboom, denunciaba la vulgarización de que había sido objeto, a fuerza de malas copias e imitaciones a mano alzada, el género literario que en Latinoamérica dio joyas como Cien años de soledad, del colombiano Gabriel García Márquez o Rayuela, del argentino Julio Cortázar, entre otros.
Defensores de lo que llamaron “novela total”, arraigados en lo que ellos mismos denominaron “literatura difícil y exigente”, Volpi, acompañado por sus congéneres y compatriotas Ignacio Padilla, Eloy Urroz, Pedro Ángel Palou, Ricardo Chávez-Castañeda y Vicente Herrasti, volvieron a plantear escenarios europeos, osados experimentos lingüísticos y narrativa no lineal para sus historias.
Corría 1994, ellos tenían menos de 30 años de edad y con buenas dosis de entusiasmo e irreverencia, supieron entonces conmover el anquilosado panorama literario de México, primero, y de Hispanoamérica después.
Cobraron fama y sus novelas comenzaron a ser leídas por propios y extraños, al punto de que hoy, muchos críticos y lectores destacan del “Crack” su eficaz fuerza marketinera, algo que ellos, como es obvio, se niegan a admitir.
Jorge Volpi acaba de cumplir 40 años. La edad lo encuentra activo, al frente del canal 22, el canal de la cultura del Estado mexicano, prolífico en la publicación periódica de ensayos y novelas, a la sazón coordinador general de lo que será el magno homenaje al último caudillo de las letras aztecas, Carlos Fuentes, con motivo de su ochenta cumpleaños.
Para él, que se ha mostrado solícito y amable en la respuesta a un largo cuestionario cuasi proustiano exclusivo para Perfil, la novela sigue siendo un elemento imprescindible para la humanidad.
“Al contrario de lo que piensa mi admirado Paul Auster, quien cuando recibió el premio Príncipe de Asturias dijo que amaba las novelas porque no servían para nada, creo que las novelas sirven para muchas cosas y que si no fuera así la especie humana no las habría creado y perfeccionado a lo largo de tanto tiempo”.
“Por un lado, las novelas nos permiten meternos en la piel de otros, que es algo prácticamente imposible más que con la ficción literaria; además, al formar parte de las decisiones y sentimientos de los personajes, nos permiten reforzar esa idea imaginaria pero esencial que es la idea de que todos los seres humanos somos iguales”, agrega.
El laureado autor de En busca de Klingsor, El fin de la locura y El temperamento melancólico, entre otros, ha dado a conocer en estos días sus última obras: Mentiras contagiosas, una mezcla de ensayo literario y ficción con textos que exploran los límites de la novela y plantean su supervivencia y El jardín devastado, una novela corta con tintes autobiográficos, en la que un joven intelectual (que podría ser Volpi) dialogo metafísicamente con una mujer perdida en el desierto iraquí.
“Frente a la plaga de novelas que nos invade es necesario batir una lanza por la novela compleja, aquella que no se rinde a la imitación, que desafía las convenciones, que busca superarse a sí misma”, afirma el ex agregado cultural de México en Francia.
“Si una novela es la repetición de ciertos arquetipos, una extensión larga, ciertos personajes reconocibles y mucho sexo, claro que es fácil escribirlas y claro que tendrán éxito inmediato. Lo que sucede es que una novela es, en realidad, un vehículo de conocimiento del ser humano a través del lenguaje y si no se entiende así de entrada, lo que se produce no son obras vivas sino muertas”, afirma rotundo.

PREGUNTAS Y RESPUESTAS

¿Es intolerable el azar?
Al contrario, es fantástico que el universo sea imprevisible. No hay nada más aburrido que imaginar un Dios que ya lo sabe todo.

¿Qué novelas leería Darwin?

No sé si le interesaba la ficción ni al joven Darwin aventurero, que las vivía, ni al viejo que se sorprendía plácidamente de sus aventuras pasadas.

¿Toda tradición literaria se asienta sobre una guerra?

Las tradiciones se forman a partir del conflicto de unos textos contra otros, por supuesto. Pero es, justamente, una guerra creativa.

¿Cuál es la guerra que agita la tradición literaria mexicana?
La agitan sobre todo los caudillos, como en nuestra tradición política. Todavía es posible reconocer, en cualquier caso, a los antiguos nacionalistas reconvertidos en quienes no se cansan de atacar al “mercado” y los cosmopolitas, a los que sólo interesa lo anglosajón…

¿Hay vencedores vencidos?

Claro: Juan Rulfo. En su época, todo el mundo pensaba que el gran escritor mexicano, leído en todo el mundo, sería Paz. Y fue Rulfo.

¿Se siente usted compelido a escribir las memorias de la guerra?

Sí, diría que me gusta ser un corresponsal en la guerra literaria.

¿Le hubiera gustado vivir cuando la República mexicana de las letras tenía presidente?

Crecí en la época en que Paz lo dominaba todo. Un grandísimo escritor y también un gran caudillo.

En esta literatura sin jefes, ¿dónde está su lugar?
Justo en el no-lugar, en esa esfera con centros en todas partes.

¿Su revolución consiste en ser tradicionalista?

No me identifico ni con la revolución ni con la tradición.

¿Tanto fue el cántaro a Fuentes que al final se hizo homenaje?

Es la figura literaria más conocida de México en el mundo, era inevitable.

¿El advenimiento de los 40 años lo encontró más novelista que nunca?
Disfruto tanto el ensayo como la novela. Y más a los 40.

¿Tiene más sentido querer ser Cervantes que Quijote?

Nadie en la época de Cervantes hubiese querido identificarse con ese pobre diablo que era Don Quijote. El Romanticismo lo convirtió en un héroe quimérico.

¿Por eso usted estudió en la Universidad de Salamanca?

No, estudié en Salamanca porque ya estudiaba allí mi amigo Nacho Padilla.

¿Qué recuerda de su época de estudiante?
La marcha salmantina. El frío de Salamanca. Los paseos por la Plaza Mayor. Escribir En busca de Klingsor.

¿Terra Nostra sería la novela que usted escribiría si fuera Pierre Menard?

No, sería Doctor Faustus, de Thomas Mann.

¿Mentiras contagiosas es un ensayo donde lo que omite también construye una estética?
Los silencios son siempre significativos. El escritor que más me importa de América Latina, Jorge Luis Borges, justo es quien no está.

¿O habrá otros ensayos?

Eso espero. Ahora preparo uno largo sobre América Latina.

¿Escribiría sobre Juan José Arreola, por ejemplo?

Me gusta, pero no es mi favorito. Preferiría Inés Arredondo.

¿Escribiría sobre Elena Garro?
Insisto: Inés Arredondo.

¿Quién es el mejor escritor mexicano de todos los tiempos?
Sor Juana Inés de la Cruz.

¿Cuál es su autor imprescindible?

Thomas Mann.

¿En busca de Klingsor es su mejor obra?
No, creo que es No será la Tierra. (N.d.R.: Editada en 2006 por Alfaguara, cierra la trilogía sobre el siglo XX, que comenzó con la laureada En busca de Klingsor y siguió con El fin de la locura).

¿Cuál es su rutina como escritor?
Ahora escribo casi a diario, por las mañanas. Pero puedo pasar semanas sin escribir.

¿Escribe en computadora?
Depende. Mi novela reciente, El jardín devastado, la escribí a mano.

¿Corrige mucho?
Cada vez más.

¿Escribiendo es más feliz que leyendo?

Son felicidades distintas, complementarias.

¿Recuerda la emoción cuando tuvo en las manos su primer libro publicado?

Sí, pero vino acompañada de una decepción personal, así que me vacunó contra el fetichismo libresco.

¿Siempre supo que sería escritor?

En absoluto. Quise ser científico, historiador, psicoanalista, arquitecto… Decidí ser escritor a los 17 años.

¿La escritura es un oficio o una profesión?
Para mí es un placer. Un placer que a veces duele.

¿Quién lee la primera versión de sus libros?

Mis amigos: Eloy Urroz, Ignacio Padilla, Pedro Palou, Vicente Herrasti.

¿Es receptivo a las opiniones de sus amigos durante el proceso de escritura de un libro?

Practicamos una especie de democracia de la corrección. Si hay mayoría de críticas, el autor calla.

¿Ha cambiado algún título, estructura o algo de una obra ya diseñada por consejo de un amigo?
Infinita cantidad de veces. No creo en los textos perfectos.

Si el crack fue una acción de marketing literario, el balance es excelente, ¿no cree?
Pero no lo fue. Lo fundamos en 1994, cuando no teníamos ni agentes ni editores ni posibilidades claras de publicar.

¿Se junta a menudo con sus colegas del crack?

Todos juntos es cada vez más difícil, pero sí, muy seguido, con uno u otro.

¿Le preocupó alguna vez quedarse sin trabajo?

Sí, por eso estudié Derecho.

¿Cuáles son las ventajas de dirigir un canal de televisión?

Imaginar lo que uno verá en el futuro.

¿Y las desventajas?

La burocracia y la “grilla” omnipresentes en México.

¿Dudó mucho antes de aceptar el puesto en Canal 22?

Me dieron 24 horas para decidir.

¿Lo consultó con alguien?

Con toda la gente cercana. Y todos me dijeron que aceptara.

¿Cómo se describiría en función de jefe?
Soy siempre amable, me gusta el trabajo en equipo, casi nunca me exaspero.

¿Tiene personas de confianza en el canal?
Todo el cuerpo directivo tiene mi confianza, si no es muy difícil trabajar.

¿Hay más similitudes que diferencias o viceversa entre ser funcionario de la diplomacia que de la televisión estatal?
La intriga política es la misma, desafortunadamente.

¿Qué recuerda de su paso por Francia como diplomático?
Fue una gran experiencia. Sobre todo recuerdo el contacto con artistas plásticos mexicanos.

¿Qué fue lo más importante que hizo allí?

Ofrecer una mirada de México que no fuese la tradicional.

¿Nunca le han despertado inquietud los desempeños de los gobiernos para los que usted cumplió y cumple funciones?

Siempre me inquietan.

¿Siempre estuvo consciente de que sus elecciones profesionales le iban a aumentar significativamente su cuota de enemigos?
No, tardé en descubrir que tenía enemigos. Yo conscientemente nunca los he buscado. Y no queda más remedio que aprender a combatirlos.

¿Los enemigos que tiene merecen respeto o no valen nada?
Hay de ambos.

¿Qué aprendió de sus enemigos?

La vileza.

¿Y de sus amigos?
La lealtad.

¿Ha perdido amigos últimamente?

No, últimamente no, pero sí en el pasado.

¿Lo lamentó?
Muchísimo.

¿Tiene más enemigos que antes o no los cuenta?

No tengo idea.

¿Su padre es un gran lector (o fue) o un escritor frustrado?

No, un médico humanista que adoraba el arte y la lectura.

¿Hay un tipo de lector-Volpi?
No lo sé.

¿Qué cosas no pueden faltar en su estudio?
Música.

¿Nunca se ha visto tentado por el alcohol o las drogas?
Me encanta el vino y el tequila. Drogas, lo reconozco, nunca.

¿Siempre fue tan recatado y pulcro?
Soy mucho más desordenado de lo que aparento.

Los críticos dicen que su prosa es demasiado fría, ¿coincide?
Ojalá fuera así.

¿Usted es demasiado frío?

Temo que no.

¿En qué momentos del día escucha música?
Todos los que puedo. Me es indispensable.

¿Qué tipo de música le hace perder el sentido?

Bach, Beethoven, Schubert, Mahler…

¿Qué otras cosas de la vida le hacen perder el sentido?

Las mujeres.

¿Pierde a menudo el sentido o siempre es tan propio como parece?
Lo parezco.

¿En qué gasta el dinero?
En viajes, libros y CD’s.

¿Usted elige su ropa?

Temo que sí.

¿Usted ha decorado su casa?
Sí.

¿Tiene muchos libros?
Bastantes.

¿A algún libro le da más valor que otro?
Atesoro más mis discos.

¿Cómo es su madre?
Risueña, gentil.

¿Su infancia fue grata?
Grata, sí, y también atormentada.

¿Qué añora de su niñez?

La inconsciencia.

¿Cuál era su juguete favorito?
Coleccionaba (y todavía) robots.

¿Ha tenido buenos maestros?

Algunos espléndidos, por supuesto. Entre escritores, Hugo Hiriart.

¿Qué le diría de México a alguien que no conoce México?
Que destierre sus prejuicios y valore sus contradicciones.

¿Puede vivir en un lugar sin tacos, guacamole o mariachis?

He vivido 10 años fuera de México. Extraño la comida, pero claro que sobrevivo. Y, además, ahora uno encuentra tortillas en todas partes. Los mariachis, en cambio, no me interesan.

¿Qué cosas de su país ya no tienen arreglo?
Tantas oportunidades perdidas. La última, en el 2000.

¿Por qué cosas su país todavía debería tener esperanzas?

Por la energía individual.

¿Qué cosas de su país lo hacen sufrir?
La desigualdad. 5 por ciento de la población que acumula el 80 por ciento de la riqueza.

¿Qué cosas de su país lo hacen feliz?
La comida, el arte, la literatura, mi familia.

¿Ha sufrido por amor?

Varias veces.

¿Por odio?
Nunca.

¿Por envidia?
Brevemente.

¿Ha sentido sed en el desierto?
Y frío en la tundra.

¿Calor en la nieve?

Y escalofríos en la jungla.

¿Soledad en la multitud?

Siempre.

Entre la imaginación y la voluntad, ¿qué privilegia para escribir una novela?

Es la sutil combinación de ambas.

¿Alguna vez sintió que tanto esfuerzo no valió la pena?
Muchas veces. Tengo dos o tres novelas que, a más de cien páginas de iniciadas, terminaron la basura.

¿Va al cine solo?
Creo que una de las cosas que más he hecho en mi vida es ir al cine solo.

¿Frecuenta el teatro?

No tanto como quisiera, pero el tiempo es limitado y siempre prefiero un concierto.

¿La Ópera?
Siempre. Soy operómano feroz. Mi sueño sería escribir el libreto de una ópera.

¿Los conciertos de rock?
Sólo por error.

¿Tiene ídolos?
Mis padres.

¿Cree en Dios y en el Espíritu Santo?
Soy ateo militante.

¿En la Virgen de Guadalupe?
¿En quién?

¿En la llanura la fe también mueve montañas?
Fe es una palabra que detesto.

Si fuera nombrado Ministro de Educación, ¿cuál sería su primera medida?
Espero nunca serlo, pero intentaría reformar radicalmente lo que estudian los alumnos en la primaria. Hay que enseñar el placer del conocimiento y del arte y prepararlos verdaderamente para la vida cotidiana.

¿Y si fuera Ministro de Cultura?
Lo mismo.

¿Le gustaría dirigir Conaculta?

No.

¿Qué cosas no perdonará nunca?
La traición.

ENTREVISTA A ÁNGELES MASTRETTA PARA EL PERIÓDICO CRITICA DE ARGENTINA


Como ella misma dice en el blog Puerto libre, que lleva el nombre de su libro de ensayos publicado en 1993 y que ha comenzado a escribir hace apenas 15 días para el periódico español El País, Ángeles Mastretta (Puebla, 1949) está viviendo una gloria renovada. “Últimamente me ando sintiendo en la cresta del reconocimiento”, dice en su cuaderno de bitácora electrónico, la experiencia que cuestiona un poco Mercedes Casanova, la agente literaria de la autora de Arráncame la vida, a raíz del fervor con que Ángeles se ha dado a la tarea de escribir un texto diario y de jugar con la Internet, el espacio “que nos iguala y donde nadie me trata de usted”, según nos confiesa.
Su transcurrir en la cresta de la ola es fruto de la versión cinematográfica de Arráncame la vida, una película que gracias al protagónico del mexicano Daniel Giménez Cacho, mediante un trabajo para el que el afamado actor de La mala educación ha tenido que engordar 12 kilos, se ha constituido en un verdadero fenómeno de asistencia de público en México. Con casi dos millones de personas que la han visto desde su estreno, el 12 de septiembre, la cinta dirigida por Roberto Sneider encabeza la lista de películas mexicanas con mayor éxito de audiencia e ingresos de los últimos años.
La novela de Mastretta, cuya historia transcurre en 1932, fue publicada por primera vez en 1985 y hasta ahora ha sido traducida a 80 idiomas.
La saga de Catalina (que en la película interpreta la bellísima actriz Ana Claudia Talancón), la mujer que en su adolescencia profesa un amor sumiso por el general Andrés Ascencio, con quien se casa cuando ella apenas tiene 16 años y que luego se enamora de un joven y libertario director de orquesta, es ya un clásico de la literatura latinoamericana contemporánea.
La autora se mostró desde un inicio muy entusiasmada con el proyecto de llevar al cine su Arráncame la vida y de hecho colaboró con Sneider en la adaptación del guión. La película tuvo un costo de casi 7 millones de dólares, cifra por la que se constituyó en el filme más caro de la historia nacional. Por contrato “muy firmado” –como asegura Mastretta- la escritora se había comprometido a no entrometerse para nada en la elaboración de la película, pero el director parece haber cedido a sus encantos cuando, habituado a la presencia de la autora en los escenarios de filmación, comenzó a hacerle consulta tras consulta.
Hoy, Ángeles Mastretta puede decir sin sonrojarse que incluso hay escenas “como la de la relación sexual que Catalina, que está embarazada de Ascencio, tiene con un ex compañero de la escuela”, que se mantuvieron en la cinta definitiva gracias a su insistencia.
Va de suyo que la también autora de Mujeres de ojos grandes (1990), Mal de amores (1996) y Ninguna eternidad como la mía (1999), entre otros, está encantada con el éxito que ha tenido la película y vive con entusiasmo sus tareas de promoción en los círculos cinéfilos destinados a encarrilar la cinta rumbo al Oscar y al Globo de Oro.
Recientemente ha estado en Los Ángeles, en una función especial para la prensa extranjera, superando con estoicismo los contratiempos que conlleva ser sapo de otro pozo entre productores de filmes, periodistas especializados y hoteles que no proveen pantuflas. “Como tengo aires de princesa doy por hecho que en todos los hoteles hay zapatitos de toalla para andar descalza dentro de ellas en vez de pisando el tapete verde mugre que tenía mi cuarto. No había, pero perdí el tiempo preguntando por unos”, escribe en su blog.
Su Majestad Mastretta es, efectivamente, un miembro de la realeza azteca; el gran sacrificio de su madre, que fundó una escuela de baile para poder mantener a la familia cuando se quedó viuda a los 46 años y cinco hijos, le permitió seguir estudiando en los carísimos colegios privados donde también iban sus vecinos del barrio residencial que habitaba. Además, la escritora, que vende como pan caliente cualquiera de sus libros de ensayo o de reflexión sociológica a los que se viene dedicando últimamente, ocupa junto a su marido, el analista político y escritor Héctor Aguilar Camín, un sitio de privilegio entre los intelectuales mexicanos, gozando de una popularidad que no cede con el paso del tiempo.
Hay que decir también que la obra un tanto breve de Ángeles Mastretta y su afición a las historias melodramáticas, con orientaciones femeninas y un tanto folclóricas, le han retaceado un sitio confortable allí donde se cuece la alta literatura. Es poco probable que aparezca en las revistas de teoría literaria y mucho menos que algunos de los escritores de la nueva generación en México que alaban sin pudor a sus antecesores, por caso Carlos Fuentes o Sergio Pitol, la tengan en cuenta a la hora de justipreciar el corpus literario nacional.
Injustamente se la ha puesto en el grupo de las mujeres que escriben sobre agua y chocolate, en un paradigma de marketing que refiere tanto a la chilena Isabel Allende como a la mexicana Laura Esquivel o la muy menor también chilena Marcela Serrano. De todas ellas, es probable que Mastretta esté más cerca de la dominicana Julia Álvarez o de la colombiana Laura Restrepo, por el cuidado del lenguaje que dichas autoras profesan.
Ella, Ángeles, tan fina, hace como que no se entera de lo muy resistida que es en los círculos literarios “serios”. Al fin y al cabo, no le falta razón cuando apunta que son pocas las críticas publicadas en su contra (“más bien me ignoran”, admite) y que después de todo, sin que nadie se diera cuenta, un buen día del año 1997 México amaneció con la primera mujer en la historia en ganar el prestigioso premio literario Rómulo Gallegos. Era Mastretta, que había ganado contra todo pronóstico por su novela de 1996, Mal de amores.

Tarde de Ángeles

Estamos por hacer frente a lo que en México se llama “bomberazo”, es decir, una circunstancia azarosa que compele a una resolución inmediata. Es Ángeles al teléfono que pide disculpas por sus problemas “con las certezas” y pensar erróneamente que ya nos había avisado que la entrevista se llevaría a cabo “hoy, es decir, dentro de media hora”.
Por suerte Mastretta vive en una colonia accesible, la San Miguel de Chapultepec, a poca distancia de donde el martes, a la misma hora en que se empezaban a recibir los primeros resultados de las trascendentes elecciones estadounidenses, caía un jet que llevaba a bordo al secretario de gobernación Juan Camilo Mouriño, el segundo hombre más poderoso del país luego del presidente y al número uno de la lucha contra el narcotráfico, Santiago Vasconcelos.
“Todo esto es tan raro, ¿escuchaste el discurso del presidente? Eso de que hay que investigar hasta las últimas consecuencias. ¿Qué quiso decir?”, pregunta sin esperar respuesta.
Es una mujer diminuta y agraciada. Va a cumplir 60 años y parece de 45. Muy delgada y vivaz, se pasea nerviosa por los interiores de una enorme mansión con parque, jardines, escaleras de madera clara y amplios ventanales. La inminente llegada del fotógrafo la ha puesto en pie de guerra frente a su propia imagen. En media hora hay que resolver todo: la entrevista, las fotografías, el maquillaje. Ante la sugerencia de que vistiera un hermoso saco pintado a mano diseñado por el modisto Armando Mafud, famoso por incorporar las tradiciones mexicanas a sus prendas, Ángeles se preocupa por la luz del día. “Es que ese saco es de noche y si me sacan en el jardín con un traje de noche, voy a parecer una loca”, se disculpa.
De pronto desaparece.
Su estudio tiene el tamaño de un departamento con dos recámaras, no hay un orden obsesivo, pero lucen los objetos hermosos: un cuadro, un papelero de plata, una colección de piedras redondas de ónix provenientes de Puebla, la computadora ultramoderna de pantalla líquida…
Cuando la autora entra en escena nuevamente, luce perfectamente maquillada. “Ya está, lo más importante es el maquillaje. Luego vemos lo de la ropa”, dice. Inquieta y espontánea, el luego es “ahorita” y desaparece otra vez entre sus closets, de donde elige un traje blanco de estilo oriental al que le adosa un chal con tonos lilas y verdes. Ángeles sigue al fotógrafo rumbo al jardín y posa con experiencia y seriedad. No quiere reírse mucho, “porque no quiero parecer una loca”, insiste.
Tiene miedo del frío en este invierno adelantado que padece México, pero acepta cambiarse y hacer las fotos con el saco de Mafud. “Sí, es una belleza”, concede encantada. En una de las salas, sus hijos veinteañeros Catalina y Mateo conversan con unos amigos. “Que ellos anden por aquí me inhibe un poco para las fotos. Nunca quise darme importancia con los amigos de mis hijos”, pregona.
Antes de encender el grabador, suena el teléfono. Es el esposo. “Fíjate, me llama para decirme que después me va a llamar. Ay, los maridos, qué cosa rara, ¿no?”, dice ella que de maridos sabe un rato; al fin y al cabo, a los esposos les dedicó su último libro, un compilado de historias de parejas en donde afirma que “los maridos son un estado de ánimo”.
Comienza la entrevista, que duró casi dos horas de las tres que estuvimos en su casa.

- Dice Andrés Calamaro que al rock le dio la vida, ¿usted le dio la vida a la literatura?
- No. La literatura me da vida a mí. La vida se la doy a las personas que quiero y para eso necesito el alimento que me da la literatura.
- ¿La vida familiar pudo ser compatible fácilmente con la vida literaria?
- Sí, yo tuve esa fortuna. Los niños iban al colegio y yo escribía y además vivo con un hombre excepcional que también escribe. Los dos somos escritores y crecimos juntos, literariamente hablando.
- Parece funcionar bien la pareja de escritores…hay muchos casos.
- Seguramente por el otro pasa parte de lo que uno escribe, sin lugar a dudas. Nosotros no leemos nuestros respectivos libros mientras los estamos escribiendo, sino que los leemos cuando los tenemos terminados. Nos vamos contando las historias, eso sí. Es parte de la diversión.
- ¿Ese hombre excepcional del que usted habla es también para usted un gran analista político, un buen escritor?
- Es todo eso y también la neurosis propia de ser todo eso. Es un gran escritor, tiene una mirada excepcional para ver el mundo y para analizarlo, lo cual es muy difícil. Yo tengo una buena mirada para ver, pero no tengo ningún interés en hacer análisis políticos. Los hago mientras voy escribiendo, casi te diría que se hacen solos. Si fulano es un perverso y se para chueco, quizás con eso esté haciendo una teoría política en torno a uno de mis personajes, pero esa capacidad de síntesis que tiene Héctor para decir tres frases y concebir dar toda una idea es excepcional. Y cuando digo excepcional, quiero decir que no hay nadie que yo conozca que pueda hacerlo tan bien como él.
- ¿Coincide siempre con sus apreciaciones políticas?
- Con las que publica sí. Las otras se arreglan en casa.
- ¿Vivir en México ha sido difícil precisamente por ser Héctor un escritor dedicado a la política?
- No podríamos vivir en otra parte así que ni se nos ha ocurrido pensar en qué tan difícil es. Héctor es muy de ciudad, lo suyo no es el campo ni el mar. Y es muy de México. Entonces, ¿dónde va a vivir? No le queda otro remedio que vivir en el ombligo del país. Yo nací en Puebla y qué bueno que no que me quedé porque el de allá es un mundo que cerca mucho, es muy avasallador y silencia. El universo público, político, sigue siendo como el de Arráncame la vida. Hay una parte en que la gente está mermada por vivir allí. Mi hermana vive en Puebla porque es muy valiente, se dedica a la ecología y está enfrentada al gobernador.
- Para colmo los últimos acontecimientos políticos en Puebla han dificultado aún más las cosas…(N.d.R.El gobernador poblano, Mario Marín, fue protagonista de un escándalo cuando mandó a apresar y a torturar a una periodista que investiga abusos de menores por parte de poderosos empresarios)
- Sí, además, ¿cuáles son los últimos acontecimientos políticos en Puebla? Siempre hay uno nuevo.
- Así y todo, ¿qué encuentra cada vez que regresa a Puebla?
- Ay, tú no te das una idea de lo mucho que gozo cada vez que voy. El campo es hermoso, ¿viste las escenas campestres de la película? Así es Puebla. Los volcanes, las flores, mi hermana vive por ahí y ese es mi horizonte en Puebla. Casi ni voy a la ciudad. El centro de la ciudad, donde está filmada la historia, también es muy bonito, pero hay otros espacios horrendos, donde te da vergüenza estar.
- Contra todo consejo de otros escritores, se metió de todos modos en el desarrollo de la película…
- Sí, contra todo consejo. Es más, a mí me pidieron que firmara un contrato donde me comprometía a no intervenir para nada en la filmación de Arráncame…, pero soy muy curiosa y el director Roberto Sneider es muy generoso, así que hicimos una buena mezcla. Él comenzó a preguntarme, yo a contestar, y sin darme cuenta estaba prendidísima de la historia y no quería dejarla. Finalmente, he tenido que aceptar que es su historia. La disfruto muchísimo, pero como siempre pasa en estos casos, hay cosas que no hubiera filmado y otras que sí y viceversa. Sin embargo, no le quitaría nada, al contrario, le pondría un poco más.
- ¿Tal vez algo más de contexto histórico que se narra en la novela, pero que está diluido en la película?
- No, a mí el contexto histórico no me importa tanto. No se puede dar más del que ya se dio en lo que dura el filme. Lo que hace falta es contar la historia de ella, que es lo central. Tal vez me hubiera gustado que el enamoramiento fuera más intenso y el desamor más dramático, a eso habría que haberle dado más tiempo.
- Entre los dos hombres, las mujeres se quedan con el militar Ascencio…
- Mi hija también piensa eso. Claro que el Ascencio de la película es un encanto…aunque el de la novela también, ¿no? Bueno, como fuere, yo no lo quise hacer tan encantador y hay muchos lectores que no lo ven tan encantador. La historia transcurre en Puebla en la época en que gobernaba Maximino Ávila Camacho, el hermano de quien luego fuera presidente de México. Hay bastantes rasgos comunes entre Ascencio y este político poblano.
- ¿Cuál será el secreto de Arráncame la vida, ese que le hizo vender más de un millón de copias; será el tratamiento de la sexualidad femenina?
- Bueno, ese creo yo es uno de los secretos porque le gusta mucho a las chicas jóvenes, ese descubrimiento de la sexualidad femenina. Aunque he de decirte que se me han acercado mujeres de 30 años para decirme que gracias al libro descubrieron cosas de su propia sexualidad. Imagínate. Otros secretos los desconozco, porque sino haría un libro así por año y sería millonaria.
- ¿Y el secreto de su popularidad? Cada vez que va a la Feria del Libro de Guadalajara, sus libros se agotan en el día…
- Qué increíble, ¿no? El año pasado fui con Maridos, que no es una novela, pero se vendió íntegro. No sé, yo siempre tengo un miedo espantoso. Ahora con este blogcito que estoy escribiendo, me lleno de horror. Escribo cinco líneas y las borro, soy muy insegura.
- Acaba de cumplir los 80 Carlos Fuentes…
- Ah, ese sí es muy seguro de sí mismo, ¿ves? (risas)
- ¿Usted es su amiga?
- Sí, vivo el homenaje que se le está haciendo, con cariño. Él es un auténtico caudillo de nuestra literatura, sé que no le gustaría que se lo dijéramos, pero lo es. Creo que él representa un último modo de ser en nuestra literatura, no quiero decir que no aparezca alguien que sea tan querido como él, pero…
- ¿Se ha terminado el tiempo en que la literatura mexicana necesitaba un presidente?
- Exacto, hay muchas variantes, conviven escritores de todas las edades, hay nuevos géneros.
- ¿Con quiénes comparte sus miedos literarios?
- Una de mis grandes lectoras entre los escritores mexicanos es María Luisa Mendoza, “La China”, que es más o menos de la edad de Carlos Fuentes. Con ella tengo una excelente comunicación literaria, tenemos gustos muy parecidos, la conocí de muy chica cuando fui a hacerle una entrevista con avidez. Luego soy muy amiga de todos los escritores que están en la revista Nexos, los Pérez Gay, ese extraordinario personaje que es Luis González de Alba, tan buen escritor y tan delicioso como persona…en fin, creo que todos los escritores en México nos llevamos bastante bien. Luego pasa que vivir en esta ciudad tan grande, tan tremenda, te impide ver a gente que vive en la otra punta. A veces me pregunto, ¿por qué no veo más seguido a Elena (Poniatowska)? Claro, cómo la voy a ver a menudo si ella vive en el sur…
- Claro, Chimalistac es otra ciudad en el Distrito Federal…
- (risas) Sí, eso es el sur sur…
- ¿Hubo otro México mejor que este?
- No lo sé y no me importa mucho. El México que me interesa es el de mis hijos, el de ahora. Te voy a decir: el México de ahora es mejor que el de antes. Es más sucio, está superpoblado, abunda el mal y el mal se expresa en sus manifestaciones más bárbaras, pero así y todo es mejor.
- ¿Por qué?
- Porque lo podemos decir. Antes, cuando emitías una opinión acerca de cualquier político o situación política, corrías peligro, te encarcelaban o directamente te mataban. Esta sola circunstancia hace que vivamos en un México mejor.
- En un México también más desilusionado, porque el cambio del PRI al PAN en el 2000, luego de 71 años de lo que Vargas Llosa llamó la “dictadura perfecta”, fue un fiasco…
- Ah, no. Yo no me desilusioné. Nunca creí en Vicente Fox y siempre supe que era el baboso (imbécil) que demostró ser. Nada me da más gusto y me siento muy sabionda por eso. Nadie en mi familia me apoyaba, mira esa foto de mi madre, que participó en las elecciones del cambio cuidando las urnas; para ella que había sufrido al PRI durante toda su vida, Fox era la solución. Por suerte vivió para darse cuenta de que no era ninguna solución. Claro que no voy a negar que el solo hecho de que dejara de gobernar el PRI resultó una alegría para muchos mexicanos.
- Ahora, no es para reírse, pero siempre se las arreglan los mexicanos para generar noticias que tapan a las noticias por las que se interesa el mundo…
- ¿Qué te parece? Es verdad, el martes la noticia mundial era Obama y todos estábamos prendidos a la televisión, cuando de pronto se cae el avión que llevaba al Secretario de Gobernación. Lo que pasó es una tragedia y se mezcló con la alegría que nos dio el hecho de que Obama ganara las elecciones en los Estados Unidos. Qué te puedo decir, es muy raro, espero fervientemente que haya sido un accidente, pero tal como están las cosas en México, es muy sospechoso y es terrible, que perdiera la vida un político tan joven, padre de tres niños pequeños…en fin, es horroroso.
- Acaba de morir su madre, ¿cómo era ella?
- Tuve una madre muy presente, muy vital y muy generosa, que acaba de morir. Se fue muriendo poco a poco durante un año y se murió muy a su pesar. Tenía 83 años y estaba perfecta. Caminaba un kilómetro por día, se cuidaba mucho y pensábamos que iba a vivir por lo menos hasta los 90, los 94. La muerte es algo violento para mí. Soy súper agnóstica, será por eso. La muerte de mi madre, aunque haya sido una viejita, me enfurece. La muerte no es natural, es un acto de violencia. Todo el mundo sabe que se va a morir, pero todo el mundo vive como si fuera eterno, porque de otro modo no se podría vivir. No me conforma con que algunos me digan que mi madre se fue al cielo. Qué lindo sería eso, que yo pudiera mirar al cielo y decirle: - Mamá, mira qué bien me fue con la película, pero no es así. Ella estará en el cielo, pero yo tengo una cita acá en la tierra. (Se pone a llorar con desconsuelo).

Los libros que vienen

Tiene razones Mercedes Casanova, la agente literaria de Ángeles Mastretta, para estar intranquila. La autora se ha abocado tanto a la escritura de su blog, que ha dejado parados los dos libros que tiene en preparación. “Encima por lo del blog no gano nada, lo hago gratis. Pierdo un dineral cada día, Mercedes me va a matar”, comenta Ángeles entre risas.
Entre los libros que vienen, está la contracara de Maridos, relatada por el personaje femenino de ese libro de historias de parejas, Julia Corzas. “Julia Corzas tuvo varios maridos, el primero: su abuelo; el segundo, su padre, el tercero, fantasma y con el cuarto se casó” rezan las primeras líneas. “Eso es todo lo que escribí hasta ahora”, dice Mastretta como alumna a punto de explicar por qué no hizo la tarea.
El otro libro buscará contar la historia de sus padres. El hecho fantástico de que en la casa familiar de Puebla ahora haya dos urnas con las cenizas de su madre, que acaba de morir, y con las de su padre, muerto hace 40 años y recientemente exhumado.

El affaire Bolaño

“Y aprovecho este paréntesis para agradecerle una vez más al jurado esta distinción, especialmente a Ángeles Mastretta”, dijo el chileno Roberto Bolaño (1953/2003) cuando recibió en 1999 el premio Rómulo Gallegos. La escritora mexicana fue la única en el jurado que había votado en contra de Los Detectives Salvajes, la gran novela latinoamericana de la contemporaneidad. La ironía de Bolaño fue la enunciación de una estética que los enfrentó sin que la autora de Arráncame la vida, que no conocía la obra del escritor chileno, tuviera una participación activa. Más bien era Bolaño el que la llamaba “escribidora”, con notable desprecio. Hoy, a casi 10 años de aquel acontecimiento, Mastretta afirma que “no haber votado por Los detectives salvajes fue un error que pagaré toda mi vida. Qué suerte que ahora lo pueda decir, porque la verdad es que nunca me lo habían preguntado. Sí, yo voté en contra de Bolaño y me equivoqué drásticamente. Es cierto que me gustaba mucho más la novela de Eliseo Alberto, Caracol Beach, al menos lo entendía yo más, pero ahora que Bolaño es un autor de culto y que yo lo he ido poco a poco descifrando, puedo decir que lo respeto, aunque su literatura no sea de las del tipo que a me apasiona”.
“Nunca más vuelvo a votar en contra de todo un jurado, esa tarde perdí mi integridad. La verdad es que entre los fans de Bolaño yo no tengo muchos fans, no me voy a afligir por eso. Más me ha valido entender quién es Bolaño y volverme fan suya”, concluye Ángeles Mastretta.