viernes, 26 de noviembre de 2010

ENTREVISTA A JUNOT DÍAZ


Aclara que su nombre se dice “Junó”, que la letra “te” no se pronuncia y que obedece a alguna rémora haitiana de su padre, un soldado trujillista que vive ahora en La Florida, “donde se van a vivir todos los padres malos”.

“En Haití hay muchos Junot, es un nombre muy común allí y muy raro en otras partes del mundo”, aclara Junot Díaz, premio Pulitzer 2007 por su novela “La maravillosa vida breve de Oscar Wao” y estrella incandescente en la trigésima edición de la Feria del Libro de Oaxaca, que inició el 12 y concluye el 21 de noviembre en dicha capital ubicada al sur de México.

Pocas veces una primera novela genera tanto revuelo y la de Díaz fue un tsunami en la vida del escritor nacido en Santo Domingo en 1968 y que llegó a Estados Unidos cuando era apenas un adolescente y no era políticamente correcto jugarla de latino en un universo donde todo lo cool era gringo.

“Yo no era cool, era un nerd, porque si naces en una familia conservadora como la mía tu rebeldía se basa en mirar muchas películas de ciencia ficción; luego, claro, de tu práctica de tiro y de boxeo a la que estuve abonado durante todos los fines de semana de mi infancia”, cuenta.

En su novela, que lo hizo famoso, el inefable dictador Rafael Leónidas Trujillo, cobra la forma de Saurón, el mago malo de El señor de los anillos y esa ha sido por ahora la única incursión en el género fantástico de Díaz, luego del intento frustrado de escribir una historia de ciencia ficción cuyo primer capítulo envió a su editor para que este respondiera con un telegrama que tenía una única palabra: No.

“Sirve para que me inviten a Oaxaca, por ejemplo”, dice de su Pulitzer, premio del cual fue enterado por un amigo que escuchó la noticia en televisión. “Soy un escritor muy feo y no me llamaron directamente para avisarme, como sí lo hicieron el año anterior con una amiga dramaturga, muy bonita”, admite.

En el medio de ese interés mediático, el escritor “con talentos muy limitados”, que elabora sus historias con ritmo “muy lento” y para quien hacer literatura “es una verdadera mierda, por lo difícil”, Junot intenta escribir una segunda novela que, va de suyo, ya ha comenzado a generar mucha expectativa.

“Escribo alrededor de un capítulo cada dos años y no tengo miedo ni nada de eso. Para un escritor no importa si su segunda novela va a ser mejor que la primera. Lo único que quiere es terminar el proyecto y dedicarle el sacrificio y el amor que se merece”, expresa a Página 12.

“Se trata de una historia de dos hermanas que viven en tiempos de Joaquín Balaguer, que gobernó el país durante 12 años, en ese periodo post-trujillista que se llamó dictadura blanda y en la que muchos militantes de izquierda fueron asesinados u obligados al exilio. Ha sido una generación perdida en la República Dominicana y hasta ahora me está saliendo súper mal”, confiesa.

De ideas fuertes y precisas en torno a lo que él llama “la diáspora de los inmigrantes” en los Estados Unidos, Díaz está convencido de que los latinoamericanos “no entienden a las colonias que viven en USA y suelen ser más gringos que los gringos”.

“Cuando voy a Santo Domingo, mis primos me hablan de Coldplay, de White Stripes, como si yo supiera algo o me interesara esa vaina de los blancos”, afirma, al tiempo que reconoce que “es muy interesante ser parte de una diáspora, pues ambas comunidades te rechazan y a la vez te integran”.

“No hay suficientes proyectos culturales para los inmigrantes en los Estados Unidos, pero las cosas han cambiado mucho en los últimos años. Hay que decir, no obstante, que cuando un extranjero llega a USA se vuelve loco por el dinero, no por la poesía”, agrega.

El bruto del gimnasio

Cuando Junot era niño era “un verdadero bruto”. “Me la pasaba en el gimnasio y escribir no era lo mío. Mi familia detesta la literatura y ama el ejército, así que llegué a mi primer día en la universidad con un par de pesas en las manos”, cuenta.

“Poco a poco fui entendiendo que lo único que más o menos me sale bien es escribir y que amo a los escritores”, dice el autor residente en Nueva York, donde da clases en la Universidad Rutgers de New Jersey, la misma en la que era profesor Tomás Eloy Martínez, de quien se hizo muy amigo.

“Siempre le decía a Tomás: nunca seré tan cool como tú”, cuenta.

Consciente en grado máximo de la mirada prejuiciosa que suelen tener el lector y el crítico estadounidenses respecto de los autores latinoamericanos, Junot se queja de que “si en mi novela pongo un hurón como personaje, enseguida llaman a eso realismo mágico, porque no se les pasa por la cabeza que puedo haberme formado mucho más en la ciencia ficción que en ese género de la literatura de nuestro continente”, explica.

“En todo caso, he leído a todos los escritores del boom y lo único que puedo decir es que en mi novela trato de jugar con todos los géneros posibles, sin pegarme demasiado a ninguno”, agrega.

“¿Que mis dos libritos son más importantes para leer que toda la obra de Roberto Bolaño?: esa es la cosa más ridícula que he escuchado este año y mira que en Nueva York escucho cosas ridículas todos los días”, dice el también autor del libro de cuentos Los boys al conocer la recomendación que hace el chileno Antonio Skármeta cuando se le pregunta por Bolaño. “Hay que leer a Junot Díaz, ese es el bueno”, suele decir el autor de Ardiente paciencia, un enemigo acérrimo del fallecido autor de Los detectives salvajes.

“Esas cosas pasan porque en Latinoamérica hay demasiados escritores machos que no entienden que leer no es como tener amigos. Veo a la literatura como una estrategia y nadie puede negar o rechazar una estrategia. Además, es tan difícil escribir que no quiero rechazar ni a mis enemigos, nunca sabes cuándo un libro de otra persona va a venir a salvarte en tu propia escritura”, expresa.

Loco por César Aira

Junot Díaz aporta su cuota de afición a la literatura argentina y se decanta por César Aira a la hora de elegir un autor favorito. “Sé que está loco, pero su obra es fantástica”, asegura.

- Dices reiteradamente que escribir es una mierda, ¿por qué te dedicaste a la escritura?

- Es que uno tiene ideas que quiere expresar, comunicar y la literatura es un buen vehículo para ello, aunque lo más importante en este asunto es que en realidad escribir es la única cosa que sé hacer. Aunque es una tarea muy difícil, creo que lo más difícil para mucha gente es entender que no porque uno haga algo porque no sabe hacer otra cosa, eso signifique que le resulte fácil. Quiero mucho a la literatura y entiendo perfectamente el efecto que produce en un lector cuando un libro le cae muy bien, cuando un libro tiene la capacidad de cambiarle la vida, de transformar para siempre lo que esa persona es. Como lector tengo muchos libros que me han cambiado la vida, que me han cambiado el alma.

- ¿Cómo cuáles?

- La primera fue una novela que leí en mi niñez, era sobre conejitos. De adulto, me impresionó mucho La canción de Salomón, de Toni Morrison. La gran novela de Juan Rulfo, Pedro Páramo, ¡Mi Dios!

- ¿Qué te gusta que se diga de ti, que eres un activista social o que eres un escritor?

- Ojalá no tenga que elegir entre ninguna de las dos. Soy esas dos cosas y lo que más me importa es ser consciente de que formo parte de una sociedad y que como tal debo e intento hacer lo posible por mejorar el lugar donde vivo.

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jueves, 11 de noviembre de 2010

FITO PÁEZ EN MÉXICO


Vino, vio y venció. Fito Páez lo hizo: para festejar 30 años de carrera musical, ofreció un concierto a sala colmada en el llamado “Coloso de Reforma”, nada más ni nada menos que el Auditorio Nacional del mexicano Distrito Federal, con capacidad para 10 mil personas.
Para un cantautor que es la quintaesencia de la argentinidad (como le cabe a su condición de rosarino y no de porteño), resultó llamativa la ausencia del folclore albiceleste salido de aquella ecuación lógica para el exilio: com-patrioterismo + nostalgia + sentido de pertenencia en tierras extranjeras.
A lo sumo, pudo verse una camiseta de la nacional flameando tímidamente por las gradas superiores y una bandera chilena en las plateas, agitada histéricamente por dos fans acérrimas.
Una ola de frío que ya ha dejado nueve muertos en México y que se ha ensañado inoportunamente con la capital del país, fue el marco donde el autor de el “Amor después del amor” se estrenó en el escenario del Auditorio, cumpliendo así un viejo sueño postergado. “Hace una punta de años que vengo cantando aquí y nunca había hecho un Auditorio, ya era hora y así se lo hice saber a mis empresarios”, confesó Fito en la conferencia de prensa destinada a anunciar su actuación estelar ante un público local que lo venera y que conoce todas sus canciones.
“Incluso canta de pe a pa “Cadáveres exquisitos”, un tema muy complejo, que en Argentina no pegó tanto”, se ufanó el cantautor ante GENTE, al final de un concierto que duró casi tres horas, para el cual se vistió íntegramente de blanco y en el que sirvió de anfitrión a invitados “grossos” como el maestro del bolero Armando Manzanero, la Lady Gaga local y cincuentona Susana Zabaleta, la dulce y recientemente estrenada como mamá Julieta Venegas y los músicos Meme y Quique, integrantes de Café Tacuba.
Se fuerza la máquina de noche y de día, de eso no cabe duda, y fueron –según Páez- los resortes de ese gran artefacto llamado industria musical los que le pasaron la factura en la mitad del show y lo dejaron sin voz frente al mismísimo Manzanero. Cantaban el legendario “Esta tarde vi llover”, cuando –como dijo luego un espectador, haciendo gala del proverbial humor azteca- “Fito agarró todos los gallos que volaban en el aire” y se hizo presa de una disfonía que no le soltó las riendas durante un buen tramo de concierto.
“Es la primera vez que me pasa, jamás me había quedado afónico en un escenario. La guillotina caerá sobre el culpable”, se disculpó el artista.
Seguramente, Charly “puesto que sin él no seríamos nada”, según dijo el propio Páez en escena, acudió con sus ángeles misteriosos para asistir a su discípulo y, en la soberbia ejecución de “Desarma y sangra” (tema de García), Fito recuperó el timón y, a partir de ahí, todo fue de sí, de su piano y de su manera eléctrica de rockear, porque “si esto no es rock, ¿el rock dónde está?” (FP dixit).

Un muchacho llamado Rodolfo

Lo que los miles de mexicanos que corearon su nombre a voz en cuello no vieron fue el modo paternal con que en la prueba de sonido el manager personal de Fito, el ya mítico Alejandro Avalis, lo llamaba Rodolfo. “En realidad es Romina la que empezó a llamarme así”, explica Páez y luego se llena la boca hablando de esa relación entrañable “con mi hermano Alejandro”. “Somos una especie de Don Quijote y Sancho Panza y nos queremos y comprendemos tanto, que a veces el Sancho Panza soy yo y él es el caballero andante”, afirma.
Tampoco la gente vio a una niña rubia de ojos enormes, vestida de verde, muy parecida al señor que se movía sin cesar en el escenario. Margarita Páez soportó estoicamente las tres horas de concierto de su famoso progenitor y, más aún, como buena hija de tigre, paseó sus orondos seis años por el backstage, donde una cincuentena de figurones y figuritas locales se desvivía por saludar personalmente al cantautor argentino.
A su lado, la elegante (melena rubia a la altura de los hombros, un traje entre gris y negro, muy invernal y ad hoc) y cercanísima Romina Ricci, cumplía con discreta humildad y una simpatía a flor de labio la misión de esposa amorosa y de madre dedicada, pintando una escena familiar que hace vibrar al músico, de 47 años, y decir, con una sonrisa de oreja a oreja: “Estoy viviendo un momento muy dulce. Ya tocaba. Después de tantos palos, una buena”.

La entrevista

Se acerca con una copa de champán y un paquete de Marlboro Light a la entrevista con GENTE. En el tercer cambio de ropa de la noche, Páez regala un ambo azul con rayas delgadas blancas, que corta con una camisa morada. Pide “un fueguito” al asistente de turno y se larga a hablar como siempre lo hace: con voz fuerte y firme, sin medias tintas.

- En el escenario, como en la vida, qué dura es la vida del frontman, ¿no?
- Mirá, yo sabía que iba a pasar esto y como lo sabía, estaba tranquilo. Cuando tenés conciencia de que vos avisaste a la gente que trabaja con vos que iba a pasar una cosa así, lo que queda es sacarlo adelante, como hice.
- ¿No se cansa de sacar siempre adelante todo?
- La verdad es que me considero un hombre muy afortunado. Las circunstancias en Argentina son complejas para alguien que quiere hacer las cosas que quiero hacer yo, que son las que me gustan. Pagas un precio, que es el esfuerzo extra, pero no te podés andar quejando por el mundo de esa situación. El mundo ahora funciona así: el trabajo está afuera, tenés que laburar mucho, tenés que dormir muchas noches en los aeropuertos, a deshoras, cambia la alimentación, pasás mucho tiempo sin ver a tu familia, pero no me quejo. Lo hago con alegría. Ahora le voy a pegar un ajuste de tuercas a todos los muchachos que trabajan conmigo, porque al final yo tenía razón…
- ¿Tendría que no haber hablado durante una semana como hacen los cantantes de ópera?
- No, no, me cuidé muchísimo, porque sabía de qué tamaño era el esfuerzo que estaba haciendo. Lo que pasó es que tuve muchos conciertos al aire libre (N.de R.: Fito hizo, además, una minigira por el interior mexicano) y así es cómo funciona la máquina ahora. Tampoco me quejo de eso, así funcionan las cosas, pero hay que ajustar clavijas, sin dudas.
- Pluralizando sin quererlo, después de lo sucedido a Gustavo Cerati, gente como usted, como Andrés Calamaro, comenzaron a ser más frágiles ante la vista del público, como si de pronto, de un día para el otro, pudiera perderlos…
- No, no hay de qué preocuparse. Lo de Gustavo fue mala suerte o habrá algún aspecto genético…
- ¿Usted cómo se siente?
- Muy bien, soy un hombre pleno, estoy grabando, estoy haciendo música, criando hijos, estoy escribiendo una novela y haciendo las cosas bien para poder durar, porque después de los 40 todo empieza a andar distinto, para cualquiera. Soy consciente de que hay cosas, hábitos, que tengo que renovar y lo hago, porque quiero estar mucho tiempo al lado de la gente que amo. No acentuaría este tema en relación exclusivamente con los músicos…
- Bueno, pero salvo Charly, quien, según dijo, nos va a enterrar a todos…
- No, eso lo dije yo (risas)… bueno, no sé, Bukowski vivió hasta los 82 años…lo que creo es que no hay leyes, uno tiene una vida, una forma de vivirla y los años no están ligados a los excesos solamente. Lo que hace falta es saber el lugar privilegiado que uno ocupa y vivir esa circunstancia con alegría. Esa actitud fue lo que produjo el concierto extraordinario de esta noche, inolvidable para todos. Si hay algo que pensar en torno a este tema que planteas es cómo funciona la industria forzando la máquina y eso sí es algo que para los que hacemos esto conviene observar o por lo menos para empezar a tener una charla más seria y que ya no piensen que estás quejándote como si fueras una tía vieja.
- Quería hacer un Auditorio y también quería llenarlo, con mucho o casi todo público mexicano, además…
- Sí, fue muy hermoso, a lo mejor también por eso los nervios pudieron haber jugado una mala pasada y producido algo de mi disfonía, aunque yo no estaba nervioso, de verdad…Y el público argentino que vas encontrando en los distintos países empuja mucho…
- Pero usted ya quebró esa barrera de cantar sólo para los compatriotas de la nostalgia…
- Eso está pasando en todos lados y es algo muy emocionante, porque también ves el paso del tiempo allí y te das cuenta de que tu música tuvo la suerte de poder vivir otras realidades en otros contextos y que se han creado vínculos muy fuertes con otros públicos…es extraño decirlo y a la vez es muy emocionante sentirlo.
- Y cantan aquello de “dar es dar” con una tonada muy argentina…
- ¡Sí! o “Cadáver exquisito”, que en México fue un hit y en la Argentina no tuvo suceso y que, además, es muy complejo, toda la argentinidad está metida ahí adentro, están las subidas y las bajadas de Astor, en los textos está todo lo que pienso de mi país y acá pegó mucho.
- Al contrario de Andrés Calamaro, que cantó el viernes pasado en el mismo necesario y le dedicó el concierto a Néstor Kirchner, usted no tuvo necesidad o deseos de mencionar las circunstancias por las que está atravesando Argentina
- Creo que eso es muy íntimo, soy muy cauto, muy precavido, en esos asuntos. Si pienso en algo al respecto, me surge en desear que la gente que está alrededor de Cristina la contenga en este momento de gran dolor, para que ella pueda afrontar la dificilísima tarea de gobernar el país. No diría nada en un concierto de eso. Me parece que en un concierto está pasando algo muy específico, pero bueno, Andrés es Andrés y tampoco está mal…
- En un concierto pasan cosas y a usted lo que le pasa es mucho rock…
- Mirá, a veces me pongo a pensar en qué le pasa a un tipo que viene a mi concierto y escucha primero “Folies Bergere”, luego “Un vestido y un amor” y después “Ciudad de pobres corazones”. Creo que lo primero que se pregunta es “¿Y este tipo quién es?”. La verdad es que ni yo sé quién soy, pero quiero decir, en ese sentido hay una gran amplitud estética en la banda y podemos movernos con muchos repertorios diferentes y cuando jugamos con un género más preciso, como podría ser el rock en “Ciudad de pobres corazones”, que tiene que sonar potente y salvaje, así suena.
- Este forzar la máquina que casi lo deja sin voz, ¿fue para demostrarse algo a sí mismo, a esta edad madura, digamos?
- Me parece que el escenario es un ámbito de gran franqueza, que es un lugar donde tenés que poner toda la verdad. Si en ese momento hay algo en tu cuerpo que no te permite expresar la verdad, tenés que recurrir a todos los recursos que quedan. Si no hay verdad en un escenario, no está pasando nada.
- ¿Y con las otras cosas qué pasa? El cine, la novela que está escribiendo…
- Me gustaría tener más tiempo para hacer las cosas a lo mejor más ordenadas, pero hace muchos años que escribo las películas durante las giras, que compongo las canciones en el medio de las giras. Mi plan es cambiar un poco las cosas y atacar cada actividad en forma más específica, veremos…
- ¿Qué ha significado la paternidad en su vida?
Haber entrado en otra dimensión. Los hijos empiezan a mostrarte algo del mundo que vos no conocías y en muchos casos te confirman cosas que defendiste toda tu vida. En otros, te dan una mirada insólita. No todo en la vida es el piano, las horas de escribir o estar con los amigos. Con los hijos vuelve la ternura, ves las rencillas entre hermanos, vuelven las cosas de la infancia y eso te conmueve mucho.
- Y ahora ha vuelto con Romina…usted siempre rodeándose de mujeres talentosas…
- Están todas locas (risas). Lo que puedo decir con respecto a eso es que soy un hombre muy afortunado. Ando por el mundo haciendo mi música, cuido de mis hijos, me considero un hombre de suerte. Estoy viviendo un momento dulce y como he pasado momentos muy bravos en mi vida, estoy disfrutando mucho este que me toca.
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viernes, 5 de noviembre de 2010

GUITAR HEAVEN



¿Qué le pasa a Peter Capusotto? Carlos Santana (Autlán de Navarro, Jalisco, México, 20 de julio de 1947) bien podría twittear esa pregunta y replicar así el hilarante sketch donde el nuevo sacerdote del humor argento se preguntaba qué le había pasado al guitarrista de Jalisco: algo así como el malogrado viaje que el enorme artista mexicano habría emprendido desde Woodstock hasta los covers “supernaturales” que le hicieron vender millones de discos.

Lo cierto es que Supernatural (Sony, 1999) fue un gran disco en la aldea global del nuevo milenio y también es cierto que el ex esposo de la “Chocolata” Deborah Santana se dedicó luego de ello a repetirse hasta el cansancio y a edulcorarse hasta el coma diabético.

Ahora, con una nueva novia (la baterista de su grupo, Cindy Blackman), Santana regresa con un disco bestial, apuntalado por su productor, el experimentado Clive Davis.

Versiones de clásicos del rock más rockero como el “Whole lotta love” de Led Zeppelin, cantado por el impecable Chris Cornell, el “Little wing” de Hendrix, recorrido esplendorosamente por el eterno Joe Cocker o “Smoke on the water” de Deep Purple, interpretada por el líder de Papa Roach, Jacoby Shaddix, demuestran que cuando se trata de Santana, los dinosaurios pueden reaparecer. Aleluya por eso.

"MI TRABAJO ES SER BELLA"


Primera noticia relevante: luego de 19 años, la corona de Miss Universo vuelve a México, gracias a la tapatía Ximena Navarrete, nacida el 22 de febrero de 1988 en Guadalajara.
Segunda noticia relevante: la flamante reina de belleza no podrá arreglar los problemas del narcotráfico, no terminará con la pobreza endémica en su país de origen y tampoco podrá hacer mucho por obtener la paz en el mundo. Al menos así lo ha dejado asentado la muchacha de profundos ojos marrones que yergue su metro 75 de altura frente a la nube de periodistas que la ha ido a esperar a un hotel de la zona sur, donde ofrece su primera conferencia de prensa en la capital mexicana, tras ser coronada monarca.
El primer discurso suena a una advertencia más hija del sentido común, tan escaso entre los medios de comunicación masivos, que de la reflexión. Como sea, la muchacha esgrime una bandera en beneficio de la razón y evita con ello que la atosiguen con las preguntas de rigor, casi todas ellas relacionadas con los temas de la política, tan ajena al mundo que la circunda.
Muestra de ello es el humor de que hizo gala en el programa de David Letterman en la televisión estadounidense, cuando entre las diez razones para hacer del mundo un lugar mejor, Ximena expuso el que “traigas el auto a casa y le cambies el aceite” y “encontrar un empleo estrafalario para convertirme juez en American Idol”.
Flanqueada por la Miss Universo de 1991, la espectacular Lupita Jones, que ostenta un cuerpo lleno de curvas y una figura envidiable para los más de 40 años que indica su partida de nacimiento, Ximena parece perderse un poco con esa estampa esmirriada de apenas 50 kilos. Algunos de los muchos personajes que integran su séquito y que la acompañan a todos lados, murmuran por lo bajo que la soberana ha perdido algunos kilos luego de obtener el cetro en Las Vegas. En los foros de Internet, se suman las voces para criticarla por ser tan delgada, aunque lo cierto es que Navarrete no sufrirá el acoso del dueño del concurso, el multimillonario Donald Trump, que casi le saca la corona a la venezolana Alicia Machado cuando esta vio aumentada su figura. “Es una máquina de comer”, dijo hace 14 años Trump refiriéndose a Alicia, algo que sin duda no podrá decir de nuestra Ximena.
La nueva Miss está a tono con los tiempos que corren y apenas llega a la sesión de fotos con GENTE, se convierte en la delicia de maquilladores y fotógrafos. Para las imágenes, conviene estar como un junco y ella cumple con los parámetros estéticos del nuevo milenio, qué duda cabe.
No es frágil y tampoco derrocha simpatía. De hecho, la candidata por Venezuela en el concurso de Miss Universo la acusó de “poco amistosa”, quizás por ese modo que tiene la nueva reina de andar tocar el suelo que pisa con una determinación inusitada para su edad.
Determinación: esa es la palabra clave. Ganas de ganar, entonces, o como dice una popular canción brasileña: “la voz de una persona victoriosa” es la que esgrime la tapatía a la hora de hablar y de moverse frente a una cámara de televisión, una grabadora o un lente fotográfico.
Así lo certifica Lupita Jones: “Es una chica muy determinada, con un carácter muy definido, que no se deja llevar por las cosas y que tiene muy claro lo que quiere”, dice.
Tan claro como para haber recorrido por primera vez una pasarela a los 16 años y saber a esa edad que en el modelaje estaba su futuro. “Luego de allí llegaron los concursos. A todos iba sola, mi familia se quedaba en casa”, cuenta Ximena buscando la confirmación de su madre, una señora bajita de rostro dulce que la mira arrobada.
“Quise que mi familia viniera a verme, pues los extrañaba mucho”. Y allí está la familia, su padre dentista, Carlos, su hermana María y su madre, Gabriela, también odontóloga, que acompañaron a su hija a Las Vegas y que se muestran resignados a su ausencia durante un año, el tiempo que durará su reinado y en el que la Miss recorrerá el mundo haciendo labores de beneficencia y regando pensamientos a favor de la prevención del Sida.
También por allí anda su novio, Pablo Nieto, un rubio al estilo del Kent de la Barbie que, en un gesto mecánico y de otros tiempos le ofrece el brazo cada vez que la muchacha se le acerca. Con sus dientes blancos de anuncio publicitario y su tono bronceado el chico se excusa por no dar entrevistas. “Mi novia es la nota, yo no”, esboza entre tímido y molesto.
Personas queridas y carácter determinado le harán falta a Ximena Navarrete para hacer frente a los miles y miles de cuestionamientos que en la vertiginosa red informática le hacen los internautas a su título de Miss. Dicen que el triunfo fue amañado, para que coincidiera con los festejos del Bicentenario y Estados Unidos lavara así sus culpas por la Ley-Arizona. Dicen que la rusa era más linda, que “hay mejores viejas en la Ibero” y, curiosamente, critican sus rasgos “demasiado indígenas”.
Ella hace frente a todas las agresiones con un estoicismo propio de su rango de reina. Pertenece a una familia conservadora “con mucho orgullo por sus principios morales” de Guadalajara y jamás romperá un plato en público. “Había muchos países que festejaban su Bicentenario y no por ello su representante ganó el título”, se defiende con rostro serio. “Lo único que pasó es que la corona llegó en el momento oportuno, en momentos difíciles para México”, agrega.

La tapatía más valiosa

La ciudad vive a pleno sus 200 años flamantes. En las calles, la gente corre para ver el desfile militar del 16 de septiembre. Hace poco, el Presidente de la Nación estuvo en Dolores, allí donde el primer Grito de la Independencia dio destino histórico al cura Miguel Hidalgo. La noche anterior, la ciudad entera había vibrado con los festejos en Palacio Nacional, donde en uno de sus balcones Ximena Navarrete vio pasar los carros conmemorativos y vio emerger a El Coloso de su letargo. En el hall del Polyforum Siqueiros los guardias de seguridad comentan una encuesta que propuso un periódico de circulación nacional: “¿Cuál es el tapatío más valioso: el Chicharito Hernández o Ximena Navarrete?”. – Que yo sepa el Chicharito no ha ganado todavía nada y la Ximena ya es reina, le dice el uno al otro. Y lo convence.
En los alrededores del teatro, un tipo calvo corre como un loco, dando vueltas en círculos. Es uno de los miembros de la nutrida guardia de seguridad de Navarrete. Cumple así el muchacho con el protocolo emergido de las mismísimas tierras gringas. La oficina de Donald Trump es la que maneja la agenda de la Miss y es la que decide el paso y el ritmo de la monarca. Con la habitual parsimonia y cortesía mexicanas, los porteros del teatro le dejan al forzudo hacer las cosas a su modo. El guardaespaldas no quiere que la muchacha entre por la puerta de entrada, a pesar de que no hay nadie por los alrededores y sólo entran pocas personas, espaciadamente, a comprar entradas en la taquilla. Las camionetas enormes que traen a la Miss y a su numerosa escolta se equivocan de estacionamiento y ocupan el espacio destinado al World Trade Center, desde donde no se puede acceder directamente al teatro. El calvo entra en pánico y comienza a correr de un lado para otro. Finalmente, Ximena Navarrete entra por la puerta central del teatro y se dispone a trabajar para la sesión de fotos de GENTE.
Trabajar es otra de las palabras clave en el vocabulario de la Miss. “Ser bella es mi trabajo. Y este título para mí es eso. Soy una reina de belleza y eso es lo normal para mí”. Normal, todo es normal en su esfera. Es una muchacha que a todas luces se muestra sensata, tranquila y muy consciente de la atención que concentra a su paso.
Quizás por eso, se ilumina cuando en el improvisado set del teatro las cámaras comienzan a gatillar. Hay mucha gente alrededor que la observa, pero ella como si nada. Primero un vestido en la gama del dorado, los pies descalzos y su pequeña silueta extendida en el suelo del foro. Luego, un vestido blanco y plata que le otorga un brillo especial y que destaca la belleza de sus rasgos en todo su esplendor.
Ganó el título de Miss Universo el 23 de agosto en el Hotel Mandalay de Las Vegas. “Hacía mucho frío en el recinto y estábamos todos muy nerviosos”, cuenta Lupita Jones. “Yo estuve ahí y sé que no hubo trampas, sé lo que se siente cuando vas cumpliendo las diferentes etapas y te vas acercando a la corona”, dice Ximena.

La confianza

Una mujer pelirroja de origen estadounidense que hace las labores de su agente de prensa la sigue a todos lados. Es a ella a la que hay que consultarle las cosas que puede o no puede hacer Ximena Navarrete en relación con los medios de comunicación. Frente a la presión de la gente que la acompaña y de los fans del teatro que se arremolinan para sacarse una fotografía con ella, la Miss Universo conserva la calma.
“Estoy a gusto, no me pongo nerviosa, tengo mucha confianza y soy muy segura. No tengo ningún tipo de problema con eso”, afirma.
“El certamen de Miss Universo consiste un poco en ser observada todo el tiempo y poco a poco te vas acostumbrando. Además, antes de llegar a Las Vegas pasé por muchos otros concursos, así que ya tomo todo con mucha naturalidad”, afirma.
Antes de lograr el reinado del mundo, Ximena se alzó con el cetro de Miss Belleza México. Quizás por eso no le pese salir a la calle sin una gota de maquillaje cuando la ocasión se lo permite. “Soy muy normal al respecto, no me importa que me estén mirando”, asegura.
De sus recuerdos de infancia ama las navidades con sus primos y añora las muñecas que compartía con su hermana María. Aficionada a los juegos de mesa que estimulen su memoria, Ximena está orgullosa de pertenecer a una familia tradicional y unida. “Crecí respetando muchos valores, he sido una niña muy estudiosa, con muy buenas calificaciones en un colegio hasta tercer año de puras mujeres y luego en una escuela mixta”, cuenta.
Navarrete comenzó a estudiar la carrera de nutrición movida por la enfermedad de su abuelo, un cáncer intestinal que no le permitía comer. “Él batallaba mucho con el tema de la comida, tenían que inyectarle los alimentos. Muchas veces las personas piensan que estudiar Nutrición tiene que ver con querer estar delgado, pero la verdad es que se trata de una ciencia compleja con miles de aristas”, explica.
Su primer concurso fue a nivel nacional cuando ella estaba todavía estaba en la preparatoria. Competían 30 chicas de Monterrey, con otro tanto de Guadalajara y del Distrito Federal. Pudo con todas. Ximena tenía entonces 18 años.
“Después de ese concurso seguí modelando, haciendo sobre todo mucho trabajo en pasarela y así me fue llevando la vida. Primero fui Miss Jalisco, luego Miss México y ahora Miss Universo”.
“Lo importante de todo esto es saber adónde te metes. No es todo color de rosas y debes estar preparada para poder afrontar miles de circunstancias diversas”, afirma Ximena, al tiempo que admite que en la dieta rigurosa que lleva para conservar su peso “me hago grandes escapadas con las tortas ahogadas de mi tierra y con todo el picante que pueda. Para mí, la comida que no tiene chile, no sabe a nada”.
Frente a los discursos críticos que cuestionan la validez de los concursos donde el único componente a destacar de la mujer es su belleza física, Ximena se planta con la convicción que la rige: “Los concursos de belleza tienen cada vez más auge y por algo será. A lo mejor, la gente que no pertenece a este mundo, ve sólo el aspecto frívolo de los certámenes, pero cuando estás adentro te das cuenta de que las cosas son mucho más complejas. Que hay mucho esfuerzo y dedicación detrás de cada concursante”, dice.
Con el dinero que ganó, pagará deudas, según admitió. Y con el título que obtuvo “trataré de aportar mi granito de arena para hablar bien de mi país y levantar una voz por aquellos que no la tienen y necesitan de nuestra ayuda”.
En su reciente novela Blanco nocturno, el escritor Ricardo Piglia se pregunta si la belleza tiene valor moral. “Al menos uno desea que las personas lindas sean buenas”, dice. Como buena reina, Ximena Navarrete visitó el Crit de Tlalnepantla, en el Estado de México. Luego de la sesión con GENTE, partió a una casa hogar para niñas de la calle en la colonia Santa María Insurgentes, del Distrito Federal. En la puerta, las niñas la esperaban ansiosas para darle un hurra. Ella se dejó querer y las besó una por una.
Entre todas, destacaba una morenita de traje rosado que portaba una corona de plástico en la cabeza. Por lo visto, la monarca tiene heredera.

jueves, 4 de noviembre de 2010

El día que Miguel Hidalgo anunció El grito por Twitter



Dice José Trinidad Camacho (Jalisco, 20 de agosto de 1961), más conocido como Trino, que una de las cosas fantásticas que pasarán durante el Bicentenario en México es que todo el mundo va a entender los chistes de Jis.
Habla, uno de los moneros más importantes y queridos del país, de su pareja profesional, el también tapatío José Ignacio Solórzano. Ambos, Jis y Trino, han entrado para siempre en la memoria colectiva de un par de generaciones nacionales contando colorida y, por qué no decirlo, escatológicamente, las hazañas del Santos, de la Tetona Mendoza, la Kikis Corcuera, el Peyote asesino, entre otros integrantes de una lista de finísimos y entrañables seres.
Se sabe que Jis y Trino están divorciados y que nunca han hecho terapia de pareja, por lo que la simbiosis continúa en el Siglo XXI y ahora, casi en secreto, de la mano de la productora Lynn Fainchtein y el guionista Augusto Mendoza (que no, que no es el hijo de la Tetona) preparan un largometraje animado sobre El Santos y el resto del clan.
Trino, un dibujante y humorista incansable que llena las páginas de los periódicos nacionales con sus fábulas de policías y ladrones, con las aventuras del Rey Chiquito, con sus tiras sobre fútbol (donde siempre llora por esa rara y casi espeluznante condición de ser hincha del Atlas) no se mide y ahora se ha metido con el sacrosanto Bicentenario de la Independencia y la Revolución de México.
“Me di cuenta de que todos los escritores y moneros que iban a hablar sobre el Bicentenario lo iban a hacer enserio. ‘El Fisgón’ sacó uno muy bonito y muy investigado, como es su costumbre. ‘Magú’, igual. Rius, por supuesto, quien además de investigar da su versión. Son libros muy buenos y excelentes materiales de textos para los chavos, así que quise hacer uno para el recreo, para que se rían en el patio de la escuela y no piensen en nada”, explica Trino a GENTE.
El cura Miguel Hidalgo que comunica por Twitter el lugar y hora donde pegará el grito, “para no hacer el pancho de llegar solito”, la publicación en el blog de Emiliano Zapata de El Plan de Ayala (“Aunque piden tarjeta de crédito para poderlo bajar, ¡qué ojetes!”), la propuesta de los organizadores de los festejos “de hacer una torre bien alta, pero no hacerla, o hacer como que sí, pero al final nos chingamos la lana” son sólo algunas de las pinceladas con que Trino pinta un mural graffitero destinado a “desmitificar a los héroes de la Patria”, según dice.
“Pero, claro, hay que bajarlos del pedestal, todos iban al baño, se divorciaban tres o cuatro veces, Hidalgo tuvo una punta de hijos y esas son las cosas que siempre hablábamos en el colegio con los compañeros, la historia no oficial”, apunta.
“El libro nació como una propuesta de editorial Tusquets, para mí y para Jis. Como buen jugador de fútbol que es, aquel se desmarcó chingón y cuando sentí la presión de que me iban a poner un historiador para que me ayudara, me di cuenta de lo que en realidad quería hacer era una tira desde cero, como si todavía estuviera en la escuela secundaria, frente a mi maestro de historia, haciendo un chiste con cada cosa que él nos enseñaba”.
El resultado es, efectivamente, un tratado fresco y no ortodoxo de una historia que de por sí ya tiene su gran cuota de absurdo.
El dibujante todavía trabaja con el lápiz y colorea a mano, carece de asistentes que le puedan seguir el trazo, por lo que su prolífica producción de tiras es artesanal y se mueve al ritmo fatídico de las entregas. Todo plazo se cumple y el de Trino duró un mes y medio de delinear y delinear las proezas bicentenarias, dudando a veces si poner o no poner determinados chistes. Por caso, aquel impresionante donde las cabezas colgadas en la Alhóndiga se vuelven parlantes y cantan a coro el “Psycho Killer”, de Talking Heads, mientras un policía las manda a guardar silencio.
A pesar de ser un autor consagrado y de que su libro sobre el Bicentenario tuvo una inmediata reimpresión en septiembre, el mes de su publicación, Trino cree que su humor “recién está conociéndose en mi país, faltan muchos años todavía y no me corre ninguna prisa”.
Con 49 años recién cumplidos, el artista vive en Chapala, a pocos minutos del lago, muy cerca de un campo de golf, donde junto a su primogénito José María y su esposa Margarita ensaya su depurada técnica para el dibujo. Primero el lápiz, luego la tinta china, siempre el papel en blanco y los temas que aparecen como sus obsesiones clásicas: “Sobre todo hacer humor sin centrarme en la política, tal como hacemos en el programa de radio que tenemos con Jis (“La chora interminable”, todos los jueves a las 21 por Radio Unam). El otro día, por ejemplo, hicimos uno sobre los pelones, porque Jis pertenece al Club de los Pelones reales, porque luego hay unos pelones falsos que nomás se rapan, esos son unos mamones”, afirma.

CUMPLEAÑOS, UN POEMA DE FERNANDO PESSOA

En el tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños,
yo era feliz y nadie estaba muerto.
En mi antigua casa, hasta cumplir años era una tradición de hace siglos,
y la alegría de todos, y la mía, armonizaba con una religión cualquiera.
En el tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños
yo tenía la gran salud de no percibir ninguna cosa,
de ser inteligente entre la familia,
y de no tener las esperanzas que los otros tenían en mí.
Cuando llegué a tener esperanzas, ya no sabía tener esperanzas.
Cuando llegué a tener la vida, perdí el sentido de la vida.
Si lo que fui de supuesto en mí mismo,
lo que fui de corazón y parentesco,
lo que fui de fiestas de media provincia,
lo que fui de ámenme y soy niño,
lo que fui -¡ay, Dios mío! Lo que sólo hoy sé que fui...
A qué distancia...
(ni lo encuentro)
¡El tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños!
Lo que ahora soy es como la humedad en el corredor final de la casa,
poniendo espigas en las paredes...
Lo que ahora soy (y la casa de los que me amaron tiembla a través de mis lágrimas),
lo que ahora soy es haber vendido la casa,
es haber muerto todos,
es sobrevivir a mí mismo como un fósforo frío...
En el tiempo en que festejaban mi cumpleaños...
¡Qué mi amor, como una persona, ese tiempo!
Deseo físico del alma de encontrarse allí otra vez,
por un viaje metafísico y carnal,
como una dualidad de yo para mí...
¡Comer el pasado con pan de hambre, sin tiempo de mantequilla en los dientes!
Veo todo otra vez con una nitidez que me ciega para lo que hay aquí...
La mesa puesta con más lugares, con mejores diseños en la loza, con más vasos,
la alacena con muchas cosas -dulces, frutas, el resto en la sombra debajo del alzado-,
las tías viejas, los primos diferentes, y todo era por mi causa,
en el tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños...
¡Deténte, corazón!
¡No pienses! ¡Deja el pensar en la cabeza!
¡Oh, Dios mío, Dios mío, Dios mío!
Hoy ya no cumplo años.
Duro.
Se me suman los días.
Seré viejo cuando lo sea.
Nada más.
¡Rabia de no haber traído el pasado guardado en el bolsillo!
¡El tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños...!