martes, 24 de junio de 2008

LA MENTIRA DEL FUTBOL



No he necesitado escribir cinco libros de fútbol para demostrar lo mucho que me gusta el que considero es el deporte más hermoso del mundo, pero por las dudas los libros ahí están (todos por Ediciones B, pueden comprarlos, de paso). No para demostrar alguna sabiduría extraordinaria respecto al balompié, sino al menos para dar cuenta de una pasión a la que he tratado en todos los momentos de mi vida (tan distintos entre sí), de ser fiel.
Ese fervor por el juego de 11 contra 11, ha estado siempre mediado por las numerosas opiniones expertas que han vertido los hombres a mi alrededor. En principio, hay una verdad irrefutable: una mujer no puede opinar de fútbol y pretender ser tomada enserio por sus congéneres masculinos. Esto pasa en México y en la China, le sucede a las que sólo ven los partidos para solazar la mirada con los traseros de los jugadores (esa técnica de relajación no la ofrece un gurú charlatán ni mucho menos un spa de lujo) y le acontecerá también a una que, como yo, reivindica el placer de pertenecer a las damas degustadoras del fútbol desde que tengo razón (no uso, que eso no tuve nunca).
Es cierto que a la hora de valorar la realidad futbolística mundial, los lugares comunes tienen un asidero irrebatible: la corrupción de los dirigentes, el marketing excesivo, los sueldos millonarios de los futbolistas…pero nunca he escuchado analizar el fútbol (ni siquiera a los hombres, que son los sabiondos en el tema y lo digo con claro y rotundo resentimiento de discriminada) en función de hincha, en relación con los seguidores.
A ver, luego de la Eurocopa mediocre que hemos tenido el disgusto de ver, ¿alguien se hará un mea culpa y dejará de repetir las viejas y archigastadas consignas en pos de un fútbol que sólo existe en sus cabezas cuadradas y en sus retinas inflexibles?
El fútbol está preso, prisionero de los mercaderes y de la televisión, pero no rueda libre tampoco en la mente y el corazón de los aficionados. En el sentir de los que dicen saber de fútbol y jamás escuchan otra opinión o se dignan a cambiarse los lentes para ver las cosas desde un ángulo distinto, aunque sea por experimentar, el fútbol pugna por ver una luz distinta, por escapar, por construir su derecho a ser lo que quiera ser.
Hinchas del fútbol, sepan que Portugal es una mentira. No ha ganado nunca nada y el hecho de que tenga a uno de los grandes jugadores del momento (Cristiano Ronaldo) no la hacía una candidata a fuerza, como nos quisieron hacer creer los comentaristas televisivos y los cronistas parciales en todos los medios que trataron el tema. Claro que nos gusta Pessoa, que cuando alguien nos deja el fado puede ser una pócima curativa, que los portugueses son melancólicos, cuelgan la ropa en los balcones y Lisboa es una de las ciudades más hermosas del mundo. En lo que hace al fútbol, ¿A qué juega Portugal? ¿Cuál es su materia: la estrategia, el avance, el mediocampo, la defensa? Además, Cristiano Ronaldo no es el mejor jugador del mundo. Ni lo es Kaká, ni Messi. Amamos al fútbol porque es un deporte de equipo y porque Maradona, gracias a Dios (o sea, a él mismo), hay uno solo. Qué aburrido sería el fútbol con esquemas de juegos que dependan exclusivamente del talento de un solo jugador.

Holanda. Los “expertos” me hacían callar cada vez que elogiaba la magia de la que hacía gala Ruud Van Nistelrooy. Decía yo, que soy mujer y no entiendo un catzo de fútbol, que Ruud me gustaba hasta cuando se equivocaba. Era el típico goleador que sólo la metía cuando la tenía servida en charola. Hay muchos así: los 9 juegan para él, él se lima las uñas y se maquilla mientras espera frente a la portería contraria que le llegue la bola salvadora. Sin embargo, Ruud creció más que eso. Supongo que en el Real Madrid, con tantos vaivenes, y también supongo que con la edad, con el tiempo que pasa, que a todos nos va moldeando (no somos los mismos de ayer ni mucho menos de anteayer…y eso no lo quiere aceptar el cuadrado hincha del fútbol que siempre ve a los jugadores de la misma manera, que no admite los cambios…), ¡Van Nistelrooy se hizo hombre! La Eurocopa fue el reflejo de que realmente puede convertirse en el conductor de un grupo. Ahora bien, basta de decirle a Holanda la “Naranja mecánica” porque no lo es. La naranja mecánica es por peso histórico la que jugó la final en 1974 frente a Alemania y la perdió. Estaba ahí, por ejemplo, el gran Johan Cruyff. La selección de Van Basten dirigida por el gran Rinus Michels que ganó la Eurocopa en 1988 también puede ser llamada La Naranja Mecánica. Pero la de ahora y la desde entonces, cuando Holanda ganó su único título internacional, no. ¿Qué es eso de “Vuelve el fútbol total”, “Holanda nos devolvió la fe en el fútbol”?. Señores, fútbol total es aquel que presenta un esquema defensivo fuerte, que ofrece un mediocampo inteligente y una delantera poética. Holanda no tiene estos tres elementos juntos ni mucho menos hace ostentación de ellos en forma simultánea, así que de total, mis productos gallináceos. Me encanta Holanda, amo a Ruud, pero el fútbol es lo que veo, no lo que creo. Holanda fue hermosa frente a Francia y desastrosa frente a Rusia. Para naranja mecánica, la de Kubrik.
Italia. NO es cierto que la azzurra juegue al catenaccio. La selección de Roberto Donadoni (el mezquino púber que nunca quiso poner a Pinturicchio), que por algo es campeona del mundo, tiene a uno de los jugadores más sabios y estrategas del mundo, sabíamos que sin Andrea Pirlo Italia no iba a pasar ni a los vestuarios. Pero dejen de decir cosas como la mezquina Italia, o lo único que sabe hacer es pegar…Si Italia es mezquina, ¿qué es Francia? Si Donadoni es caprichoso, qué es el imbécil de Raymond Domenech que cuando su escuadra quedó desclasificada, lo único que hizo fue pedirle la mano a su novia en la conferencia de prensa posterior.
¿Alemania pega menos que Italia? ¿Es más generosa que la azzurra?
España y su técnico merecen capítulo aparte, porque eso de hacernos creer que la roja juega a algo, bueno…
Mientras tanto, el fútbol es algo que no están viendo los que creen saber de fútbol.
Ya me descargué. Ya lo hice. Ya lo dije.
Y viva Rusia, carajo.

(Foto de Andrea Staccioli / INSIDEFOTO

miércoles, 18 de junio de 2008

NO HUYÓ Y LA PESCARON




La policía halla el cuerpo descuartizado de un francés en una nevera (la víctima fue identificada como Patrick Toudert, de 55 años) es un titular con el que uno puede amanecer tranquilamente en México. Amanecer tranquilamente en un país donde los índices de violencia se miden por segundo, resulta un eufemismo insípido en medio de los alimentos grasosos y picantes que conforman la primera comida del día en suelo azteca. Sin embargo, al aceptar con el escritor local Juan Villoro, que esta es, sin atenuante alguno, una patria post-apocalíptica, la einsteniana relatividad de las personas, objetos y hechos vecinos, adquiere un protagonismo anestesiante. Todo sea por el ejercicio de sobrevivir, actividad que se ha convertido en la favorita de los mexicanos y en un desafío mayúsculo para los no nativos.
Es cierto que Cancún, Acapulco, Playa del Carmen, la ultramericanizada Los Cabos o la casi ecológica Puerto Vallarta, pueden engañar la retina y hacernos creer que estamos en el paraíso que hizo a Hernán Cortés perder la cabeza y a los aztecas y mayas sus reinos legítimos, pero no: estas bellezas naturales son el tesoro que quedó después de que el infierno hiciera nido en estas latitudes, tan lejos de Dios y tan cerca de USA.
El peculiar viaje existencial de Florence Cassez, una rubia preciosa nacida en París hace 33 años, podría describirse como un recorrido desde el mismísimo e ilusorio edén azteca hasta el hoyo más profundo, que es como describen los que nacieron por aquí al territorio de Satanás. ¿Habrá hecho ese balance funesto cuando en el 2005 un juez federal concedió la orden de aprehensión en contra de ella, la hermosa gala, y su entonces novio, el mexicanísimo Israel Vallarta Cisneros? Los muchachos, que tuvieron que enfrentar cargos por el delito de secuestro y delincuencia organizada por su presunta participación en al menos siete secuestros ocupan sendas cunas en distintos penales. Si al jefe de la banda su actividad delictiva le dejó ahorros suficientes como para pagar abogados expertos y caros que han evitado el pronunciamiento de condena, a la compatriota de Sarkozy, en cambio, le cayeron 96 años que deberá pasar tras las rejas, todo eso si no prosperan sus lamentos europeístas en este promontorio de salvajes.

¿Qué le pasa a los mexicanos con las francesas y viceversa?

Una bella ejecutiva, de andar exquisito, cabello rubio y sonrisa de cielo está presa en la ciudad de México, comenzaba una nota en el periódico El Universal. La descripción aplicada a Florence Cassez es sólo un atisbo de lo que puede producir la hermosura de una francesa en el enamoradizo corazón de un rudo y fornido chamaco. Así que vale la pena hacer un paréntesis y sin adentrarnos todavía en la historia de la mujer que puede hacer tambalear las relaciones diplomáticas entre México y Francia, digamos que antes de Florence, otra gala ornamentó los círculos de poder mexicanos. Se trata nada más ni nada menos que de la ex Miss Universo y ex primera dama de Veracruz Christiane Magnani, esposa del ex gobernador Miguel Alemán y una de las que más glamour ha sembrado en la alta sociedad local. Veracruz, tierra del café, del son jarocho y de las mujeres más bellas de México (allí nació, por ejemplo, Salma Hayek), tiene el puerto más importante del país y goza de un clima tropical esplendoroso. Magnani, que en sus años mozos fue actriz en Hollywood, conoció a Alemán en una cena de personas ligadas al cine, organizada por un actor y director mítico a fines de los ´50, el “Indio” Fernández. Pese a la oposición de los padres del novio, los chicos se casaron, tuvieron luego cuatro hijos y ahora doña Magnani saca fotografías que reseñan sus viajes por el mundo.
No hubo un final tan idílico para el amor que se profesaron durante siete años la ex periodista francesa Maude Versini y el ex gobernador del Estado de México (su equivalente en la Argentina es el Gran Buenos Aires) Arturo Montiel, tres décadas mayor que la joven, de 34 años. Se conocieron en el 2000 cuando la muchacha vino a entrevistar a ese portentoso y no mal parecido político priísta. Juntos tuvieron tres niños y las cosas se pusieron feas cuando Montiel, a punto de ser firme candidato para luchar por el puesto de presidente de México, se vio envuelto en temas relacionados con enriquecimiento ilícito y tráfico de influencias. Adiós, sueños presidenciales, bienvenido a la indiferencia de una esposa que no resultó ni tan abnegada ni tan modesta. Maude entabló un juicio a Montiel por 20 millones de euros que si bien no alcanzaron las cifras de lo que se considera el divorcio más caro de la historia (vbg.Paul Mc Cartney vs.Heather Mills), para las vapuleadas finanzas latinoamericanas el entuerto definió lo prometedora que puede resultar una carrera política en nuestros paisitos. Ahora, la francesa ex primera dama provincial vive en una mansión con los tres niños Montiel, en una zona exclusiva de París.
Estas Carla Bruni más pintorescas y sin dudas de mucho mejor colmillo, suelen aparecer en las fiestas de la alta sociedad mexicana ataviadas con prendas autóctonas y sus patrimonios, eso sí, se rigen por las reglas bursátiles del Primer Mundo.
Quién sabe si nuestra Florence se enteró de estos cuentos de hadas vividos por sus compatriotas y se dejó deslumbrar por algunas fantasías tejidas con el sabor de Prada, Armani o cualquier otra de las grandes marcas que en versión original vistieron su sueño azteca. Ahora está en la cárcel y a gritos proclama su inocencia.


La francesita, los dedos amputados y el montaje televisivo


La banda de secuestradores que presuntamente dirigía Israel Vallarta, el novio de Florence Cassez, operaba bajo el nombre de Zodíaco. No tenían criterio alguno para seleccionar a sus víctimas y les daba lo mismo un industrial de la lujosa zona de Polanco que un ejecutivo de una importante cuenta publicitaria que residiera en la también exclusiva Las Lomas. La Procuraduría General de la República adjudica a Los Zodíaco 10 secuestros en el Distrito Federal y los vincula con un homicidio. Los rumores les asignan 15 plagios, todos y cada uno de ellos por un monto aproximado de medio millón de dólares, unos 5 millones de pesos mexicanos.
El caso, que vio la luz con la detención de la pareja, tuvo una gran resonancia mediática, porque el 9 de diciembre de 2005, a los dos días de llevarse a cabo el operativo de captura de los presuntos delincuentes en el Rancho Las Chinitas, al sur del Distrito Federal, tuvo lugar una recreación del mismo para que pudiera ser transmitido por la televisión abierta. En el vendaval de cámaras y micrófonos con que atiborraron a la francesa, perdió el trabajo el periodista Pablo Reinah, quien fue despedido por Televisa luego de que los padres de Florence dieran a conocer el montaje televisivo.
El 10 de febrero de 2006 el gobierno mexicano aceptó que se trató de una recreación del rescate, pero argumentó que fue por solicitud de un par de reporteros. Un año después de haber sido despedido de Televisa, el reportero Pablo Reinah logró una victoria frente a la empresa para la que trabajó durante una década al concluir la averiguación de la Procuraduría General de la República (PGR), que establece que las autoridades federales le ocultaron información al periodista, al no advertirle que la detención de tres presuntos secuestradores, se trató de un “montaje” para la televisión.
En defensa de su labor profesional, Reinah interpuso, el 14 de febrero de 2006, una queja ante la CNDH para que se investigaran los hechos, al considerar que su imagen y honorabilidad resultaron afectadas. En la queja, Reinah subrayó: “No acepto ni acepté ni aceptaré haberme prestado a un montaje”.
Mientras tanto, Florence Cassez, a quien sus detractores muestran como una mujer desalmada que fuera capturada por los policías cuando estaba a punto de anestesiar a un muchacho para amputarle un dedo, se valió de este episodio de opereta para quejarse ante su consulado y denunciar “irregularidades” en su detención.
Los gritos de inocencia llegaron hasta al mismísimo presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, quien acaba de enviar a México al famoso abogado Franck Berton, experto en resolver casos intrincados como el de Cassez, detectando sobre todo irregularidades en los procedimientos policiales. Los analistas políticos mexicanos coinciden en que el caso ha puesto en un riesgoso nivel de tensión las relaciones diplomáticas entre Francia y México. Berton, que ya se volvió a Francia para informarle de todo a Sarkozy, asegura que su compatriota es inocente.

Una mujer hermosa no hace cosas malas


La belleza, los buenos modales y la preparación académica de Florence Cassez, que llegó a México el 28 de agosto de 2003 para reunirse con su hermano Sebastián, un solvente empresario, constituyen para las autoridades judiciales de este país, la nueva y sofisticada cara con que el hampa se está dedicando a operar en varios sitios. Los informantes revelaron que Florence se encargaba de hacer las listas de posibles secuestrados, de anestesiar a las víctimas o de drogarlas para evitar fugas. Fotografías filtradas a la prensa nacional muestran a los padres de Cassez en actitudes cariñosas y divertidas con su novio mexicano y desmienten en apariencia las constantes afirmaciones de la mujer en el sentido de que ella desconocía por completo las actividades delictivas a las que se dedicaba su pareja.
Florence habla muy bien el idioma español y desde su llegada a México trabajó por poco tiempo en diferentes hoteles internacionales y empresas extranjeras de marketing. Con la misma intensidad que sus vecinos no daban crédito a las acusaciones que la llevaron a la cárcel, pues no puede ser “que una muchacha tan bonita y con tanta preparación haga cosas tan malas” y con el mismo fervor que Florence Cassez clama por su liberación, se manifiestan las presuntas víctimas de la francesa.
Tal el caso de una madre y su hijo de 11 años, que permanecieron en cautiverio 54 días y reconocieron la voz de Florence entre sus secuestradores. En una carta estremecedora enviada a los medios periodísticos desde Canadá, lugar donde reside ahora, la mujer pregona: “Mi nombre es Cristina Ríos Valladares y fui víctima de un secuestro, junto con mi esposo Raúl (liberado a las horas siguientes para conseguir el rescate) y mi hijo de entonces 11 años de edad. Fueron 52 días de cautiverio en el que fui víctima de abuso sexual y, los tres, de tortura sicológica. El 9 de diciembre fuimos liberados en un operativo de la Agencia Federal de Investigación (AFI). Acusados de nuestro secuestro fueron detenidos Israel Vallarta y Florence Cassez, esta última de origen francés, quien ahora se presenta como víctima de mi caso y no como cómplice del mismo. Escucho que Florence clama justicia y grita su inocencia. Y yo en sus gritos escucho la voz de la mujer que, celosa e iracunda, gritó a Israel Vallarta, su novio y líder de la banda, que si volvía a meterse conmigo (entró sorpresivamente al cuarto y vio cuando me vejaba) se desquitaría en mi persona. Florence narra el “calvario” de la cárcel, pero desde el penal ve a su familia, hace llamadas telefónicas, concede entrevistas de prensa y no teme cada segundo por su vida. No detallaré lo que es el verdadero infierno, es decir, el secuestro.”
Ezequiel Elizalde, un joven de 22 años que estuvo en poder de la banda de Los Zodiacos durante 64 días, identificó físicamente a la francesa, como la mujer que le pidió elegir entre un dedo y la oreja para mutilarlo, como forma de presión para que sus familiares pagaran el rescate.
Una jueza impuso a Florence Cassez ocho años por delincuencia organizada, 20 años por cada secuestro y ocho años de prisión por portación y posesión de armas de fuego y cartuchos reservados para uso exclusivo del Ejército y Fuerza Aérea, que dan un total de 96 años de cárcel. Actualmente Florence Cassez se encuentra presa. Su ex novio también, pero pendiente de condena, por los que unos cuantos diputados se plantaron ante la jueza para preguntarle por qué razón los hechos que alcanzaron para que condenara a Cassez a casi 100 años de prisión, no fueron sustanciosos para penar al jefe de la banda delictiva.
La familia de Florence tiene una página web (http://www.florence-inocente.com) en la que sostienen sus argumentos de inocencia.

miércoles, 11 de junio de 2008

MALDITA TELE





La televisión no es importante en mi vida. Quiero decir: no podría vivir sin ella, pero puedo pasar tranquilamente de los programas que emite. Siempre y cuando pueda tener un dvd al lado, pagar el servicio de cable, me conformo y más que eso con los noticieros españoles, las películas europeas, las series de Sony y Warner (Two and half men como cita ineludible de mis martes nocturnos). El tema con la televisión no es lo que le pasa a uno con ella, sino que lo que le pasa al resto del mundo con sus mentiras, vulgaridades, honores a la ignorancia y a la desidia, casi siempre elogios larvados a la maldad manifiesta. Me molesta mucho probablemente porque yo sea uno de esos últimos ejemplares humanos que han sentido en algún momento esa especie de cosquilla moral que tiene resonancia colectiva. Eso que Vila Matas llamó los hijos sin hijos o a los que John Done dedicó el maravilloso "Por quién doblan las campanas".
Hay también algo egoísta en la actitud de luchar por el fin del analfabetismo funcional que ostentan los conductores y "periodistas" televisivos, supongo, y que tiene que ver con poder amortizar alguna de las muchas pestañas que me he quemado estudiando, leyendo, para estar medianamente informada a la hora de hablar o escribir. Hay también neurosis y principismo de otro siglo: esa tendencia a la gastritis no puede ser normal. La sangre sin embargo hierve, las tripas se despanzurran, te dan ganas de usar el quinto movimiento Keit Richards Pilates del 2011 y tirar la tele por la ventana cuando la maestra de Kinder (así le habla a los espectadores) Andrea Legarreta pasa unas fotos de Salma Hayek y de paso alaba lo bien que está después del embarazo. En realidad son las fotos del calendario Campari 2007 que la actriz mexicana hizo antes de tener a su hija, por lo que el ejemplo "de lo profesional que es nuestra compatriota, volviendo a su silueta natural luego del parto" resulta por lo pronto una vulgar y estúpida mentira.
El "irreverente" Luis Chataing y mi adorado (eso duele, porque realmente lo adoro) Arturo Hernández se quedan en silencio sepulcral cuando el simpático Rob Schneider dice, muy suelto de cuerpo y de pelo (Dios mío, qué problemas tiene ese muchacho con la cabellera) que Brasil no pertenece a Latinoamérica. Ah, maledetto, no es sólo ignorancia geográfica. La omisión es herida de fondo para mi atribulado corazón. Edson Aran, Arnaldo Antunes, Lenine, Pericles Cavalcanti, Zeca Baleiro, ¿cómo voy a pedir su extradición si me los están sacando del continente?
Cuando Niurka, dijo "negoceo" en el inefable ciclo de Paty Chapoy, el cronista comentó la necesidad de que la hermosa cubana volviera al colegio, pues la forma correcta de decirlo era "ne-go-cí-a". Y la Chapoy calló.
Hay que apagar la tele y escuchar radio...ya lo dijo Gustavo Olmedo en la Rock and Pop.

jueves, 5 de junio de 2008

¿Y tú, güey?


No sé si hay idiomas más complejos y ricos que el español. En todo caso, de lo poquito que aprendí de mis lecturas nietzscheanas es que las comparaciones son efectivas cuando se bastan a sí mismas. Es decir: algo es mejor cuando es mejor que sí mismo, no mejor a otra cosa parecida.
¿Cuántos análisis permite una oración de tres palabras en el español?
Sí, el español es la verdadera venganza de Moctezuma. Lo digo yo, que me peleo todos los días con el inglés, que no hablo y leo poco, por una decisión adolescente y ahora tan perjudicial para mí que consistía en "no aprender la lengua del imperio".
Claro, peor lo tienen los gringos, pero como no se molestan en aprender el español, nunca se las tienen que ver con subordinadas pasivas o verbos copulativos o compuestos.
¿Y tú guey?
Tres palabras en español.
Primero: si vas a analizar gramaticalmente una oración, debes encerrarla en corchetes.
Entonces:
[¿Y tú guey?]
Es una oración interrogativa. Una pregunta directa que en el español exige los signos de interrogación (hay interrogativas indirectas que pueden plantear una pregunta y no necesitar los signos. Qué mal lo tienen los que necesitan aprender el español).
Los signos de interrogación en nuestro idioma, abren y cierran. No hay nada menos estético y doloroso que esas oraciones interrogativas que suelen usar los hispano-parlantes contaminados por la influencia del inglés: con un solo signo al final.
Entonces:
[¿Y tú guey?]
Estas tres palabras indican, por otra parte, un diálogo. En consecuencia, requieren de un guión en el inicio.
Quedaría así:
[- ¿Y tú guey?]
Ahora bien, este diálogo es a su vez, una increpación. Lo que en la gramática lleva el nombre de vocativo. Es como un rezo, una exhortación. Se impone la coma. Qué horror la falta frecuente de la coma en los vocativos y que da como resultado esas oraciones incorrectas tipo: Vamos México o Buenos días América.
No. Lo correcto es: Dios te salve, María. No hace falta, eso sí, la coma en Padre nuestro que estás en los cielos...porque "que estás en los cielos" es una subordinada que modifica directamente al núcleo del sujeto (padre), indicando, en este caso, el lugar donde se encuentra el Padre nuestro. El padre nuestro no se puede concebir sin su lugar de estancia. Es nuestro, pero está en los cielos. Ambas cosas deben ir juntas.
Por lo tanto:
[- ¿Y tú, guey?]
Sucede que guey no es una palabra que exista en el español básico, sino que es una deformación de buey, el animal. No hay problema con esto, porque de acuerdo a las formas de hablar el español en los diferentes países, guey es testimonio de un argot. Semánticamente, guey y buey no son lo mismo y en este caso no funcionan las reglas de corrección idiomática.
Claro que, morfológicamente, para poder bien decir la palabra guey, que suene como quiero que el otro la escuche, necesito poner una diéresis en la "u". De ese modo, el diptongo adopta el sonido "we", requerido para la pronunciación de la palabra.
Entonces:
[- ¿Y tú, güey?]
El problema que plantea esta oración es la letra "Y" en el inicio. "Y" conecta unidades de sentido. No vale por sí misma para iniciar una oración. Quiere decir que si empieza con la "Y", el hablante está indicando que su discurso completa a anteriores unidades de sentido. Es un discurso ligado a otros. Obligatorios, de este modo, los tres puntos suspensivos.
Ahí vamos:
[- ¿...y tú, güey?]
En el cierre de la oración, no estaría mal poner otros tres puntos suspensivos. Se supone que es una pregunta directa que requiere una respuesta, aunque una respuesta quizás no tan precisa. Tiene algo, esta oración, de pregunta retórica, pero no estamos demasiado seguros de ello. Es decir, pueden o no estar los tres puntos suspensivos al final.
[- ¿...y tú, güey?...]
Si el que pronuncia esta oración, en lugar de esperar respuesta, le apunta con una pistola a la sien de su interlocutor y lo mata a sangre fría, acontece una gramática misteriosa e indescifrable, a todas vistas imposible de explicar a alguien que quiera aprender nuestro idioma.
Es cuando los hispano parlantes nos quedamos mudos, pero con la boca abierta, convencidos de que nuestro lenguaje es tan complejo, que ni nosotros lo entendemos.
Así, no hay diccionario que aguante, es lo que digo.

martes, 3 de junio de 2008

PAULINA Y LOS MIAMI


La primera postura política que le conocí a Paulina Rubio tuvo lugar en una conferencia de prensa convocada por Universal Music, su casa editora, en Polanco, Distrito Federal. No estuve, pero me contaron que cuando la niña, que llevaba uno de esos proyectos de perro, diminuto y ojeroso en sus brazos, fue consultada acerca de lo que pensaba de las mujeres de Juárez, se dio vuelta y a la agente de prensa de la Compañía le espetó un singular: ¿Qué pasó en Juárez?
Algo parecido le pasó a una de mis colaboradoras en Playboy frente a Cristian Castro. Ante el hecho de que su esposa de entonces, Valeria Liberman, es judía practicante, la chica en cuestión le preguntó acerca de su interés en Medio Oriente. Frente a lo que el hijo de la Vero respondió con un alzamiento de hombros y un sincerísimo: - No, no me importa nada de nada.
Conocidas son las “valientes” hazañas del español Alejandro Sanz frente a lo que él considera la dictadura de Chávez en Venezuela. Puestos a admitir, deberíamos aceptar que poco hace el comandante bolivariano a favor de su imagen frente a las personas que no lleven puesta una camiseta roja; ese hecho, no obstante, no habilita a este muchacho cantor que se cree talentoso porque conoce uno o dos acordes más que muchos de sus colegas, a dirimir así nomás cuestiones políticas que en nuestro atribulado Continente resultan mucho más complejas. Por lo pronto, es muy simple imaginar lo que pasaría si el chico del corazón partido se plantara en los Estados Unidos a decirle a Bushjunior que no cantará en su país hasta que no se vayan las tropas de Irak, por ejemplo. O que como europeo que es ahora que todos los españoles se creen europeos, ofreciera un concierto gratuito en la Plaza del Pueblo a todos los inmigrantes que viven en Italia. Ni hablar lo bueno que sería que todos sus gorjeos se hubieran puesto al servicio de resolver el fraude electoral que –se dice- tuvieron que padecer y aguantar otra vez los hermanos mexicanos.
Cuando Shakira, además de las caderas, mueve las neuronas y dice que Fernando de la Rúa fue un gran presidente para la Argentina; cuando en el programa de Cristina o de Don Francisco elogian los arrebatos religiosos del curado de la bilirrubina Juan Luis Guerra; cuando Emanuel con sus más de 60 años se queja porque en las fotografías con que su disquera promueve su último gran éxito “La chica de humo” se parece mucho a Walter Mercado (y…el tiempo pasa…), es muy fácil darse cuenta de que en realidad hay una sola patria y está en Miami.
Por eso es coherente que estos “artistas” hagan campaña para que gane Obama.
El problema lo vamos a tener nosotros, los latinoamericanos, cuando el futuro presidente negro de los Estados Unidos comience a sufrir un proceso parecido al de Michael Jackson, diría mi amigo Alejandro.
Mientras tanto, en España, los otros Miami, los que contrata Anita Obregón para que le den palizas a Jaime Cantizano, están demostrando que Zapatero no las tiene nada consigo. Aznar los dejó a todos lobotomizados. Encima, se desbordó el Ebro.

lunes, 2 de junio de 2008

30 actores hechos en México





A Carmina Rufrancos y Alonso Arreola,
porque vine a México a encontrarlos.
También para ti, porque casi todo es para ti.


Estoy en busca de algo naranja y verde,
bajo las sábanas, pasa la noche azul.
- Charly García
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Los actores, por no usar ese concepto infame de “estrellas” del espectáculo que tanto se nos ha metido en el hablar cotidiano, ocupan demasiado espacio en la prensa, hablan demasiadas veces por televisión, aparecen mucho en la publicidad de clase, promoviendo perfumes o autos carísimos. Junto con los futbolistas, los muchachos del show bussiness funcionan como arquetipos volubles que renuevan nuestro intento de vivir y apostar por un sueño (el de ser como ellos o algo parecidos). Sin embargo (y es más lindo decirlo en italiano -como Franco Battiato-): niente é come sembra. Lejos del sitial de honor y gloria al que lo destinan los aficionados al glamour, los trabajadores del arte escénico suelen aparecer como criaturas disfuncionales, poco hábiles para desempeñarse con eficacia en lo que conocemos como vida real. Es la misma sociedad que los venera la que en un nivel raso los define como “egocéntricos patológicos”, “desleales por contracción sanguínea” o “escurridizos frente a las propias deudas”, sólo por citar algunas de las muchas linduras con que el respetable caracteriza a sus muy adorados cómicos. Contradicción hereje la que manifiesta esa masa difusa llamada público cuando cae en la tentación de adjetivar con valores reales a las figuras que ha decidido poner en su altar ilusorio. Atribulada y perversa afición, por otra parte, aquella que despliega su pasión un día en George Clooney, otro en Daniel Craig y pocas veces, casi nunca, en criaturas escénicas que sobrepasen los 45 años; como si el oficio tuviera la virtud de detener al actor en un tiempo de juventud inmarcesible, anclado a una belleza de escaparate que nos reafirma el deseo de una eternidad inmaculada y estática. En este punto podríamos decir, con cierto afán reivindicativo y a la manera de una campaña de PETA: “Los actores son también seres humanos”. Asistidos por Perogrullo, podríamos también despacharnos con esa remanida frase de “hay de todo en todos lados”. El hecho de que no exista actividad, mucho menos la de los actores, que requiera de nuestra labor política o de nuestras pulsiones caritativas, nos exime de construir estrategias laudatorias o defensivas. A decir verdad, poco nos importa lo que se diga de los muchachos guapos (o más o menos guapos) que ornamentan los pósters promocionales del último filme hollywoodense. No somos tampoco miembros activos (ni pasivos) de alguna liga que promueva los presuntos beneficios que conlleva asistir a las proyecciones del cine nacional, local, continental o barrial. Las películas nos conmueven, divierten o distraen más allá de su origen, idioma o colorido (aunque solemos mirar con atención extraordinaria aquellas filmadas en blanco y negro).
Dedicar un libro a los actores mexicanos tiene como propósito de base acercarse a un oficio fascinante y misterioso. ¿Alguien puede decir, sin temor a resultar poco preciso, en qué consiste realmente el trabajo de actor?
Obviemos en este contexto el viejo chiste de salón que a la afirmación de “Soy actor”, refuta con una pregunta irónica y un tanto maliciosa: - Sí, pero ¿de qué trabajas?. Al otro lado del tópico se puede avistar algo de lo que realmente sucede (por no usar en este punto el rimbombante y poco comprobable concepto de “verdad”). Es el trabajo -la tarea- del actor lo que motivó este primer volumen (el segundo, cómo no, estará dedicado a las actrices). ¿Qué hacen? ¿Se cansan? ¿Pasan hambre? ¿Sufren gloria? ¿Anhelan anonimatos fértiles? ¿Sufren cuando atraviesan un gentío y no son reconocidos? ¿Algo inasible y poco mensurable une a los actores por encima de famas, dineros, premios logrados a lo largo de su vida? ¿Qué tan importantes son en el entramado social y cultural que nos rodea, más allá del ruido explosivo y efímero que producen muchos de ellos cuando cambian de novia o se compran una casa? Si el arte es un concepto totalizador y alude intrínsecamente a la creación pura, ¿es arte lo que ejecutan aquellos cuya labor consiste en repetir lo que otros escribieron?
El estadounidense Kevin Kline le confesó al inefable James Lipton en su célebre Inside the Actors Studio que no comprendía por qué se armaba tanto revuelo en torno a los actores. “Al fin y al cabo, nosotros somos como los meseros de un restaurante. Los que realmente importan son los chefs, no quienes sirven la comida.”, dijo con más o menos esas palabras el famoso protagonista de La pantera rosa (2006).
De todas las preguntas que uno puede hacerse en torno al oficio de actor, este libro no logró responder ninguna. Fue de mucha ayuda, sin embargo, tanto para plantearlas como para ignorarlas en beneficio de las charlas espontáneas que propiciaron los entrevistados, que la editora y amiga Paola Tinoco nos regalara el imprescindible Conversaciones con Al Pacino, por Lawrence Grobel (Belacqva, 2007).
Imprescindibles fueron ellos, que se prestaron con una generosidad inusual a la entrevista y que el único mal sabor de boca que dejaron es la falta de pretexto para volver a encontrarlos cara a cara, desarmados y atentos, casi a nuestra merced durante dos o tres horas.
Sin la sensibilidad exquisita y el compromiso férreo de Marina Taibo, sin la plena confianza de Ediciones B, con Hugo Plessy a la cabeza y sin la paciencia y dulzura de Adriana Morales, que coordinó las citas, este libro nunca hubiera visto la luz. Gracias a todos.

- Mónica Maristain

MORRICONE ACTUAL


Roberto Bolaño se imaginaba al paraíso como un sitio lleno de italianas e italianos. El martes, el magnífico escenario del Auditorio Nacional, uno de los recintos musicales más hermosos del mundo, fue el edén donde el octogenario y vital Ennio Morricone (Roma, 1928) inició su primera gira de conciertos en México.
Mucha cosas conspiraron para que en una capital convulsionada y depositaria de infinitos universos tóxicos, tanto morales como de medio ambiente, se expresara hasta su cúspide sensorial la ceremonia de la música. En primer lugar, el diseño del concierto fue de una meticulosidad y buen gusto absolutos, testimonios claros de que no hay talento sin técnica, no hay arte sin oficio y que, tal como hemos hablado, entre otros, con Yayo, uno de los fundadores de Paté de Fuá, la espontaneidad no es un valor estrictamente necesario para ejercer con alto hándicap la más inasible de las artes. Siempre aparece algún o alguna distraída que confunde la improvisación del jazz con los gestos furtivos de un dadaísta con colitis o de una música automática que vertiera en el aire sus repertorios mágicos. No faltará el que quiera comprar a precio de subasta neoyorquina las drogas que tomaba Pastorius en la creencia ignara de que ese vertiginoso transcurrir del alma a los dedos, eran fruto de una psicodelia química, jamás (Jaco nos libre de pensar semejante herejía) de las horas de ensayar y ensayar hasta sangrarse los dedos…
Es probable que el diseño de Musica per el cinema, internacionalizado como está para poder transcurrir sin mayores obstáculos en los distintos escenarios del mundo, no permita desplegar esa especie de mística que se genera con los públicos habituales y que mucha gente confunde con “frescura”. Sin embargo, la música es también comunicación y el silencio como en velorio en el Auditorio Nacional (que tenía colmada su capacidad, calculada en 10 mil personas), fue otro de los acontecimientos imprevistos y majestuosos que hicieron del martes 27 de mayo de 2008 un día memorable.
Dinámico y arrogante (la arrogancia del guerrero, la aristocracia del artista en plenitud más allá de la edad), Ennio Morricone fue enunciando su discurso enraizado en la economía climática, esa sabiduría que otorga el transcurrir por muchas vías pero en varios trenes a bordo y que posibilita la pintura de un paisaje multi-sensorial. La música del compositor italiano fue de la oscuridad a la luz, de los vecindarios cercanos a territorios extranjeros, del frío al calor y de la indiferencia a la euforia con paso firme y a la vez sutil.
Los intocables de Elliot Ness, los westerns legendarios con el inmenso Sergio Leone, la voz de la soprano sueca Susanna Rigacci (un toque excesivamente temperamental quizás para el refinamiento del que suele hacer gala el director romano, pero dueña de una voz cristalina y de un registro marciano): todo fue conducido con mano rigurosa y poética, con una concentración espeluznante, ese tipo de firmeza que no es inflexible, ese tipo de consistencia suave que no se diluye entre los dedos.
No hubo ampulosidad hasta la segunda parte, pero en la primera destacó la rotundidad de la nostalgia viva, como si por un puñado de dólares retornaran con una presencia activa y activadora los feos, los sucios y los malos de aquellas películas de vaqueros que adoraban nuestros padres.
En la segunda parte, terció una épica majestuosa, tal vez algo grandilocuente, porque grandilocuente y majestuoso era el cine que dio cobijo a artistas de la talla de Morricone. En relación a los filmes que dan sustancia a sus presentaciones por el mundo y a una vastísima discografía que inició en 1961 (“En el 2011 cumpliré 50 años con la profesión”, anunció con orgullo en la conferencia de prensa en el Camino Real del Distrito Federal), hay que decir que si las películas no son las de antes, su música tiene la fuerza optimista que nos puede hacer soñar con un futuro cinematográfico menos irrespetuoso con su propio pasado.
Estas, de todas maneras, son elucubraciones que no le hacen justicia a la verdadera esencia de la obra de Morricone que, sin dudarlo, es la actualidad. La música es presente, puede ayudarnos en el ejercicio de la nostalgia, en la elaboración de memorias y estadísticas, recuentos precisos de algo que pasó en tal fecha, en tal lugar, pero esos constituyen, por así decirlo, “daños colaterales”.
Cuando la música es música, lo que importaes el aquí y el ahora, la desnudez, la transformación del torrente sanguíneo, la verdad del momento en el que estamos vivos.
Morricone se puede escuchar sin ropas, tal vez ¿deba escucharse despojado incluso de los referentes que dieron origen a muchas de sus obras? ¿Es la película La misión, por ejemplo, tan buena como su banda de sonido? ¿Puede oírse “Cinema Paradiso” sin que el rostro de Totó marque las pulsaciones y temperaturas de la melodía? A juzgar por el concierto del Auditorio Nacional, impecablemente organizado por el empresario, melómano, poeta ejercitante, Julio Rivarola, las respuestas conducen a un alelado y gozoso sí.
Mención destacada para el exquisito coro de la ciudad de México dirigido por el maestro Gerardo Rábago, artista mayor en el oficio de la sutileza.