viernes, 27 de marzo de 2009

ENTREVISTA A IVÁN LINS


Dice su biografía que este hombre hoy sesentón, de fácil sonrisa y mirada intensa tras los anteojos que usa en forma permanente, fue el hijo "más tranquilo de una familia clase media carioca formada por cinco niños, padre y madre".

Innovador de la música brasileña, cantante y compositor de gran transparencia y armonías complejas, reconocido mundialmente a través de artistas internacionales como George Benson, Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, Manhattan Transfer, Lee Ritenour, Cal Tjader, Nancy Wilson, Carmen McRae, Patti Austin, Herbie Mann, Dave Grusin, Terence Blanchard y Diane Schuur, entre otros, ha construido una carrera musical singular y sólida, con grandes picos de ventas de sus profusos lanzamientos discográficos.

Esta entrevista que Terra Magazine le hizo a un artista considerado perfeccionista y coherente se llevó a cabo en ciudad de México, adonde Iván fue para acompañar a sus amigos, los hermanos Toussaint, célebres músicos de jazz en tierra azteca y que en sus tiempos mozos -hace exactamente 30 años- supieron tener un grupo de fusión llamado Sacbé.

¿Puede su música leerse en clave de jazz?
También. Esa es la respuesta. Yo hago música que denomino total, que llamo a menudo música moderna brasileña, con ingredientes de todas las músicas que se hacen en el mundo. No tengo ninguna preferencia de sonoridad, de armonías, hago la música que nace de mi inspiración, alimentada por la música clásica y por el jazz, claro.

En una época estuvo muy ligado a la canción como principal formato de expresión, ¿esa preferencia por la melodía no le restó presencia en otras áreas de la música brasileña?
La melodía siempre fue el componente más importante en mi música; si tengo definir exactamente lo que soy, diría que yo siempre fui un contador de historias. El principio, medio y fin de mis historias se expresa a través de la melodía y la armonía una forma de vestir a la canción, para mí, la armonía viene siempre después de la melodía y no al revés.

¿Usted hizo lo que quiso siempre, musicalmente hablando?
Creo que sí. No he pensado nunca en los resultados y debo decir que he tenido mucha suerte. Vengo de un tiempo en el que la música de calidad era negocio, soy de una generación que tenía la posibilidad de escuchar mucha música tanto en las radios como en la televisión. Había muchos festivales de jazz y, a pesar de los tiempos negros de la dictadura militar, el movimiento cultural en Brasil en los 60 y 70, era intenso y enriquecedor. Eso hizo que en mi país me hiciera muy famoso, que mi música fuera conocida en prácticamente todos los rincones de Brasil. En los últimos tiempos, con el advenimiento de la tecnología y la globalización, es más difícil hacerse conocido incluso en su propia tierra.

Digamos que para cuando vino la fiebre de Internet, usted ya era Iván Lins...
Es verdad, ya tenía un lugar determinado dentro de la cultura y de la música brasileñas, difícil que sea sacado de ese lugar.

Me atrevería a decir que ese lugar es un poco raro. El desarrollo de su carrera me hace acordar un poco a la de Raimundo Fagner, es decir, artistas muy prestigiosos aunque no tan mediáticos...
Lo que pasa es que los dos, por personalidad, por carácter, tendemos a ser bastantes solitarios. Siempre estamos alejados del show business y no frecuentamos las revistas de espectáculos o de prensa rosa. No salimos en Hola o en Caras, no aparecemos en las fotografías al lado de los famosos. Tanto Fagner como yo, como Chico Buarque y tantos otros, no somos frecuentadores de los cócteles o fiestas, no aparecemos siempre, no estamos siempre iluminados por los focos. Tampoco pertenecemos a ningún grupo o movimiento, nuestra carrera es solitaria, individual...

A pesar de que también hace "aparcerías" con artistas...
Claro, esporádicamente me junto con artistas como Paulino Moska, como Martinho Da Vila, Ivonne Lara, tengo colaboraciones con diferentes artistas.

Y se diría de usted que es un artista "ecléctico", que hasta bien podría juntarse con un intelectual como Arrigo Barnabé...
Ojalá. Me encanta Arrigo y no dudaría un minuto en juntarme con él para hacer música. Mi inquietud musical es vasta, tengo relaciones con Mercedes Sosa y León Gieco en Argentina, con Joaquín Sabina en España, con Pablo Milanés en Cuba, con Juan Luis Guerra en República Dominicana...estoy abierto a todo, quiero experimentar todo. La vida es una sola y quiero hacer todo lo que se pueda hacer en términos musicales. Si la experiencia me lleva a asociarme con artistas que considero interesantes y novedosos, mejor que mejor.

Y esas sociedades muchas veces se resuelven, encuentran su sentido, en África, ¿verdad?
Sin ninguna duda. Hace poco estuve en África y me di cuenta de que mis canciones tienen una gran influencia africana, pero debo reconocer que carezco de información, no sé de dónde viene esa influencia, es totalmente instintiva en mi obra, nace porque así debe nacer. Mi padre era mezcla de indio y europeo, en mi familia hay personas de todas las razas y nacionalidades, mi madre era una portuguesa pura...no sé, lo que sí sé es que la alianza entre la música brasileña y la cubana con África se da naturalmente y en forma profusa. La religión, la comida, la vestimenta, también tienen mucho de África en nuestros países. La contribución africana ha sido importantísima.

Bueno, al menos la contribución que ustedes permitieron, porque Brasil no es demasiado abierto a que suene en su territorio música de otros países de Latinoamérica.
Pero eso es culpa del mercado, no del brasileño. Nosotros aceptamos cualquier tipo de música, el problema es que ahora mismo el habitante de Brasil está siendo muy manipulado por los medios de información, por el marketing.

¿Y su relación con la música portuguesa es buena?
Sí, buenísima. He trabajado con Dulce Pontes, con Paulino de Carvalho, con Sergio Godinho. Amo la música portuguesa, me parece que los fados son hermosos. En los años 60, se escuchaba en Brasil muchísima música portuguesa. Ahora es difícil hacer el camino de vuelta y eso, sinceramente, es culpa del mercado y no de otra cosa. Hubo tiempos en que en mi país también se oía a artistas de Francia, de Latinoamérica, de Italia. Ahora eso no sucede.

¿Cómo ha sido su relación con los sellos discográficos?
Bueno, yo he sido siempre un artista independiente a pesar de pertenecer a un sello internacional (Warner).

¿Ese es el consejo que le daría a cualquier músico joven?
Por supuesto. Uno tiene que dar licencias y ser siempre propietario de su música. Hoy más que nunca, le diría: Sea usted dueño de su música, no la venda, aprenda a negociar para que sus canciones puedan ser transmitidos por los medios de comunicación, aprenda a hacer contratos, pero nunca ceda su propiedad intelectual. Todos los problemas en el arte provienen cuando uno deja de tener el control sobre la propia obra.

¿Y qué piensa del avance tecnológico, de los programas que en Internet proveen música en forma gratuita?
Que estamos en una fase de transición. Todavía no se ha enfrentado el desafío de hacer lucrativo el negocio de Internet, pero el tiempo nos irá diciendo cómo hacerlo. Por lo tanto, tenemos que estar preparados y no dar los derechos de nuestra obra a nadie. El mundo está cambiando en forma vertiginosa y no es bueno sacar conclusiones apresuradas. En todo caso, diría que la Internet es buena porque difunde nuestra música en todas partes del mundo. Es más un vehículo de divulgación que de comercialización.

¿Cuál es su último disco?
Se llama Cariocando y es, obviamente, un disco totalmente carioca.

Como el último de Chico Buarque.
Así es, hemos decidido los dos homenajear a nuestra ciudad de origen. Soy de Río y vivo en Río. Tengo cinco hijos maravillosos, uno de los cuales se ha dedicado a la música y a la actuación, tengo dos nietos y hace 26 años que estoy felizmente casado con Valeria.

domingo, 22 de marzo de 2009

ENTREVISTA A CHRIS BOTTI



Pocos trompetistas han tenido el éxito comercial de Chris Botti (Oregon, Estados Unidos, 12 de octubre de 1962), sin tener que abandonar un ápice la calidad artística ni la maestría en el dominio de un instrumento poco condescendiente y de difícil ejecución.
También es cierto que pocos músicos contemporáneos han tenido la fortuna de toparse en el camino con músicos de la talla de Paul Simon o Sting, quienes fueron a la sazón los grandes impulsores de la destellante carrera profesional del trompetista que se presenta por primera vez en México este domingo.
Dueño de un carisma arrollador y de una estampa física que lo acerca más a las estrellas de cine que a los músicos de jazz, Botti empezó a tocar a los 10 años y se hizo músico profesional cuando estaba en la escuela secundaria. Gran influencia ejerció sobre él su madre pianista, aunque Chris no sea capaz de tocar muchas teclas. "No tengo capacidad para sentarme a tocar el piano, pero conozco la armonía y generalmente compongo con el piano mejor que con la trompeta”, admite.
Antes de su éxito fulgurante, pasó hambre en Nueva York, escena central del jazz estadounidense hacia donde se trasladó en busca de éxito. Fueron los productores Hugh Padgham y Arif Mardin quienes lo descubrieron para convertirlo en un imprescindible de la música pop. Llegó prontamente a participar en discos de artistas tales como Bob Dylan, Joni Mitchell, Aretha Franklin y Thomas Dolby.
En el año 1990, Botti se unió a la banda de Paul Simon, donde permaneció durante los siguientes cinco años. En 1995 grabó su debut solista, First Wish, un disco que combina los sonidos del pop-jazz contemporáneo con las texturas del art-rock. Después de realizar la orquestación para la película Caught, Botti regresó en 1997 con su segundo disco en solitario titulado Midnight Without You, que fue seguido por Slowing Down The World en 1999. Destacó su participación en el grupo Bruford Levin Upper Extremities, al lado de Bill Bruford, Tony Levin y David Torn, con quienes lanzó dos discos y en donde demostró el lado progresivo-free de su música. Dos años más tarde ya era solista en la gira mundial Brand New Day de Sting.
“A Sting le debo mi carrera, le debo todo”, suele decir en las entrevistas y esta no es una excepción.

Algunos críticos lo han comparado con Miles Davis y Chet Baker, ¿se puede dormir tranquilo después de eso?
(Risas)…. Bueno, no sé, dejo a los críticos hacer lo que tienen que hacer. Me gustan mucho los dos, pero tengo una preferencia especial por Miles Davis, creo que hizo los mejores discos, tuvo a las mejores bandas y ser comparado con él es un cumplido fantástico que me niego a creer.

¿Entre el jazz y el pop, de qué género diría que es usted más representante?
Bueno, ciertamente al jazz, pero no sé, es extraño para mí comentar algo certero al respecto; simplemente hago la música que me gusta hacer y mi música tiene elementos de varias corrientes, incluso del género clásico. Supongo que eso es lo que ha dado el sentido ecléctico a los discos que he hecho y lo que le otorgó impulso a mi carrera. No soy un músico de jazz puro, ni tampoco un músico de pop total. Lo mío es música popular sofisticada, cercana a lo que hace Sting, por ejemplo. En todo caso, si es pop, no es un pop prefabricado.

¿Qué recuerda de sus tiempos con Paul Simon?
Recuerdo haber venido a Mexico con él. Paul Simon me dio mi primera gran oportunidad en la escena de la música mundial. Además, compartí el escenario nada más ni nada menos que con Randy Brecker, lo que representó una enorme experiencia de aprendizaje y gozo.

¿Y de su época con Sting?
Estar con Sting tuvo un impacto mucho mayor en mi carrera. Sting me dio mi carrera, podría decirlo así. Probablemente no estaría charlando contigo si en su momento no hubiera aceptado estar en su banda. Él ahora es mi mejor amigo, hizo mucho por mí y lo sigue haciendo hasta hoy. Nunca podría pagarle todo lo que le debo a nivel profesional y personal.

¿Cuándo tuvo su primera trompeta?
A los ocho años. Inicié con el piano, pero rápidamente sentí que no era el instrumento adecuado para mí y me cambié a la trompeta. Desde entonces estoy atrapado por ella. A partir de los 12 años y cuando escuché a Miles Davis sabía que quería tocar siempre la trompeta y concentrarme en ese instrumento. Una de mis mayores cualidades ha sido saber desde edad muy temprana para qué era bueno.

¿Qué le diría a un joven que quisiera tocar la trompeta?
El mismo consejo que le daría a cualquier chico que trata de aprender cualquier instrumento y es encontrar la pasión en las cosas simples. Creo que a veces los chicos tratan de hacer demasiadas cosas con el instrumento, tocar fuerte y rápido, sin tener cimientos básicos que le darán en un futuro la oportunidad de convertirse en un músico profesional.

¿Toca muchas horas al día?
Uy, sí, soy un poco obsesivo. Los únicos momentos en que no practico la trompeta es cuando estoy sentado en un avión. La verdad es que no encuentro otra manera de relacionarme con el instrumento. Tocar a toda hora es algo que tienes que hacer para mantenerte actualizado en tu instrumento por el resto de tu vida.
¿Entre la técnica y la emoción, cómo se encuentra en equilibrio?
Es una buena pregunta. No sé si consigo siempre ese equilibrio y no diría que tengo la mejor técnica de trompeta en el mundo. Creo que ser un trompetista emocional depende mucho de la gente con la que comparto la escena musical. Trato de presentar la trompeta en una forma atractiva. Muchas veces escucho discos de trompeta y no son musicalmente lo que yo elegiría hacer, sí, tocan increíble, pero no me transmiten nada a nivel musical. Como músicos siempre estamos bailando entre la capacidad de demostrar que tenemos técnica y al mismo tiempo podemos tocar música con la que el público se identifique. Es un terreno que cambia constantemente y donde no es fácil moverse, encontrar un equilibrio.

¿Qué fue lo más difícil a la hora de encarar una carrera profesional en la música?
Lo mas difícil fue pasar hambre. Me fui a vivir a Nueva York, donde no conocía a nadie ligado al ambiente musical y me morí de hambre durante un tiempo, lo cual no resultó muy divertido. Encontrar la forma de pagar la renta en NY es bastante difícil. Una vez que encontré la forma de ganarme la vida, lo difícil fue que la gente comenzara a tomarme en serio, musicalmente hablando. Si eres un cantautor, es mucho más fácil que la gente entienda y acepte lo que haces. Ser trompetista es más difícil. Así que me tomó unos cuantos años convencer a las compañías discográficas de que me dieran la oportunidad de hacer discos.

¿Para los jazzistas es usted demasiado pop y para los pop, demasiado jazzistas?
Sí, ¿por qué no?. En Nueva York hice todo que lo hay que hacer para convertirse en un músico de jazz. Amo la improvisación, pero necesitas vivir la tradición bebop para dedicarte por entero a ella. Como lo hace Woody Shaw, por ejemplo, tocando brillantemente, moviéndose un poco más rápido que yo. La música que realmente me inspiró cuando era un adolescente fueron las baladas del quinteto de Miles Davis. Mi música es más intimista, porque no tiene el formato del pop. Es la calidad atmosférica lo que yo realmente amo del jazz y he intentado enlazar este sentimiento con las texturas y las melodías que se pueden oír en una grabación de Peter Gabriel o Bryan Ferry.

O sea que no le importa mucho encontrar una definición precisa…
No, claro que no. Además, cómo defines al jazz. Si pones atención al disco Kind of blue, de Miles Davis, es un disco pop, uno de sus discos más populares y además su mayor foco es en la contención musical, tan contraria al concepto del jazz. La gente que tiene el disco Kind of blue es probable que no aprecie el disco Live At The Plugged Nickel, que nos les guste E.S.P. ni Nefertiti, así que Miles Davis hizo un disco con atmósferas hermosas y populares. A eso me refiero con pop. No digo pop en el sentido de una canción de Madonna sino como música accesible a la mayor cantidad de público. Popular no significa música mal hecha o aburrida. Para un cierto grupo de músicos de jazz, yo no sería algo que escucharan con agrado. Si te gusta Cecil Taylor no te va a gustar Chris Botti y eso está bien, es entendible y aceptable. Eso es lo que me gusta y satisface del pop, es que es mucho menos exigente que el jazz, es más indulgente. En nueve de cada diez oportunidades, los músicos de jazz que quieren hacerme sentir menos, lo hacen por razones extramusicales, porque soy rubio o porque hago bandas de sonidos de películas masivas como August Rush, pero lo que es un hecho es que mi banda está compuesta por grandes músicos de jazz.

¿Qué toma en cuenta antes de hacer un disco propio?
Mucha energía y esfuerzo en los arreglos. Es importante el sonido, el tono general del disco y la forma en cómo se siente el disco, los músicos que participan en la grabación. Hay gente que deja los arreglos en un segundo plano, para mí los arreglos son más importantes que el tema en sí mismo. A veces un tema muy simple es elevado de manera hermosa a través de los arreglos y en ocasiones tienes un gran tema y no encuentras los arreglos adecuados. Conseguir ese balance es lo que me obsesiona a la hora de hacer un disco.

¿Cómo nació Italia, su último disco?
De una manera muy casual. Estaba en un avión con un tipo al que le comenté que me gustaría hacer un disco italiano, con atmósferas mediterráneas y fue mi acompañante el que me sugirió que le pusiera el título Italia en homenaje a la línea aérea en la que viajábamos. Eso pasó.

¿Cómo se siente frente a la perspectiva de tocar por primera vez en México?
Muy emocionado, hace varios años que estamos intentando venir a tocar a México y finalmente lo hemos logrado. Aprovecharé para conocer algo de la escena musical mexicana, que desconozco por completo. De hecho, una vez grabé con Alejandro Sanz y estaba convencido de que él era un cantante mexicano. Luego me enteré que en realidad había nacido en España.

MUSEO DEL ESTANQUILLO



“Tú eres parte de esta historieta, ubícate” es la leyenda que luce en la puerta. El edificio es una vieja joyería que llevaba por nombre La Esmeralda. Estamos en el Museo del Estanquillo, segundo hogar del escritor Carlos Monsiváis (México, 1938), periodista, cronista, ensayista y narrador, una de las voces fundamentales de la vida cultural y política mexicana. En encuestas antiguas y recientes, como la que publicó hace dos domingos el suplemento semanal Día Siete, Monsiváis aparece como una de las personalidades más queridas por el ciudadano de a pie. De él se sabe que vive desde hace mucho tiempo en una casa de la sureña colonia Portales, rodeado de gatos (innumerables gatos) y que a la hora de definirse no duda en considerarse “un todólogo” por las muchas cosas sobre las que ha escrito y por las que se siente sinceramente interesado.
Su consecuencia con los temas de la cultura popular, ese modo de explicar con profundidad, florido discurso y claridad proverbial en qué consiste el fenómeno del cantante Juan Gabriel o cómo puede verse la realidad más real en el corazón de las historietas o de los libros de vaqueros, se ha expresado mediante una multitud de artículos periodísticos y en libros fundamentales como Los rituales del caos o Aires de familia, sólo por citar algunos.
Siempre interesado en los derechos de las minorías sociales, la lectura y la educación pública, Monsiváis se destaca por el humor y la acidez con que ha sabido meterse de lleno en su propia cultura, cualidades que lo han hecho acreedor a los más prestigiosos premios de literatura y periodismo en su país de origen.
Regresando al inicio de esta nota, hay que decir sin embargo que pocas cosas le han dado más sustancia a su perfil de hombre absolutamente comprometido con el entorno social y cultural que lo rodea como su afición a coleccionar, compulsivamente, la más variada gama de objetos y obras de arte que lo han conmovido a lo largo de sus innumerables viajes por el territorio mexicano.
Carlos Monsiváis ha llegado a juntar, así, como quien no quiere la cosa, unos 12 mil objetos entre cuadros, fotografías antiguas, revistas de historietas, miniaturas, pesebres, esculturas, grabados, carbonillas, portadas de revistas especialmente ilustradas por famosos como Diego Rivera.
En artes gráficas, por ejemplo, la exhibición contiene una extraordinaria selección de litografías y grabados originales del Taller de la Gráfica Popular, historietas y caricaturas firmadas por ilustres “moneros” (como son llamados aquí los caricaturistas) como Gabriel Vargas y su célebre Familia Burrón, Abel Quezada, José Cruz, autor de las foto-pinturas de las aventuras de Santo, el enmascarado de plata, Rius y sus entrañables Agachados, Miguel Covarrubias, Andrés Audiffred, Ernesto Chango García Cabral, Rogelio Naranjo, Helio Flores, Hugo Tilghman, Germán Butze, Manuel Manilla y otros.
Además de prestar sus variadas y pintorescas colecciones a diferentes museos o galerías, la idea de tener un lugar propio para mostrar sus tesoros, estuvo siempre latente en la cabeza del escritor, pero sobre todo en la de sus colaboradores y amigos que finalmente lo convencieron para fundar, hace apenas dos años, el Museo del Estanquillo.
Enclavado en el corazón del Centro Histórico, en el entronque de las calles Isabel la Católica y Madero, el edificio del siglo XIX fue el elegido por el propio Monsiváis entre otros tres propuestos por el gobierno del Distrito Federal y por el magnate Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del mundo y amigo entrañable de “Monsi”, como es llamado cariñosamente.
A lo largo del siglo XX, el edificio de La Esmeralda sufrió varios cambios: de joyería se convirtió en oficina de gobierno, posteriormente fue banco, más tarde una discoteca que llevaba por nombre La opulencia y una tienda de discos, que en la actualidad está abierta al público.
Ahora, ha asentado allí sus reales el más importante museo de arte popular urbano de México, un país con gran cultura museográfica.
Miniaturas que recrean los puestos de periódicos de antaño, despachos de jugos de fruta o “aguas frescas”, los vendedores ambulantes de nieves de fresa y limón, las máscaras del carnaval o las festividades del día de muertos, tan importantes en la tradición popular mexicana, conforman un escenario de intimidad y confianza. Como si el visitante asistiera por cortesía a la casa de una tía anciana y las historias del pasado se rindieran ante el perfume del té y las masitas.
La figura entrañable de Monsiváis recorre como un fantasma benéfico la multitud de muñecos, juguetes de madera, fotografías en blanco y negro, litografías, carbonillas, cuadros difíciles de abarcar en una sola visita.
“Puedes venir unas cinco veces al museo y siempre te parecerá la primera”, admite sin alardes el joven director de El estanquillo, Rodolfo Rodríguez Castañeda.
“Monsiváis viene a menudo por sorpresa. Se queda largos ratos frente a una figura o un cuadro. Mira, recuerda, se emociona. Tiene también un olfato especial para detectar el error. Un dato al revés, una fecha inexacta, una falta de ortografía en uno de los letreros, son identificados inmediatamente por él, como si los oliera”, comenta Rodríguez Castañeda a Crítica.
Satisfecho, quien fuera mano derecha del Maestro Monsiváis y ayudara a clasificar las piezas para poder fundar el museo, experimenta una gloria legítima expresada en un récord: más de 160 mil personas asistieron a lo que fue una de las muestras más exitosas en la joven historia de la institución. Un homenaje al dibujante Gabriel Vargas, nacido el 24 de marzo de 1918 en Hidalgo y quien desde edad temprana se dio a la tarea de testificar la ciudad de vecindades (especie de conventillos) y pulquerías, perros famélicos y limosneros, desocupados y malvivientes, inundaciones y hambre.
La historia de uno de los dibujantes más metidos en el sentir popular mexicano, sobre todo el de la ciudad, es una de esfuerzo y refleja los caminos misteriosos que sigue la vocación cuando es irrefrenable. En 1930, para celebrar "El Día del Tráfico", Gabriel Vargas realizó en tinta china un dibujo de la avenida Juárez en el que aparecían vehículos, carretas y más de 5,000 figuras humanas perfectamente delineadas y que dejó a sus maestros boquiabiertos. A los 13 años, cuando le fuera ofrecida una beca gubernamental para estudiar dibujo en Francia, el artista precoz pidió a cambio un empleo en el periódico Excelsior. Así empezó la carrera profesional de un caricaturista legendario, que Monsiváis adora y a cuya creación máxima, La Familia Burrón, le dedicó una muestra en su museo.
La Familia Burrón, formada por un peluquero honrado y trabajador, una mujer voluntariosa y entrometida, quien a pesar de vivir en la pobreza pretendía actuar como aristócrata y 2 hijos adolescentes que padecían las inquietudes propias de su edad y condición social, vio la luz en 1948.
Los Burrón y los 53 personajes que fueron surgiendo posteriormente mostraron las vecindades con macetas y pollos en los patios, las paredes llenas de agujeros, las calles habitadas por perros y lustrabotas, los billares de mala muerte, los camiones atestados, los mercados de frutas, carnes y verduras, los parques con sus mendigos.
Durante casi 30 años, La Familia Burrón alcanzó un éxito clamoroso: cada semana se vendían 500,000 ejemplares de las revistas que contenían sus historias.
El negocio bajó un poco, ahora “sólo” se venden 125 mil ejemplares semanales.
Otro de los homenajeados en la muestra, que llevó el nombre de la exposición “De San Garabato al Callejón del Cuajo” fue el caricaturista Eduardo del Río “Rius”, nacido en Michoacán en 1934, izquierdista, vegetariano y gran amigo de nuestro Quino. Autor de dos historietas señeras, Los Supermachos y Los Agachados, que hicieron su agosto a finales de los 60, Rius también ha publicado más de 100 libros y ha ganado docenas de premios nacionales e internacionales.
A la entrada del museo, un óleo gigante que remeda “La última cena” con personajes de Los Supermachos y Los agachados da la bienvenida al paseante con las dosis exactas de humor e ironía a las que Rius es tan aficionado.
El mural “El último desayuno” es una parodia de la obra de Leonardo Da Vinci en el cual el dibujante mexicano incluye no a 13, sino a 25 personajes para establecer la lucha de clases en el país; dos de los personajes pelean el sitio que ocupa Cristo en la pintura original. “Esto sirvió para hacer un chiste extra, porque los dos del PRI se pelean por el lugar del RIP”, explica Rius.
El historietista de Los Supermachos señaló que el mural lo realizó en tres días. “Me costó mucho trabajo pintarlo, porque no es lo mismo hacer muñequitos del tamaño de la historieta, a echárselos, en un espacio de cuatro metros. Ahora comprendo cuánto sufría Diego Rivera. No traté ni siquiera de acercarme a los talones del maestro. No es un mural, es una caricatura grandota hecha con acrílico, y espero que se rían, porque traté de hacerla con humor.”, declaró al periódico La Jornada.
Las miniaturas de Teresa Nava
“Una de las características principales de la colección-Monsiváis, formada con pasión y, más que con dinero, con inteligencia, es que el ojo selector escogió piezas que reflejan la historia oficial o popular, desde la trinchera contracultural, para-oficial y rebelde, lo que le brinda un carácter crítico y ciertamente divertido. El material es tanto, que llena los cuatro pisos del edificio y dará para reservar un área para exposiciones temporales del resto de la colección de Carlos Monsiváis. El escritor, cuando se le preguntó si existe algún coleccionista “serio” que él tome como ejemplo, confesó su admiración por la filosofía, gusto, orden, disciplina, previsión y organización mental de Franz Mayer, cuyo museo es vecino también del Centro Histórico capitalino.”, escribió el artista Pere Greenham en la revista Limbo.
Entre las piezas sobresalen las miniaturas de la artesana, ya fallecida, Teresa Nava, descubierta por el propio Monsiváis y quien hacía maquetas por gusto personal en su tienda hasta que el maestro difundió su trabajo y la instó a construir, por ejemplo, un enorme símil de un convento de la época colonial con sus habitaciones, su iglesia, su patio, su aljibe, y que está en el centro del Estanquillo. El Museo Soumaya, propiedad de Carlos Slim, publicó un libro con las maquetas de Nava, destacando “el rico imaginario popular en el que aparecen curiosos testimonios que nos hablan de ingenio, memoria y creación del ser mexicano”, refiriéndose a las miniaturas como “testimonios históricos llenos de pasión”.
Una fotografía original de Henri Cartier Bresson aparece “de casualidad” entre la gráfica de la Colección-Monsiváis.
“Bueno, de casualidad precisamente no –aclara el director del Estanquillo a Crítica- Monsi sabe lo que compra y sabe lo que quiere, aunque todas las piezas adquiridas por él tuvieron como motivación principal satisfacer la necesidad de belleza que tiene el ojo, más allá de los precios y de los nombres famosos”, agrega Rodríguez Castañeda.
Niños y viejos, matrimonios que aprovechan el paseo por el Centro Histórico para regresar por quinta vez, los teléfonos celulares que multiplican las voces de los parientes jóvenes a los más veteranos en busca de compartir los tesoros hallados, el Museo del Estanquillo es una demostración viva de una ciudad que ha aprendido a vivir entre las llamas, las humaredas, los bocinazos y la superpoblación.
Por eso, la cita de Carlos María de Bustamante (1774-1848), que preside la primera sala, se resignifica con el legado de un autor que tiene un peso específico en el paisaje urbano.
"Cuando salgo a la calle, por las mañanas, siempre me hago la misma pregunta, ¿cómo es posible que esta ciudad siga en pie?".

ENTREVISTA A TOMAS ELOY MARTINEZ




Su hablar elegante, esa manera de prosar en forma automática como si cuando hablara escribiera alguno de esos libros que hoy son fundamentales en la literatura en español, definen a Tomás Eloy Martínez. Viene este escritor, periodista y profesor universitario, nacido en la provincia argentina de Tucumán, de atravesar una seria enfermedad a la que le ha dado pelea con sus mejores armas: la escritura de artículos y de una novela prodigiosa, Purgatorio, que acaba de publicar en México la editorial Alfaguara.
La historia de Emilia, una mujer de 60 años que hace más de tres décadas busca a su marido, Simón, desaparecido absurdamente en las fauces de la cruenta dictadura que asoló el país sudamericano en los 80, dan sustancia a lo que el propio Tomás considera su libro “más literario”.
Maestro de periodismo, crítico de cine, melómano contumaz, de su talento y oficio nacieron obras imprescindibles como La novela de Perón y Santa Evita. Ha publicado también los libros Sagrado, La mano del amo (1991) y uno de relatos, Lugar común la muerte (1979). Es colaborador habitual de The New York Times y actualmente dirige el
Programa de Estudios Latinoamericanos de la Rutgers University en New Jersey (Estados Unidos).
Purgatorio resulta ser una novela muy generosa con el lector, muy entregada al lector…
Bueno, para mí fue un libro muy enriquecedor, porque me aportó un gran conocimiento acerca de mí, de lo perdido, que ya sé que es imposible de recuperar, pero de todos modos abre una puerta a la esperanza de recuperarlo. El que busca, algo encuentra. Específicamente no sé decir qué habré encontrado en este libro, pero sin dudas me he encontrado a mí mismo, lo que no es poca cosa.
En el marco de toda su obra, este libro pareciera un nuevo comienzo…
Creo que es el más literario de todos aunque tiene adherencias de hechos reales, como el Mundial de Fútbol del 78, por ejemplo. Hay una transfiguración de lo real en imaginación durante todo el tiempo y la novela camina en el borde de lo que es imaginación y de lo que es realidad.
Acaso la Argentina durante muchos años estuvo en ese borde de lo imaginado y lo real.
Bueno, eso es lo que me dijo un joven escritor argentino al que yo aprecio mucho: lo que tiene de interesante este libro es que es como una especie de refracción y el personaje está siempre entre la realidad y la ficción, buscando algo que también está en ese plano.
Eligió la sensibilidad de una mujer para contar la historia
Desde hace mucho tiempo siempre intento ver cómo funcionan la voz y el pensamiento femeninos, porque creo que las mujeres conocen la especie humana mucho mejor que los varones. Las mujeres nos llevan en su vientre, nos comprenden, nos conocen, en cambio los hombres somos un poco más auto-centrados y la mujer es mucho más generosa. Por eso quería una voz femenina en Purgatorio, una mujer además mayor que busca todo el tiempo al hombre que ama y que, a través de ese hombre, quiere encontrarse consigo misma. Hay también una reivindicación de un amor adulto; Emilia tiene 60 años y se enamora de un hombre mucho más joven y en las novelas, sobre todo las del siglo XIX, las mujeres son muy desdichadas con hombres que son mucho mayores que ellas. Me pareció que era una buena reivindicación que Emilia fuera feliz con un hombre menor.
Este encuentro a través del tiempo se parece al caso de Benjamin Button que obviamente nos lleva al cuento de Scott Fitzgerald…
No conocía ni el cuento de la película cuando escribí este libro hace ya un par de años, pero de todos modos alguna vez los seres humanos hemos tenido la ilusión de que el tiempo regrese.
Si la patria del escritor es su infancia, en este momento de su literatura, ¿diría que ha perdonado muchas cosas de su infancia?
No sé, eso queda inscripto en la vida de cada quién. Creo que no hay nada que perdonar ni nada que castigar. Solamente sentir que todo eso está dentro de uno, que la infancia, la educación paterna, han marcado la personalidad y son parte de la vida. Una vez que se inscribió adentro de nuestra historia, hay que saber cómo cargar con eso y cómo cargar bien con eso, llevarlo hacia adelante.
¿Hay una manera específica de aferrarse a la vida?
Creo que sí y consiste en no mirar hacia atrás. Todas las mitologías tanto occidentales como orientales condenan la mirada hacia el pasado. La mirada hacia atrás paraliza, congela, te cosifica.
¿Estuvo escuchando mucho a Keith Jarrett mientras escribía Purgatorio?
Bueno, lo escucho siempre, porque me gusta mucho. Pero para la novela específicamente escuché el Concierto en Colonia, para ver en qué momento Jarrett suelta ese quejido erótico que también suelta Emilia en mi historia. Para saber cuánto tiempo pasa desde el comienzo del concierto hasta el quejido. Son 7 minutos, los conté. Todo Jarrett es increíble.
¿Este libro cierra la discusión en torno a si la dictadura argentina fue o no el fruto de una guerra? Es tan absurdo el secuestro de Simón, como tan absurdos fueron tantos secuestros y desapariciones durante esa época…
Creo que el proyecto de la dictadura argentina fue la destrucción de un país para poner otro encima. En general en Chile y en otros países las dictaduras fueron lo mismo. Se trata de deshacer algo para poner otra cosa basada en el modelo ultraconservador, autoritario y en los principios de Dios, Patria y Hogar.
Su libro tiene el perfume de la opresión, el color de esos días aciagos en la cotidianeidad, cómo se vivía en esa época…
Lo que traté de hacer fue la reconstrucción de esos días que yo no había vivido. Estaba afuera, en el exilio, ni un solo día la dictadura me tocó adentro de la Argentina, no me atreví a volver, no quería que me asesinaran delante de mis hijos, no quise dejarle ese pésimo recuerdo a mis seres queridos. En Purgatorio traté de recuperar a través de la imaginación lo que podría haber vivido si me hubiera quedado en mi país en esa época. Ese fue el primer proyecto de la novela: reconstruir a las mujeres en los supermercados, la inseguridad en las calles, el mirar para otro lado. Creo que en mucha medida los argentinos somos responsables de lo que nos pasó, porque muchos de los que permanecieron ahí (no me incluyo) miraron para otro lado por miedo, por impotencia o por lo que fuera. Esa inoperancia generalizada permitió que ocurriera lo que pasó y que todo llegara a los extremos.
Los cartógrafos son poetas en su libro…
Bueno, también son novelistas, porque mueven la realidad como se les ocurre. Si miramos los mapas que dibujaron los primeros cartógrafos de la historia, veremos un mundo inventado, imaginado, en tierras que no existen. Los primeros mapas nacieron para satisfacer la curiosidad de los escasos pobladores de la época, quienes necesitaban saber qué había al Este, al Oeste y como no había nada, se inventaba el abismo. Enseñé durante mucho tiempo las Crónicas de Indias en la universidad y en verdad revelan la visión de mundo que existía antes de que Colón llegara a las playas americanas. Y era una visión en la que el encuentro con América aconteció en forma totalmente inesperada. La magnificencia de la naturaleza, la inmensidad, es descripta maravillosamente por Bernal Díaz de Castillo, quien cuando entra a México y ve por primera vez el paisaje de Technotitlan, dice: “eran castillos encantados como los de Amadis”.
Purgatorio es una novela a flor de piel, ¿qué le pasaba a usted, sentimentalmente hablando, mientras la escribía?
Bueno, estoy obligado, porque soy el que narra, a ponerme afuera de la historia, pero por supuesto que en los momentos en que no escribo, sí veo a los personajes y trato de sentir como ellos, para ver cómo son, qué hacen, para qué están. Todo el proceso interior de Emilia, sí, lo viví muy en lo hondo.
En el Purgatorio no transcurre el tiempo, es como en los pasillos de los condenados a muerte…
Sí, es un tiempo detenido, es un tiempo de espera. La espera de Emilia es activa, le va dejando señales de su búsqueda a Simón en todos los lados por donde pasa hasta que no puede más y decide plantarse en un punto del mapa, para que sea él el que vaya a su encuentro.
Algunos críticos han dicho que éste es su gran libro, su gran novela, ¿qué piensa de eso?
Dejo que los lectores piensen lo que mejor les parezca. Así como también desdeñaron muchas de mis obras que a mí me gustan, pienso que tienen todo el derecho de sentir que este es mejor. Todo libro deja de pertenecernos en el momento que lo entregamos, que deja de estar en nuestras manos. Es un poco como decía Jean Paul Sartre en ¿Qué es la literatura?: Leer una obra o contemplar un cuadro es hacerlo existir, el lector añade su propia experiencia de vida, su comprensión del mundo, lo que quisiera sea…y para eso también se escribe, para que el lector viva en el libro alguna vida que tal vez le hubiera gustado vivir, tenga sueños que quizás le hubiera gustado soñar.
¿Qué está escribiendo ahora?
Escribo sobre el mito del Olimpo, un trabajo que me propuso la editorial Canongate, que está publicando una colección sobre los mitos. Ya salió el de Sansón escrito por David Grossman y el de Victor Pelevin sobre Teseo. Yo elegí el mito del Olimpo, porque tiene por un lado el fundamento religioso y por otro lado resume en sí la ambición de grandeza e inmortalidad de muchos autoritarismos, el de Hitler, por un lado, que intenta reconstruir el Olimpo en la Berlín de 1938 y el de la dictadura argentina, por otro, ese Olimpo degradado y ridículo que fue un tenebroso campo de concentración.

miércoles, 11 de marzo de 2009

ENTREVISTA A ARTURO PÉREZ REVERTE




Los versos del capitán

Arturo Pérez Reverte parece estar empeñado en que todo el mundo lo quiera. No es un propósito espurio, si se lo analiza con calma. Al fin y al cabo, ¿quién no desea ser amado por mucha gente durante mucho tiempo? Pero a él se le nota demasiado. Sonríe y dice cabrón cada dos segundos, trata de ser natural y crear la ilusión de que es un viejo conocido que ha venido a vernos desde lejos. Tiene unos 51 años que lleva con prestancia y donosura. Muchas mujeres opinan que no sólo es el escritor en lengua española que más vende en el mundo, de él muchas dicen que también es guapo, atlético y encantador. Y no es que el muchacho ahora barbado que con La reina del Sur, su última novela de 400 páginas, logró lo que ni siquiera Vicente fox: “que los narcotraficantes lean”, cumpla con las reglas estéticas clásicas. Al contrario, físicamente parece uno de esos chicos que en la Prepa era tan bueno que las féminas acudían a él en masa... pero para usarlo como confidente. No cuesta imaginarlo con acné y gafas gruesas mirando con cara triste el paisaje asoleado de su adolescencia. Sin embargo, este hombre exitoso hasta más no poder, hoy dista mucho de cualquier experiencia vicaria. Como esos avispados de última hora que descubrieron tarde el sexo y la ternura masiva, camina con torpeza entre la gente que lo sigue, pero a la vez consciente del poder que ejercen una sonrisa a tiempo, una caricia dejada como al descuido en el cuerpo de su interlocutor ocasional, un modo de mirar hasta el fondo de los ojos enfrentados que crea incomodidad y regocijo en forma simultánea.
Entrevistar a Arturo Pérez Reverte equivale a entrevistar a un entrevistador, lo que en argot profesional implica ponerse en la mira de un cuestionador certero y peleón que agota en la primera pregunta. Hay que hacer enormes esfuerzos para que sus armas de seducción cedan paso a algo de lo que vive adentro del hombre real, pero la mayoría de las veces la tarea resulta infructuosa: el autor de El maestro de esgrima, La carta esférica, Territorio Comanche, La tabla de Flandes, Las aventuras del Capitán Alatriste, entre otras, no negocia su estudiada manera de presentarse ante los medios y como pez en el agua tira frases editadas que esconden su corazón, pero no su cabeza. Así, quien fuera reportero y “vendedor de carroña periodística” durante 21 años, hablará como en titulares de noticiero sobre temas que le duelen mucho más que lo que él mismo se permite reconocer, por caso el puesto que en la literatura seria le niegan muchos de sus colegas. Vendedor masivo de historias de aventuras que rinden homenaje a Los tres mosqueteros, a El conde de Montecristo, y a casi toda la literatura europea del siglo XIX, el cartagenero amante de la mar y de las mujeres con carácter, no desvela ningún secreto en esta entrevista, pero se muestra tal como suelen verlo sus miles de admiradores: guapo, atlético y encantador.

¿Su obra es talento o trabajo?
- Es un 25 % de talento y el resto de trabajo.

¿Cómo calificaría a su trabajo?
- Como un trabajo muy duro. Yo soy un escritor profesional. No soy un artista al que le viene la musa todas las mañanas, le da un beso en la boca, lo lleva a la mesa de la mano y en el camino le echa un polvo. A mí la musa me dice: Oye, chaval, que es la hora, ¡levántate!, y luego se va. Entonces yo bajo, me doy una ducha, me pongo a trabajar durante diez o doce horas al día. Y de vez en cuando la musa baja, me da un beso en la boca, me espabila y a lo mejor me sale una frase o una idea que esté bien. Para ganarme cada beso en la boca de mi musa, invierto muchas horas de trabajo y de documentación, de pelearme conmigo mismo, pues de eso se trata escribir.

¿El periodismo ya no tiene encanto ni misterios para usted?
- No, por supuesto que no. El periodismo es la profesión más vil que conozco. Es como ser policía o prostituta. Y luego está la de publicista, que también es muy vil. Aunque yo la pasé bien en el periodismo, fui muy feliz con esa profesión a la que le debo mi biografía, le debo 21 años de vida intensa y sobre todo le debo un punto de vista lúcido sobre el ser humano. Pero el periodismo corrompe destruye la moral y la fe de las personas. Yo tuve la suerte que me salí cuando me quedaban todavía dos o tres fes y me salí antes de que el periodismo me quitara toda la fe. Pero, ¿cuál era la pregunta?

¿El periodismo ya no tiene encanto ni misterios para usted?
- No, ni encanto ni misterios. Lo que tiene es melancolía de mi juventud, de épocas buenas...yo era un buen reportero y me lo pasaba bien. Tengo muy buenos recuerdos y por supuesto nunca podré olvidar que fui periodista. De hecho todavía lo soy. Cuando me ponen una cámara enfrente, me digo: este cabrón me ha puesto un 28 a un palmo de la cara, no puedo evitarlo, porque mi instinto profesional me pone en alerta cuando está por terminarse la batería de una cámara...

¿Y cómo ve a la distancia anécdotas como esa que cuenta en Territorio Comanche cuando buscaba informantes en los campos de batalla y pensaba en los empleados administrativos de su Empresa, que le irían a pedir recibos por la cerveza o lo que se tomara con el informante?
- No, no era así...
- ...
- Lo que yo quería hacer era burlarme de una actitud que a más que a mí era en general. Me refería a esos cretinos que nunca han estado pateando la calle, bajo la lluvia ni bajo el sol, corriendo los semáforos o corriendo en una guerra y tal, ¿no?.
Y este tío (señala al fotógrafo) se va a Tepito (barrio bravo mexicano) a hacer una foto y le sale un tipo con una pistola y le dice: cabrón, págate una botella y tal, y cuando llega a la oficina le dice al administrativo: - oye, que le he tenido que pagar una botella a un tipo para que no me matara, a lo que el administrativo le contesta: bueno, tú verás, pero si no tienes recibo nosotros no te lo pagamos. Esa actitud que se da en cualquier periódico del mundo también se da en la guerra, entonces yo en Territorio Comanche, que es el único libro autobiográfico que tengo, me burlaba de esa mezquindad y de esa estupidez de los administrativos...pero, bueno, hay de todo, claro...

¿Y cómo ve eso a la distancia?
- ¿Cómo veo a la distancia qué cosa?

Ese tipo de situaciones de las que se burlaba en su libro.
- Como ridículas. Pero siempre ha sido así, en la guerra, en la vida y en la profesión. Siempre hay alguien en la calle que se juega el pellejo, oponiéndose al cabrón que está atrincherado en su despacho y al que le da igual que le traigas una exclusiva o una noticia que no vale nada. Él lo único que quiere es que las cuentas le cuadren cada día.

Era divertido lo que usted hacía en Código 900 (N.d.R: reality show que denunciaba crímenes y que Pérez Reverte condujo durante un mes y medio en la TVE)...
- Porque yo lo hacía muy cínico, ¿te acuerdas? Yo no decía: - ¡qué horror!. Yo decía: bueno, bueno, prepárense que va a chorrear la sangre...pero igual duré un mes y medio. Pasado ese tiempo dije: - esto es basura y me voy. Me volví a Sarajevo.

¿Y nunca pensó en hacer otro programa de televisión?
- Me propusieron hacer muchas cosas, pero no es lo mío. Detesto la televisión, detesto el periodismo, lo digo de verdad. Me siento cómplice de los periodistas, tú sabes, pero el periodismo como concepto me parece cada vez más repugnante. No hablo del periodista, que en todo caso es mi compañero de armas, sino de la profesión.

La Televisión Española igual está peor que antes. Ahora hay más de Operación Triunfo que de Informe Semanal...
- Todo está peor que antes: la guerra, las putas, los borrachos...

¿Y los escritores?
- Por supuesto: somos peores que antes

¿Vender muchos libros es correr el riesgo de ser considerado un escritor menor por algunos colegas?
- Hay escritores que venden mucho y no son menores. Umberto Eco vende mucho y no diría que es un escritor menor. No lo sé. ¿Graham Greene? ¿John Le Carré es un escritor menor? ¿Para ti yo soy un escritor menor?

Algunos colegas suyos quizá lo consideren un escritor menor...
- Yo no tengo colegas. Yo cazo solo. Pero los críticos ahora me tratan muy bien. Sobre todo desde que el New York Times me dedica portadas, en España los críticos me tratan muy bien, lo cual me alegra mucho, por cierto.

¿Usted se cree un escritor mayor?
- No mames. ¡Yo qué coño sé qué soy! Lo único que sé es que me la paso muy bien escribiendo y disfruto mucho. Y sé que mi punto de narrativa es ese, que ahí está, y que lo leen. Yo estoy donde tengo que estar. Las etiquetas las ponen otros.

¿Está seguro de que todos los lectores asumen su punto de vista, como dice en La reina del sur?
- ¿Tú has leído algún libro mío?

...¿A usted que le parece?
- Es que yo siempre escribo la misma novela, siempre. Empecé a escribir de mayor, cuando tenía 35 años, y soy por lo tanto un escritor tardío. Nunca quise ser escritor, además. Para mí no hay una novela mejor o peor que otra. Es como hacer una casa, pones una pared, luego la otra...y así...

Pero hay paredes que nos quedan mejor construidas que otras.
- ...
¿Se ha sentido alguna vez como El güero (N.d.R.: personaje de La reina del sur), cuando va a ese bar solo para hombres y expresa una soledad infinita?
- ¿Tú crees que esas cosas se pueden contar si no se sienten?. Yo no soy un embustero. Mira, nadie pone en una novela lo que no tiene: o lo roba o lo saca de sí mismo. Entonces, cuando hay un escritor que narra ese tipo de sentimientos, o es un hijo de puta que lo ha robado de otros o es suyo. El lector es el que tiene que decidir.

Como lector es un buen gourmet...porque para escribir La reina del sur eligió a Elmer Mendoza como asesor, uno de los buenos escritores mexicanos...
- Escucha, leo desde los siete años. Crecí en una casa con cinco mil libros y mi biblioteca tiene 12 mil volúmenes. Si a estas alturas no tengo un radar para detectar buenos libros, muy torpe sería. Y cuando abrí una página del libro de Elmer (N.d.R.: Elmer Mendoza, de Culiacán, escribió las novelas El amante de Janis Joplin y El asesino solitario), me dije: - este es mi hombre. Así que lo llamé y le dije: Elmer, hijo de puta, cabrón, no me conoces pero vamos a emborracharnos juntos y nos convertiremos en amigos. Ahora somos hermanos íntimos, hermanos de sangre. Elmer es un maestro.

¿Qué es El conde de Montecristo además de una novela?
- Es LA novela. Es que está todo ahí: la desesperanza, la traición, la lujuria...está todo. Es la novela perfecta. Si la lees con la humildad de un lector que quiere disfrutar una historia te das cuenta de que es la novela perfecta.

Si no tiene colegas en la literatura, ¿quiere decir que ha encontrado también un territorio comanche en esta profesión?
- No sé. Yo lo que sé es que cazo solo. No voy a mesas redondas, ni voy a cosas de esas. Estoy demasiado ocupado escribiendo como para ir a perder tiempo en esas gilipolleces...

Bueno, depende...
- ¿Depende de qué?

No todas las mesas redondas tratan de gilipolleces...
- Todas son una gilipollez. La narrativa del nuevo milenio es una gilipollez. No depende de nada. ¿A quién carajo le importa la narrativa del próximo milenio? A mí me interesa escribir mis historias y para eso no necesito amigos ni colegas.

¿Qué escritores de su generación le interesan: Martin Amis, Roberto Bolaño...?
- Martin Amis me interesó un poco en una época, pero ahora no. Roberto Bolaño no me interesa nada. A mí todos los escritores que me interesan están muertos...

Era de imaginar que iba a hacer un comentario de ese tipo.
- A ver, mira: Pynchon está vivo. Y me interesa muchísimo. V (N.d.R.; primera novela del americano Thomas Pynchon, publicada en 1963), me parece la mejor novela escrita en el siglo XX. Fíjate, gringo cabrón.

Y hablando un poco de este presunto boom de la literatura mexicana...
- Eso no existe.

El crack no hace boom para usted...
- Es que no hay tal crack. Hay dos o tres muy dignos escritores mexicanos que están publicando en Europa. Esa costumbre de poner a todo etiquetas...no sé...a mí me gustó En busca de Klingsor, (N.d.R.: primera novela de Jorge Volpi), pero tampoco me volvió loco, ¿eh?.

¿Opina como muchos de sus colegas que la literatura argentina, que en otro tiempo marcó escuela, no puede sacarse el fantasma de Borges?
- No me hagas preguntas académicas que no me interesan para nada. A mí me importa un carajo la literatura argentina. Me importa un carajo la literatura mexicana. Me interesan nombres puntuales que leo con mucho gusto y a otros que no leo jamás. Yo no veo lazos comunes entre la literatura mexicana, española o argentina. ¿Qué tiene que ver Osvaldo Soriano...? ¿Ves?, Osvaldo Soriano sí que me gustaba...

Era de imaginar que le iba a gustar: vendía mucho y era considerado un escritor menor por sus colegas.
- Yo lo llamaba por teléfono y siempre estaba cabreado porque lo ninguneaban..., ¿sabes?: no lo vi nunca, sólo lo conocí por teléfono. El día que terminé de leer A sus plantas rendido un león lo llamé, le dije: - Osvaldo de tus cojones, me encantó tu libro. Y él me contestó: Ay, Arturo, muchas gracias (imita la voz suave de Soriano)...; siempre estaba triste porque le negaban todo reconocimiento y valía más que todos los que lo criticaban.

¿Tuvo que abonar cierta pedantería para entrar en el mundo de la literatura cuando era ya mayor?
- Pero, ¿a qué mundo de la literatura te refieres? ¿Al mundo de las mesas redondas, de Bolaño? Yo nunca quise ser escritor ni entrar en ningún mundo. Pero es que no te lo crees. Mira, yo escribí una novela cuando tenía 35 años y luego me fui a una guerra. Cuando estaba en la guerra me llamaron para decirme que mi novela era un best seller, cosa que me puso muy contento. Y aquí estoy. No necesito nada. Hago lo que quiero y ya está.

¿Le hace ilusión que todas sus novelas terminen en películas?
- Mira, me voy a acercar más a ti. No es que te quiera seducir, pero no oigo nada...

Usted siempre está seduciendo, Arturo...
- (risas) ¿qué me preguntabas de las películas?

- ...
- Ah, sí...bueno, yo siempre me quedo afuera de las películas...no sé...
Hablando de la seducción, ¿le ha dado resultados mostrarse siempre tan abierto, tan simpático?
- Yo soy muy abierto. Soy un buen chico, siempre sonrío.
¿Hay una España actual, diferente? ¿Por qué los españoles leen tanto sus libros?
- Yo que sé...tengo lectores que me leen porque les cuento historias y después no sé nada más.
¿Tú no sabes por qué se leen mis libros?

Pero usted no es el reportero...no tiene que preguntar, tiene que responder...
- Bueno, es difícil explicar eso...no lo sé, sencillamente no lo sé.

sábado, 7 de marzo de 2009

ENTREVISTA A XIMENA SARIÑANA


“Di a todo que sí y luego ves cómo”


Parece una muñeca de porcelana, diminuta y afable, casi frágil a la primera vista. Desparramada en un sillón rojo y negro, jugando con una especie de bufanda que le cubre su cuello diminuto, la figura de Ximena Sariñana cobra una presencia que llena todo el espacio de la sala. Afuera, la tarde del Distrito Federal se esparce en un gris espeso, con un frío propio de enero. Llego media hora antes a la entrevista pactada con DIA SIETE y, milagrosamente, estamos a solas con la cantante y actriz de apenas 23 años que ha vendido ya 100 mil placas de Mediocre, su primer disco en solitario. Acreedora a un premio MTV Latino como “Artista Revelación” y una Luna del Auditorio Nacional, aunados a una candidatura al Grammy Latino y una más al Grammy estadounidense, Ximena ha concentrado en los últimos tiempos una notable atención mediática. Los elogios de sus colegas tampoco se han hecho esperar y hasta el mismísimo pope de la canción latina, el español Miguel Bosé, le dio un espaldarazo tremendo al nombrarla como “una de las artistas más talentosas que he conocido” durante un concierto en el Palacio de los Deportes.
Quién sabe si ella ha pedido el cetro de una joven María Antonieta en el reino de la música pop, pero sus modales sencillos y su expresión modesta, le quitan todo aire de la Realeza a su cautivante personalidad. Por lo pronto no es lo que uno pensaría que es. Mucho más bella en persona que lo que han sabido mostrar las innumerables imágenes que reprodujeron revistas y periódicos, Sariñana es presente puro, un ser inclasificable que vive con esplendor y una envidiable seguridad en sí misma la edad que le ha tocado.
Hija del cineasta Fernando Sariñana y de la guionista Carolina Rivera, el show business le es familiar prácticamente desde que nació. Quizá por ello no se inmuta cuando a la cita con nuestra revista, comienzan a llegar un manager, luego otro, después la chica de la disquera Warner, la maquilladora, los asistentes… Frente a la multitud, ella sigue hablando como si nada. En la charla, aparecieron su novio, el puertorriqueño Omar Rodríguez (guitarrista de The Mars Volta) y un pianito Roland que se compró en un tianguis de Guadalajara y con el que está experimentando para su nuevo disco.

Desde aquella campaña televisiva que hiciste cuando niña para recomendar el uso del cinturón de seguridad, muchas cosas han pasado en tu vida y eso que eres muy joven…
Sí, es verdad, mucho ha pasado y creo que todo ha sido muy natural. Me dedico a una de las cosas que más me gusta hacer y todo ha sido un proceso evolutivo hacia tu verdadera vocación. Al principio, todo fue más una experimentación. Me gustaba hacer teatro y luego empecé a hacer telenovelas. Me aburrí de las telenovelas y descubrí la música, el cine…Formamos la banda Feliz no cumpleaños con unos amigos, luego me interesó el jazz hasta que hice mis primeras composiciones, las que dieron origen a mi primer disco como solista.

El cine fue una actividad familiar…
Para mí siempre fue un hobbie. Me gustaba hacerlo y estaba obviamente cercano, significaba trabajar en familia.

El cine transcurre en un tiempo muy diferente al de la música. La música es presente, el cine es futuro, ¿Cómo encaras las dos actividades?
Son dos cosas muy distintas, es cierto. Al mundo de la música apenas estoy entrando y ha sido raro tener que estar trabajando para la música todo el tiempo. Ahora estoy promocionando algo que grabé hace dos años y que salió hace un año. Es un poco raro para mí.

¿En el medio haces canciones nuevas?
Sí, no me gusta para nada estar quieta y siempre estoy buscando cosas para hacer, personas con las que colaborar y sigo componiendo. Tengo una mente inquieta.

¿Cómo es la relación con tu padre desde el punto de vista laboral?
Muy buena. Él es un director muy bueno, práctico y rápido. Crea un ambiente muy relajado en los sets de filmación. La gente que trabaja con él lo quiere y lo respeta mucho.

¿El medio te recibió bien con tu apellido Sariñana?
Creo que bien. Sé de dónde vengo y sé quién es mi padre, pero nunca fue para mí algo que me pesara. Nunca traté de “hacerme un nombre por mí misma” como dicen muchos hijos de famosos. Para mí es un orgullo llamarme Sariñana, es algo de lo que presumo.

Tu madre es guionista
Sí, ella hizo el programa Bizbirije, El diván de la Valentina…de ella también es una serie que se llama Camino a casa…

¿Y con tus dos hermanos cómo te llevas?
Bien, ya no son tan chiquitos. El de 19, Sebastián, se dedica a la actuación. No quisiera llamarlo actor todavía, porque como a mí le gustan muchas cosas y quién sabe para dónde se va a encaminar cuando sea más grande. Tiene un grupo de rock, está estudiando Artes Visuales.

¿Y Fernando, el más chico?
Es el único que no tiene inclinación hacia ninguna de las artes. Es el que va a salvar a la familia de la bancarrota, nos va a mantener a todos.

En el medio de ese proceso de experimentación, ¿cómo viviste la llegada del éxito?
Todo es parte del trabajo. Es cierto que uno se vuelve el centro de algo, pero para mí, el centro de todo sigue siendo la música. De todas las actividades extra que ha traído “el éxito” como tú dices, hay algunas que me encantan y hay otras que me dan muchísima flojera. He conocido gracias a todo esto a gente muy interesante, a quienes he admirado y con quienes he podido estar cerca. Eso es una parte encantadora de mi trabajo.

¿Te están pidiendo desesperadamente el próximo disco?
No, la verdad es que hasta en eso tuve mucha suerte. Cuidé mucho que la parte artística siempre estuviera muy respetada. La música no está invadida por el negocio y tengo absoluto control en todo lo que hago a ese nivel. Eso me tiene muy tranquila, no tengo la presión de tener que hacer otro disco tremendamente exitoso. Ni siquiera esa era la intención en el primero. Lo único que yo quería hacer era música y esa seguirá siendo la intención primordial.

¿Nunca te sentiste demasiado joven, demasiado mujer en este negocio monumental que es la música?
Son experiencias, muchas veces me he sentido pequeña, pero aun en esas circunstancias me terminé dando cuenta de que lo más importante es la confianza en uno mismo. Al final, puedes enfrentar todas las situaciones que se presenten. Mi mentalidad, además, siempre ha sido “Di a todo que sí y luego ves cómo” y eso me ha dado resultado. Nunca levanto la bandera de “yo sé todo” y soy conciente de la edad que tengo, de que tengo mucho para aprender.

¿Alguien fue prepotente en el camino?
He tenido mucha suerte. Es increíble cómo en una industria como la musical, que está tan a la baja, no me ha costado mucho convencer a las personas de mi punto de vista o de que estén seguras de que será bueno invertir en mí. No digo nunca que la disquera es una mierda, porque mi experiencia ha sido buena con Warner, los pleitos que he tenido han sido simplemente por tener distintos puntos de vista, pero en los que el fin es el mismo: hacer que me vaya muy bien. Quieren lo mejor para mí y yo también.

¿Qué cree que vieron en ti los popes del negocio musical?
Creo que todos vieron cosas muy diferentes. No solamente influyó el talento, vieron posibilidad de mercado. Siento que me vieron como a una artista completa, que tenía un poquito de todo para poder hacerlo funcionar. Y, además, la suerte.

¿A qué músicos mexicanos admiras?
Fundamentalmente a Café Tacuba. Es de las pocas bandas en México que se ha mantenido creativa a lo largo de los años, siempre siguieron explorando en busca de nuevos sonidos. Quiero tener esperanzas en la evolución y hacer muchos discos originales.

¿Qué es el talento para ti?
Bueno, hay varios tipos de talento. Está el talento físico o natural, que es el de las personas que nacieron con una buena voz o con predisposiciones genéticas para tocar bien un instrumento y quizás nunca tienen que estudiar para ello. Y también está el talento de la disciplina y el del aterrizaje, que consiste en tener una especie de chip que te permite conectar esas ideas que pasan por tu cabeza y hacer una canción, un poema…
Hay mucha gente que tiene ideas geniales, pero que luego no logra concretarlas…

¿Cuál diría que es tu talento mayor?
Creo que es la honestidad, que soy un músico que puede, para bien o para mal, hacer sólo lo que hable de mí. Nunca podría pretender sonar como alguien en especial. De repente, cuando empecé a hacer mis propias canciones, muchos me sugerían hacer “algo tipo no sé qué”, había personas que tenían muchos proyectos para mí y yo sólo tenía mi propio proyecto. Me veían como a un diamante en bruto al que podían convertir en esto o en aquello.

¿Cómo sales al escenario?
El escenario representa un contacto muy directo con el público y una experiencia diferente a cualquiera que pudiera tener con lo que hago. El primer escenario que pisé fue el de un teatro y era muy joven.

¿Cuándo diste tu primer concierto ya tenías “tablas”?
Sí, creo que sí. Tenía un poco de manejo y no me tomó tan de sorpresa, aunque hacer un personaje y presentarse uno mismo, sea tan diferente en forma esencial.

¿Tú trajiste al músico argentino Luis Alberto Spinetta a México?
Sí. Fue una cosa muy rara. A Spinetta lo descubrí cuando fui a grabar mi disco a Argentina, no tenía ni la menor idea de quién era y mi productor Tweety González fue lo primero que me hizo escuchar. Me compró como diez discos de Spinetta y los escuché a casi todos de un tirón. Me impresionó mucho su música y luego lo conocí. Como él tenía que venir a grabar un programa para Canal 11, aprovechamos su primera visita a México para organizar dos conciertos. Invertimos en dos fechas…

Así que tuviste tu primera fase como empresaria…
Sí y me cambió muchísimo. Fue ponerme del otro lado y comenzar a entender muchas cosas. De repente, para un músico es muy fácil reclamar y criticar al empresario, pero cuando estás al pie de la boletería, haciendo números, te das cuenta de lo complicado que es este negocio. A veces necesitas pedirle al artista que haga de su parte cosas que quizás tú no harías si te las pidieran. Hacer una entrevista exclusiva en un medio, por ejemplo, implican 100 o 200 entradas más que vendes…

¿Y te fue bien?
Bueno, todavía no tengo los números, creo que perdimos un poquito, que no alcanzamos a recuperar lo invertido, pero valió la pena. Cuando mi padre y yo vimos la emoción de la gente, que lloraba al ver a Spinetta, nos sentimos muy felices de haber tenido la idea de traerlo.

Te gusta Spinetta, te gusta The Mars Volta, ¿no eres un poco retro?
No, yo no, pero ellos tienen mucho que ver y por eso para mí era muy importante que se conocieran. Omar, mi novio, estaba muy emocionado cuando vio a Spinetta, por supuesto que lo conocía y lo admira mucho. Pero pasó algo curioso, cuando fuimos a comer, por lo bajo Spinetta le preguntó a Tweety si “ése que está ahí, ¿no es el guitarrista de The Mars Volta?. Cuando supo que era él, se puso como loco, porque es muy fan del grupo. Casi se invirtieron los papeles, de lo mucho que se admiran mutuamente. Fue muy emocionante.

Omar es como un viejito desde un punto de vista musical…
(risas), sí, totalmente. Tiene la colección de vinilos más grande que yo haya visto en toda mi vida y me habla de grupos mexicanos de los 70 de los que jamás había escuchado hablar. También es cierto que tiene 32 años y que todo esto de la tecnología no le llegó tanto como a mí. Él colecciona vinilos y yo tengo toda mi música en las computadoras. En lo que más me instruyó es en la música vieja. Por supuesto que sabía quién era Frank Zappa, pero Omar me traspasó la obsesión, Fela Kuti, música del Medio Oriente, música celta, todo eso setentero lo aprendí de Omar. Se trata para mí de una música cuyo sello distintivo es la fuerza, una energía de protesta, hasta enojo. Yo le he enseñado menos, pero cosas nuevas que he descubierto en el Myspace o en otros sitios de Internet.

¿Hay mucha experimentación sonora en tu primer disco?
No, la verdad que no. El rollo era buscar hacer las canciones y que resultaran honestas. Esa motivación fue esencial en todo el proyecto. De repente, hubo experimentación a la hora de la mezcla, porque nunca había grabado en mi vida. Buscaba un sonido orgánico, casi analógico y eso era todo. Cuando fui a Nueva York a mezclar, el ingeniero fue Héctor Castillo, el que mezcló discos de Ceratti y trabaja además en el estudio de Phillip Glass. Descubrí amplificadores y máquinas que te ayudan a encontrar el sonido que buscas. Para el próximo disco, ya no voy a llegar con las canciones desnudas, las voy a montar primero con la banda y luego las voy a llevar así a un productor, con las bases ya hechas.

¿Con quién te quedas, con Björk y todo su sonido experimental o con la voz cruda de Amy Winehouse?
Uy, no sé, adoro a las dos, me gustan mucho las dos. Creo que en la música no es tanto cómo lo haces sino el resultado final. Qué sé yo, entre John Mayer y su sonido orgánico Y Matthew Herbert y sus máquinas, yo me quedo con los dos, la sensibilidad musical y la honestidad son lo que importa, finalmente.

¿Qué siente cuando te comparan con Alanis Morisette, Natalia Lafourcade o Julieta Venegas?
(risas) Siempre lo hacen, pero la verdad es que no tenemos mucho que ver. Alanis era mi hit en la adolescencia. Canté todas las canciones de Jagged little pill. Cuando Julieta hizo Bueninvento me fascinó. Con el Sí nunca tuve el mismo efecto, pero la respeto mucho. El primer disco de Natalia Lafourcade me encantó, yo era su target cuando lo sacó.
Parte de la aceptación que estoy teniendo ahora se la debo a Natalia y a Julieta, ellas ablandaron el camino, igual que Ely Guerra.

¿Dónde te pones: en el rock o en el pop?
En ningún lado, es cierto que fui de más joven a conciertos y a toquines de rock, pero la verdad es que no creo mucho en esa división. Conozco a músicos de rock que prefieren hacer playback que tocar en vivo. Y luego tienes a gruperos como Vicente Fernández que cantan en vivo y hasta que dejen de aplaudir. No sé, todo está muy fusionado, ya no se distinguen tanto las fronteras en la música. El manager de The Mars Volta es el mismo de Madonna.

¿En qué cosas te identificas como mexicana?
Bueno, la comida mexicana es mi preferida, incluido todo el picante. Hablar de un mexicano como tal es perder el tiempo. No existe “un mexicano”, los del Norte son diferentes a los del Sur, México es un país muy diverso. En lo que me siento mexicana es en que me importa mucho cómo va el negocio de la música en mi país, en que quiero saber lo que pasa con el narcotráfico, con la política, me importa todo lo que pase en el lugar donde nací.

¿Tienes miedo de andar por las calles de México?
Bueno, miedo no, pero tengo una conciencia de la inseguridad que creo que no es justo tenerla. No tengo por qué saber que me tengo que pasar los topes de los semáforos a la noche, por ejemplo, que son cosas que un mexicano hace ya en forma mecánica, pero que no están bien. En Argentina me sentía rara porque salía a caminar a las 12 de la noche, como algo muy normal.

¿Y qué estás haciendo ahora para el disco nuevo?
Fíjate que me compré un Roland viejito por 1000 pesos en un tianguis en Guadalajara, en El tiradero. Se ve que nunca lo usaron y estoy escribiendo cinco canciones con ese sonido ochentero del Roland…vamos a ver qué sale.

ENTREVISTA A PACO TAIBO II


Paco Ignacio Taibo II nació el 11 de enero de 1949 en Gijón, la misma ciudad donde en 1987 fundaría La semana negra, un encuentro ya clásico del género policial. Hijo del recientemente fallecido periodista y escritor Paco I, vive casi con júbilo el haber heredado de su ilustre progenitor la pasión por la escritura. “La presencia de mi padre siempre fue un inmenso estímulo en mi vida. Era un gran compañero, muy cuidadoso de no imponerte opinión alguna, de no obligarte a andar por sus mismos caminos y de reconocerte tu autonomía”, dice .
“Además, era más alto, más guapo, más simpático y escribía mejor que yo. No tengo ningún problema en reconocerlo”, afirma uno de los autores más prolíficos de la literatura mexicana. Con más de 50 títulos publicados entre novelas, libros de cuentos, cómics, reportajes periodísticos, ensayos de historias y biografías, traducidos muchos de ellos a varios idiomas, Taibo II ha recibido numerosos premios a lo largo de su carrera.
Son tres los títulos que ha presentado recientemente: Arcángeles, Bolcheviques y Tony Guiteras, en una muestra de su incansable compromiso con el oficio literario. En Bolcheviques, Taibo II reseña la creación del Partido Comunista mexicano, formado por “un grupo de militantes que pretendió ser la vanguardia de una clase trabajadora y no lo logró”. “El PC tiene unos orígenes muy bellos. Eran personas románticas y soñadoras, el fundador era un príncipe hindú vegetariano, el Secretario General pertenecía a la Embajada de los Estados Unidos y todos organizaron la primera huelga de prostitutas en México”, evoca.
En Arcángeles, el escritor relata doce historias de “revolucionarios herejes” del Siglo XX, personajes clave en la política y en la sociedad del siglo pasado.
Desde el austríaco Friedrich Adler y el pintor Diego Rivera, hasta Larissa Reisner o Durruti, “todos fueron ateos sediciosos sin cuya participación el mundo sería un lugar mucho más hostil”, asegura.
Tony Guiteras, un hombre guapo, en tanto, es la biografía del revolucionario cubano de 1930, un personaje casi desconocido que fue asesinado en 1937.
Su libro biográfico Ernesto Guevara, también conocido como el Che, sirvió de base para la realización de la película de Steven Soderbergh sobre el guerrillero que protagonizó el puertorriqueño Benicio del Toro.
Recientemente, el autor participó de un documental sobre Pancho Villa, que transmitió History Channel.
Todo eso a sus primeros 60 años recién cumplidos.

¿Cómo le han caído sus primeros 60 años?
Me desconcertaron. Creía que era algo importante, luego lo único que pasó es que me mandaban felicitaciones y me bloquearon mi correo electrónico. La verdad, la verdad, en lo profundo de mi corazón, tendré sesenta, pero me siento como de 40 y espero llegar a los 90.

Y escribe con la energía de quien tuviera 20.
Básicamente eso sucede porque le dedico mucho tiempo a la escritura, que es lo que más me gusta hacer en la vida. Hace muchos años, alguien me preguntó por qué producía yo tanto. Y respondí: porque soy abstemio. Pertenezco a una generación repleta de escritores que vivían borrachos; porque soy monógamo, además lo soy con gusto, por lo tanto no he dedicado tiempo a ligarme las esposas de mis compañeros y porque el placer de escribir me inunda.

¿Cuándo fue conciente de ese placer de escribir?
Es que nunca viví la escritura como sufrimiento. Excepto cuando fui “escribidor”, esos momentos de la vida en que tienes que hacer cosas horribles por encargo para poder sobrevivir. Entonces escribía sobre los bosques de Chihuahua para una empresa que yo sabía que estaba formada por ladrones, escribía guiones para el CONACID, escribía programas de televisión en la época en que todavía no apreciaba la música ranchera. Hubo momentos en que se me salían las lágrimas por estar obligado a escribir cosas que no quería, pero en cuanto pude escribir lo que quiero, jamás tuve una sensación de sufrimiento, de padecimiento. Toda esa cosa de la hoja en blanco, de la literatura como autocastigo, me parece ajena. De vez en cuando, me dan ganas de decirles, a quienes tienen esa retórica: - Pues dedícate a la carpintería, mano.

¿Escribir es lo que mejor hace?
No lo sé.

¿Qué otras cosas hace?
Soy chingoncísimo jugando videojuegos. A cual más complicado, esos de estrategia, más me gustan. Debo de estar entre los primeros puestos del ranking mundial de jugadores de videojuegos.

¿Es un buen lector?
Soy un lector sistemático, de esos que leen todos los días y que calcula los viajes por la cantidad de libros que tiene que poner en la maleta. Siempre me angustia la idea de quedarme varado en un aeropuerto o en una tormenta de nieve sin libros para leer. Soy un lector obsesivo y curioso cuando los temas me interesan y me apasionan. Gozo leyendo.

Frente a sus propios libros, usted parece muy seguro de sí mismo. ¿Esto es cierto?
Sí. Entre otras cosas porque siempre escribo sobre lo que quiero escribir, nunca acepto un contrato por encargo con alguna editorial. No escribo ni por obligación ni por contrato. Tengo diez proyectos abiertos en forma simultánea, de historia, de historia narrativa, de ficción, de aventuras, de ensayo, de trabajo periodístico…y todos los días me levanto preguntándome acerca de qué me apetece escribir para empezar el día y voy de uno a otro sin urgencias, no tengo fechas de entrega. No hipoteco mi tiempo porque ¿qué sentido tiene haber llegado libre a los 60 años para luego condicionar mi libertad por razones económicas?

¿Esa libertad es lo que lo ha hecho tan cercano a sus numerosos lectores?
Sí, cuando el lector detecta libertad, la agradece. Me pasa a mí como lector. Cuando leo a Kapuściński, a John Dos Pasos, a autores experimentales como Peter Weiss, encuentro un montón de libertad y lo aprecio.

¿Ese grupo nutrido de lectores que lo sigue le permitió negociar con más ventaja con sus editores?
Sí, sin dudas. Entre otras cosas porque no existe el editor que pueda ponerme arriba de la mesa algún elemento de presión. Si me presionan, me cambio de editorial y listo, siempre encontraré una editorial dispuesta a publicarme. Además, no acepto adelantos por los libros que escribo, parece un delirio pero prefiero pelear ardorosa y vigorosamente mis derechos de autor.

Es un poco al revés, ¿no?, porque muchos autores piden adelantos porque a menudo las regalías son fantasmales…
Fíjate que descubrí que los adelantos editoriales son una trampa muy grande. La diferencia entre éxito y fracaso, desde el punto de vista editorial, estriba en las expectativas que hayan puesto sobre el libro. Si les pides un peso por derecho de autor a la hora de firmar un contrato, si vendes cuatro mil, el editor y tú van a estar muy felices, pero si pides 100 mil dólares por ese mismo libro, si no vendes 70 mil ejemplares va a ser un fracaso. Un libro puede ser un fracaso, desde el punto de vista de los adelantos, aun cuando venda 65 mil ejemplares. Es muy peligroso para un escritor crear expectativas económicas desmesuradas. Mis libros se venden mucho a lo largo de mucho tiempo, muchas veces no tengo respuesta inmediata.
De todas maneras, sus últimos libros han sido una especie de best sellers…
Probablemente, pero coincidió con el auge del Che y el de Villa, que pasaron los dos los 200 mil ejemplares de ventas. También tienes una novela como Cosa fácil, que vende todos los años sus 2000 unidades y que así ya debe de llevar más de 100 mil ejemplares vendidos.

¿De qué le gusta hablar más: de literatura o de México?
Creo que de la combinación de ambas, con una tercera variante: México y los lectores, México y el libro. Creo que en esos temas me desbordo, me apasiono, discuto con fervor y particularmente cuando lo ligo a un cuarto tema que es la historia de México.

Su esposa, Paloma Sainz, y usted tienen una visión del público lector mexicano muy distinta a las estadísticas.
Sí, porque tenemos una percepción distinta de la realidad en la medida de que la vivimos desde abajo hacia arriba y no desde arriba hacia abajo. Cuando la industria editorial dice que se leyeron menos libros en México, lo que está diciendo es que ellos vendieron menos novedades. Eso es venta, no es lectura. En ese mismo año, los proyectos de Paloma de Promoción a la lectura pusieron en circulación en solo el Valle de México unos 7 millones de ejemplares y eso no entra en los cálculos. Tampoco entran en los cálculos los millones de libros usados que vendieron las librerías de viejo. Los adolescentes prestaron, rolaron, millones de libros en sistemas de canjes y de préstamos y eso tampoco entra en las estadísticas. Creo que en el Valle de México se está leyendo como nunca.

Usted nunca tiene miedo de hablar de las cosas…
Bueno, es conocido y público que no tengo pelos en la lengua porque me la afeito.

¿En este momento de la actualidad mexicana para qué no hay que tener pelos en la lengua?
Para hablar de las cosas que molestan, para analizar y crucificar la gestión del Conaculta y su insigne jefe a lo largo de estos últimos años, que me parece un desastre; para destacar el delirio de la campaña anti-narco que ha emprendido el presidente de México sin ninguna preparación, dándole palos a un avispero y en la que los mexicanos ponemos los muertos y los gringos la sonrisa; supongo que de este tipo de cosas que tienen que ver con la gestión pública mal hecha es de las que hay que hablar.

En otras entrevistas, usted ha defendido la idea de que México no se ha deteriorado a pesar de todo lo que sucede y de todo lo mal que se habla de México en otras partes del mundo…
Lo que pasa es que puedes medir el deterioro de una sociedad desde muchos puntos de vista. Cuando uno tiene la percepción desde abajo, entonces conoces a cientos de miles de ciudadanos críticos, que no los había antes, y que han seguido creando a lo largo de luchas durante los últimos treinta años y eso te pone de buen humor. Si hablas de la economía que otros gestionan por nosotros, claro que es para ponerse a temblar. De repente, puedes poner sobre la mesa cosas aterradoras, el tema de las pensiones, por ejemplo: los banqueros invierten mal y tú, pensionista, pierdes dinero, pero cuando los banqueros ganan, no ganas tú, ganan ellos. O la defensa realmente abominable que hace el presidente del FOBAPROA cuando hasta sus más fervientes defensores consideran que fue un rotundo fracaso, cuando ya todos sabemos que haber beneficiado a los bancos no benefició a la gente y que se pudo implementar miles de políticas diferentes al respecto. Cuando estas cosas saltan y se te ponen enfrente…te calientas.

¿Qué le preocupa más en este momento: el sistema de salud, tan deteriorado, la guerra contra el narco?...
La educación, que es un desastre, los maestros sometidos a castigo frente al liderazgo de Elba Esther Gordillo, una situación en la que se mezcla lo económico con lo político y lo social; cualquier tipo de reforma educativa tiene que generarse desde abajo, hablando directamente con los maestros, observando la realidad en todas las escuelas pequeñas y grandes del país y estos tipos no se enteran o no quieren enterarse. Desde este aspecto, claro que hay un profundo deterioro en la situación nacional, con una crisis social profunda, una falta de legitimidad política y una crisis económica que avanza peligrosamente. Que se pongan a temblar, ellos que creen en la numerología, para el 2010.

Y ahora nos enteramos de que en el anterior sexenio, el presidente ni siquiera gobernó…
Bueno, eso no es ninguna sorpresa, bien sabido era que le prestaba la dirección del gobierno a quien tuviera más a mano y otras veces se le olvidaba prestarlo y quedaba la nave sin timonel, a la deriva.
Pareciera ser que cierta clase política mexicana ha caído en un cinismo espeluznante…
Lo que es impensable en otros países, en México es posible. ¿Por qué no renuncia un gobernador cercado por acusaciones de pederastia y favoritismo? ¿Por qué no renuncia un gobernador que tiene un asesinato sobre sus espaldas? ¿Por qué no renuncia el responsable de la economía en medio de una crisis sobre la que ha dicho treinta y seis cosas y se ha equivocado todos los días? En este país no renuncia nadie, hay que echarlos a patadas.

¿Y cómo ve a la clase intelectual mexicana frente a estos hechos?
Los escritores mexicanos, que son de quienes estoy más cerca, son muy respetables. Son muy pocos los que han vendido las nalgas y las conciencias y se las devolvieron luego en mal estado. La enorme mayoría mantiene una voz crítica y me siento orgulloso de pertenecer a una comunidad en donde puedo citar a un centenar de nombres de escritores decentes.

¿Cómo vivió el magno homenaje a Carlos Fuentes?
De una manera muy divertida, supongo que Fuentes estaría completamente saturado, en este país o te desprecian o te homenajean al grado del vómito, mano. No tiene la culpa Fuentes de tantos homenajeadores que nunca lo habían leído.

Usted sí leyó a Fuentes
Claro, soy fuentista de la primera hora, me formé con La región más transparente y La muerte de Artemio Cruz. Estaba en un grupo de lectura de Lenin y en lugar de leer a Lenin terminábamos leyendo a Fuentes.

¿Cuántas veces rechazó usted un puesto de gobierno?
Unas cuatro veces, pero la más importante no lo rechacé, me rechazaron. Yo quería ser Secretario de Cultura de la ciudad durante el gobierno de Lázaro Cárdenas y estaba convencido de que había llegado el momento de poner la cara y de cambiar sustancialmente ese cargo. Por lo pronto, ya tenía pensado cuál iba a ser mi primera medida de gobierno y consistía en mandar a sacar las puertas de los despachos, para que siempre estuvieran abiertos y se pudiera hasta andar en patineta por las oficinas. Habíamos trabajado mucho para preparar un programa de cultura muy ambicioso para la ciudad, pero finalmente una serie de conflictos y contradicciones lo impidió.

Las famosas listas negras a las que son tan aficionados ciertos sectores y personajes de la cultura y la política mexicanas…
Bueno, yo puedo decir que estuve en listas negrísimas. Durante un buen tiempo, estuvo colgado en los pasillos de Televisa un cartel que prohibía pronunciar el apellido Taibo, pero la lista negra de verdad es la que hacen los lectores y si caes en ella, guárdate.

(FOTO DE MARINA TAIBO)