domingo, 26 de diciembre de 2010

MANOLO GARCÍA


Algunos de los temas más bonitos del nuevo cancionero pop español están hechos por este verdadero héroe de la música castiza. Como aquella que comienza con eso de “Háblame en la hora calma de la medianoche, háblame para que no se duerman los sentidos, háblame…”.

Ante Manolo García (El Poblenou, Barcelona, 19 de agosto de 1955), la tentación es grande: tararear sus rolas frente al mismísimo autor y recordar épocas de gloria como las que vivió junto a su colega Quimi Portet al frente de El último de la fila, un grupo señero de los ’80 y cantar a media voz “Como un burro amarrado en la puerta del baile”…

Él, un tipo simpático y vital, tolerará el exceso sentimental con un pudor anacrónico y agradecido. Al fin y al cabo, los avatares de las compañías discográficas que no publican en Latinoamérica y en forma simultánea sus discos españoles, han hecho que el cantautor se convirtiera en un verdadero artista de culto por estos lares.

“Hay una parte de aficionados de parroquia que es muy adicta a mis canciones y luego falta lo que se llama el gran público, lo cual me obliga casi a empezar de cero cada vez que llego a un país como México”, afirma en entrevista con GENTE.

“Me adapto a lo que tengo y me gusta esta manera de picar piedra poco a poco en sitios nuevos. Así, la pirámide que vamos formando es más sólida, dura más”, asegura.

Puesto a soñar con objetivos, el más importante para Manolo García es no decepcionar a quienes “buscan su cuota de poesía diaria para sobrevivir. La expectativa que se forma alrededor de un músico es generalmente muy grande y el miedo del músico es no poder colmar esas expectativas”.

“Cuando veo a 50 personas delante de mí o cuando veo a 10 mil, pienso lo mismo: esta gente está aquí intentando ser feliz y se siente con derecho a pasar una buena noche, esperando que el artista le dé sentido a esa hora y media en que está sentado frente a un escenario”.

Músico de músicos, sembrador de sonidos moriscos y jazzeros que rodean de una magia sonora personalísima a sus canciones, el español no concibe el arte sin la moral. “Quiero pensar que la gente que escucha mis temas y que sigue mi carrera capta perfectamente la idea de que lo que intento ofrecer es algo vital, importante para mí, textos, melodías, armonías, etc. Cuando eres fan de Lou Reed o de Patti Smith, eres fan de alguien que está ceñido a una ética, a una conducta auténtica y de eso se trata”, declara.

Quién sabe cómo habrá hecho Bod Dylan su “Knocking on heavens door” o Led Zeppelin su “Stairway to heaven” o Manolo García su “Pájaros de barro”.

“Una canción –dice- se hace del estado de ánimo puntual, en una conjunción no diré astral pero sí instantánea. De pronto surge una chispa, pero a los cinco minutos siguientes no sabes cómo sucedió eso y por tanto no puedes repetirlo. No hay recetas para las canciones que luego quedarán grabadas en el corazón y en la memoria de la gente”.

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