domingo, 26 de diciembre de 2010

ENTREVISTA A PILAR DEL RÍO




Su voz es grave y serena en forma simultánea, como si portara noticias de otros tiempos, secretos de un mundo misterioso que podría encontrarse en los libros del hombre que amó durante 24 años.

La periodista española Pilar del Río no conjuga de todos modos los verbos en pretérito. Sobre todo aquellos relacionados con quien fuera el compañero de su vida. Habla de José Saramago en tiempo presente, llevando la figura del Nobel fallecido el 18 de junio de 2010, a los 88 años, a un territorio actual que la transporta entre Portugal -en cuya capital ha fijado su residencia-, España y cualquier otro sitio donde la memoria del escritor inolvidable sea honrada mediante homenajes, ponencias, actividades que vigorizan el pensamiento de un autor comprometido hondamente con su tiempo y con sus prójimos.

No lo hace la todavía joven y bella mujer traicionando lo que en su modo de ver la vida llama “feminismo a ultranza”, más bien ella, alguien que discretamente hace gala de una profunda y sutil inteligencia, celebra a través de la figura de su esposo un ideario que ambos compartieron y que seguramente los unió tanto como el amor que todavía le profesa.

“No soy su viuda, soy su esposa”, dice esta mujer que Saramago conoció a los 63 años, cuando ella tenía 34 y había viajado a Lisboa para entrevistarlo, luego de la conmoción que le causó la lectura de Memorial del convento.

“Pilar es mi pilar”, dijo Saramago de quien se convirtió en la traductora al español de toda su obra y ahora, además de ser su albacea, preside la Fundación José Saramago, con la intención –según declaró a una revista española- de propiciar “la agitación cultural, la defensa de los derechos humanos y el cuidado del medio ambiente. Lo que más nos ha interesado es sin duda mostrar el lado oculto de la luna, la gente que no se ve, las mujeres maltratadas, los marginados, los pobres y defender sus derechos, los de quienes viven en ese lado oculto de la luna y del mundo”.

Pilar del Río pronto adoptará la nacionalidad portuguesa de su marido como modo de homenajear a aquel por el que no ha guardado luto, “pues lo que toca es celebrarlo”.

La que también se hace llamar Blimunda (como el entrañable personaje de Memorial del convento) es el centro de un documental producido por Pedro Almodóvar titulado Pilar y José. Ella también ha estado al frente de José Saramago en sus palabras (Alfaguara 2010), la colección de textos seleccionados por Fernando Gómez Aguilera, quien también armó, con la colaboración de Pilar, la exposición “La consistencia de los sueños”, una biografía cronológica del Nobel y que ahora tiene forma de libro, editado también por Alfaguara.

Seguramente ella también supervisará el libro póstumo de Saramago, una novela inconclusa sobre el tráfico de armas titulada ¡Alabardas, alabardas! ¡Espingardas, espingardas!

- ¿La obra de José Saramago ha sido totalmente descifrada o esconde algún secreto todavía?

- Creo que cada lector encuentra su propio Saramago. No creo que haya una lectura canónica, única y lineal. Por el contrario, él decía que había tantas lecturas como lectores y se sorprendía con algunas lecturas de personas que le pusieron delante de los ojos situaciones que ni siquiera él había percibido. Por ejemplo, le hablaron de los espacios arquitectónicos en su obra, de la ventana, del uso de la luz, cosas que Saramago escribía con fluidez y que, de pronto, las han estudiado poniendo de manifiesto que en ellas había una secuencia sin que él lo supiera.

- ¿Desde el punto de vista académico ha sido lo suficientemente bien estudiado?

- Pues, hay como 400 tesis doctorales sobre Saramago, tiene más de 50 Honoris Causa y hay muchos estudios diversos. Vamos, se ha estudiado hasta el uso del gerundio en la obra de José, a ese nivel de particularización.

- ¿Por dónde empezaría a leerlo usted?

- Repetiría la historia y comenzaría por Memorial del convento, seguiría por El año de la muerte de Ricardo Reis y así. De todas maneras, depende de cada lector. Saramago no es un autor fácil, hay que hacer esfuerzos y en el momento en que lo pillas te sientes inteligente y sigues leyendo. Quizás para una persona no muy habituada a leer pero que tenga la voluntad y la valentía de conocerlo, le recomendaría que comenzara por Ensayo sobre la ceguera.

- ¿Dejó una obra inédita?

- No, dejó unas páginas, que serán editadas en el momento oportuno y cuando lo decida la editorial Alfaguara. Son unas páginas lo suficientemente interesantes que los lectores tienen derecho a conocerlas.

- ¿No se puede hablar mucho de eso todavía?

- Yo hablo porque a mí no me callan ni debajo de las piedras, aunque en realidad hablo de lo que Saramago ya había dicho. Se trata de una novela que se iba a llamar ¡Alabardas, alabardas! ¡Espingardas, espingardas!, que narra la vida de un honesto trabajador de una fábrica de armas y que hace bien una tarea que consiste en perfeccionar un instrumento que será usado para matar a otra persona.

- Él siempre se quejaba porque decía que en realidad lo que más le hubiera gustado ser era poeta…

- Bueno, tiene dos poemarios publicados por Alfaguara, aunque en realidad creo que lo que más le hubiera gustado era ser filósofo y en última instancia, él decía que si hubiera vuelto a nacer se convertiría en astrofísico.

- ¿Leía libros de astrofísica?

- Le interesaban las medidas espaciales, visitó varios observatorios y escuchó a los directores de cada uno de ellos cuando le explicaban qué estrellas ya no estaban en las dimensiones siderales. Le interesaba muchísimo eso, tanto como la literatura de ciencia ficción, algo que no comprendí nunca porque me parece una literatura horrible. Imagínate, leer una cosa de ingeniería biogenética, me parece espantoso, pero él las leía y le gustaba.

- ¿Hablaban mucho de los libros que leían?

- Sí, comentábamos mucho. Él releía bastante y leía filosofía a menudo. Leía ensayos sobre religión, sobre sociología y yo, la verdad es que cuando acababa el día, muy cansada, un buen policial me hacía feliz. Él también leía policiales, ¡eh?, que conste, aunque no con la voracidad que lo hacía yo.

- Saramago fue un gran escritor, ¿también fue un gran hombre?

- Creo que el escritor y el hombre van unidos siempre. Me parece, y soy la persona que tiene más conocimiento de causa para decirlo, que era un imprescindible de este tiempo, era un hombre de una sola pieza y estoy convencida de que fue una de las grandes figuras del Siglo XX, por su capacidad intelectual, por su capacidad creadora, por su sabiduría y su generosidad.

- El día en que lo conoció, ¿las estrellas brillaron más que de costumbre?

- Nooo, para mí no, pero para él sí. A nuestro encuentro él lo describió en el libro La balsa de piedra. Él vio que se acercaba una mujer que no conocía y sintió la tierra temblar. Yo no sentí la tierra temblar, pero sí es verdad que supe en ese instante que algo iba a cambiar para siempre en mi vida. Y así fue.

- ¿Qué tan buena herencia es hacerse cargo de la obra de un hombre semejante?

- A mí me parece que es un privilegio. Veo tanto dolor en el mundo, conozco a tantas mujeres que se quedan viudas, desamparadas, conozco a tantas familias que se quedan sin el único sustento cuando se muere el hombre de la casa, que no concibo cuando me dicen que mi tarea es muy dura. ¿Dura porqué? Soy una privilegiada, tengo capacidad para combatir, para trabajar, fuerza en las manos si hay que levantar algo de peso y, sobre todo, tengo unas vivencias extraordinarias. Me solidarizo con todas las viudas de este mundo, aunque yo no me quiera llamar viuda de José Saramago. Soy su esposa.

- Las traducciones, los actos, las entrevistas, ¿cómo lo lleva finalmente?

- Lo llevo con un espíritu lleno de alegría. Estamos hablando de José Saramago y eso es de lo que me gusta hablar más que de cualquier cosa en el mundo. Todo lo relacionado con él me hace profundamente feliz.

- ¿Se sentía él un hombre lo suficientemente reconocido?

- Mira, el Premio Nobel es una cosa muy importante cuando no lo tienes. Cuando lo obtienes, deja de preocuparte. Entonces, es un reconocimiento magnífico, maravilloso, estupendo, de la Academia Sueca, donde hay unos académicos admirables, pero pasa y al día siguiente ya no eres el Nobel, sigues siendo el hombre o la mujer que eras antes de obtenerlo. A él lo que le importaba era tener lectores, escribía para ser leído, no quería guardar los textos en una gaveta y entendía que su literatura era una forma de luchar contra la muerte y contra el tiempo. Lo que sí tienen los escritores es una necesidad casi patológica de ser queridos. Ellos se desnudan en cada libro, ofrecen todo…

- ¿Lo quiso mucho?

- No, lo quiero mucho todavía. Esta mañana, en un acto para los niños, me han presentado como “La novia de Sesito”, que es como se los llama a los José en portugués. Y les he preguntado a los niños si querían mucho a Saramago, porque yo lo quería más que todos ellos juntos. Necesito que me ayudéis, le dije a los niños, porque querer tanto, cuesta mucho.

- ¿Y por qué cosas lo quiso tanto?

- Porque como escribió alguien a la Fundación: Saramago está en nuestras bibliotecas, pero sobre todo está en nuestros corazones. Lo queríamos porque era un hombre sencillo con el que te podías topar a la vuelta de la esquina. Lo quería porque era mío, porque era uno de los nuestros.

- Lanzarote fue vuestro lugar en el mundo…

- De pura casualidad. Fuimos a visitar a una hermana mía que vivía allí y nos gustó tanto aquello que nos quedamos allí.

- ¿Él tenía una rutina férrea?

- Bueno, él de férreo no tenía nada, pero sí que es verdad que escribía básicamente por la tarde, que a la mañana leía los periódicos, escribía prólogos, contestaba correos y correspondencia. De las novelas escribía no más de dos páginas diarias, no tenía sábados ni domingos.

- Se decía de él que era un hombre muy frugal, que se cuidaba mucho…

- No, para nada, claro que no se cuidaba nada. Esas cosas que las feministas a ultranza y yo lo soy decimos que no se deben hacer, yo las hacía todas con él: ponerle la ropa, que la corbata fuera a tono con la camisa, por ejemplo, él pasaba de todo eso. Saramago tenía una elegancia natural y cualquier cosa le quedaba bien, tenía unos movimientos muy armónicos y unas manos increíbles.

- ¿Se arrepintió de algo?

- No era hombre de arrepentirse, más bien era hombre de reconocer errores, pero también decía que si volviera a nacer repetiría lo que había hecho. Aunque creo que hubiera cambiado pequeñas cosas, como esa vez en que leyó un poema en voz alta frente a sus padres y se burlaron mucho de él, algo que vivió con mucha tristeza durante años. Era muy sensible.

- ¿Por qué no tuvieron hijos?

- Él tiene una hija (Violante) y yo un hijo de nuestras vidas anteriores a la pareja. Fui yo la que no quise tener un hijo con Saramago, pues sé lo que supone un hijo para la vida de un matrimonio. Mi instinto maternal, además, lo desarrollé mucho siendo la mayor de 15 hermanos. Cuando en la madurez de mi vida me encuentro con un hombre, no estaba para cambiar pañales y además el mundo ya estaba lleno de niños. En Lanzarote vivíamos al lado de la casa de mi hermana, que tiene tres hijos, que casi siempre estaban en nuestro hogar. Así que muy bien, en los últimos años de su vida, ha convivido mucho con los niños.

- ¿Conserva la casa de Lanzarote?

- En el mes de marzo, cuando se cumplan nueve meses de la muerte de José, mi casa y su biblioteca serán abiertas al público, porque la gente quiere ver dónde y como vivía, que cuadros miraba al levantarse…va a ser un museo hasta las tres de la tarde y a partir de esa hora volverá a ser mi casa.

- ¿Escribirá algo sobre él?

- No, aunque lo único definitivo es la muerte, por ahora diría que no. Ya hay mucho escrito sobre él y creo que si comparto mi casa, los cuadros, si no me llevo nada, quiero dejar algo íntimo de José Saramago para mí. Algo propio.

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