domingo, 26 de diciembre de 2010

LEILA GUERRIERO


Su aspecto frágil, de chica de otros tiempos, con una melena ingobernable y un cuerpo magro y elegante que se desliza con suavidad en el paisaje, no debe llamar a engaños. La argentina Leila Guerriero, flamante ganadora del Premio Nuevo Periodismo CEMEX+FNPI en la categoría texto, por su trabajo “Rastro en los huesos” publicado en la revista Gatopardo, es muestra de la fortaleza de una profesional que no se detiene en los sentimentalismos ni en los fuegos artificiales de un oficio que en los inicios del nuevo milenio se encuentra severamente cuestionado.

“No creo para nada que el periodismo no tenga ya lugar en los nuevos tiempos, eso me parece una paparruchada y jamás firmé al pie de ese discurso”, dice con voz fuerte y clara esta mujer que, pasados largamente los 40 años, parece sin embargo una adolescente que recién comenzara, con esa vitalidad de los albores, su carrera periodística.

En “Rastro en los huesos”, Guerriero investiga las labores de el Equipo Argentino de Antropología Forense que se formó para investigar los casos de personas desaparecidas en la Argentina durante la última dictadura militar y es una ONG científica, sin fines de lucro, que aplica la antropología y la arqueología forenses a los casos de violaciones de los derechos humanos. Trabaja en Latinoamérica, África, Asia y Europa, y en su país ha restituido la identidad a más de 300 de desaparecidos.

“Dicho así, suena importante. Sin embargo, pocas cosas tuvieron un comienzo tan improvisado como este equipo, surgido del encuentro casual entre un puñado de estudiantes de medicina, antropología y arqueología y un americano impulsivo, apenas terminada la dictadura militar.”, cuenta Leila.

En el libro Los suicidas del fin del mundo (Tusquets), la profesional realiza una exhaustiva crónica de un pueblo perdido en la Patagonia argentina, donde a fines de los ’90 una ola de suicidios de jóvenes conmovió a la sociedad.

En las antípodas de colegas suyos como la mexicana Lydia Cacho, quien está convencida de que “el periodismo de investigación exige involucrarse”, Guerriero cultiva una sangre fría casi científica. “El periodista debe mantener una distancia de la historia que uno cuenta, porque si te involucras demasiado, aparece ese periodismo ñoño, cursi, cuando el periodista empieza a llorar con el entrevistado, que no me interesa. No me pasa eso”, asegura.

Como artesana que maneja un material sensible, Leila no cree que la tecnología sea la panacea y que sean el iPad o la Wikipedia los encargados de hacer mejores a los profesionales de la comunicación.

“Hay que salir a la calle y escuchar. Para alguien que tiene que contar una historia profunda, de dolor, de riesgo, puede resultar abrumador encontrarse de sopetón con una cámara de video o de fotografía, con una grabadora…Y en ese punto, me parece que nada ha cambiado: hay gente que hace muy bien su trabajo y otra que lo hace muy mal”, asevera.

Papel o no papel, no tiene miedo de los nuevos formatos. Antes, está preocupada por los contenidos. “De eso que no se habla y que es realmente lo importante”, afirma.

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