lunes, 21 de febrero de 2011

ENTREVISTA A JACOBO SIRUELA


Un saco casual de color calipso, una camisa blanca, la melena plateada y una altura de casi dos metros: ¿así luce un verdadero conde? La voz firme y tenue a la vez, cierto aire recatado y las manos largas, cruzadas al frente de la mesa. Humano, demasiado humano, este Jacobo Fitz-James Stuart Martínez de Irujo, el tercer hijo de la Duquesa de Alba, la noble con más títulos de la monarquía europea y regente de una de las familias de mayor fortuna en el Viejo Continente.
Como Conde de Siruela, un título nobiliario otorgado por su madre, Jacobo ha elegido la profesión de editor para darse a conocer en el universo literario donde se ha ganado un respeto digno de aquellos que por vocación han dedicado su vida a los libros.
Primero fue la fundación, en 1982, de Ediciones Siruela, una empresa exitosa de la que se deshizo en el 2000, porque ya no le brindaba más satisfacciones y le creaba mucho estrés. Con la cuenta bancaria bien provista, se decidió en 2005 a fundar Ediciones Atalanta, junto a su mujer, la escritora y periodista Inka Martí.
Este hombre que no lee novelas y que considera que para todo buen lector todas las obras son contemporáneas, parece vivir en tiempos donde no sólo la nobleza era un símbolo de verdadera distinción. Más que su sangre azul, a Siruela le da sustancia su condición de erudito y así lo demuestra esta entrevista otorgada en exclusiva a DÍA SIETE, llevada a cabo en Oaxaca, ciudad a la que fue invitado para hablar de su oficio de letras.
- ¿Cuál es el momento más importante de la edición: aquel en que contrata a un escritor o un libro o aquel en que ya tiene el libro en la mano?
- Las dos son sensaciones excitantes. Prefiero, eso sí, cuando tengo el libro en la mano y más cuando el libro va bien. Bueno, como Atalanta es una editorial digamos artesanal, en la que cuidamos mucho el objeto-libro, también disfruto mucho ese larguísimo proceso. Si no hay ningún fallo, cosa que resulta milagrosa, lo disfrutas mucho.
- ¿Por qué dejar un proyecto tan grande como Siruela e irse a fundar Atalanta?
- Empecé a editar porque sobre todo me gustaba leer y quería editar las cosas que me gustaban. Dejé Siruela exactamente por lo mismo: porque me gustaba leer y allí ya no había libros que me gustaran. Esa es una de las razones, porque obviamente son varios los motivos que te llevan a dejar una empresa tan exitosa. Empecé con Siruela de una manera muy pura en los ’80, llegué a facturar en algún momento hasta ocho millones de dólares y aunque era un triunfo a veces los triunfos son una forma de fracaso. Lo cierto es que Siruela ya no me daba satisfacción, me había convertido en un esclavo de la obra que había creado. Eso me tocó a los 40 años…la famosa crisis de los 40 (risas)…
- Así que vendió la empresa…
- Exacto, hice un ejercicio de libertad, vendí la editorial, aun seguía dirigiendo seis colecciones para Siruela cuando me fui a vivir al campo y allí me di cuenta de que podía tener una editorial en cualquier lugar y volver a editar lo que me diera la gana otra vez. Entonces, me reinventé y fundé con mi mujer, Inka Martí, ediciones Atalanta.
- Con bastante éxito, es una editorial que hoy está en boca de todos…
- Para mí editar no es un trabajo, es una pasión y una forma de vivir. Eso es más importante que el éxito. Si uno trabaja de la manera correcta, al final los proyectos salen. Lo más importante es tener tus ideas claras y ser fiel a ellas. Con Atalanta me marqué tres vías y no me salgo de ellas aunque sean tres vías a contracorriente. Ir en contra de la corriente tiene un sentido empírico, porque eso implica buscarse un hueco que quede entre todas las editoriales existentes. Uno no puede fundar una editorial que ya existe, tiene que hacer una que no está en el mercado. Entonces empecé a ver que todo el mundo publicaba novelas y me dije: - pues yo no voy a publicar novelas, voy a publicar cuentos, voy a concentrarme en lo breve…en las nouvelles, los aforismos…etc. Ahora resulta que el cuento es lo que más vende…fíjate.
- Sí, ha vuelto a estar de moda el cuento…
- Esa colección se llama Ars Brevis. También me di cuenta de que la actualidad parece haber absorbido todas las categorías de la realidad. El mundo cada vez se vuelve más periodístico, por lo que decidí apostar por la memoria. Así nació la colección Memoria Mundi. En épocas de olvido como las que vivimos, la memoria se convierte en algo importantísimo. En este apartado hemos publicado obras muy interesantes como La historia de Genji, una novela de 1200 páginas que fue la primera que escribió una mujer en la corte de Japón en el siglo XI. Y escribió ese libro sólo para 50 personas, es decir, la Emperatriz y sus cortesanas. También publicamos Las Memorias de Casanova, en un libro de 3700 páginas. Es la primera vez que se publica en español la edición auténtica, pues la que venía circulando era la que hizo el francés Jean Laforgue y que luego maquilló la editorial alemana Brockhaus. Quitaron todas las cosas que les parecían muy obscenas, algún que otro episodio homosexual de Casanova, las críticas a la Revolución Francesa, en fin…Lo que hicimos fue la edición completa con más de 2000 notas y un índice onomástico de 200 páginas. También dimos a conocer El erudito de las carcajadas, una obra cumbre de la literatura china, escrita hace 400 años y que resulta una novela muy moderna para la época.
- ¿Y de qué trata la tercera colección?
- Se llama Imaginatio Vera y está dedicada a la imaginación, pero no la fantasía escapista, sino la imaginación como la entendió Samuel Coleridge, es decir, como un fundamento de la percepción del mundo. En ese contexto hemos sacado El fuego secreto de los filósofos, que ya va por la tercera edición. Hemos publicado Tres novelas en imágenes, del pintor alemán Max Ernst. Y me he estrenado como ensayista en esta colección con un libro que se llama El mundo bajo los párpados y que trata sobre la fenomenología del sueño, su relación con la historia, con lo sagrado, con el tiempo, con la muerte, etc. Afortunadamente, es un libro que ha tenido muy buenas críticas en España. Los sueños son, como dijo Gérard de Nerval, nuestra segunda vida.
- Entonces esto sería una nota de cómo el editor se convierte en escritor…
- Alguien me dijo que mi libro debía ser editado por otra persona y no por mí, pero la verdad es que si un privilegio tengo es que no tengo que recorrer las editoriales con mi manuscrito bajo el brazo. Pero luego hay otra cosa, he estado toda mi vida haciendo libros, escribiendo las solapas, haciendo el diseño gráfico y en este caso, en el caso del mío, ha sido muy interesante hacer el cuerpo y el alma del libro. Ha sido una experiencia muy grata.
Un editor en el campo
Jacobo Siruela y su esposa Inka Martí viven en El Ampurdán, un territorio de intenso sabor mediterráneo, que se halla situado en el este de la provincia de Gerona. El paisaje está formado por llanuras surcadas por carreteras y caminos que se acercan a los campos de girasoles, de arroz, de trigo y a los cipreses que protegen huertos y campos de manzanos. Entre ellos, en el interior se alzan pueblos medievales. Desde ese paraíso, el editor maneja Atalanta, con la ayuda de una secretaria.
- ¿Cómo es un día suyo?
- En el campo hay que estar muy ocupado. Las mañanas se las dedico a la editorial y las tardes a leer y escribir. Esas tareas se interrumpen cuando toca atender el jardín, que crece a medida que crece Atalanta. El jardín lleva ya diez años, la editorial cinco, con mi libro ocupé ocho años de investigación, son procesos largos, donde vas poco a poco…
- Un tiempo que va a contrapelo del vértigo a que estamos acostumbrados en nuestras sociedades…
- Efectivamente. Otra de las razones por las que dejé Siruela es que estaba estresado. El estrés es la enfermedad más sutil y maléfica de nuestra época. La suerte que tuve es que con Siruela rentabilicé veinte años de trabajo, gané mucho dinero y ahora puedo hacer lo que me dé la gana.
- ¿Y usted toma todas las decisiones en cuanto a qué editar o no?
- Bueno, mi mujer también participa mucho. La editorial es de los dos. Yo soy una especie de director de orquesta. Un libro es una objeto plural que implica un proceso muy delicado y en el que participan muchas personas.
- ¿Cuál fue el primer libro que lo conmovió?
- Bueno, es muy curioso, porque a los 15 años pasé de leer cómics a leer a Ortega y Gasset. Había caído en mis manos La rebelión de las masas y ese libro me cambió para siempre. Se trata de una obra profética, realmente. No es que me guste el estilo de Ortega, una retórica un poco pasada y tampoco me interesó mucho luego Ortega mismo, pero a partir de esa lectura nacieron mis inquietudes intelectuales. Ahora leo sobre todo ensayo, muy poca novela y me concentro en investigar el cuento.
- ¿Y las reglas tan ceñidas del cuento hay que cumplirlas o corromperlas?
- Bueno, creo que cada escritor tiene que tener sus premisas, aunque esas premisas estén para trasgredirse. El cuento, sobre todo en España, ha sufrido una enorme metamorfosis. En los últimos 20 años hay muy buenos cuentos y han ido cambiando las reglas. Aunque en Atalanta, los cuentos que mayormente hemos publicado son los clásicos, intentando presentar modelos. Mostrar, por ejemplo, unos cuentos buenísimos de Iván Turgueniev o el mito más largo que existe reflejado en la historia de Eros y Psique, de Apuleyo. Presentar al francés Vivant Denon, que sólo escribió un cuento en su vida, un cuento erótico maravilloso o bien “El viaje a la semilla”, del cubano Alejo Carpentier, en el que el tiempo gira al revés. En cuanto al cuento moderno hemos descubierto a un autor que en México ha despertado furor. Se trata del japonés Yasutaka Tsutsui de quien hemos sacado Hombres salmonela en el planeta porno y Estoy desnudo. Este hombre es genial. Ejercita con mucha naturalidad el género cómico, que me parece mucho más difícil que el dramático. Tsutsui es naturalmente transgresor. La transgresión impostada es detestable, sin duda, y en este autor es genuina.
- ¿Es bueno vivir lejos del mundillo literario?
- Creo que es el sitio más sensato para vivir en el siglo XXI. El campo ya no es lo que era. El campo con Internet te hace estar muy conectado con todo.
- ¿Y los cócteles?
- (risas) Como decía el cuervo de Allan Poe: never more, never more, never more…Eso se acabó.
- ¿Y cómo ve el problema de la lectura en el mundo? ¿Se acaba la lectura?
- Bueno, por empezar, aclaremos que no es problema de un editor si la gente lee o no lee. Ese es un problema del ministerio de Educación de cada país. A los editores les interesa si la gente compra o no. De todas maneras, no habría que ser superficial en este tema. Creo que lo más importante es que la gente lea, claro y, en ese sentido, lo que me interesa es publicar libros que no sean aburridos. Profundo no es igual a aburrimiento, a pesadez. Tanto para la editorial como para lo que escribo sigo las premisas de Italo Calvino: los textos deben tener levedad, rapidez y consistencia. Hay que huir de los pesados y de los pelmazos.

No hay comentarios.: