lunes, 3 de marzo de 2008

París, París


La primera vez que fui a París me dolía mucho la espalda.
Me encontré con un amigo en la estación del tren y juntos fuimos al Louvre, a los Campos Elíseos, a la Torre Eiffel. Tenía 400 dólares guardados en el brassiere que se me cayeron sin que yo me diera cuenta a las orillas del Sena. Recorrí París sin dinero, con dolor de espalda, con un amigo que luego murió de un tumor cerebral.
La primera vez que fui a París quise huir de París. Y de hecho lo hice, Barcelona me esperaba como me espera siempre, con los brazos abiertos, con el corazón en llamas.
La segunda vez que fui a París, un hombre que amaba conducía un Peugeot.
El hombre que amaba tenía barba y parecía argelino. En París, a mi hombre que amaba no le servían rápido el café, no le proporcionaban los suficientes sobrecitos de azúcar, en fin, lo maltrataban.
La segunda vez que fui a París, huí de París malherida y llorosa, corriendo a los brazos de mi Barcelona irreemplazable.
Hubo una tercera vez que estuve en París.
No me dolía la espalda.
No tenía 400 dólares.
No estaba el hombre que amaba.
A cambio, Tobías, un pastor inglés que presume de ser el perro más hermoso del mundo, lamía el dedo gordo de mi pie derecho y una nube de mosquitos entraba por la ventana de mi casa.
Es decir, Carmen Boullosa me llevó a París hace apenas unos días. Por ella me puse un traje de auscultadora y vi a la ciudad introducirse en el fondo de mis ojos con una parsimonia y un desparpajo que no le conocía.
Fue por ella que volví a París y fue por ella que quiero regresar.
Nefasto y cursi, al menos para mí, ese tópico que separa a la literatura en femenina y masculina, pero en este caso que nos convoca, el hecho de que Carmen sea una dama precisa y preciosa, me resultó sumamente significativo y gozoso.
Con los ojos de mujer, esos ojazos, con esa lengua “cargada de mole” como ella dice, con esa erudición sin pretensiones con la que condimenta una narración fluida y envolvente, la Boullosa describe un universo tangible, donde figuras de carne y hueso, más de carne que de hueso, tejen luces y sombras en el fondo de una galería de arte infinita.
Yo he vuelto a parís gracias a Carmen.
Yo quiero ir a París con carmen.
Seguramente no querré huir de París si voy con Carmen.
Al menos, es la certeza que me entrega el Velásquez (con v chica) de París (con pe Grande) que editorial Siruela ha tenido el bien de publicar para regocijo de quienes somos duchos en perder, .dinero hombres amados ciudades hostiles. Poco entrenados en el arte de encontrar lo que aquí hallamos: cordura disfrazada de normalidad, historia puntillosa y documentadamente tomada a la ligera, hechos triviales contados como verdaderas hazañas deportivas.
Es lo que hay adentro de este libro, y es mucho.

2 comentarios:

Chico Migraña dijo...

¿Qué será que tiene París que tanto ahuyenta? Yo estuve ahí tres veces ya, todas de paso, y en ninguna me quedaron ganas de extender el status de paso por algo más concreto.

Besos

常钦功 ~ Guillermo dijo...

Paris en definitiva puede ser un tanto contradictoria. La penultima vez que estuve fue un caos, era el día del ejército, de la revolución, o no se que, el punto fue que me dejó el avión y eso me hizo sentirme un tanto mal.
No obstante, la última vez fue justo en la final del mundial del 2006... entonces me toco celebrar con los italianos la victoria de la squadra azurra sobre los franchutes... fue involvidable, esa noche habia tanta gente en la calle, estaba bien padre el ambiente....