martes, 11 de enero de 2011

ENTREVISTA A JON LEE ANDERSON


El escritor mexicano Juan Villoro (1956) dice que el periodista Jon Lee Anderson (California, 1957) es uno de los mayores cronistas del mundo contemporáneo, un verdadero experto en dar bien las malas noticias y que su vida, entre aviones y países de nombres exóticos, debería ser narrada por Graham Greene. Cuando escucha estos elogios, Jon Lee esboza una sonrisa tímida y esconde su mirada celeste detrás de unas gafas con armazón de metal, como si quisiera disolverse, desaparecer.
Autor de lo que se considera es la mejor biografía del Che Guevara, Anderson vive en una población cercana a Londres con su esposa y sus tres hijos, aunque vivir, en este caso, no es sinónimo de morar, sino de habitar una casa familiar a la que llega por cortos periodos luego de viajes innumerables alrededor del mundo.
En realidad, Jon Lee vive en los aviones. En México hace una cita para encontrarse con un amigo en California o establecer lazos con un contacto fundamental en España, Francia, donde sea. Al fin y al cabo, la prestigiosa revista The New Yorker, que lo cuenta entre su staff como un colaborador estrella, le paga lo suficiente para construir, con todo el tiempo necesario, perfiles de los personajes que deciden el destino del planeta o para narrar situaciones políticas que anticipan una guerra, preceden una contienda bélica, bordean un desastre que tarde o temprano ocupará las primeras planas de los periódicos.
Si se trata de un perfil a un villano, por ejemplo, el también autor de La caída de Bagdad (una crónica monumental de la Guerra de Irak escrita en medio de las bombas) buscará de todas las maneras entrevistar al personaje en cuestión.
Como lo hizo con el dictador chileno Augusto Pinochet (en una entrevista contenida en El dictador, los demonios y otras crónicas, editorial Anagrama).
“Para mí, la realización de un perfil está íntimamente ligada con el sentido de la justicia. En mi afán de objetividad trato de ser justo con el personaje, mostrando un interés sincero y honesto”, receta.
“Con respecto a Pinochet, quería entender ese fenómeno, darme cuenta de cómo le fascinaba el poder y de sus inesperadas contradicciones, como descubrir, por ejemplo, lo mucho que respetaba a Fidel Castro y a Mao Tse Tung”, dice.
Jon Lee Anderson hace una crítica dándole voz a los abogados del Diablo, usa a los aliados del personaje para que ellos descubran al culpable cuando hablan bien de él y todo eso lo hace con su facha de gringo bueno (“Lo que no siempre es una ventaja”, admite), echando mano de un lenguaje económico, no exento de emoción, buscando, casi fanáticamente, una verdad: la secreta.
En entrevista exclusiva para GENTE, el periodista estadounidense considerado heredero de Ryszard Kapuściński se mantiene suavemente a cierta distancia del célebre autor de Ébano.
Una reciente biografía no autorizada (por su viuda) del periodista polaco fallecido en enero de 2007 ha puesto en duda la rigurosidad del también historiador y ensayista a la hora de narrar sus hazañas profesionales.
Anderson, que no niega haber sido decepcionado por Kapuściński cuando descubrió que no era el amigo del Che que decía ser, le otorga, casi con ternura, una compasión histórica al afirmar que éste “era un gran hombre que no sabía que era grande”. Y cierra el tema.

El mensajero de Ahmadineyad
Pocos periodistas se negarían al privilegio de entrevistar a un hombre clave de la historia contemporánea cual es el polémico presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad (1956). Y Jon Lee Anderson, obviamente, no fue la excepción.
De estas y otras circunstancias determinantes en el mundo actual, habla el estadounidense en una apacible mañana zacatecana, sentado en el patio del imponente Museo Rafael Coronel, adonde Anderson llegó para participar del prestigioso Festival Hay de Literatura.
- ¿Cuánto puedes contar de tu aventura en Irán?
- Fíjate que, curiosamente, fueron los iraníes los que me buscaron a mí y no viceversa. Es decir, yo sí tenía una petición de entrevista pendiente con Mahmud Ahmadineyad realizada hace años y lo había visto en un par de ocasiones, pero nunca había tenido la sesión formal. Supuestamente vieron mi petición y decidieron responderla, pero la verdad es que yo no había estado pensando en Irán en el último año. Sin embargo, muy insistentemente me ofrecieron una visa y una entrevista con el presidente. Fui a Irán, estuve seis días y tuve una sesión larga con él. Una hora y media, aproximadamente, es decir, larga para él. Estaban también unos allegados y un representante del Líder Supremo, un hombre llamado Hossein Shariatmadari, de línea muy dura. Todavía estoy un poco rascándome la cabeza, preguntándome de qué se trató la iniciativa, porque sin entrar en detalles puesto que mi reportaje todavía no ha salido en The New Yorker, me parece que Ahmadineyad quiso mandar un mensaje a Occidente a través mío. Se trató de una entrevista que ellos esperan que salga publicada a finales de agosto, antes de que el presidente de Irán llegue a Nueva York para participar en la Asamblea General de la ONU. ¿Por qué?, no sé exactamente. Si me preguntas qué dijo de remarcable…
- Te pregunto, claro…
- Él tiene un discurso que ya conocemos mucho en Occidente. Lo interesante es que había matices en ese discurso y, a mi juicio, esos matices pueden resumirse en el deseo de Ahmadineyad de enviar el mensaje de que él es el único interlocutor válido en la región. Él es El hombre y si Occidente guardó esperanzas de un cambio conducido por los reformistas, ya no, ya no debe esperar eso. Detrás del presidente de Irán está el Líder Supremo Alí Jamenei y no hay más. En la entrevista, Ahmadineyad se mostró mucho más confiado de lo que lo había visto antes, se siente más presidente. Es un hombre pequeño, delgado, bastante chaparrito…
- La historia del mundo le debe mucho a los chaparritos…
- Sí (risas). Es un hombre al que le gusta la polémica, el debate, es un verdadero provocador. Es más, cuando le dije a la cara que era un provocador, se rió mucho, le encanta eso.
- ¿Ellos te dieron las preguntas o te permitieron hablar de todo?

- Me permitieron hablar de todo. Después de la primera hora, su gente empezó a hacerle señas para que me cortara y aguanté media hora más. Ellos lo filmaron, fue una cosa bastante pública en ese sentido. Llegué a un salón grande con alfombras persas donde había, aproximadamente, unas veinte personas, donde había cámaras y una silla enfrentada a otra, donde se iba a llevar a cabo la entrevista. Era un salón del antiguo Sha, por supuesto, que ahora utiliza el presidente de Irán para recibir a los Jefes de Estado extranjeros. El lugar es lujoso, pero los de la República Islámica tienen una estética que hace ostentación de austeridad. Los hombres visten con colores oscuros, gris, verde, marrón, colores feos, básicamente. A nuestros ojos, son hombres que lucen un tanto clericales, no usan corbata y su camisa está abotonada hasta el cuello. Supongo que cuando salga publicada mi entrevista en The New Yorker, ellos también darán a conocer su filmación. En estas situaciones, el mandatario está en ventaja. O bien uno se comporta como Oriana Fallaci y le falta el respeto o tratas de mantener cierto nivel en el discurso y tratas de sacarle algo…que es lo que hice yo, aunque también le hice preguntas muy directas y se las sacó de encima a todas…Le pregunté directamente si era antisemita, por ejemplo, y también por qué le costaba entender por qué lo miraban de reojo en Occidente, si todo el tiempo estaba mostrando ira contra Israel…obviamente le pregunté por el tema nuclear.
- ¿De la mujer que iban a lapidar por adúltera le preguntaste?
- Fíjate que no estaba consciente de ese tema cuando le hice la entrevista a Ahmadineyad. Su caso salió a la luz internacional unos días después de la sesión con el presidente de Irán. Luego, en una correspondencia privada con gente de Ahmadineyad, agregué mi nombre en una lista para pedir por la vida de Sakineh Mohammadi Ashtiani.
- ¿Qué tipo de poder ejerce Ahmadineyad, es un hombre inteligente o dirías que está loco?
- Diría que es un hombre muy astuto, es un ingeniero doctorado en control de tráfico, que a la misma vez se siente resplandecido por la creencia del doceavo Imán, el Imán perdido, del shiísmo musulmán, de que volverá ese Imán, uno de los discípulos de Mohamad y que al volver creará paz y júbilo en todo el mundo. Que Ahmadineyad gobierne Irán es como si un evangelista de Arkansas o Alabama llegara a la Casa Blanca.
- ¿No estuvo ya?
- (risas) Bueno, Carter era creyente y venía de Georgia…
- Bush también era un creyente fanático…
- Un creyente alcohólico, es decir, no sé si Bush cree en su madre. Ahmadineyad es un creyente, en un país súper insular y súper xenófobo. Culturalmente, Irán se siente superior a todos sus vecinos y al mismo tiempo se siente excepcional. Por otro lado, es una nación que está convencida de vivir un momento culminante, de que está llegando su momento histórico en el mundo. Ellos huelen el eclipse de Occidente y del poder de Estados Unidos y se sienten más fuertes, no tienen miedo ya. Esto me produce ansiedad, porque es algo que Occidente no está viendo. Uno entiende por qué Irán ha llegado a esa conclusión y a esa falta de temor: viven dentro de Irán, no conocen el mundo y están profundamente ideologizados. Ese es el gran peligro que veo. La ideología no les permite analizar las cosas de otro modo y esa falta de análisis no les permite aplacar las cosas, buscar paz, distensión y una tajada en lugar de toda la torta. Hacia donde van, temo que vendrá más temprano que tarde una nueva guerra, esta vez con Irán.
- Curiosamente, hacía mucho que Fidel Castro no hablaba públicamente y cuando lo hizo la semana pasada se refirió a Irán…habló de las “dos bombitas” de Ahmadineyad contra el arsenal de 5000 que tiene Occidente…
- Sí, es muy curioso, es interesante la lectura de Fidel. Sin embargo, y no lo menciono para ponerme al mismo nivel que él, pero días antes en Teherán yo estaba usando casi su mismo argumento para ver cómo reaccionaba el presidente. Tengo esa ansiedad por el advenimiento de una nueva guerra y mucho temo de que esa guerra pueda ser nuclear, no lo ando diciendo en voz alta porque parece descabellado, pero lamentablemente no es descabellado. Estados Unidos tiene más de 5000 cabezas nucleares, para algo las tiene. Lo único que falta es que un militar arme un plan de contingencia que justifique el uso de las armas nucleares por parte de Estados Unidos. Ahmadineyad, sin saberlo, ha puesto en jaque a Occidente. Porque el presidente de Irán tiene razón cuando dice que USA no lo va a atacar por medios convencionales, están perdiendo en Afganistán y es imposible que ganen en Irán por vías normales, pero él olvida el arsenal nuclear de Occidente, su gran as en la manga. Ahora, políticamente no es ni correcto hablarlo, pero como ya hemos visto muchas veces, las cosas cambian y lo que no es políticamente correcto en un momento, puede serlo mañana. Irán o Estados Unidos, uno de los dos tendrá que retroceder a último momento para evitar la colisión que veo inminente.
- Y con respecto a Obama, tras unos meses de gobierno, uno lo ve más capaz de meterse con los poderes económicos de su país que con los poderes bélicos. ¿Lo ves así?
- Mira, no sé si dar esa lectura todavía. Obama es un líder joven que está a prueba y que no se ha revelado aún. Él ha estado haciendo malabarismos con los líos acumulados por Bush. Por otro lado, la expectativa puesta en Obama era tanta que hizo inevitable la decepción posterior, sobre todo entre los jóvenes, quienes lo veían como una especie de Lincoln renacido. Obama es un abogado, un hombre pragmático. Si Bush era un arrojado fanático, que no pensaba mucho, Obama es todo lo contrario. Ahora, ¿cuál es el problema actual? En el mundo no resuelto de Medio Oriente, un juego de ajedrez tóxico y muy serio, todos miran al hombre de Washington para saber cuál será la reacción. Desde la óptica de Teherán, Obama no luce como un hombre fuerte, lo ven como alguien debilucho por ser un hombre más de paz que de guerra y eso podría incluso ser aprovechado por Occidente, pero no lo ven…
- Te traslado del mapa y te llevo al Salvador, país que con el tema de las maras parece estar en disolución y se habla hasta de una posible guerra civil…
- Hace muchos años que no voy a El Salvador, aunque me mantengo muy informado y espero ir pronto. Pasé muchos años en ese país que es un claro ejemplo de la gran tragedia latinoamericana de los últimos veinte años. Miremos bien a América Latina: si hace cuarenta años eras un joven campesino, tus padres ganaban un dólar al día en la cosecha de café; en El Salvador, la economía era feudal y no porque lo digo yo, así era. Entonces, hubo una revuelta y apareció una opción para los campesinos y los universitarios: alzarse contra los ejércitos que cuidaban las enormes fortunas de unos pocos oligarcas dueños del país. Equivocadamente o no, te ibas a la montaña y toda una generación en América Latina hizo eso, se alzó arriesgando su vida y matando a otras personas para buscar un mundo mejor. Bueno, ese mundo mejor no apareció y ya sabemos cómo terminaron las guerras civiles en América Central, con el colapso de la URSS, con la izquierda pactando para salvar las vidas que podía salvar y con una especie de democratización en los países involucrados. Y es cierto que los militares ya no están en el poder y se guardan en los cuarteles, pero al mismo tiempo hubo una amnistía total, una impunidad terrible para todos aquellos que cometieron crímenes durante esas guerras. En el caso específico de El Salvador, hubo una guerra cruel y feroz, idéntica a la que están librando los narcos en el norte de México. Todo era sádico, no solamente se tiraron balas, también se descuartizaron vivas a las personas y los que lo hicieron caminaron después con total impunidad, llenos de dinero y con poder de seguir incidiendo en su país, contaminado ya con tanta sangre.
- ¿Y qué pasó después?
- Pasó que aquellos que huyeron de las guerras y fueron a poblar las grandes barriadas de los Estados Unidos, volvieron ya con hijos crecidos. La miseria de las barriadas de Los Ángeles, por ejemplo, hizo que esos hijos crecieran sin alma, perteneciendo a las bandas criminales. Todo eso se transplantó a América Central y a México. México y Centroamérica son ahora una extensión de las narcobandas sociópatas que nacieron hace veinte años en los Estados Unidos. Y todo ha empeorado mucho, al punto de que en El Salvador actual tenemos un índice de homicidios cuyas cifras llegan casi a las mismas que acontecían durante la Guerra Civil.
- Un verdadero contrasentido…
- Exacto. Un chico hoy en El Salvador, ¿qué opciones tiene? Ya ni siquiera tiene a la guerrilla en la montaña para que le ofrezca un discurso de un mundo mejor, repito: equivocado o no, pero con una noción política que haga hincapié en la construcción de una sociedad mejor en el futuro. No hay noción de bien común. Ahora la utopía es entrar en una narcobanda, para vestirse con Armani Exchange, usar oro y ser el más malo de la película. Ese es el nuevo paraíso del nuevo hombre. Y lo vemos en México, en Venezuela, Brasil, Guatemala, El Salvador…eso es lo que ha creado el final de la Guerra Fría en Latinoamérica, un continente que está en una crisis social peor que muchos de los otros continentes en el mundo. Delincuencia, secuestros, asesinatos, violaciones, falta de estado de derecho. Latinoamérica está peor que África, Latinoamérica es el continente más jodido del planeta y sus ciudades son las peores del mundo. ¿Qué hemos logrado? Toda la sangre derramada en los 70 y 80, todo el horror vivido, no sirvieron para nada. Cuando la gente me dice, pero, Jon, ahora la gente tiene más carros, hay electricidad, usan teléfonos celulares, yo digo: - ¿Y eso qué?. Si tienes un hijo sicario y a tu hija la violan cuando sale a la esquina, ¿qué importa si tienes electricidad? ¿Eso es civilización o barbarie?
- Es curioso que en el mundo iraní o en el universo talibán, hay una represión feroz contra la mujer, la misma violencia y sadismo que usan las maras en El Salvador contra el sexo femenino. ¿Cómo se da esa síntesis por medio de la cual siempre las mujeres son las más jodidas?
- En el hombre, el vínculo entre el poder y la necesidad de la violencia y el sexo es muy estrecho. Si miras a cómo se portan los hombres en la cárceles, donde no hay mujeres: pues crean mujeres para que los sirvan, es parte del juego del poder violento. Por eso es necesario civilizar al hombre, porque si sólo lo dejas con las herramientas del poder violento, las va a utilizar, pero si los dotas de educación y de ciertos valores, el hombre puede elevarse. Si no le proporcionas empatía con el prójimo, el hombre vuelve siempre al salvajismo.
- ¿Coincides con el escritor inglés Martin Amis que desea un gobierno femenino para el mundo?
- Sería genial, aunque ya ha habido mandatarias mujeres en un mundo muy patriarcal y en muchos casos, suelen ser más duras que los hombres. Fíjate en Sirimavo Bandaranaike, en Golda Meir, en Margaret Thatcher, Chandrika Kumaratunga, todas han sido durísimas. La gran excepción, sin dudas, ha sido Michelle Bachelet en Chile…
- Angela Merker en Alemania o Benazir Bhutto si no la hubieran asesinado…
- Sí, pensaba también en Merker, Benazir quizás, pero el caso de Bachelet es interesante, porque se mantuvo inconfundiblemente como una mujer y trajo a su oficio una política suave y hábil, más de diplomacia detrás del telón que al frente del escenario…
- Y sin revanchismos, a pesar de provenir de una familia muy castigada por la dictadura…
- Es cierto
- Sé que no te gusta mucho el fútbol, pero festejaste mucho el triunfo de España en el campeonato mundial…
- Sí. La verdad es que quería que ganara Ghana. Me quedé ardido con los uruguayos porque le robaron el gol a los ghaneses. Fue muy injusto, el gol ya lo tenían. Miré el partido en casa de una familia iraní y todos le íbamos a Ghana, porque África necesita una victoria. Me interesé por el fútbol más que nunca en este campeonato. Miré la final en un pub inglés. En mi pueblo había muchos chicos españoles de intercambio y poca gente le iba a los holandeses, la verdad.
- Estuviste en Sri Lanka…
- Sí, pero no puedo hablar mucho. Sri Lanka es importante porque se trata de la primera vez en nuestros tiempos que una guerra de treinta años termina con una victoria militar, es decir, una etnia le gana a otra en forma militar y no hubo ni un solo periodista ahí. ¿Dónde estaban los twitteros famosos que supuestamente nos informan de todo? ¿Y qué hicieron los vencedores? Agruparon a los vencidos en una playa que tenía el tamaño de tres canchas de fútbol y les dieron con artillería durante semanas. Luego, cuando estaban en las últimas, entraron y mataron a todos a quemarropa. ¿Y quién financió todo eso?: China. A cambio de un gran puerto. ¿Dónde estaba la prensa? Los ejércitos de Birmania y de Pakistán se están babeando con esta posibilidad: guerra total contra el enemigo y sin periodistas que atestigüen nada. Listo, se acabó el problema.
- En el medio del panorama terrible que pintaste sobre América Latina, a alguien le fue bien y ese es Lula, ¿no?
- Sí, aunque ha venido dando algunos traspiés últimamente, como si tuviera unas ganas terribles de quedarse. En términos generales, lo de Brasil es positivo. Yo soy de los que piensan que Estados Unidos debería abdicar de su liderazgo en Latinoamérica, por haberlo mal utilizado, por haberlo hecho tan mal, y cederle ese papel a Brasil. De hecho, Brasil lo está haciendo. Lula ha estado de intermediario en varios frentes, no le salió muy bien lo de Irán, pero lo hizo en Honduras y lo está haciendo en Cuba. Eso me parece muy bien, porque Estados Unidos no lo ha hecho.
- ¿Y qué se viene para ti, además de Sri Lanka?
- Bueno, hay varios países cuyos procesos siempre me interesan. Uno es obviamente Cuba, el otro es México, Paraguay por lo olvidado que es, Brasil siempre y varios países de África.
- Dime algo de Cuba, para terminar esta entrevista…
- Estoy esperanzado, creo que es positivo que Raúl Castro haya liberado a los presos. Me parece que con esa medida, él está haciendo un gesto a Obama, ahora le toca a Estados Unidos y a mi juicio lo que debería hacer Obama es liberar a los cinco héroes cubanos, los espías que están hace doce años en cárceles estadounidenses, con condenas inauditamente largas. Gesto por gesto, para distender el ambiente.

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