viernes, 22 de octubre de 2010

Para el olvido la memoria

desde la lluvia que se pega como seda a tus pechos descubiertos
acuérdate del viento en la escalada por el corazón de piedra
tus manos en la sangre de mis ojos
el verdor del suelo que te hace resbalar
acuérdate
el caminito de tierra hacia la capilla con ese sol que te cuarteaba la planta de los pies
mira donde estaba la casa de la abuela
con las sábanas blancas como una instalación de fantasmas a la tarde
acuérdate de un Torino que pasaba a 300 kilómetros por hora
de la sandía crujiente en los labios
la remera a rayas rojas y azules
los vaqueros flojitos en el culo
y ese pelo de maraña que espantaba a las oficinistas
por qué tu novia no se peina
por qué debajo de la mesa crece una lujuria inesperada
como esas veredas anchas donde te escondías y siempre me encontrabas
acuérdate de la mochila en la espalda
de los deditos allí
de los jadeos
acuérdate
de cuando dormía y me fotografiabas
de los tíos que bebían tinto con seven up
de la música ampulosa
Vangelis
Wakeman
coros litúrgicos cuando la siesta nos ponía frente a frente
peligrosamente solos
apabullados ante los cuadernos escritos con pluma azul
de las cartas mandadas como si estuvieras en Siberia
pero estabas sentado en la silla de al lado
y tu nombre y mi nombre eran grafía unívoca
simultánea
¿te acuerdas?
de la merienda gratis en niza
de las copas de cristal finitas como un dedal de caracol
guardadas con esmero en el centro de la maleta
¿te acuerdas de las coliflores plantadas en filas militares al costado de la ruta?
¿del bosque donde el cuerpo sangraba?
¿de la anciana belga que decía gudmorrnin con esa erre impronunciable y una cabellera blanca que parecía una peluca?
entonces no hablábamos del virtuosismo de los pianistas ni de los nuevos escritores filipinos
tampoco veíamos las series americanas o los documentales con presos que se tatúan el pene
era poca la bruma que se alzaba en el horizonte donde la madurez nos esperaba para firmar solicitadas en apoyo a las mujeres que no quieren morir lapidadas
este modo feroz de ser adulto
al fin una mujer
después de todo un hombre
acuérdate de los vidrios empañados y el índice que formaba una ese y una eme
carteles difamados por la realidad tangible de un muro que se expande allí donde la memoria clava una estaca
el suelo bulle
la tierra cede
caen los edificios
los billetes de avión traen fechas vencidas
las estampas familiares cuando mamá reía se pierden en el moho
no dejes que el lodo arrastre tus pantalones cortos
el reloj con la pulsera de cuero
el balcón de La Habana
o las tardes de Atenas
para olvidarlo todo
acuérdate de todo
sé por qué te lo digo

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