domingo, 6 de julio de 2008

LA ESTUPIDA INTERNET


Los jóvenes y las jóvenes que han crecido a la luz y al amparo de la red informática no conciben, al parecer, otro modo de percibir la realidad. La realidad, así percibida, mediante estadísticas que resultan trascendentes a cada segundo y se comen entre sí, contradiciéndose, haciendo importante lo banal e ignorando todo aquello que no se comprima en un chip esbozado al pasar, no distingue entre héroes y victimarios. No hay culpa ética, pero sí falta de rigor estético, que a la postre termina siendo tragedia griega solapada en “la página más vista del mundo”, “el portal con más entradas en todo el planeta”. Todo es lo más grande, lo más visto, lo más estudiado porque así lo ha dicho la red. Hemos perdido el valor de lo pequeño, lo azaroso, lo distante y distinto, en esa pulsión global y enfermiza de querer comprimirlo todo en un disco rígido por lo común bastante ajeno a nuestras diarias patrañas mentales. Leyendo como estoy la compleja y sustanciosa novela del formidable escritor Álvaro Enrigue, Vidas perpendiculares, puse en Google el concepto “vidas pasadas”. Con terror, porque soy últimamente una persona bastante sensible a ese sentimiento de espasmo que me retrotrae a la necesidad infantil de esconderme debajo de la mesa, descubrí que existe un sitio donde si pones tu fecha de nacimiento, con hora precisa en que llegaste al mundo, el buscador te dice qué fuiste en las vidas pasadas. Doy muestra gráfica: No sé cómo te sientas al respecto Mónica, pero parece que tú fuiste mujer en tu última encarnación. Tu signo zodiacal en esa vida era Libra. Muy probablemente pasaste los últimos momentos de tu vida en algún lugar cerca de la actual Italia o sus alrededores, aproximadamente en el año 1765. El nombre por el que se te conoció en esa vida pudo haber sido algo como Concetta o Rosalie. Es posible que tu ocupación en esa vida fuera algo relacionado con ingeniero, constructor de caminos, puentes, diques. Personalidad artística, siempre transformando lo feo en hermoso, el gris en colores brillantes. Encontraste una oportunidad de expresarte artísticamente en cualquier situación. Tú cumpliste con tu lección ayudando a los ancianos y a los niños. Viniste a esa vida a aprender a tomar conciencia de los débiles y desamparados.
Si la fidelidad a mi sexo (parece que siempre he sido mujer, con las ganas que yo tenía de haber sido jugador de fútbol en alguna instancia de mi existencia infinita), si la mención del signo Libra, del que es mi ex marido (la persona que me acompañó durante 20 años y, ángel de mi vida, me aguantó lo indecible), si la debilidad que siento por todo lo italiano (Roma es una ciudad en la que me he sentido como en mi casa) y si el hecho de que mi abuela se llamaba Rosalía, pueden ser tomados como datos que legitimen el sitio web de marras, permítanme que haga puaj y regrese. Que no ni no, como dicen los uruguayos. Con todas las casualidades reales y precisas que existen en la vida, con esa música del azar que tan bien describe Paul Auster en su gran obra literaria, con lo misterioso e inexplicable que siempre nos parecerá el resultado, cualquiera sea, de la unión entre un espermatozoide y un óvulo, ¿para qué necesito un portal que me exhorte a dirimir mi propia vida con una actitud laxa frente a un estreñimiento mental sólo producido por su influjo? Quiero decir, ¿no está la historia? ¿no existe la ciencia? ¿para qué las novelas, ahora que Jorge Volpi nos ha puesto otra vez en esa órbita de reflexionar alrededor de nuestras narraciones predilectas con su precioso libro Mentiras contagiosas? ¿y la poesía? ¿y la música?...son demasiadas las cosas imprescindibles que no logran justificar su latido esencial, como para que encima, y porque la red lo dice, nos metamos en esa estúpida carrera contra nosotros mismos, buscando en el chip de algún “genio” informático las falsas coordenadas de una existencia –la nuestra- que a gatas si podemos absorber –muchas veces con popote, con lo que detesto los popotes- en su instantaneidad. Conste que ni mención hice a la memoria, a los recuerdos, a ese túnel insondable de nuestro mágico cerebro que hace cosas como las que el mío hace ahora: mientras escribo esto, a mi mente viene una y otra vez un collar de perlas blancas que me ponía arriba de un suéter negro y estaba en Montevideo, habíamos ido a ver a Jaime Roos, era nublada la tarde, la capital uruguaya me hacía pensar en París, compré un cuadrito con un poema, ¿te acuerdas, Sa?-
Hay una cultura de la estupidez que la Internet legitima porque todos nos estamos volviendo un poco más tarados cada día. Quiero decir: alguien confecciona esas páginas y muchos creen en esos “resultados”.
En el noticiero de Carlos Loret de Mola, -que he vuelto a ver porque mi amigo Nicolás Alvarado me jura y me perjura que Loret de Mola no es tan panista ni tan mocho como a menudo me parece-, hay una chica muy guapa y simpática que da las últimas noticias en lo que a tecnología se refiere. La semana pasada hizo mención a una página en la que muchos usuarios, (es importante que todo sea MUCHO en estos temas, el número hace a la raíz en estos tiempos) escriben para decir en una línea lo que están haciendo en ese momento. Por ejemplo, yo escribiría: ahora estoy escribiendo una pelotudez como todas las que escribo en mi blog. La chica, que se llama Daniela, dijo: esta página está haciendo furor y es una de las más vistas en el mundo. De la estupidez que exista una página semejante, no hizo mención alguna.
Tenía razón Lennon: La vida es aquello que pasa cuando estás buscando en la Internet lo que te pasa en la vida.
Además, yo en la otra vida fui Ana Bolena. Carajo. Y que le devuelvan el chancho a Roger Waters.

1 comentario:

Luis Carlos Aguirre dijo...

Soy un viejo machista que venera la feminidad, así nomás, sin intelectualizar nada. La "feminidad" de Mónica es innecesario de destacar... fluye, está, hay que disfrutarla, nada más, como su poesía.