viernes, 11 de julio de 2008

Cállate, Ana, por favor...


Comencé mi carrera periodística cubriendo los deportes que no le interesaban a nadie. La culpa fue del azar absoluto y de un buen amigo que conocí en Video Cable Comunicación, Marcelo Real. Él me hizo periodista sindicalizada y luego me llevó a la radio. Primero fue Radio Belgrano, luego Radio Nacional, terminamos en Radio El Mundo, después de Minguito Altavista y antes de Mariano Grondona, que era todo un señor amable y elegante. De esos años, en los que yo era una muchacha insoportable que no sabía nada y hacía como que sabía todo, me quedan recuerdos dulces, muy dulces. Me acuerdo de Mario Mazzone en los anuncios publicitarios. Radio Horizonte estaba enfrente de la AM y él era muy buen amigo de Marcelo. Mario me caía pésimo sólo porque era demasiado guapo. Era tan simpático y agradable, con ese cuerpazo que luego minó el cáncer y esos ojos pícaros y esa sonrisa encantadora, que si te saludaba bien y decentemente como siempre lo hacía, mi neurosis de ese entonces me hacía pensar: ay, sí, sí, encima sos humilde y buena gente. La verdad es que Mazzone era buenísima gente, guapísimo hombre y un gran compañero de trabajo. De esos años también me queda mi gran amigo Juan Presta, la voz de Marcelo, que murió tan joven y tan exitoso a causa de un tumor cerebral, las discusiones, las palabras encendidas, las reuniones de producción. Sobre todo me queda el trabajo en los deportes amateurs, tantos rostros de atletas que se levantaban a las 4 de la mañana para vencer un récord que les daría una gloria efímera, pasajera, cierto lugarcito entre el fútbol y el tenis, entre el básquetbol y el rugby, rostros que se llamaban el corredor de fondo entrerriano Antonio Silio, el lanzador de martillo también entrerriano Andrés Charadía, el pesista Gustavo Majauskas, el esgrimista Rafael Di Tella...de muchos no recuerdo el nombre, pero nunca olvidaré las competencias de remo, las finales de hockey femenino y masculino, los finales de liga nacional de voley (Milinkovic / Uriarte…), el windsurf, el béisbol, la natación.
El destino, el azar, el trabajo, los buenos amigos…me permitieron asistir a muchísimas competencias de las más variadas disciplinas y conocer a personajes inolvidables como el saltador cubano Javier Sotomayor, el tipo más simpático y encantador del atletismo olímpico. Ver de cerca, muy cerca, a Sergei Bubka, a Michael Jordan, a Linford Christie, a Jan Železný, a Carl Lewis…entrevistar a gente prodigiosa como los golfistas Vicente Chino Fernández y el Gato Romero, al legendario rey del remo argentino Alberto Demidi, a los voleibolistas Daniel Castellani y Hugo Conti, al rugbier Hugo Porta…los recuerdos son muchos y todos muy gratos. A veces escucho a Javier Frana comentar, muy bien por cierto, los partidos de tenis de ATP y viene a mí aquella vez que me invitaron a ir a un gimnasio para entrevistar a un chico que iba a ser una sensación en el tenis argentino. Tenemos prácticamente la misma edad con Javier, así que los dos éramos unos chicos que nos queríamos comer el mundo, yo la periodista en ciernes, él el tenista que recién comenzaba. Me divertía, por supuesto, mucho más que él, porque los deportistas, puedo dar fe, sobre todo los de alto rendimiento, son los tipos menos divertidos del mundo.
Extraño esa época, extraño sobre todo sentirme parte de una mística, de un cierto sentimiento que envuelve al olimpismo y que no he encontrado en otras actividades que me ha tocado ejercer o testimoniar. La inauguración de los Juegos en Barcelona 92, el mini atentado en Atlanta 96 (quién hubiera dicho entonces lo que se venía después), los paseos de Ted Turner a cara descubierta y a pleno sol, con apenas dos personas como compañía, en San Petersburgo, cuando los últimos Juegos de la Buena Voluntad en 94. El Mundial de vóleibol en Grecia, el de atletismo en Stuttgart…Extraño ese pertenecer a la nobleza del deporte, a ese estar cerca de quienes rozan los límites humanos a cada segundo…y aunque estoy muy contenta con los rumbos que ha tomado mi carrera profesional en los últimos 10 años (mis mexicans years), todavía se me cae una lagrimita cuando veo por la televisión que empiezan unos Juegos y yo no estoy ahí.
Por todos esos años trabajados en el deporte de alto rendimiento, intuyo (y en estos casos creo mucho en mi intuición) que este conflicto con la ciclista mexicana Belem Guerrero es más de lo que esconde que lo que expresa. Ninguna atleta de verdad renuncia así porque sí a la hermosa, trascendente e inolvidable posibilidad de estar en unos Juegos Olímpicos. Y si esos Juegos amenazan con ser los más espectaculares de la historia, como los de China, mucho menos.
Aquí hay algo que no se dice: o la atleta no está bien preparada y tiene mucho miedo de hacer el ridículo en la competencia o existe el terrible y muy común (mucho más común de lo que se cree) peligro de dar positivo en algún examen antidoping.
Es verdad que la wild card otorgada por la UCI a la ciclista apareció tarde y puede levantar sospechas (¿un día después de que Belem renunciara al equipo olímpico mexicano?), pero también es cierto que atletas de su talla en nuestro continente, constituyen muchas veces milagros ingobernables. No sabemos qué hacer con semejantes prodigios deportivos, nacidos de la nada, sin apoyo, sin tradición y que de un día para el otro llenan de gloria a su patria y su bandera. No todo es corrupción en el deporte ni en la vida y a menudo los errores que se cometen son por ignorancia más que por dolo. La mayoría de las veces, no se está preparado para el advenimiento de deportistas de categoría semejante, que suelen reproducirse como moscas en los países ricos. En este contexto, en el nuestro, que Belem se haya perdido la posibilidad de llevar la bandera de su país en Beijing, abanderando un escuálido pero muy digno equipo olímpico, esconde algo que no sabemos y probablemente no sabremos nunca.
Por otra parte, ¿quién hará callar a Ana Guevara (ahora critica públicamente hasta al seleccionador de fútbol)?, ¿De dónde sacó esta chica tanto, tanto odio? ¿Cómo puede una atleta de su talento, de sus logros, aconsejar a otra que no defienda su lugar en la selección olímpica y que no lo cuide como si fuera de oro? El lugar de Belem Guerrero es de oro desde que trajo la medalla de plata de Atenas 2004 y es una verdadera lástima que haya renunciado a él en medio de gritos de resentimientos proferidos por personas ajenas a su esfuerzo y talento para el ciclismo.

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