jueves, 22 de diciembre de 2005

Un poema de Wilcock

Sea como sea, este mundo es para ti.
Me he preguntado muchas veces para qué servía,
y no servía para nada,
pero ahora gracias a ti se vuelve útil.
Haz la cuenta de la mercadería abandonada por Dios y tómala,
la han hecho para ti milenios de hombres que no te conocían
pero que trataban de prefigurar en templos y tumbas de roca y bibliotecas
un estupor como aquel que infundes
cuando sonríes y haces detener el tiempo
y todos enmudecen poseídos y te levantas y dices,
"yo me voy a la cama".
Duerme, al despertarte estará allí tu herencia:
una ciudad que fue harto famosa,
un río sucio cantado por los poetas, el cine donde asesinaron a Julio César;
y en torno valles, montañas, mares, océanos, y capitales, y continentes y selvas, y pirámides, y versos, y adoradores de tu forma externa o interna
y en lo alto el cielo y el sol y las estrellas y la luna
y sobre la tierra los animales obedientes a ti que a fin de cuentas vienes a justificar su extraordinaria variedad.
Es todo tuyo y no termina nunca.

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