domingo, 1 de mayo de 2011

ENTREVISTA A MARTÍN CAPARRÓS


Martín Caparrós, nacido en Buenos Aires en 1957, es un periodista y escritor argentino dueño de una rica y extensa obra literaria. En su país de origen, además, el hombre con unos bigotes proverbiales que le han dado una imagen muy característica, ha oficiado también como conductor de televisión. Vivió casi una década en Francia y a su regreso a Argentina fue uno de los fundadores del periódico Página 12. Por sus crónicas de viajes recibió el Premio de Periodismo Rey de España y, por sus conocimientos gastronómicos dirigió durante un tiempo la revista Cuisine & Vins. Como novelista también ha marcado hitos, como el Premio Planeta que ganó por Valfierno en 2004.
Es notable también la obra en tres tomos que escribió junto a su colega y compatriota Eduardo Anguita y que llevó por título La Voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina 1966-1978. “Contamos la historia de una época en que mucha gente creyó que si unían sus voluntades iban a poder cambiar el mundo”, dijo a propósito de ese trabajo.
Ejercitando una prosa exquisita y conmovedora, Caparrós es un historiador riguroso y a la vez un pensador político provocador y profundo que incomoda al lector, exhortándolo a debatir y a repensar las ideas cotidianas, aquellas que tienden a convertirse en lugares comunes en nuestras vidas.
Esta vez le tocó el turno a la ecología, a esa militancia casi irracional que ha modificado las costumbres de mucha gente y que, mediante consignas que el autor pone a prueba y discute con pasión, ha venido a calmar o a revolver las conciencias bienpensantes de los ciudadanos contemporáneos.
En Contra el cambio. Un hiperviaje al apocalipsis climático (editado por Anagrama), Caparrós cuenta su largo viaje por una decena de países –Brasil, Nigeria, Níger, Marruecos, Mongolia, Australia, Filipinas, las Islas Marshall, Estados Unidos– que sufre la amenaza climática, el tan mentado calentamiento global. Las historias, por ejemplo, de personas que viven al ritmo de las cosechas del mijo, el único alimento a lo largo de sus vidas, protagonistas de una pobreza extrema y al mismo tiempo no exenta de dignidad, dan sustancia a un debate que el autor quiere provocar a cada página, motivado por una profunda aversión intelectual a las consignas gastadas y a los lugares comunes que solemos adoptar sin mucho análisis, sin mucha discusión.
Mezcla de ensayo y crónica, el libro se ha constituido en un verdadero documento para tratar de entender con un espíritu inquieto un tema de hondo significado en la sociedad contemporánea.
La entrevista realizada a Martín Caparrós en Oaxaca, a fines del año pasado, cuando fue la figura invitada a cerrar la Feria del Libro de dicha ciudad, fue llevada a cabo unas pocas semanas antes de que iniciara en Cancún una nueva cumbre sobre el calentamiento global y que dejara, como conclusión, un acuerdo marco para la reducción de emisiones de invernadero, sin que los países participantes hicieran compromisos concretos ni se establecieran mecanismos efectivos de control. Ambos temas serán discutidos en la próxima reunión para el cambio climático organizada por la Naciones Unidas en diciembre de 2011 en Sudáfrica



- ¿Cree o no en el calentamiento de la Tierra?
- No creo ni dejo de creer, obviamente. El tema no es algo que podamos definir en términos de creencia. Nos iría bastante mejor si no definiéramos al resto de las discusiones que tenemos en el mundo en términos de creencia. Volviendo al tema del calentamiento, por un lado hay una serie de científicos notables y respetados que dice que si sigue la actual tendencia en el clima, se nos van a complicar demasiado las cosas en el planeta. Por otro lado hay otra cantidad de científicos, tal vez menor, que afirma que eso no está para nada demostrado y todos discuten en qué medida el fenómeno es natural o está causado por el hombre. De todas maneras, ese no era el asunto de mi libro. No soy un científico y no quiero discutir cuánto hay de cierto en el tema del calentamiento global.
- ¿Cuál fue entonces la motivación del libro?
- Lo que me interesó fue la pregunta básica que surge al respecto: ¿cómo fue que la amenaza del cambio climático que, si acaso, pronostica algo que puede ser grave dentro de varias décadas, se convirtió de pronto en la mayor urgencia a atender en el planeta? El mundo tiene urgencias mucho más graves que esas, como que se mueren miles de personas de hambre todos los días, por ejemplo. Entonces, ¿qué pasó para que de repente, tanto en los medios como en los gobiernos, se constituyera la amenaza del cambio climático como lo más grave que nos pasa? Me pareció interesante tratar de pensar esa cuestión y tratar de ver qué significa todo este despliegue de la idea ecologista, la difusión del discurso ambientalista, etc.
- En el libro hay una mirada limpia, como de alguien que no conoce mucho del tema y tampoco quiere conocer. Más bien se trata de alguien que quiere observar y atestiguar lo que ve. ¿Qué pensaba antes del cambio climático y qué pensó después de hacer el libro?
- No estoy muy de acuerdo con la idea de alguien que no quiere conocer sobre el tema, leí bastante al respecto antes de viajar. Lo que no quiero es entrar en el debate científico porque no estoy en condiciones de seguirlo y creo que al 99.8 de las personas le pasa lo mismo. Sí me interesa del famoso cambio climático el debate político, económico y el cultural que se gesta a su alrededor. Y en ese sentido, antes de escribir Contra el cambio, tenía una serie de prejuicios acerca del discurso ecologista. Después del trabajo del libro, tengo mucho más prejuicios contra el discurso ecologista. Diría que ahora tengo “post-juicios” y, por otro lado, para mi gran sorpresa, me encontré con una serie de utilizaciones muy aparentemente eficientes del discurso de la amenaza climática para que una serie de sectores haga grandes negocios en los próximos años.
- ¿Cuál fue el caso que más lo conmovió de su libro?
- Probablemente el de Mariama, una mujer de Níger, no sólo por ella, sino por toda la situación. El Níger es un lugar muy pobre, con una forma de pobreza de alguna manera emocionante, porque es un modo muy digno de la pobreza. No es esa pobreza que habita en la periferia de las grandes ciudades, donde todo es como un terrible “quiero y no puedo” y la suciedad y el delito y la imposibilidad contrastan con la riqueza inmediata y cercana, es decir, el Mercedes de lujo que pasa por entre medio de la miseria. En Níger todo es uniformemente pobre, pero la gente vive con un sentido de unidad muchísimo mayor, de la misma manera quizás con la que vivieron hace miles de años. En chozas de barro, sin agua, sin luz, dependiendo de unas cosechas muy difíciles de un solo grano que se da, que es el mijo y que muchas veces no llegan con el grano a cubrir todas sus necesidades alimenticias hasta que cosechan el siguiente. Realmente se pasa mucha hambre y aun así tienen un orgullo de llevar toda esa vida adelante que es muy impresionante. Al mismo tiempo son vidas distantes de lo que uno conoce y de lo que uno cree que es la vida en general.
- ¿Y qué pasó con Mariama?
- A esta mujer le pregunté, por estúpido, la verdad, qué cosas hacía en su tiempo libre. La chica, de veinte años más o menos, con varios hijos, me miró con mucho asombro. No entendía el concepto de tiempo libre, al menos como lo entendemos nosotros. Mi idea tonta del ocio tal cual la concebimos en las sociedades occidentales chocó contra esa realidad que contempla una rutina férrea. También chocó mi idea de la comida. Allí se come todos los días lo mismo: una bola de mijo a la que muy esporádicamente, cada tres o cuatro semanas, le pueden agregar un poco de carne. Una de las cosas que le pregunté a esta mujer es qué cosas le pediría a un genio si viniera y le concediera todos sus deseos. Me respondió que le pediría dos vacas, así podría sacarles leche, para vender la leche y comprar algunas cosas más…Entonces le dije que estábamos imaginando a un genio que le concedería todo lo que quisiera, y ella me dijo: - Bueno, no sé, ¿tres o cuatro vacas?
- ¿Por qué cree que el cambio climático importa tanto a las potencias?
- El año pasado (2009) hubo dos grandes cumbres en el mundo. Una fue en Roma en octubre sobre lo que ahora llaman “inseguridad alimenticia”, porque les da vergüenza llamarlo hambre. No fue nadie. Fue el Papa porque vive cerca y fueron algunos presidentes de lo que podría llamarse la cuarta línea del mundo. Estaban Khadafi (presidente de Libia), Mugabe (presidente de Zimbawe), mandatarios de países muy poco considerados que hablaron sobre el hecho curioso de que en el mundo hay 1000 millones de personas que pasan hambre todos los días. Un mes después, en la Cumbre de Copenhague sobre el cambio climático, estaban todos los grandes del mundo codeándose para salir en la foto. La conclusión que saco es que fueron precisamente los principales mandatarios del planeta los que impusieron el tema, los que nos hicieron creer que el calentamiento global era “la cuestión”. El problema fue que después esa foto quedó borrosa, nadie encontró ninguna solución al asunto porque no podían encontrarla. Lo que habían planteado es que el cambio climático es un tema que nos afecta a todos por igual y que por tanto podían ellos hallar soluciones que nos beneficiaran a todos por igual. Eso es una mentira, porque una amenaza ambientalista no deshace las diferencias políticas y económicas que hay entre los distintos países del mundo. Estados Unidos y Europa, por ejemplo, trataban de usar el argumento del cambio climático para desacelerar el crecimiento industrial de China, Brasil, India, diciéndoles que pararan, que no mandaran tanto gas a la atmósfera cuando ellos ya mandaron todo el gas que se puede mandar.
- Hay un medioambiente del Primer Mundo y otro del tercero…
- Había países del Tercer Mundo que decían: -bueno, está bien, nosotros podemos mantener nuestros bosques para oxigenar más el planeta, pero, ¿ustedes qué van a hacer? Porque si nosotros mantenemos el bosque, va a haber muchos campesinos que no comerán o comerán menos. ¿Por qué nosotros tenemos que sacrificarnos para que ustedes, países ricos del Primer Mundo, tengan una atmósfera más limpia? Ustedes se cargaron todos sus bosques, ya hicieron su desarrollo sucio acabando con los recursos naturales para poner fábricas, ciudades, carreteras…suelo decir que cuando la consigna sea “Recuperemos el bosque virgen de Manhattan”, entonces voy a estar de acuerdo con los lemas ecologistas. Por ahora la situación es esta: -Ustedes, que todavía tienen bosques, consérvenlos para nosotros. Así es fácil. Total que en la Cumbre de Copenhague había intereses tan disímiles que era obvio que no se podía llegar a ningún tipo de resultado. Lo que quiero decir con esto es que los grandes del mundo como Al Gore, que por cierto cuando era vicepresidente de los Estados Unidos votó en contra del Tratado de Kioto, y Kofi Annan, están muy involucrados con el discurso del cambio climático. Los que no terminamos de saber cómo nos afecta, por qué nos afecta y demás, somos los pequeños del mundo.
- ¿Cuál es el papel que le toca a África en el tema del cambio climático, sobre todo si se considera a ese continente como la gran reserva ecológica del mundo?
- No soy nada optimista en torno a África, porque la relación de Occidente es sobre todo asistencialista. Lo que hacen es crear una dependencia cada vez mayor de millones de africanos frente a la ayuda exterior. Lo que está pasando, además, es que hay como una nueva ola colonialista que funciona disfrazada con un concepto de desarrollo. Las zonas donde por ejemplo más se utilizan los recursos agrícolas están produciendo cosas que no son para el consumo africano, que son mucho más rentables, pero que cubren las necesidades de China o de Europa y que se exportan casi en su totalidad. Esta supuesta integración de África en el mundo está resultando muy poco útil para la mayoría de los africanos.
- ¿Cuál es la sensación general que le quedó después de escribir el libro?
- Que habría que pensar un poco más en torno a qué hablamos cuando hablamos de ecología. La ecología es como uno de estos elementos políticamente correctos de nuestra época que en general no cuestionamos. Siempre decimos: “Hay que cuidar el medioambiente”. Pero, ¿qué quiere decir eso? ¿Qué significa? ¿Poner la basura en dos tarros diferentes o quiere decir pensar que el sistema global por medio del cual el 15 o el 20 % de la población mundial despilfarra el 80 % de los recursos del planeta no puede funcionar y tiene que ser modificado? Es muy fácil decir: ay, no, yo cuido el medioambiente, tiro la carne en el tarro de la carne y el plástico en el tarro del plástico…creo que para lo único que sirve eso es para que la gente satisfaga un poco su buena conciencia, que es por otro lado a lo que se dedica el ecologismo, a producir grandes cantidades de buena conciencia, un método sin duda barato porque no supone involucrarse demasiado y, además, supone también una elección fuerte; no tendría que haber contradicción entre preocuparse por el medioambiente y preocuparse por el hambre que hay en grandes cantidades en el mundo; cuando un muchacho va a “desempetrolar” gaviotas, está prefiriendo eso antes de hacer algo para que el chico que vive a diez cuadras de su casa tenga algo para comer mañana. Bueno, cada cual es dueño de hacer lo que quiera, pero tengo mis opiniones al respecto de esa decisión.
- ¿Cómo analiza la militancia de izquierda que se ha desplazado a la militancia ecologista?
- Me parece que es una forma de pragmatismo que tiene que ver con que como no sabemos cómo hacer para cambiar nuestras sociedades, al menos cuidemos la naturaleza. Y eso creo que es propio de épocas débiles, digamos. Durante buena parte del siglo XX, una gran cantidad de nuestra sociedad vivió con un proyecto de futuro para el cual trabajaba, un futuro que solíamos llamar socialismo. Había una idea de un porvenir deseado. Ahora estamos en un periodo de la historia donde no existe la idea de un futuro posible, esa idea se deshizo por sus propios efectos, por sus propios resultados y todavía no apareció otra. Pasa en la historia, sucede ese periodo de falta de una idea de porvenir que puede durar 10, 20 o 100 años, no sabemos cuánto. Por lo tanto, ahora no hay un futuro deseado, sino un futuro temido. El porvenir nos da miedo y por eso nos replegamos en políticas de conservación de lo que tenemos, porque el cambio es peligroso. Eso pasó ya después de la Revolución Francesa, cuando se pugnaba por volver a la naturaleza, por destacar los valores de la tierra, de lo nacional, de lo tradicional, pues aquellos ideales de racionalidad, de igualdad, de progreso, produjeron muchos problemas y murió mucha gente a causa de eso. El ecologismo en cierto modo es eso: volvamos a lo que teníamos, recuperemos las viejas maneras, lo estamos arruinando todo, etc. Y eso es propio de las épocas que no tienen un proyecto de futuro.

El intelectual apasionado

Novelista, periodista, conductor de televisión y chef consumado, Martín Caparrós está muy lejos de ser un adoctrinador o un hombre que se siente obligado a despertar conciencias. Ama sobre todo el debate y no distingue entre sus escrituras cuál se corresponde más con su esencia. Un intelectual, según lo ve el autor argentino, escribe una novela, un artículo periodístico o un libro de reportajes, con la misma pluma apasionada.

- ¿Con este trabajo trabajo pretende concientizar o alertar al público?
- No, me gustaría si acaso que con este libro alguien pudiera pensar ciertas cosas que se han convertido en un lugar común. Concientizar o alertar son palabras que no tienen nada que ver con mi idea de lo que debe ser un intelectual, digamos. Formular preguntas y sembrar inquietudes, ese es mi trabajo.
- ¿No hay contradicción entre el cronista o el escritor?
- Yo llamo igual a todo mi trabajo. Cuando escribo Contra el cambio soy un escritor y cuando escribo A quien corresponda, mi reciente novela, también. Escribo sobre temas distintos con prosas muy semejantes y quizás con un pacto de lectura diferente, donde digo: acá lo que cuento es cierto y en una novela digo: acá lo que cuento son cosas que se me ocurrieron, que inventé.
- ¿Escribe todo lo que quiere, tiene una rutina?
- Escribo todo lo que puedo, aunque sí, tengo tiempo para escribir, si es a eso lo que te refieres. También tengo una rutina. Trabajo todos los días a la tarde, cuando termino de comer, me siento, enciendo un cigarro, y estoy ahí tres o cuatro horas escribiendo. Es el momento más placentero del día para mí.

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