sábado, 10 de octubre de 2009

LOS FABULOSOS CADILLACS

Parecen dos estatuas ataviadas con la camiseta de la Selección Argentina de fútbol. Ella tiene 17. El, 25. Ambos son mexicanos, pertenecen a esa gran masa de jóvenes que da que hablar a los escritores, a los insurgentes chiapanecos, a los gobernantes... Esta tierra de contrastes surreales debería pertenecerles por un principio de cantidad: los chavos y las chavas son muchos más que los rucos (viejos) en este país. En el galpón oscuro donde esta noche gritan, bailan y toman cerveza 10 mil pibes aztecas, la parejita de marras permanece estática y en estado concentrado de observación. No puede decirse que miran arrobados a su grupo de rock favorito. Antes que eso podrían ser denominados, como gran parte de sus congéneres que se han juntado en el Palacio de los Deportes, los militantes Cadillacs. Así se sienten. Para ellos, el grupo de rock argentino más popular en Latinoamérica es totalmente antisistema. “Es que son subversivos y rebeldes de verdad. Claro que entendemos todo lo que cantan y estamos aquí para decirles que somos como ellos. ¿Acaso ‘Matador’ no sigue estando prohibida en Colombia?”, pregunta él sin esperar respuesta, mientras ella asiente con fervor.
En apenas dos semanas, más de 100 mil personas respondieron afirmativamente a la pregunta que se hacían críticos y empresarios el año pasado cuando comenzaba a vislumbrarse el fenómeno fabuloso: ¿persistirá la fiebre? ¿Se bancarán los púberes que los siguen al compás de los temas más pegadizos las nuevas y bizarras melodías del grupo de Vicentico y Flavio? El sí rotundo de los fanáticos comenzó a escucharse en Tijuana el 24 de marzo. En el Auditorio Municipal, 10 mil bocas estridentes corearon “Vasos vacíos” y festejaron cada uno de los gestos del cáustico Gabriel Fernández Capello (a) Vicentico. Al día siguiente, 6500 fans llegaron a la Plaza Calafia de Mexicali. En Monterrey, la fiesta fabulosa se desató el día 27, cuando en el bar La Escena 2500 chavos y chavas desplegaron sobredosis de adrenalina. En la Plaza de Toros Relicario, Puebla, fueron 3 mil el día 29. En la Plaza de Toros Nuevo Progreso, Guadalajara, fueron 14 mil el día 30. El 31, 7 mil se juntaron en el Auditorio Josefa Ortiz, en Querétaro. Y a esas cifras de por sí llamativas hay que sumarles los 60 mil reunidos en los tres conciertos (3, 4 y 5 de abril) en el DF, para terminar coincidiendo con el crítico mexicano que dijo que los Cadillacs “tienen al público mexicano en la bolsa”.
Pero más allá de las estadísticas que en este país demuestran que LFC rebasó por mucho la cota impuesta por Soda Stereo, que llegaron a ser en México la banda argentina más popular, lo verdaderamente interesante es tratar de descifrar cuál es la fibra sensible que han tocado en la afición azteca Vicentico y compañía. De ese modo, podría entenderse aunque sea en parte ese fenómeno masivo que protagonizan en esta parte del planeta. En el DF, nadie mejor que el mítico periodista Chava Rock, un personaje legendario que es saludado como cuate tanto por Manu Chao como por Liam Gallagher, para opinar acerca del tema: editor de las revistas Mezcalito y Códice Rock, el Chava transitó cada uno de los rincones en los que creció el germen del rock en español en México. Como verdadero experto, afirma que LFC son lo que son en este país “porque han venido haciendo un trabajo paulatino. Su fórmula secreta, lo que les ha dado tanta continuidad y presencia, es la variedad de su repertorio. Nunca se estancaron”. Pero ese lenguaje argento del “vo sabé”, ese usar la palabra pendejo en clave porteña y conseguir con ello y sin proponérselo la censura en México, donde ese vocablo tiene unas connotaciones “mucho más cabronas” (decirle pendejo a alguien aquí es insultarlo de manera imperdonable).
Pero esa “ye” exagerada de Vicentico, ese aire de superado de Vicentico, ese antiglamour de la panza de Vicentico, esa violencia de Vicentico que es capaz de sacar a patadas del escenario a un pibe que sólo quería saludarlo... ¿Cómo pueden ser aceptados en el país donde la paciencia y los buenos modales constituyen un deporte nacional? “Lo que pasa –asegura Chava Rock– es que el lenguaje de LFC no es visto aquí como argentino. Los chavos hicieron propio el léxico de los Fabulosos, es un modo de hablar y de moverse que ya se ha convertido en latino.” Y sigue: “La última vez que estuvo Mercedes Sosa en México dijo que ella quería ser como Los Redonditos de Ricota, que eran muy populares en la Argentina sin necesidad de hacer ruedas de prensa, de dar notas, de viajar. Aquí, los Cadillacs pueden ahora darse ese lujo. En la rueda de prensa de Mark Knopfler, él le preguntó a los periodistas si no tenían otra pregunta cuando ya iba más de una hora de conferencia. Los Cadillacs, en cambio, ni siquiera hicieron rueda de prensa. Con respecto al carácter de Vicentico, claro que la gente no olvida las cosas que hace, pero nunca se las recriminan. Y eso sí que habla de una gran tolerancia por parte de los chavos”, afirma.
La semana pasada, Andrea Echeverri, líder de Aterciopelados, declaró en Miami que su música no tenía nada que ver con el rock. Para la bella florcita colombiana, su arte estaba emparentado con el de sus admirados Fabulosos Cadillacs. Hace tres días, el también colombiano Juanes, flamante adquisición de Surco (el subsello de Santaolalla), presentó disco y videoclip en México. Habló de todo, pero esencialmente de los Fabulosos Cadillacs: “Cuando sea grande, quiero ser como ellos”. En México no conocen a Nebbia ni a Spinetta padre, pero saben quiénes son la Bersuit, quiénes los Illya Kuryaki. Y eso se debe primero a la MTV y luego a Manu Chao.
Tanto el francés en viaje permanente como los inicios de la cadena televisiva (cuando no pasaban a Ricky ni a los BSB) abonaron la música de fusión que se constituyó en un género regional y propio (¿el nuevo rock latinoamericano?) a fuerza de rescatar la música de abuelos y padres.
De ese nuevo género, LFC y sus colegas mexicanos de Café Tacuba son pioneros y representantes clásicos. Pero si el grupo liderado por Nrü abasteció con sofisticada música las expectativas de los jóvenes inquietos y sensibles, LFC llenó de gozo a los chicos y chicas sencillos, que siguen creyendo en una Latinoamérica unida. Aquí, en tiempos de Vicente Fox, pero fundamentalmente en tiempos del Subcomandante Marcos, la nueva juventud mexicana, ubicada entre los 15 y los 25, necesitaba una voz con la que hacer escuchar sus disconformidades y alegrías. Esa voz la encontraron en una banda veterana como los Cadillacs. Para los jóvenes mexicanos, increíblemente, la camiseta albiceleste es un símbolo de libertad y rebeldía. Y están dispuestos a defender los colores de LFC, aunque muchas veces no entiendan del todo la música de los últimos discos o no soporten demasiado a un invitado como Norberto Minichillo que vocifera temas como “La pomeña” o “Dale tu mano al indio”. Así son las cosas en este lado del mundo, donde los Cadillacs pueden hoy darse el lujo de reverdecer los laureles del rock argentino en tierra azteca y así afrontar un año de gira intensa por América y Europa. ¿Persistirá la fiebre? Todo parece indicar que sí.
“Tienen que estar orgullosos”
Los Cadillacs llegaron a México precedidos por las saludables cifras de venta de Hola y Chau, los discos registrados en vivo en Obras el año pasado con los que se despidieron de su sello BMG. Con los locales Panteón Rococó como teloneros, la banda de Flavio y Vicentico puso el Palacio de los Deportes al rojo vivo con títulos como “Matador”, “Piraña”, “Vos sabés”, “Calaveras y diablitos”, “Demasiada presión” y “Mal bicho”: semejante andanada, junto a la atinada decisión de no poner sillas en la platea, propició un pogo interminable en el lugar. Utilizando un bastón debido a una lesión en la rodilla, Vicentico le habló al público para recomendar que “recordemos a los niños que fuimos”, para más tarde hacer alusión a la causa zapatista: “Tienen que estar orgullosos de su lucha”, dijo en medio de una ovación. Frente a una masa de gente en la que abundaban las camisetas de Argentina y de Boca, el grupo liquidó la faena en la capital mexicana con números indestructibles como “Vasos vacíos”, “Manuel Santillán, el león”, “Los condenaditos” y “Carnaval toda la vida”. Y fue, efectivamente, un carnaval.

1 comentario:

MAYTE GB dijo...

¡WoW! Me encantó, neta, muchísimo.