martes, 9 de septiembre de 2008

GIL Y MILTON



Cinema trascendental, Maiakovski, las preocupaciones de los padres por sus hijos, enfrentados al dilema de darles más o menos libertad, la bossa nova y por encima la luminosa sombra de Antonio Carlos Jobim, todo eso y más construyen un acontecimiento musical importante en Brasil.
Si en el 2001, Milton Nascimiento y Gilberto Gil se juntaron deliberadamente para hacer, con las reminiscencias de su amada Elis Regina, el prodigioso Gil & Milton, esta vez es la casualidad la que los une en un lanzamiento simultáneo de dos trabajos discográficos recientemente salidos del horno y que ya tienen destino de clásicos.
Con la producción de Liminha (productor y ex bajista de Os Mutantes) y manteniendo de aquella banda del 2000 a Sergio Chiavazzoli en la mandolina, el ex Ministro de Cultura de Brasil vuelve a sus canciones originales (desde Quanta, en 1997, que Gil no lanzaba un disco con sus propios temas) para entregar Banda larga cordel -Banda ancha, en la traducción al español- (UNIVERSAL).
Con 15 piezas y un cover (“Formosa”, de Vinicius de Moraes y Baden Powell), el sexagenario compositor y cantante vuelve a echar raíces en la música sertaneja, con un sonido festivo y multicolor que remite a la banda sonora de Eu, tu, eles, el filme de Andrucha Waddington que Gil musicalizó en el 2000. Como viajando en su pau de arara, el célebre bahiano nacido en 1942, comienza con “Despedida de soltera”, una canción de banda popular instrumentada al mejor estilo Kusturica y la No Smoking Orchestra, aunque sin la pomposidad del serbio y todo el humor lírico de las historias de la gente sencilla (en este caso la de una muchacha que decide casarse con otra).
Porque nada es ampuloso en Gil, sobre todo desde que a causa de los discursos políticos que tuvo que dar al frente de su ministerio, su voz quedó velada por una pátina que le quitó estridencia y brillo, pero dejó intacta la afinada hondura a que nos tiene acostumbrado su conocido estilo interpretativo.
No es el caso del hijo dilecto de Minas Gerais a quien la edad, según el humorista Edson Aran lo viró hacia una versión más joven de la octogenaria Dona Ivone Lara (sobre todo por el botox que ha hecho estragos en el rostro de Milton, de 66 años), pero en cambio mantuvo fresca su voz maravillosa.
Es el cantar estremecedor de “Bituca” Nascimento lo que pone en el centro de la escena musical a un siempre joven Antonio Carlos Jobim en Novas bossas (Warner). La raíz familiar se mantiene con la presencia de Paulo Jobim, hijo del genial autor de “Insensatez” y “Chega de saudade”, en la guitarra, con el piano de Daniel Jobim, nieto del patriarca fallecido en 1994 a los 56 años, el contrabajo oportuno de Rodrigo Villa y la batería legendaria de Paulo Braga, contemporáneo de Milton y quien acompañara al maestro Jobim en su tiempo. Son precisamente Braga y Villa los que parecen adaptarse mejor al fraseo peculiar de Nascimento, quien, como decía Elis Regina “si Dios cantara, tendría su voz”. Es ese modo de estirar la melodía hasta un límite que casi la convierte en otra lo que convierte al mineiro en un cantante extraordinario. El pianismo dramático y protagónico de Daniel Jobim, a quien algunos críticos se han apresurado a equiparar con el de su abuelo, suena un tanto desajustado en varios tramos, aunque ese primer plano de los teclados bien podría ser una elección del productor Chico Neves.
Como sea, la voz de Milton todo lo salva en este paseo fantástico por temas clásicos como “Caminhos cruzados”, “Samba do avião” o el memorable “Chega de saudade”, en el que Milton hace ostentación de su arte inconmensurable.
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