viernes, 2 de enero de 2009

ENTREVISTA A ÁNGELES MASTRETTA PARA EL PERIÓDICO CRITICA DE ARGENTINA


Como ella misma dice en el blog Puerto libre, que lleva el nombre de su libro de ensayos publicado en 1993 y que ha comenzado a escribir hace apenas 15 días para el periódico español El País, Ángeles Mastretta (Puebla, 1949) está viviendo una gloria renovada. “Últimamente me ando sintiendo en la cresta del reconocimiento”, dice en su cuaderno de bitácora electrónico, la experiencia que cuestiona un poco Mercedes Casanova, la agente literaria de la autora de Arráncame la vida, a raíz del fervor con que Ángeles se ha dado a la tarea de escribir un texto diario y de jugar con la Internet, el espacio “que nos iguala y donde nadie me trata de usted”, según nos confiesa.
Su transcurrir en la cresta de la ola es fruto de la versión cinematográfica de Arráncame la vida, una película que gracias al protagónico del mexicano Daniel Giménez Cacho, mediante un trabajo para el que el afamado actor de La mala educación ha tenido que engordar 12 kilos, se ha constituido en un verdadero fenómeno de asistencia de público en México. Con casi dos millones de personas que la han visto desde su estreno, el 12 de septiembre, la cinta dirigida por Roberto Sneider encabeza la lista de películas mexicanas con mayor éxito de audiencia e ingresos de los últimos años.
La novela de Mastretta, cuya historia transcurre en 1932, fue publicada por primera vez en 1985 y hasta ahora ha sido traducida a 80 idiomas.
La saga de Catalina (que en la película interpreta la bellísima actriz Ana Claudia Talancón), la mujer que en su adolescencia profesa un amor sumiso por el general Andrés Ascencio, con quien se casa cuando ella apenas tiene 16 años y que luego se enamora de un joven y libertario director de orquesta, es ya un clásico de la literatura latinoamericana contemporánea.
La autora se mostró desde un inicio muy entusiasmada con el proyecto de llevar al cine su Arráncame la vida y de hecho colaboró con Sneider en la adaptación del guión. La película tuvo un costo de casi 7 millones de dólares, cifra por la que se constituyó en el filme más caro de la historia nacional. Por contrato “muy firmado” –como asegura Mastretta- la escritora se había comprometido a no entrometerse para nada en la elaboración de la película, pero el director parece haber cedido a sus encantos cuando, habituado a la presencia de la autora en los escenarios de filmación, comenzó a hacerle consulta tras consulta.
Hoy, Ángeles Mastretta puede decir sin sonrojarse que incluso hay escenas “como la de la relación sexual que Catalina, que está embarazada de Ascencio, tiene con un ex compañero de la escuela”, que se mantuvieron en la cinta definitiva gracias a su insistencia.
Va de suyo que la también autora de Mujeres de ojos grandes (1990), Mal de amores (1996) y Ninguna eternidad como la mía (1999), entre otros, está encantada con el éxito que ha tenido la película y vive con entusiasmo sus tareas de promoción en los círculos cinéfilos destinados a encarrilar la cinta rumbo al Oscar y al Globo de Oro.
Recientemente ha estado en Los Ángeles, en una función especial para la prensa extranjera, superando con estoicismo los contratiempos que conlleva ser sapo de otro pozo entre productores de filmes, periodistas especializados y hoteles que no proveen pantuflas. “Como tengo aires de princesa doy por hecho que en todos los hoteles hay zapatitos de toalla para andar descalza dentro de ellas en vez de pisando el tapete verde mugre que tenía mi cuarto. No había, pero perdí el tiempo preguntando por unos”, escribe en su blog.
Su Majestad Mastretta es, efectivamente, un miembro de la realeza azteca; el gran sacrificio de su madre, que fundó una escuela de baile para poder mantener a la familia cuando se quedó viuda a los 46 años y cinco hijos, le permitió seguir estudiando en los carísimos colegios privados donde también iban sus vecinos del barrio residencial que habitaba. Además, la escritora, que vende como pan caliente cualquiera de sus libros de ensayo o de reflexión sociológica a los que se viene dedicando últimamente, ocupa junto a su marido, el analista político y escritor Héctor Aguilar Camín, un sitio de privilegio entre los intelectuales mexicanos, gozando de una popularidad que no cede con el paso del tiempo.
Hay que decir también que la obra un tanto breve de Ángeles Mastretta y su afición a las historias melodramáticas, con orientaciones femeninas y un tanto folclóricas, le han retaceado un sitio confortable allí donde se cuece la alta literatura. Es poco probable que aparezca en las revistas de teoría literaria y mucho menos que algunos de los escritores de la nueva generación en México que alaban sin pudor a sus antecesores, por caso Carlos Fuentes o Sergio Pitol, la tengan en cuenta a la hora de justipreciar el corpus literario nacional.
Injustamente se la ha puesto en el grupo de las mujeres que escriben sobre agua y chocolate, en un paradigma de marketing que refiere tanto a la chilena Isabel Allende como a la mexicana Laura Esquivel o la muy menor también chilena Marcela Serrano. De todas ellas, es probable que Mastretta esté más cerca de la dominicana Julia Álvarez o de la colombiana Laura Restrepo, por el cuidado del lenguaje que dichas autoras profesan.
Ella, Ángeles, tan fina, hace como que no se entera de lo muy resistida que es en los círculos literarios “serios”. Al fin y al cabo, no le falta razón cuando apunta que son pocas las críticas publicadas en su contra (“más bien me ignoran”, admite) y que después de todo, sin que nadie se diera cuenta, un buen día del año 1997 México amaneció con la primera mujer en la historia en ganar el prestigioso premio literario Rómulo Gallegos. Era Mastretta, que había ganado contra todo pronóstico por su novela de 1996, Mal de amores.

Tarde de Ángeles

Estamos por hacer frente a lo que en México se llama “bomberazo”, es decir, una circunstancia azarosa que compele a una resolución inmediata. Es Ángeles al teléfono que pide disculpas por sus problemas “con las certezas” y pensar erróneamente que ya nos había avisado que la entrevista se llevaría a cabo “hoy, es decir, dentro de media hora”.
Por suerte Mastretta vive en una colonia accesible, la San Miguel de Chapultepec, a poca distancia de donde el martes, a la misma hora en que se empezaban a recibir los primeros resultados de las trascendentes elecciones estadounidenses, caía un jet que llevaba a bordo al secretario de gobernación Juan Camilo Mouriño, el segundo hombre más poderoso del país luego del presidente y al número uno de la lucha contra el narcotráfico, Santiago Vasconcelos.
“Todo esto es tan raro, ¿escuchaste el discurso del presidente? Eso de que hay que investigar hasta las últimas consecuencias. ¿Qué quiso decir?”, pregunta sin esperar respuesta.
Es una mujer diminuta y agraciada. Va a cumplir 60 años y parece de 45. Muy delgada y vivaz, se pasea nerviosa por los interiores de una enorme mansión con parque, jardines, escaleras de madera clara y amplios ventanales. La inminente llegada del fotógrafo la ha puesto en pie de guerra frente a su propia imagen. En media hora hay que resolver todo: la entrevista, las fotografías, el maquillaje. Ante la sugerencia de que vistiera un hermoso saco pintado a mano diseñado por el modisto Armando Mafud, famoso por incorporar las tradiciones mexicanas a sus prendas, Ángeles se preocupa por la luz del día. “Es que ese saco es de noche y si me sacan en el jardín con un traje de noche, voy a parecer una loca”, se disculpa.
De pronto desaparece.
Su estudio tiene el tamaño de un departamento con dos recámaras, no hay un orden obsesivo, pero lucen los objetos hermosos: un cuadro, un papelero de plata, una colección de piedras redondas de ónix provenientes de Puebla, la computadora ultramoderna de pantalla líquida…
Cuando la autora entra en escena nuevamente, luce perfectamente maquillada. “Ya está, lo más importante es el maquillaje. Luego vemos lo de la ropa”, dice. Inquieta y espontánea, el luego es “ahorita” y desaparece otra vez entre sus closets, de donde elige un traje blanco de estilo oriental al que le adosa un chal con tonos lilas y verdes. Ángeles sigue al fotógrafo rumbo al jardín y posa con experiencia y seriedad. No quiere reírse mucho, “porque no quiero parecer una loca”, insiste.
Tiene miedo del frío en este invierno adelantado que padece México, pero acepta cambiarse y hacer las fotos con el saco de Mafud. “Sí, es una belleza”, concede encantada. En una de las salas, sus hijos veinteañeros Catalina y Mateo conversan con unos amigos. “Que ellos anden por aquí me inhibe un poco para las fotos. Nunca quise darme importancia con los amigos de mis hijos”, pregona.
Antes de encender el grabador, suena el teléfono. Es el esposo. “Fíjate, me llama para decirme que después me va a llamar. Ay, los maridos, qué cosa rara, ¿no?”, dice ella que de maridos sabe un rato; al fin y al cabo, a los esposos les dedicó su último libro, un compilado de historias de parejas en donde afirma que “los maridos son un estado de ánimo”.
Comienza la entrevista, que duró casi dos horas de las tres que estuvimos en su casa.

- Dice Andrés Calamaro que al rock le dio la vida, ¿usted le dio la vida a la literatura?
- No. La literatura me da vida a mí. La vida se la doy a las personas que quiero y para eso necesito el alimento que me da la literatura.
- ¿La vida familiar pudo ser compatible fácilmente con la vida literaria?
- Sí, yo tuve esa fortuna. Los niños iban al colegio y yo escribía y además vivo con un hombre excepcional que también escribe. Los dos somos escritores y crecimos juntos, literariamente hablando.
- Parece funcionar bien la pareja de escritores…hay muchos casos.
- Seguramente por el otro pasa parte de lo que uno escribe, sin lugar a dudas. Nosotros no leemos nuestros respectivos libros mientras los estamos escribiendo, sino que los leemos cuando los tenemos terminados. Nos vamos contando las historias, eso sí. Es parte de la diversión.
- ¿Ese hombre excepcional del que usted habla es también para usted un gran analista político, un buen escritor?
- Es todo eso y también la neurosis propia de ser todo eso. Es un gran escritor, tiene una mirada excepcional para ver el mundo y para analizarlo, lo cual es muy difícil. Yo tengo una buena mirada para ver, pero no tengo ningún interés en hacer análisis políticos. Los hago mientras voy escribiendo, casi te diría que se hacen solos. Si fulano es un perverso y se para chueco, quizás con eso esté haciendo una teoría política en torno a uno de mis personajes, pero esa capacidad de síntesis que tiene Héctor para decir tres frases y concebir dar toda una idea es excepcional. Y cuando digo excepcional, quiero decir que no hay nadie que yo conozca que pueda hacerlo tan bien como él.
- ¿Coincide siempre con sus apreciaciones políticas?
- Con las que publica sí. Las otras se arreglan en casa.
- ¿Vivir en México ha sido difícil precisamente por ser Héctor un escritor dedicado a la política?
- No podríamos vivir en otra parte así que ni se nos ha ocurrido pensar en qué tan difícil es. Héctor es muy de ciudad, lo suyo no es el campo ni el mar. Y es muy de México. Entonces, ¿dónde va a vivir? No le queda otro remedio que vivir en el ombligo del país. Yo nací en Puebla y qué bueno que no que me quedé porque el de allá es un mundo que cerca mucho, es muy avasallador y silencia. El universo público, político, sigue siendo como el de Arráncame la vida. Hay una parte en que la gente está mermada por vivir allí. Mi hermana vive en Puebla porque es muy valiente, se dedica a la ecología y está enfrentada al gobernador.
- Para colmo los últimos acontecimientos políticos en Puebla han dificultado aún más las cosas…(N.d.R.El gobernador poblano, Mario Marín, fue protagonista de un escándalo cuando mandó a apresar y a torturar a una periodista que investiga abusos de menores por parte de poderosos empresarios)
- Sí, además, ¿cuáles son los últimos acontecimientos políticos en Puebla? Siempre hay uno nuevo.
- Así y todo, ¿qué encuentra cada vez que regresa a Puebla?
- Ay, tú no te das una idea de lo mucho que gozo cada vez que voy. El campo es hermoso, ¿viste las escenas campestres de la película? Así es Puebla. Los volcanes, las flores, mi hermana vive por ahí y ese es mi horizonte en Puebla. Casi ni voy a la ciudad. El centro de la ciudad, donde está filmada la historia, también es muy bonito, pero hay otros espacios horrendos, donde te da vergüenza estar.
- Contra todo consejo de otros escritores, se metió de todos modos en el desarrollo de la película…
- Sí, contra todo consejo. Es más, a mí me pidieron que firmara un contrato donde me comprometía a no intervenir para nada en la filmación de Arráncame…, pero soy muy curiosa y el director Roberto Sneider es muy generoso, así que hicimos una buena mezcla. Él comenzó a preguntarme, yo a contestar, y sin darme cuenta estaba prendidísima de la historia y no quería dejarla. Finalmente, he tenido que aceptar que es su historia. La disfruto muchísimo, pero como siempre pasa en estos casos, hay cosas que no hubiera filmado y otras que sí y viceversa. Sin embargo, no le quitaría nada, al contrario, le pondría un poco más.
- ¿Tal vez algo más de contexto histórico que se narra en la novela, pero que está diluido en la película?
- No, a mí el contexto histórico no me importa tanto. No se puede dar más del que ya se dio en lo que dura el filme. Lo que hace falta es contar la historia de ella, que es lo central. Tal vez me hubiera gustado que el enamoramiento fuera más intenso y el desamor más dramático, a eso habría que haberle dado más tiempo.
- Entre los dos hombres, las mujeres se quedan con el militar Ascencio…
- Mi hija también piensa eso. Claro que el Ascencio de la película es un encanto…aunque el de la novela también, ¿no? Bueno, como fuere, yo no lo quise hacer tan encantador y hay muchos lectores que no lo ven tan encantador. La historia transcurre en Puebla en la época en que gobernaba Maximino Ávila Camacho, el hermano de quien luego fuera presidente de México. Hay bastantes rasgos comunes entre Ascencio y este político poblano.
- ¿Cuál será el secreto de Arráncame la vida, ese que le hizo vender más de un millón de copias; será el tratamiento de la sexualidad femenina?
- Bueno, ese creo yo es uno de los secretos porque le gusta mucho a las chicas jóvenes, ese descubrimiento de la sexualidad femenina. Aunque he de decirte que se me han acercado mujeres de 30 años para decirme que gracias al libro descubrieron cosas de su propia sexualidad. Imagínate. Otros secretos los desconozco, porque sino haría un libro así por año y sería millonaria.
- ¿Y el secreto de su popularidad? Cada vez que va a la Feria del Libro de Guadalajara, sus libros se agotan en el día…
- Qué increíble, ¿no? El año pasado fui con Maridos, que no es una novela, pero se vendió íntegro. No sé, yo siempre tengo un miedo espantoso. Ahora con este blogcito que estoy escribiendo, me lleno de horror. Escribo cinco líneas y las borro, soy muy insegura.
- Acaba de cumplir los 80 Carlos Fuentes…
- Ah, ese sí es muy seguro de sí mismo, ¿ves? (risas)
- ¿Usted es su amiga?
- Sí, vivo el homenaje que se le está haciendo, con cariño. Él es un auténtico caudillo de nuestra literatura, sé que no le gustaría que se lo dijéramos, pero lo es. Creo que él representa un último modo de ser en nuestra literatura, no quiero decir que no aparezca alguien que sea tan querido como él, pero…
- ¿Se ha terminado el tiempo en que la literatura mexicana necesitaba un presidente?
- Exacto, hay muchas variantes, conviven escritores de todas las edades, hay nuevos géneros.
- ¿Con quiénes comparte sus miedos literarios?
- Una de mis grandes lectoras entre los escritores mexicanos es María Luisa Mendoza, “La China”, que es más o menos de la edad de Carlos Fuentes. Con ella tengo una excelente comunicación literaria, tenemos gustos muy parecidos, la conocí de muy chica cuando fui a hacerle una entrevista con avidez. Luego soy muy amiga de todos los escritores que están en la revista Nexos, los Pérez Gay, ese extraordinario personaje que es Luis González de Alba, tan buen escritor y tan delicioso como persona…en fin, creo que todos los escritores en México nos llevamos bastante bien. Luego pasa que vivir en esta ciudad tan grande, tan tremenda, te impide ver a gente que vive en la otra punta. A veces me pregunto, ¿por qué no veo más seguido a Elena (Poniatowska)? Claro, cómo la voy a ver a menudo si ella vive en el sur…
- Claro, Chimalistac es otra ciudad en el Distrito Federal…
- (risas) Sí, eso es el sur sur…
- ¿Hubo otro México mejor que este?
- No lo sé y no me importa mucho. El México que me interesa es el de mis hijos, el de ahora. Te voy a decir: el México de ahora es mejor que el de antes. Es más sucio, está superpoblado, abunda el mal y el mal se expresa en sus manifestaciones más bárbaras, pero así y todo es mejor.
- ¿Por qué?
- Porque lo podemos decir. Antes, cuando emitías una opinión acerca de cualquier político o situación política, corrías peligro, te encarcelaban o directamente te mataban. Esta sola circunstancia hace que vivamos en un México mejor.
- En un México también más desilusionado, porque el cambio del PRI al PAN en el 2000, luego de 71 años de lo que Vargas Llosa llamó la “dictadura perfecta”, fue un fiasco…
- Ah, no. Yo no me desilusioné. Nunca creí en Vicente Fox y siempre supe que era el baboso (imbécil) que demostró ser. Nada me da más gusto y me siento muy sabionda por eso. Nadie en mi familia me apoyaba, mira esa foto de mi madre, que participó en las elecciones del cambio cuidando las urnas; para ella que había sufrido al PRI durante toda su vida, Fox era la solución. Por suerte vivió para darse cuenta de que no era ninguna solución. Claro que no voy a negar que el solo hecho de que dejara de gobernar el PRI resultó una alegría para muchos mexicanos.
- Ahora, no es para reírse, pero siempre se las arreglan los mexicanos para generar noticias que tapan a las noticias por las que se interesa el mundo…
- ¿Qué te parece? Es verdad, el martes la noticia mundial era Obama y todos estábamos prendidos a la televisión, cuando de pronto se cae el avión que llevaba al Secretario de Gobernación. Lo que pasó es una tragedia y se mezcló con la alegría que nos dio el hecho de que Obama ganara las elecciones en los Estados Unidos. Qué te puedo decir, es muy raro, espero fervientemente que haya sido un accidente, pero tal como están las cosas en México, es muy sospechoso y es terrible, que perdiera la vida un político tan joven, padre de tres niños pequeños…en fin, es horroroso.
- Acaba de morir su madre, ¿cómo era ella?
- Tuve una madre muy presente, muy vital y muy generosa, que acaba de morir. Se fue muriendo poco a poco durante un año y se murió muy a su pesar. Tenía 83 años y estaba perfecta. Caminaba un kilómetro por día, se cuidaba mucho y pensábamos que iba a vivir por lo menos hasta los 90, los 94. La muerte es algo violento para mí. Soy súper agnóstica, será por eso. La muerte de mi madre, aunque haya sido una viejita, me enfurece. La muerte no es natural, es un acto de violencia. Todo el mundo sabe que se va a morir, pero todo el mundo vive como si fuera eterno, porque de otro modo no se podría vivir. No me conforma con que algunos me digan que mi madre se fue al cielo. Qué lindo sería eso, que yo pudiera mirar al cielo y decirle: - Mamá, mira qué bien me fue con la película, pero no es así. Ella estará en el cielo, pero yo tengo una cita acá en la tierra. (Se pone a llorar con desconsuelo).

Los libros que vienen

Tiene razones Mercedes Casanova, la agente literaria de Ángeles Mastretta, para estar intranquila. La autora se ha abocado tanto a la escritura de su blog, que ha dejado parados los dos libros que tiene en preparación. “Encima por lo del blog no gano nada, lo hago gratis. Pierdo un dineral cada día, Mercedes me va a matar”, comenta Ángeles entre risas.
Entre los libros que vienen, está la contracara de Maridos, relatada por el personaje femenino de ese libro de historias de parejas, Julia Corzas. “Julia Corzas tuvo varios maridos, el primero: su abuelo; el segundo, su padre, el tercero, fantasma y con el cuarto se casó” rezan las primeras líneas. “Eso es todo lo que escribí hasta ahora”, dice Mastretta como alumna a punto de explicar por qué no hizo la tarea.
El otro libro buscará contar la historia de sus padres. El hecho fantástico de que en la casa familiar de Puebla ahora haya dos urnas con las cenizas de su madre, que acaba de morir, y con las de su padre, muerto hace 40 años y recientemente exhumado.

El affaire Bolaño

“Y aprovecho este paréntesis para agradecerle una vez más al jurado esta distinción, especialmente a Ángeles Mastretta”, dijo el chileno Roberto Bolaño (1953/2003) cuando recibió en 1999 el premio Rómulo Gallegos. La escritora mexicana fue la única en el jurado que había votado en contra de Los Detectives Salvajes, la gran novela latinoamericana de la contemporaneidad. La ironía de Bolaño fue la enunciación de una estética que los enfrentó sin que la autora de Arráncame la vida, que no conocía la obra del escritor chileno, tuviera una participación activa. Más bien era Bolaño el que la llamaba “escribidora”, con notable desprecio. Hoy, a casi 10 años de aquel acontecimiento, Mastretta afirma que “no haber votado por Los detectives salvajes fue un error que pagaré toda mi vida. Qué suerte que ahora lo pueda decir, porque la verdad es que nunca me lo habían preguntado. Sí, yo voté en contra de Bolaño y me equivoqué drásticamente. Es cierto que me gustaba mucho más la novela de Eliseo Alberto, Caracol Beach, al menos lo entendía yo más, pero ahora que Bolaño es un autor de culto y que yo lo he ido poco a poco descifrando, puedo decir que lo respeto, aunque su literatura no sea de las del tipo que a me apasiona”.
“Nunca más vuelvo a votar en contra de todo un jurado, esa tarde perdí mi integridad. La verdad es que entre los fans de Bolaño yo no tengo muchos fans, no me voy a afligir por eso. Más me ha valido entender quién es Bolaño y volverme fan suya”, concluye Ángeles Mastretta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

MAS LE VALE

Anónimo dijo...

Otro libro de ésta escribidora Mastreta.