lunes, 21 de junio de 2010

Las damas de la política y sus atuendos: Dime cómo vistes...

Las mujeres políticas y las esposas de los presidentes y dignatarios están en el centro de la atención también por su indumentaria y su gusto para vestirse.



En un mundo donde las apariencias deciden muchas de las situaciones que deberá afrontar una persona a lo largo de su vida, las mujeres de la política son cabalmente vigiladas por un tribunal mediático que las condena o las premia según criterios misteriosos pero lapidarios. El vestido rojo y negro de Michelle Obama en el discurso de aceptación presidencial o el traje típico que lució Margarita Zavala en el Grito de Independencia, todo converge en una lupa pública que baja o sube el pulgar ante las primeras damas de la moda.

La euforia por el primer discurso de Barack Obama como presidente electo de Estados Unidos no impidió que al día siguiente los medios mencionaran lo que consideraron “una opción desfavorable” en el vestido que lució Michelle, la esposa del flamante mandatario.

Un sondeo de opinión llevado a cabo por el periódico USA Today reveló que 65 por ciento de 10 mil encuestados desaprobó la vestimenta de la abogada y próxima primera dama estadunidense. Se trataba de una prenda negra y roja, diseñado por el modisto cubano Narciso Rodríguez y que Michelle, de 44 años, portó con un escote más cerrado que en el modelo original. El agua no va a llegar al río puesto que doña Obama ya se ha ganado el título de la mujer más elegante de la política en el 2008, otorgado por la revista Vanity Fair.

En México no lo tiene fácil Margarita Zavala de Calderón, quien ha sido numerosas veces criticada por su estilo demasiado sencillo. Al día siguiente de la ceremonia del Grito de Independencia, por ejemplo, los comentarios en taxis y camiones aludían a la apariencia “fodonga” de la primera dama azteca.

Margarita lució para la ocasión una blusa blanca bordada a mano, falda larga lila y rebozo del mismo color. El vestuario fue elaborado en Uruapan, Michoacán, estado del que es oriundo el Presidente mexicano.

Más desfavorable fue el veredicto popular hacia los trajes claros de chaqueta y pantalón que Margarita llevó en sus diferentes encuentros con los Príncipes de Asturias, Felipe y Letizia, en la reciente visita que hicieron a nuestro país. “No va a usted a comparar a esta primera dama con la anterior —opina sentencioso un taxista a MILENIO Semanal—. Martita (Sahagún de Fox) siempre lucía impecable. Ésta, en cambio, nos hace quedar mal a todos los mexicanos”, afirma.

Zavala, nacida en 1967, es una dedicada militante política, habituada a los pantalones de mezclilla y cómodos tenis, la vestimenta apropiada para transitar los caminos en busca de partidarios.

De acuerdo con Octavio Islas, investigador del Tecnológico de Monterrey, campus Estado de México, en un artículo aparecido en el periódico El Universal, “Zavala se presenta como una mujer bella, inteligente, segura y, pese a su amplia trayectoria política, discreta, todo lo contrario de la esposa del ex presidente Vicente Fox”.

Otra primera dama muy observada es Carla Bruni, la esposa del presidente de Francia, Nicolás Sarkozy. Claro que la ex modelo y ahora cantante está más que habituada a las pasarelas y sabe cómo sacar partido de su imagen, por cierto naturalmente muy bien dotada.

El examen más duro fue el primer viaje oficial que la pareja gala realizó a Inglaterra. Carla eligió para el magno acontecimiento un traje gris de Dior que despertó elogios a su paso y que la convirtió, para la exigente prensa británica, en “la versión europea de Jackie Kennedy”.


Michelle Obama Foto: Joe Raedle/ AFP


Cómo visten las meras meras
Más allá de que las primeras damas de las naciones cumplan o contravengan determinados códigos de vestuario o comportamiento, leyes no escritas pero férreas determinan, por ejemplo, que “ahora que Michelle Obama está en la Presidencia va a tener que dejar de usar esas minifaldas”, como dijo un simpatizante en la televisión estadunidense. Lo cierto es que el peso es mayor en las mujeres que tienen un mandato específico y propio.

“La mujer política, a diferencia de la esposa del Presidente, es una figura con fuertes connotaciones masculinas. La ciudadanía busca seriedad, proximidad y seguridad. La mujer tiende por ello a adoptar patrones masculinos. Si nos fijamos en las mujeres que han triunfado en política, como Ángela Merckel o Margaret Thatcher —que fue portada de Vogue— todas aparecen sobrias, austeras, camuflando su hipotético interés por la moda”, explica la española Patrycia Centeno en un informe elaborado para la Universidad Pompeu Fabra con el título “Política y Moda, los políticos de los pies a la cabeza”, donde insiste en que “si uno se detiene a pensar en las mujeres que han logrado un peso político, en nuestras mentes se sucederán imágenes de mujeres políticas, pero no de políticas femeninas”.

Un ejemplo de la masculinidad llevada al extremo en una mujer de mando fue sin duda el que impuso la ex Dama de Hierro de Inglaterra, Margaret Thatcher. Se movía como un hombre, pensaba como un hombre, vestía como una mujer, pero era ¡La Thatcher!. Gobernó a Gran Bretaña entre 1979 y 1990, y aunque hoy su demencia senil le impida recordar los tiempos en que devolvió Hong Kong a los chinos, entabló una guerra con Argentina o derrotó cruelmente la huelga de mineros más grande de la historia británica, Thatcher ha pasado a la historia como uno de los gobernantes contemporáneos más despiadados y rudos. La famosa diseñadora inglesa Vivienne Westwood llegó a decir: “Para mí, Margaret Thatcher ha sido siempre una de las mujeres mejor vestidas del mundo. Su política era terrible, pero su look la dotaba de una presencia increíble”.

“Como el de todo verdadero ícono, el estilo de Margaret Thatcher es fácilmente identificable y gira en torno a una serie de elementos básicos que se repiten con ritmo y regularidad: el fantasmagórico y excéntrico peinado batido, las perlas (muchas perlas), los broches, los tacones, el bolso rígido, el tailleur (siempre de falda)”, describe un especialista en un foro de internet.

Los tiempos actuales parecen haber inclinado un poco la balanza y las mujeres de la política aparentemente están revirtiendo el paradigma descrito por el crítico de arte y periodista español Ignacio Peyró, cuando dijo aquello de que las gobernantas “tienen mejor voluntad que piernas”. Una precursora fue sin duda Carmen Alborch, ministra de Cultura durante el gobierno socialista de Felipe González.

La ex funcionaria y ahora exitosa escritora, de gran melena rojiza, siempre ataviada con ropa llamativa, muchas veces diseñada por su modisto favorito, el español Jesús del Pozo, respondió así a la pregunta que le hiciera un periodista del diario El Mundo sobre por qué se vigila tanto la vestimenta de las mujeres dedicadas a la política: “Porque aún parece que resulta extraño que estemos en determinados espacios. Decimos por un lado que las mujeres cuando están en el poder o acceden a determinados sitios se masculinizan porque no hay referentes de otras mujeres y, sin embargo, cuando hay mujeres que no se masculinizan en el sentido de la estética llaman la atención y entonces hay un intento de devaluación”.

Volviendo a México, mucho se comentó y criticó el cambio de imagen de la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Rosario Robles, quien, como describe la periodista Adriana Cópil: “Gracias a que una intervención quirúrgica con láser le corrigió la miopía y el astigmatismo, su rostro se liberó, a fines del 2002, de los toscos anteojos de pasta que la habían caracterizado desde décadas atrás”.

Faldas más cortas que dejaron ver sus bien torneadas piernas, un maquillaje impecable y una mirada siempre brillante, le dieron carácter de mujer deseable y atractiva a la ex perredista.

El mismo proceso de tránsito de política seria y con ropas impersonales a mujer seductora, lo vivió la ex ministra de Medio Ambiente de Argentina, María Julia Alsogaray, “símbolo de la orgía menemista, de la frivolidad y la corrupción que signaron la década de los noventa”, según el periodista Jesús Serrano.

Eran los tiempos del gobierno de Carlos Saúl Menem, cuando el peso argentino estaba uno a uno en paridad con el dólar estadunidense y se instituía aquello ahora tan parodiado de “pizza con champán” en las costumbres de una sociedad entregada al lujo falso y a la ostentación. Alsogaray, emergente de un partido de la ultraderecha argentina, se había dejado fotografiar en una revista semanal de gran tiraje, ligera de ropas y vistiendo como única prenda un costoso tapado de piel.



Las fashion victims

Entre las políticas apresadas por la imagen aparece una lista encabezada sin duda por la líder de los maestros mexicanos, la controvertida Elba Esther Gordillo, quien usa bolsas Louis Vuitton y Prada valuadas en 50 mil pesos. Sus marcas preferidas son Chanel, Roberto Cavalli, Tiffany y Prada. “Para ordenar y mantener la enorme cantidad de prendas que tiene, la maestra mandó hacer un vestidor computarizado que costó un millón de dólares y que es parecido al que tiene la reina Isabel II de Inglaterra. Y para conservar “oxigenados sus abrigos de pieles” Elba Esther adquirió un refrigerador de 250 mil dólares.

Otra de sus debilidades son las cirugías plásticas. La líder del sindicato magisterial contrató una membresía en las mejores y más exclusivas clínicas de Londres para tener derecho a hacerse una cirugía al año, lo que le significó un gasto de 200 mil dólares”, revela un artículo publicado en La Tarde, de Reynosa, Tamaulipas.

Un periplo similar parece estar recorriendo la presidente de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, quien ha sido muchas veces criticada por la casi obsesiva preocupación en el cuidado de su aspecto físico.

La ex senadora siempre fue una mujer atractiva y su privilegiada posición económica le permitió lucir a menudo ropa de las grandes marcas, pero en el ejercicio del poder presidencial, esa tendencia se ha acrecentado al punto de que en su reciente visita a París, en abril de este año, “en menos de 48 horas la Presidente estrenó tres diseños bien europeos para combinar con el glamour parisino”, según revela el periódico Perfil. “El cuidado por el aspecto es tan obsesivo que hasta en ella desata humoradas: ’Yo ya nací maquillada’, suele decir”.

El derecho a ser ellas mismas

Por detrás y debajo de todas las críticas, comentarios, elogios que se realizan en torno a la imagen de las mujeres políticas, ¿hay algo que pueda ser emparentado con el sexismo? Es decir, ¿se vigila tanto la imagen de los hombres como la de las mujeres?

“Vivimos en una sociedad patriarcal y en política a las mujeres todavía se nos juzga con un baremo (un criterio) distinto al de los hombres”, asegura la vicepresidente de España, María Teresa Fernández, en un informe publicado en El País.

“En los años setenta también había una discusión de no tener comportamientos de pequeños burgueses, como pintarse, arreglarse… y siempre me pareció una tremenda estupidez”, dijo Cristina Kirchner al periódico chileno El Mercurio.

No les falta razón a las damas del poder que se quejan cuando son demasiado criticadas por el vestido o el peinado, pero nada indica que en un futuro cercano, en las ceremonias públicas, no tengamos los ojos puestos en aquello que se puso o no se puso la mujer política de turno.

La Cenicienta chilena


Michelle Bachelet, la presidente de Chile, renovó el mito de Cenicienta al perder el zapato en la inauguración de uno de los cuatro estadios construidos para albergar a las participantes del próximo Mundial de Futbol Femenino Sub-20. Al dar el puntapié inicial a la pelota, Bachelet causó la hilaridad de los presentes y de ella misma, disculpándose con humor: “No me puse los zapatos adecuados para la ocasión”, dijo.

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