lunes, 31 de mayo de 2010

PAUL MCCARTNEY, EL CHICO CON CARA DE NIÑO



Para Paul McCartney (Liverpool, 18 de junio de 1942), el tour de este año que incluye, entre otros escenarios de enorme trascendencia, una actuación en la Casa Blanca y un concierto privado para recaudar fondos destinados al legendario Teatro Old Vic de Londres (que dirige el actor Kevin Spacey) en su 192 aniversario, esta no es la gira del adiós.
Sin embargo, en julio del año pasado, las agencias de noticias explotaron con la bomba de que el músico, de 67 años, estaba planeando su final antes de cumplir 70 y de que “los efectos del yoga y el vegetarianismo ya no puedan evitar la lógica decadencia física” (sic), habría dicho un asistente del músico sin dar a conocer, obviamente, su nombre.
Lo cierto es que Paul no se va este año. Así lo aclaró el propio músico en agosto del 2009, en declaraciones efectuadas al Boston Herald. “Lo único que puedo decir es que no me retiraré. Es como el mito de Paul is dead. Hablé del un supuesto retiro en sólo una ocasión y mi respuesta fue No Way, José (sic). Se ve que alguien interpretó mal eso”, dijo el famoso ex beatle.
McCartney afirmó que quiere seguir tocando en vivo "lo más que pueda". "Tanto como la gente quiera venir a verme, seguiré con esto. Es muy fácil empezar con rumores de cualquier tipo", afirmó el autor de "Yesterday".
Si los conciertos que el 27 y 28 de mayo que Paul brindó en el Foro Sol de México marcan el final está por verse, tampoco es probable que haya sido la última oportunidad que tuvo el público local de disfrutar de su música en directo, si se confirma la noticia de que en 2012 McCartney dará un concierto en la zona arqueológica de Chichen Itzá.
Lo cierto es que con el inmenso Abe Laboriel Junior en la batería, Brian Ray y Rusty Anderson en las guitarras y Paul Wickens en los teclados, el mítico bajista de dedos mágicos encandiló a una fanaticada que ha marcado récord de tiempo en la compra de los boletos, hasta agotarlos en pocas horas, como el mismo McCartney destaca en su página oficial.
Un repertorio vasto de 35 canciones (más tres o cuatro de pilón) que, obviamente no alcanzó a cubrir ni la cuarta parte de su extensa discografía (con los Beatles, con Wings, en solitario…), marcó el encuentro del ex beatle, después de ocho años, con sus admiradores mexicanos. Aquí van, estas son, estas fueron:
1. Venus And Mars
2. Rock Show
3. Jet
4. All My Loving
5. Got To Get You Into My Life
6. Highway
7. Let Me Roll It / Foxy Lady (Jimi Hendrix cover)
8. The Long and Winding Road
9. Nineteen Hundred And Eighty Five
10. (I Want to) Come Home
11. My Love
12. I'm Looking Through You
13. Every Night
14. Two Of Us
15. Blackbird
16. Here Today
17. Dance Tonight
18. Mrs Vandebilt
19. Eleanor Rigby
20. Something
21. Letting Go
22. Sing the Changes
23. Band on the Run
24. Ob-La-Di, Ob-La-Da
25. Back in the U.S.S.R.
26. I've Got a Feeling
27. Paperback Writer
28. A Day in the Life / Give Peace A Chance
29. Let It Be
30. Live and Let Die
31. Hey Jude
Encore:
32. Day Tripper
33. Lady Madonna
34. Get Back
Encore 2:
35. Yesterday
36. Helter Skelter
37. Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band (Reprise)
38. The End

Un chico con cara de niño
“Aquel chico de quince años con cara de niño que John iba a conocer esa inocente tarde de verano (sábado 6 de julio de 1957) – un más que colaborador, más que socio, más que hermano, destinado a compartir su vida y vivir en su mente y en su voz durante la siguiente década casi completa- parecería siempre su lado opuesto en todos los sentidos. Y, sin embargo, tanto en sus orígenes como en su ambiente familiar, eran notablemente similares”. Así describe Philip Norman, el biógrafo de John Lennon, el encuentro entre los dos adolescentes ingleses que cambiarían para siempre la historia de la música contemporánea.
Ese chico con cara de niño a que hace referencia Norman nació como James Paul McCartney el 18 de junio de 1942 en Liverpool y la vida le daría en su adultez, entre otros honores, el título de Sir que corresponde anteponer a su nombre de pila. Con sesenta discos de oro y ventas en torno a los 100 millones de discos, con su canción “Yesterday” como la más versionada de la historia de la música (3700 “covers” registrados), no es difícil dimensionar su grandeza artística y mucho menos adjudicarle diplomas que garanticen su sangre real.
“Al igual que John –sigue Norman- Paul había crecido en un ambiente de aspiraciones sociales. Mary, su madre, era enfermera titulada (como la tía Mary de John) que después se convirtió en comadrona a domicilio que trabajaba para las autoridades municipales atendiendo a la gran cantidad de mujeres que todavía preferían dar a luz en sus casas. Esto significaba que, aunque Paul y su hermano pequeño Michael habían crecido en una sucesión de bloques del ayuntamiento para el que trabajaba su madre, siempre habían tenido la sensación de ser ligeramente especiales. Mary McCartney era una mujer refinada por naturaleza que fomentaba en sus hijos el que tratasen de hablar con más “elegancia” que los niños del bloque con los que jugaban”.
Es de familia, entonces, de donde le viene a Sir McCartney ese don de gente más afín con la aristocracia que con su origen obrero y es ese charme que lo caracteriza el que brillará cuando el próximo 2 de junio el famoso ex beatle pise el suelo de la Casa Blanca para recibir, de manos del presidente de EU Barack Obama, el premio Gershwin, renombrado galardón de la Biblioteca Nacional estadounidense.
Antes, claro, de tantos premios y reconocimientos, hubo “un adolescente gordo”, quien cuando John Lennon le apoyó por primera vez una mano en el hombro se dio cuenta de que aquel que se convertiría más temprano que tarde en su otra mitad, estaba borracho.
La diplomacia, la labia
Obligados o no, los fans beatlemaníacos en el mundo entero se dieron a la tarea de elegir entre Lennon y McCartney para identificarse. En la ley de las comparaciones arbitrarias e irracionales, quedaron para Paul las etiquetas de demasiado conservador, cuando no un especulador mefistofélico o una pre-versión masculina de la Yoko Ono que, al decir y sentir de muchos, tejió la trama del eterno descontento del famoso cuarteto de Liverpool.
Dichos sambenitos le cayeron injustamente en la testa y aunque Paul nunca demostró un solo rasgo autocompasivo, ni pidió permiso o perdón por ser el eterno sobreviviente del legendario dúo, en su conocida y estereotipada flema inglesa se puede justificar esa parsimonia con que enfrentó el torbellino de su carrera musical y el vértigo de su transcurrir personal.
“Le desagradaban profundamente de un modo nada liverpooliano cualquier clase de agresión o confrontación abiertas y prefería convencer a los otros de que hicieran lo que él quería mediante diplomacia, encanto y la inocencia muchas veces engañosa de sus enormes ojos castaños”, describe Norman en la profusa biografía de Lennon editada por Anagrama.
Ese rasgo diplomático y conciliador lo ha acompañado siempre y a él le debe McCartney, sin dudas, el haber sobrevivido a numerosas tragedias y escándalos, a los que hizo frente con ese rostro aniñado que, a sus 67 esplendorosos años, aún conserva y que lo ha traído a este nuevo milenio con la fuerza que sólo obtienen aquellos que han ganado mucho, pero perdido en casi igual proporción.
La primera pérdida grande la sufrió McCartney cuando apenas tenía 14 años. En octubre de 1956, su madre murió de cáncer de mama y fue su padre, Jim, quien se hizo cargo heroicamente de la familia y quien le transmitió directamente su amor por la música en una casa humilde pero con piano.
A John Lennon, su alma gemela, lo perdió dos veces. La primera cuando irrumpió en la vida de su amigo la artista japonesa Yoko Ono.
“Entiendo que quiera estar con ella, pero ¿por qué tiene que estar con ella todo el tiempo?”, fue una de las cosas que dijo Paul al referirse a la simbiosis de la pareja. En respuesta a su pregunta, Ono se defendió frente al periodista británico David Sheff: - “Lo que pasó con John fue más o menos lo siguiente: me fui a la cama con un tipo que me gustó y, de repente, a la mañana siguiente, me encuentro con los tres cuñados ahí parados, observándome…”.
Y el propio Lennon al mismo Sheff: “Siempre he creído que hay algo implícito en la canción de Paul “Get back”. Cuando la estábamos grabando, cada vez que él cantaba “Get back where you belong…-Regresa adonde perteneces-, miraba a Yoko”.
Lo cierto es que con Yoko como portadora de un paradigma separatista que la persigue hasta estas fechas, Paul se quedó sin su gran amigo y compañero de creación, con quien mantuvo, luego de la separación de la banda, una creciente rivalidad y controversia que siguió aun después de la muerte de Lennon, en la figura de su viuda. Tanto así que en el 2000, en ocasión de publicarse una antología beatle “mi letra para “Blackbird” se publicó como escrita por John Lennon y Paul McCartney. Y John no tuvo nada que ver con esa letra. Creo que incluso él sería el primero en apoyarme en esto, pero lamentablemente no está aquí para decirlo. Esto ha tomado estado público y aparezco como un hijo de puta que trata de perjudicar a John”, contó Paul al periodista de The Guardian, John Harris, en 2004.
En la biografía sobre Paul escrita por Barry Miles, Hace muchos años, McCartney salda cuentas y escribe en la contraportada: “Te lo contaré como lo recuerdo. Quiero dejar en claro que John era grandioso. Era absolutamente maravilloso y yo lo amaba. Que no se crea que estoy ahora tratando de hacer mi propio revisionismo. Él era fabuloso. Todo lo que digo es que yo también tengo mi versión del asunto, que a veces se ignora. Por eso acepté ser parte de este libro”.
“Produjimos una obra general que no creo que pudiera haber producido él solo, ni yo solo. Era sólo yo quien se sentaba en esas habitaciones de hotel, en esa casa en el ático; no era Yoko, no era Sean, no era Julian, no era George, no era Mimí, no era Ringo. La verdad es que John y yo éramos iguales. Al final, la producción de cada uno resultó más o menos igual. Esa es una de las cosas más asombrosas de todo esto. La gente puede decir: Ah, sí, no era Paul: o no era John sino Paul, pero yo que estuve ahí se que no es cierto. Los otros Beatles saben que no es cierto”, dijo McCartney a su biógrafo Barry Miles.
Cuando muere John
La segunda y definitiva pérdida de Lennon la sufrió McCartney obviamente en 1980, cuando el psicópata Mark Chapman se cargó a John disparándole en la puerta del edificio Dakota, en Nueva York.
“Hoy he intentado refugiarme en el trabajo, pero continúa apareciendo en mi mente. Me siento destrozado, furioso y muy triste. Es ridículo. A veces era algo duro conmigo, pero yo lo admiraba en secreto por ello y siempre me las arreglé para estar en contacto con él. No puede dudarse de que fuéramos amigos, yo quería realmente a ese tipo. Pienso que lo que ha ocurrido hará que en los próximos años la gente se dé cuenta de que John era un hombre de estado de talla internacional. A menudo le parecía un lunático a mucha gente. Se hizo enemigos, pero él era fantástico. Era un hombre tierno y comprometido, y con el disco Give peace a chance ayudó a parar la guerra del Vietnam. Todo lo que hizo tuvo sentido.”, fue una de las primeras cosas que dijo Paul a propósito de la muerte de Lennon.
También compuso para su amigo muerto la canción “Here today”. “Al menos una vez en cada gira, esa canción me pega. La estoy cantando y de repente me doy cuenta de que es muy emotiva y de que John fue un gran compañero y un hombre muy importante en mi vida y que lo extraño”, le dijo a John Harris en la citada entrevista para The Guardian.
Cuando muere Linda
Si la ausencia de Lennon hizo un agujero en el alma de Paul, mucho más devastadora fue la muerte de su esposa durante casi 30 años, Linda Eastman, a causa de un cáncer de mama –como el que también se llevó a su joven madre-, en 1998. Linda, que había nacido en Nueva York en 1941, no sólo le dio cuatro hijos al célebre músico (Heather, Mary, Stella –la famosa diseñadora de modas- y James), sino que también representó para Paul un enorme soporte afectivo y artístico que derivó en la creación, en 1971 del grupo Wings, donde ella cantaba y tocaba el piano.
Con esa banda creada luego de la separación de los Beatles, los McCartney lograron un éxito mundial, varios premios Grammy y hasta un Oscar por la canción “Live And Let Die” para la película homónima del James Bond encarnado por Roger Moore en 1973.
“Linda tenía los pies en la tierra. Me enseñó a relajarme. Sus prioridades eran privadas, más que públicas. No iba a la televisión para quedar bien. Simplemente era muy divertida, muy lista y tenía mucho talento”, dijo Paul al periódico The Sunday Times cuando se conmemoraron los diez años de la muerte de su esposa.
El que es considerado el mejor disco en solitario de Mc Cartney, Flaming pie –editado en 1997-, fue el gran tributo en vida que le hiciera el ex beatle a su mujer, cuando ésta ya estaba muy enferma.
Cuando muere Heather Mills
La ex modelo inglesa Heather Mills (12 de enero de 1968), de notable parecido físico con Linda Eastman, apareció en la vida de Paul en 1999 y cuatro años más tarde del fallecimiento de la mujer de McCartney, se convirtió en su esposa.
Aunque el matrimonio dio como fruto a la niña Beatrice, el quinto hijo del músico, en 2002, distó mucho de ser una pareja ejemplar; un escandaloso divorcio en 2008, reveló el pasado de Heather como prostituta de lujo, el odio que le prodigaban los hijos de Paul y Linda y el carácter voluble de la ex modelo, quien no dudó en ridiculizar a su ex marido ante los medios de comunicación, acusándolo de drogadicto y alcohólico.
Fueron 48 los millones de dólares que le costó a McCartney sacarse de encima a su peculiar segunda consorte, quien por cierto no ha fallecido, aunque nada de ella parece quedar en el corazón de su atribulado ex esposo.
En noviembre de 2009, Paul declaró a la edición inglesa de la revista GQ, que haberse casado con Mills había sido “el mayor error de mi vida”.
Hoy, el Sir tiene una nueva novia. Se llama Nancy Shevell y es una millonaria estadounidense de 47 años, 20 menos que su novio.
Cuando muere Paul McCartney
Considerado uno de los mejores bajistas de la historia (zurdo, para más datos), Paul McCartney es en realidad un multiinstrumentista que no lo hace nada mal al piano, a la guitarra e incluso a la trompeta, que fue su primer juguete musical en la adolescencia. Mide un metro ochenta, es vegetariano desde hace 30 años, tiene una fortuna valuada en más de 1000 millones de dólares que lo hace el músico más rico del Reino Unido y uno de los más adinerados del mundo.
Sin embargo, al Sir que ha sabido permanecer durante décadas como una figura central de la cultura contemporánea, lo persigue una leyenda urbana: el músico habría muerto el 9 de noviembre de 1966 a causa de un accidente automovilístico y a quien vemos es, en realidad, a un doble que se le parece mucho.
A la leyenda la sustenta un entramado complejo que puede rastrearse en distintas canciones de los Beatles y que constituyen “la prueba” del fallecimiento del famoso cantautor.
La leyenda, que ha sido tomada como es razonable en broma por el propio McCartney, cobra vida todos los 18 de junio, que es cuando Paul cumple años.
Este año, para esa fecha, la editorial mexicana Axial tiene pensado lanzar un libro que condensa todas las “pruebas” de la muerte de “Maca” y que está escrito por un músico local, integrante del grupo Seguimos juntos.
Ajeno a los rumores y más vivo que nunca, Paul McCartney regresó a México ofreciendo su Up and Coming Tour, que inició en Estados Unidos el pasado 28 de marzo y que prosigue el 12 de junio en Dublin.

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