Querida Mónica:
No seré yo el que te diga que en política la realidad y el deseo son dos cosas bien distintas. Para mí Lula es, en principio, un antiguo obrero que promete hacer lo posible para que todos los brasileños coman tres veces al día. Como objetivo político, o de política social, no está mal, es razonable, aunque como utopía es francamente pobre. Es como si Joyce, por poner un ejemplo de utopía literaria, hubiera dicho que su objetivo era combatir el analfabetismo irlandés, y hacia ese fin hubiera dirigido todas sus energías. Sobre todo, porque Joyce, si se hubiera dedicado a alfabetizar, no hubiera conseguido nada, que será lo que Lula, mucho me temo, conseguirá al final de su mandato. La gente seguirá suicidándose después de cada derrota de la selección de fútbol, la gente seguirá votando a Menem, la gente seguirá yendo a misa, la Marcha sobre Roma del fascio es imparable y se repite no cada año sino cada día, minuto a minuto. Quién gana. No gana nadie. Se podría pensar que gana la canalla sentimental, pero en realidad no gana nadie. Me llegaron las revistas y he leído con interés y ganas tus entrevistas, que son muy buenas. Tómate el DF con calma, con mucha calma, las tristezas allí son caníbales. Recibe un fuerte abrazo. Y perdona esta carta más bien depresiva, por lo común suelo ser un poco más alegre u optimista o algo así. Esta es una noche como para releer a Leopardi y su Canto nocturno de un pastor errante en Asia, que ya es mucho errar y mucho pastorear.
Roberto.
lunes, 25 de junio de 2007
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