miércoles, 6 de julio de 2011

EL PRÍNCIPE DE LA CANCIÓN


Ni cuando el premio Príncipe de Asturias le fuera otorgado a Bob Dylan, los amantes de la canción bien escrita festejaron tanto. Para Leonard Cohen, el cantautor canadiense nacido en Montreal el 21 de septiembre de 1934, el máximo galardón en el universo en lengua española significó una circunstancia extraordinaria, al ser reconocido “por los compatriotas de Antonio Machado, Federico García Lorca, mi amigo Enrique Morente (el cantaor recientemente fallecido) y los compañeros incomparables de la guitarra española”.

La tristeza honda de un hombre enfrentado a su existencia y la posibilidad de “resumir la vida en una balada interminable” fueron reivindicados por el jurado del premio.

El autor, considerado uno de los más influyentes en el mundo contemporáneo y que venció a 31 aspirantes a un galardón recibido en el pasado por artistas como Margaret Atwood, Günter Grass, Amos Oz y Paul Auster, hizo explotar las redes sociales, cuyos cultores, nada más conocer la buena nueva, emergieron de todos los rincones del mundo para celebrar su presencia.

Con algunos herederos contumaces como el neoyorquino y melancólico Rufus Wainwright, quien no sólo participó en el homenaje a Leonard Cohen, I´m your man, sino que, a pesar de ser un activo defensor de las causas homosexuales, también lo hizo abuelo al procrear con Lorca, la hija del cantautor canadiense, a su nieta Viva Katherine Wainwright Cohen.

Precisamente es Rufus quien en el homenaje mencionado (donde además participan, entre otros, Nick Cave y U2) hace una desgarradora versión de “Chelsea hotel”, una de las canciones paradigmáticas del buen Leonard.

La canción narra el encuentro frustrado de Cohen con la bella actriz francesa Brigitte Bardot y de cómo terminó pasando la noche con la malograda Janis Joplin, a quien se encontró en el ascensor del mítico hotel. “Te recuerdo claramente en el Chelsea Hotel. Eso es todo, no pienso en ti a menudo”, dice la letra de uno de sus temas más celebrados y conocidos. También “Hallelujah” es otra de sus canciones paradigmáticas, así como “I´m your man”, aquella que dice eso tan citado por miles de hombres enamorados en el mundo: “Si quieres un amante, haré cualquier cosa que me digas…”. No se puede dejar de mencionar a “Suzanne”, el tema dedicado a la mujer de un escultor amigo, quien a pesar de ser la musa de unas de las canciones más traducidas y entonadas de la profusa obra de Cohen, vive pidiendo limosnas en las calles de Montreal.

No sólo de canciones desesperadas y baladas pesimistas con un aire a Cioran (Cohen por momentos pareciera haber hecho música algunas de las poderosas ideas del recordado filósofo rumano) se compone la obra del flamante ganador del Príncipe de Asturias. Allí están también sus célebres poemarios La energía de los esclavos, Flores para Hitler, Los hermosos vencidos y Comparemos mitologías, así como su novela El juego favorito.

El artista que ha dicho aquello de “No hay que ser pesimista ni tener esperanza” también ha sido un hombre que se ha buscado a sí mismo con un compromiso a toda prueba, como aquella vez que ingresó voluntariamente a un monasterio zen y se distanció del mundo durante seis años.

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