sábado, 10 de octubre de 2009

DE AQUEL AMOR, DE MÚSICA LIGERA

Vendió 30 mil copias en una semana, como para dar una idea del poder que todavía Soda tiene en México. Son once versiones por Aterciopelados, Julieta Venegas, Genitallica, Lucybell, Caballeros de la Quema (los únicos argentinos) y las dos terceras partes no-religiosas de Control Machete entre otros. POR MONICA MARISTAIN
Desde México D.F.

Un disco que el crítico de rock local David Cortés (autor del libro El otro rock mexicano) no dudó en llamar “la trastada mercadotécnica del año” y que tiene como eje central a Soda Stereo, se convirtió en un fenómeno de ventas en México: 30 mil copias vendidas en la primera semana. El Soda Stereo Tributo, que tiene en la portada los rostros virados a sepia de Alberti, Cerati y Bossio, resulta el primer homenaje sonoro de los rockeros mexicanos, que en su mayoría reconocen a los ex chicos de los raros peinados nuevos como su gran influencia. Fabricado entre ceremonias secretas comandadas por el sello discográfico BMG, al que pertenece Gustavo Cerati, el disco vio la luz entre polémicas y decepciones múltiples. Por lo pronto, la placa que ofrece 11 versiones de las canciones más conocidas del trío se destaca por las ausencias. Ni Calamaro, ni Molotov (que preparaba “Ella usó mi cabeza como un revólver”), ni Café Tacuba (iba a hacer “Juegos de seducción”), ni Aleks Syntek, ni Plastilina Mosh participaron del homenaje, aunque sus presencias habían sido anunciadas de antemano. A ellos, a los que no están, el productor Jorge Mondragón (manager de Molotov) y su par argentino Afo Verde, dedicaron el disco. Si fueron desacuerdos económicos con sus respectivos sellos discográficos (cada grupo participante se hizo cargo de la producción del tema elegido) o si, como arriesga el emblemático periodista mexicano Chava Rock (editor y director de El Mescalito), en realidad se prepara material para una segunda edición del tributo, más a tono con la historia, son circunstancias que el mundillo del rock de aquí desconoce.

Una por una
Las once versiones ejecutadas en su mayoría por artistas que pertenecen a la plantilla de BMG, entre ellos el desconocido grupo costarricense Gandhi, suenan convencionales y, al decir del Chava Rock, “parecen haber sido grabadas a la ligera, sin riesgo alguno”. La banda pesada de Monterrey, Genitallica, hace “Vitaminas”. Lo que empieza como un tema de rock virulento se transforma en un reggae rappeado de dudoso gusto en el estribillo. Y aunque el cover haya espantado a propios y a extraños, resultó ser el elegido de difusión en forma espontánea por las radios locales y se convirtió en la flecha que disparó a la muchachada a las tiendas. Los genittallicos, en tanto, manifestaron al No haber elegido la canción “por el ritmo”. Nada más. Jumbo, un grupo de sonido refinado formado por chicos jóvenes que gustan de la música vieja (Floyd, Crimson, Zeppelin), suena sin sorpresas en “Un millón de años luz”. A ver: es como si Spinetta hubiera despuntado el vicio con una canción de Cerati, pero cuando el Flaco tenía 20 años y estaba en Almendra, así de extemporáneos quedaron los jumbos en un tributo que consideraron “importante, pues va a marcar todo lo que ha dejado Soda en las bandas nuevas mexicanas”.
Moenia en “Zoom” no es Moenia: es Soda. Y está bien que así sea, porque si hay una agrupación rockera que llevó el glamour, el aire gélido y la electrónica a sus máximas consecuencias, tal como lo hiciera la banda argentina, ésa es Moenia. “Soda es el grupo latinoamericano de rock de mayor trascendencia en el mundo –dijo el vocalista de Moenia– y elegimos ‘Zoom’ porque consideramos que podíamos hacer una buena programación sobre ese tema.” Y la hicieron. En el caso de los costarricenses Gandhi, puede decirse que están correctos en “Séptimo día”: por ellos hablaron los ejecutivos de la discográfica, que piensan lanzarlos en México próximamente teniendo como base el enorme éxito del que gozan en su país de origen. “Los elegimos porque suenan mucho en Costa Rica”, explicaron sucintamente ante los desconcertados periodistas que asistieron a la presentación del material. Los chilenos de Lucybell están deliciosos en”Juegos de seducción”. Su versión, como casi todas, elige el lenguaje formal de identificación con la original, y los coros ochenteros a la Duran Duran no consigue atenuar el grado superlativo de imitación de Cerati del que echa mano el vocalista trasandino.
El “Té para tres” de Aterciopelados renueva lo ya sabido por los aficionados al rock en español, sobre la gran afinidad que existe entre la delicada florecita colombiana Andrea Etcheverri y la ex banda de Cerati. Lo interesante de esta versión es el placer que produce la calidad interpretativa de la chica de Bogotá. La Gusana Ciega, banda britpop de corte liviano, se escuda en una descolorida “Primavera Cero” que rescata el costado más frívolo de Soda. Control Machete, que intenta revivir glorias pasadas sin su excelso vocalista (Fermín se ha adscripto a la causa cristiana y ni modo de recuperarlo para la bizarría hip-hopera que internacionalizó al trío de Monterrey), con Pato y Toy, ofrece una deslucida y electrónica “Camaleón”. “Soda ha sido el soundtrack de muchas generaciones mexicanas”, manifestó Toy desde su estudio. Julieta Venegas, que últimamente se anota en todos los tributos, sonó banal y poco creíble cuando dijo que se hizo fan de Cerati and company cuando escuchó el último disco de la banda porteña. Eligió “Disco eterno” y, con su voz a lo Suzanne Vega, despachó presurosa el trámite. Las chicas de Atómica, bellas y poco más por destacar, no supieron explicar muy bien por qué habían formado parte del tributo. Su “Persiana americana” es tan impropia como inescuchable en un disco que no pasará a la historia por su calidad musical.
Resulta llamativo que en un país donde ni en sus mejores momentos ha gozado de la aceptación unánime, Soda Stereo encuentre su mejor molde en Caballeros de la Quema, única banda argentina que forma parte del tributo. Iván, tan afecto a la sociología y los metadiscursos, canta con plenitud y fervor convincente “Lo que sangra (la cúpula)”, que condimenta con el himno proverbial de Luca Prodan en “La rubia tarada”. Y aunque Attaque 77 ya hizo algo parecido (juntaron a los Redondos con Soda en “Otras canciones”), en un disco despoblado de sutilezas y pasión como este tributo, se agradece el Noble gesto de ir un poquito más allá. Es poco, pero es algo.

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