sábado, 10 de octubre de 2009

AMORES PERROS

Film sobre film: el soundtrack de la película Amores Perros, que revolucionó la escena cinematográfica mexicana con sus tomas alla Tarantino y su trama con reminiscencias de Kieslowski, se ha constituido en una película en sí misma, cuyo protagonista, el argentino Gustavo Santaolalla, consiguió afirmar aún más su carácter de gurú de la música latinoamericana. Ahora, el ex Arco Iris no se arrepiente de haber dicho sí cuando en principio pensaba decir no. “Aníbal Kerpel, mi socio, y yo estábamos con mucho trabajo cuando nos llamó varias veces Lynn Fainchtein (asesora musical del film) para proponernos hacer la banda de sonido. Habíamos decidido no hacernos cargo del trabajo. Pero la noche anterior algo no me dejaba dormir pensando en ese tema. Fue muy mágico. A la mañana siguiente llamé a Aníbal temprano y le propuse que al menos viéramos la cinta antes de dar nuestra respuesta. Cuando vi la película del Negro, me conmovió tanto que quise estar en ella”, declaró Santaolalla a Página/12.
“El Negro” es Alejandro González Iñárritu, nueva estrella del cine mexicano, y quien con una narrativa dinámica, de muchos cortes, secuencias de videoclips y largos monólogos filmados desde un solo emplazamiento de cámara, consiguió pintar el México del cambio y de las contradicciones.
Galardonada en Cannes con el premio de la crítica, Amores Perros está produciendo una avalancha de público en los cines: ya la han visto dos millones de espectadores, todo un record para México. Para la música incidental, Santaolalla usó tubos de PVC, violín de lata de una sola cuerda originario de las comunidades tobas y un sentido que el propio Iñárritu ha definido como “de fragilidad y equilibrio”. “La verdad –dice el director– es que los días más felices del film fueron aquellos que dedicamos a acordar la música. Queríamos que los sonidos puntualizaran determinadas escenas y las redimensionaran, que la música bailara con la película y eso lo hemos logrado.”
Como productor de muchos de los grupos de rock más importantes del continente, desde Café Tacuba hasta Divididos, pasando por Bersuit Vergarabat y Molotov, Santaolalla no se privó de incorporar a la banda de sonido canciones de los músicos que admira y conoce bien, como Illya Kuryaki, Control Machete y los chilenos Fiebre. Como todo arte implica también una ideología, allí están los gruperos (bailanteros) de Espuela de Oro haciendo ya un clásico de Molotov, “Dame el poder”, en tiempo de cumbia. “Yo soy amante de la música, siempre he dicho que la música se divide en dos categorías, buena y mala. Entonces, en todos los géneros de música creo que hay exponentes buenos y malos, también en la música alternativa. La música que hace Espuela de Oro tiene una peculiaridad y una particularidad, han encontrado algo que es un tipo de unión entre el mundo del rock and roll y el mundo de otras músicas, en su caso lo que en México se describe como grupera. Con este grupo ratifico mi línea de pensamiento”, dijo Santaolalla. Celia Cruz, The Hollies y Los del Garrote completan el horizonte musical que Gustavo definió para la película que partió aguas en la historia cinematográfica azteca.
Película originadora de fenómenos, Amores Perros posibilitó la edición de un disco doble que contiene el soundtrack propiamente dicho y además una placa-tributo para la que 11 artistas y bandas latinas compusieron un tema homónimo. De todo eso es responsable Santaolalla. Llamado el Rey Midas del rock latino porque todos sus trabajos terminan siendo discos de oro, el argentino es también un hombre político que intenta quebrar la hegemonía del mercado anglosajón. “Siento que el fenómeno latino por suerte no pasa nada más por Ricky Martin, no tengo nada en contra de él, pero también pasa por el Buena Vista Social Club, por Carlos Santana, por Café Tacuba abriendo para Beck, por Banda Espuela de Oro colaborando en el disco Amores Perros. Estamos pasando por un momento histórico en nuestracultura, que está relacionada con el país con el que tenemos una relación incestuosa: Estados Unidos; de alguna forma estamos afectando el ADN de ese país. Siento que en los próximos diez años vamos a ver una especie de latinización del mundo, que va a estar sustentada por fenómenos como Ricky Martin, pero también con fenómenos como Amores Perros. Eso espero.”
El trabajo de Santaolalla en la película de Iñárritu y en el disco Tributo lleva su sello de fábrica y es expresión de singularidades que destacan su enorme olfato musical. La que ha sido considerada la mejor canción del disco-homenaje fue compuesta por un trío en descomposición. Control Machete, grupo de hip hop mexicano, se encuentra inactivo a causa de que Fermín, su primera voz, se convirtió al cristianismo y ya no se siente motivado para cantar las letras calientes que llevaron a la fama al grupo. Santaolalla los reunió para la causa, compusieron una pieza de antología y protagonizaron un bello clip dirigido por Iñárritu.
Su mecanismo de seducción, según confesó, es el de “creer mucho en el fruto de la experiencia, pero también creer mucho en el fruto de la inexperiencia. Y por eso las bandas jóvenes a veces toman caminos impensados previamente, pero que dan buenos resultados”. Con respecto al soundtrack de Amores..., el productor señala que trató de seguir a corazón. “La película es muy fuerte, de una gran espiritualidad y humanidad, y lo que había que hacer para la música era conectarse con eso. Esta obra nos habla del dolor y del amor, de esa gran escuela que es la vida y de cómo podemos cambiar a través de las cosas que nos pasan. Lo que yo puedo decir es que haber participado en este film es una de las cosas que me han hecho sentir más orgulloso a lo largo de mi carrera artística.”
A quienes dicen que el rock latinoamericano lleva ya un “estilo Santaolalla” en el aspecto musical, el productor responde que “todos los grupos que produzco son distintos. Si hay un estilo mío, me parece que tiene que ver con la valorización de los grupos que tienen una idea muy fuerte y ayudarlos a hacer los mejores discos que tienen que hacer, con una identidad, una musicalidad y un sonido propios. Los Prisioneros no tienen nada que ver con Divididos, ni éstos con Café Tacuba, etcétera. Eso es lo que me gusta, el eclecticismo”, afirma. Santaolalla reconoce que “a veces me lleva dos o tres meses terminar de escuchar todo lo que me dan. En mis dos últimos viajes a la Argentina me tuve que comprar otra valija para llevarme los proyectos. Me traje cuarenta proyectos para trabajar”, cuenta. “Ni Rey Midas ni gurú –aclara en referencia a sus motes–. Lo que va a quedar es el trabajo que venimos haciendo con Aníbal (Kerpel), y no la personalidad.” A la pregunta de si se siente un hombre poderoso, Santaolalla contesta que “sí, me siento un hombre superpoderoso, como creo que se debe sentir cualquier ser humano que trabaja intensamente en encontrarse a sí mismo. Ahí reside el poder”, concluye.

Noche perra en el Hard Rock

Por M.M.
La nueva estrella joven del cine mexicano, Vanessa Bauche, baja de un coche con chofer. Es la noche perra en el Hard Rock. El local está atestado. Huele a humo denso y a cervezas a medio enfriar. El director agradece la presencia. Lynn Fainchtein explica cómo será el concierto en el que se presentará en vivo la música de Amores Perros y disculpa a los ausentes (Illya Kuryaki, Julieta Venegas, Control Machete). Santaolalla se gana el primer gran aplauso de la velada y agradece, agradece, agradece.
Joselo y Emanuel, exactamente la mitad de Café Tacuba, abren el fuego con su rola íntima y desgarrada. Luego ingresan Quique y Nrü (con nuevo corte de pelo, casi calvo y una cresta punk que le sienta bien). Siguen los clips alusivos: Control, el making off del film multiplicado en casi diez pantallas. Los chilenos Fiebre gritan su amor perro y ejecutan la ovacionada versión de “Lucha de gigantes”.
“La vida es un carnaval” canta desde las pantallas la potente Celia Cruz. Precede a los electrónicos de Moenia: gafas negras y sonidos electrónicos, desangelados, para un amor perro de máquinas y teclados.
Sube la euforia. Antes de que los mexicanos de Zurdok sensibilicen al personal con su psicodelia, ya fueron vistos y aplaudidos los gestos de Iñárritu en plena fabricación de la película, las más fuertes escenas de la misma y el backstage de Santaolalla y Kerpel componiendo la banda de sonido. A la medianoche es el turno de la Bersuit, los más esperados, los más aplaudidos. “Le dedicamos esta canción al Negro (por Iñárritu, obvio). Esta era la que a él más le gustaba, pero no quedó”, declaró Cordera ataviado con un verdadero pijama de luxe en tonos violeta. A esa altura la prensa temía que los muchachos se despacharan con sus siete rolas perras, pero no, hicieron la que quedó en el Tributo y, luego, para delirio de los asistentes, comenzaron los acordes de “Qué pasó”. Vestido con ropa de dormir de seda en la gama del azul, un desatado Santaolalla obró de eficaz acompañante. Y fue el momento más alto de la velada canina, momento feroz, que la gente agradeció pegando gritos tipo: “Viva México, cabrones”.
En el filo de la madrugada, todo estaba preparado para que la superbanda Espuela de Oro se adueñara del Hard Rock. Y así fue. Con trajes de satén azul y dorado, trompetas, saxos, guitarras, batería y movimiento de caderas bamboleantes, los regiomontanos arengaron a un público entregado a la pasión del baile colectivo. Y todo fue calor de perros (literal, la atmósfera se había hecho irrespirable). “Tomo para no enamorarme”, entonaron los de Oro y ahí se apareció Cordera, con pijama rosa, para hacer la primera voz en su propio tema. Luego “Gimme tha power” y Pachuco y, guau, estos chicos ladraron y mordieron en lo que fue la gran noche mexicana del cine, de la música, y de chau al PRI, según hicieron saber los eufóricos y entusiastas asistentes.

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