jueves, 4 de septiembre de 2008

ENTREVISTA A CATHERINE MILLET




MEMORIAS SEXUALES DE UNA INTELECTUAL GALA

Tiene una mirada inconmensurablemente dulce y un aire reconcentrado que otorga comodidad a su interlocutor de turno. No es una sexóloga folclórica que necesita hablar fuerte y grave para mantener la llama encendida en una guerra entre géneros que, en los principios del nuevo milenio, parece pedir a gritos una reformulación. Tampoco es una feminista recalcitrante. Ni cumple con el estereotipo de la descocada amarga y ya de vuelta de todo con que cierta prensa amarillista quiso enmarcarla después de que publicara su profusa biografía sexual. No tiene el tipo de las luchadoras incansables en contra de los pudores y las costumbres hipócritas que todavía se ejercitan en las sociedades que se dicen modernas y avanzadas. Por lo pronto, Catherine Millet mantiene un oficio comprobado, el de dirigir Art Press, una de las revistas de arte contemporáneo más importantes de Francia, su país de origen. A la fama mundial, sin embargo, no saltó por su buen gusto en elegir cuadros o esculturas, sino por el ejercicio literario que en el 2001 devino en escándalo y ventas multitudinarias. La vida sexual de C, un libro que narra sin pasión y con mucho detalle los ejercicios sexuales de su autora, es más bien un tratado fotográfico y casi científico de todo lo que un cuerpo puede enmarañarse con el de otro, otros y otras. Con precisión de entomólogo y casi sin pasión aunque el tema requiera cuanto menos calor humano Millet, una verdadera luminaria del ambiente cultural galo, narró sus peripecias. Con ello, no sólo despertó una furibunda polémica en los círculos que la tienen como figura protagónica, sino que traspasó también las líneas de su propio coto de caza para despertar las más variadas opiniones entre los escritores, sexólogos y estudiosos de los comportamientos sociales de diversas partes del mundo.
Escandaloso desde el título, el libro sin embargo decepcionará el lector que busque entre estas páginas un estímulo a sus locas fantasías eróticas.
Por el contrario, el cuerpo de Catherine puesto al servicio de un goce casi científico mediante experiencias de sexo grupal y osadas maniobras gimnásticas en sitios tan impropios como parques públicos o playas de estacionamiento, consuma la percepción de que el sexo también puede ser un acontecimiento que se expresa fuera de uno mismo.
Es la cadena de montaje de cuerpos que se relacionan mediante las posiciones más variadas lo que permite reflexionar acerca de la “ajenitud” de un goce que, atenuada la disquisición moral, se convierte en un hecho mecánico e imposible de satisfacer.
Cuando más se expone el cuerpo a los enredos físicos y acumulativos entre personas que desconocen sus nombres y por tanto cualquier otro dato de sus respectivas vidas, más se presiente la virtud del ser interior, ese que no muestra ningún detalle de su intimidad en el intercambio vertiginoso de fluidos y movimientos.
Catherine puso el dedo y demás zonas del cuerpo en un experimento que, al ser narrado, parece ganar más emoción que el que pudiere haber obtenido su impulsora.
En su libro, algunos pasajes técnicos como la descripción puntillosa del sexo oral o los mecanismos por medio de los cuales acontece la excitación más pura, se convierten en una fuente inmejorable para conocer los misterios insondables de la sexualidad femenina.
Así que así están las cosas cuando nos enfrentamos a esta mujer, insistimos, dulce, madura y bella, portadora de una inteligencia afable e instigadora, acaso sin buscarlo, de múltiples reflexiones en torno a ese tema tan urticante denominado sexo.
Es, por qué no decirlo, una provocadora y alguien que no parece haber especulado con una fama que la ha hecho circular por el planeta entero para explicar lo que a veces, le resulta inexplicable.

En su libro no parece importar mucho la moral. El sexo, practicado a destajo y en abundancia, carece de ética y puede resultar hasta aburrido, hasta no significar gran cosa. ¿O el sexo propicia una moral propia y excluyente de otras?

Hay una palabra que usé en mi libro en francés y que no sé cómo quedó traducida al español donde expresaba que el sexo puede ser un modo de vida. En el sentido de que el sexo puede ser una ética propia y personal de vida. Para mí, el comportamiento sexual que uno tiene, en cierta medida propicia una gran influencia en todos los demás actos de la vida.

Pero también el sexo puede ser una actividad meramente higiénica, mecánica...
Algunos críticos de mi libro dicen que yo he banalizado el sexo y yo creo que el placer del sexo reside, precisamente, en esa banalidad. En la facilidad con la que uno puede establecer muchos y buenos intercambios con alguien en la sexualidad.

Entonces la ética que usted propone para el sexo es la que muchos también proponen para el arte y cuándo no para la vida, la ética de la inutilidad, de lo que es placentero precisamente porque es innecesario...
Absolutamente. Así es.

Los hombres amigos míos me pidieron que le hiciera esta pregunta. ¿Qué piensa usted de los hombres, Catherine?
(risas) No me gustan las generalizaciones. No me gusta hablar de Los hombres o de Las mujeres. Lo que podría decir con respecto a su pregunta es que probablemente yo soy muy diferente a las mujeres de mi generación en cuanto que ellas son y fueron mucho más feministas de lo que yo lo he sido o soy en realidad. Las mujeres de mi generación siempre estuvieron mucho más en guerra con los hombres que yo. Es posible que en mi sexualidad, haya experimentado una especie de mimetismo con los hombres, que me haya comportado más como los hombres suelen comportarse en la sexualidad. Por este motivo, siempre me he sentido más cómplice de los hombres que su enemiga.

Pero los hombres, si no estamos en su contra, se desorientan mucho, Catherine. La mayoría de ellos nos prefiere en guerra...
Mmm...no sé...lo que sí creo es que el feminismo ha llenado de culpa a los hombres jóvenes. De hecho, se habla de dos guerras diferentes. Está esta guerra entre los hombres y las mujeres, que ha existido desde siempre, que es una guerra de amor, si lo podemos llamar así. Pero hay otra guerra, que es la que han implementado las feministas. Esa guerra ha dejado de ser una guerra de independencia, de autonomía y por lo tanto de una reivindicación de una especificidad. La guerra se transformó en algo despiadado que dañó la comunicación entre hombres y mujeres.

Seguramente muchas mujeres que leen su libro y que encuentran su descripción del sexo oral o su excitación cuando mira, por ejemplo, libros pornográficos, se sienten identificadas. Muchas mujeres deben sentirse amigas suyas...debe tener muchas amigas lectoras.
Sí, absolutamente. Mis amigas lectoras me lo dicen siempre. Y este comentario es más interesante si lo relacionamos con lo que hablábamos antes con relación al feminismo. Yo creo que las mujeres feministas piensan que si uno elogia el sexo oral o la excitación en los objetos, es porque la mujer pretende con eso igualar su placer al de los hombres. Allá ellas.

¿Por qué se habla tan poco de la sexualidad femenina? Usted misma, Catherine, cuenta en el prólogo de su libro que nunca antes se había planteado hablar de su propia sexualidad...
Pienso que hablar de la sexualidad femenina es algo nuevo, a pesar de que ha habido mujeres pioneras en la materia, por caso Anais Nin. Pero creo que si alguien está hablando mejor de la sexualidad ahora, es la mujer, no el hombre. Creo que la mujer tiene una visión más verídica y menos idealizada de la sexualidad que el varón.

A pesar de no haber tenido sus experiencias, muchas mujeres manifestaron haberse sentido menos solas después de leer su libro.
Oír este comentario, que lo escuché tantas veces, me sigue dando mucho gusto. Yo no escribí el libro para decirle a las mujeres: - hagan lo que yo hice, sino más bien para decirles a ellas que expresaran sus fantasías, díganlo, practíquenlo, es importante hacer conciencia de ello.

¿Escuchó alguna vez algo más cursi que eso tan común de “no existe el sexo sin amor”?
(risas) Sí, pero más que cursi, eso es absolutamente falso. Muchos de los dramas humanos, a mi juicio, nacen de esta confusión que hay entre el deseo sexual y el amor. La mayoría de los hechos que pueblan las páginas policiales de los periódicos vienen de esta confusión, precisamente.

¿Qué opina de esta nueva corriente de jóvenes como Britney Spears que defienden la virginidad?
(risas)

Bueno, ya lo respondió
Diré que eso debe consistir en una forma de perversión muy refinada, que obviamente yo desconozco.

¿El deseo impaciente sólo se soporta gracias al trabajo, como dice en su libro?
Bueno, me ha pasado estar obsesionada con algunos hombres y haber podido aliviar esa obsesión gracias a mi trabajo. Digamos que no lamento esa experiencia, pero ser adicto sexualmente a alguien puede generar un gran sufrimiento. No lo propicio.

El trabajo, entonces, como un gran refugio para escapar de la obsesión...
No diría un refugio, sino la posibilidad de que la puerta de la oficina se convierta en una barrera impermeable que divida a la obsesión de la vida normal.

¿Es la masturbación una nueva conquista femenina?
No, la conquista consiste en poderlo decir. La masturbación es un placer tanto para los hombres como para las mujeres. Y siempre ha existido y siempre existirá. Un hombre periodista me dijo que le había llamado mucho la atención el pasaje de mi libro en el que digo que el placer máximo lo he encontrado en la masturbación. De hecho, sí, me imagino que esto debe representar una constatación un poco preocupante para cualquier hombre.

¿En el encuentro entre dos seres puede funcionar el deseo sexual de forma independiente de la razón o de la voluntad, como funciona por ejemplo el instinto de supervivencia en la especie?
Sí, absolutamente. De hecho, el instinto sexual es la parte animal que permanece en el hombre.

Mucha gente dice de usted: Ah, la francesa que se tiró a tantos...¿es importante para usted el concepto de la cantidad?
El primer capítulo de mi libro se titula: El número. La multiplicación de partenaires sexuales no correspondía en absoluto a la idea de conquista como sucede en el Don Juan o en el Casanova. Para mí era mucho más importante desplegar la idea, el concepto, de estar totalmente disponible cualquiera fuera la persona que yo tuviera enfrente.

Una búsqueda, entonces, de la aniquilación del ser, como dice en los últimos capítulos de su libro...
Uno de los placeres que yo pude encontrar en medio de mis experiencias grupales era la sensación de ahogarme, de desaparecer en la masa humana...

Usted dice que los fantasmas sexuales son demasiado personales como para compartirlos. ¿No cree que el hecho de compartirlos puede generar una energía armonizadora en quien los comparte?
Aun en una relación estable con una pareja, sí, es mejor expresar los deseos, es cierto, pero la verdad es que pienso que aun cuando uno pueda llevarse demasiado bien con su pareja, la coincidencia exacta no existe, es una idea sumamente romántica.

¿La imaginación es mejor que la belleza en la experiencia sexual?
La imaginación es importante, por supuesto. A propósito de la imaginación, hay muchos periodistas que creen que yo inventé todo lo que escribí en mi libro. Y lo que pienso es que esta gente carece de imaginación. No les cabe en la cabeza poder imaginar que uno puede organizar su vida sexual tal y como yo lo cuento en el libro.

¿Detrás de su libro usted cree que vendrán más libros en esa línea?
Estoy convencida de ello. Parece que sorprendí a la gente porque muchos sienten que llegué a un límite. En cambio tengo la certeza de que detrás de mi libro, vendrán muchos que rebasarán ese límite.

Hay muchos hombres que no saben nada de sexualidad femenina, pero eso no duele tanto como el hecho de que no les importe saber o no saber al respecto.
Bueno, hay de todo entre los hombres. Yo he recibido muchas cartas de hombres que han leído mi libro y que dicen: - qué bárbaro, cuánto entiendo ahora de la sexualidad de mi mujer. Y hay también otros hombres que complementan con sus propias experiencias muchas de las cosas que yo digo en el libro. Algunos hombres son muy atentos y saben mucho, y buscan saber más.

¿Se siente una dotada físicamente hablando? Digo, por la resistencia...
(risas) Sí, tengo mucha resistencia física. Pero sobre todo ahora, cuando la publicación de mi libro me obliga a viajar por todo el planeta. Me paso la vida en los aviones, y para eso hay que ser muy resistente.

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1 comentario:

Unknown dijo...

¡Qué picuda!