viernes, 30 de mayo de 2008

soledad de huesos


Atusa tu boomeran, muchacha, y no te me enamores. Viene el viento bien y no me despeina. No quiero controlar ni que me controlen. La soledad del corredor de mediofondo. Me hablaste ayer de ese libro que no leí y nunca leeré. Pero entendí claramente lo que querías decirme. Tal como la planteas lo siento. Una capacidad tuya, supongo. Entender lo que me pasa. Pero ni tanto ni tan poco. Me asusta la derrota de necesitar una conversación que dure hasta la claridad del día siguiente. Temo que mis huesos se quiebren en tus manos y que mi soledad, tan mía, se diluya entre tus ojos. Dices que somos amigos del alma, dices que me querrás toda la vida, dices que vendrás a hacerme de comer. Mis necesidades satisfechas cuando yo menos lo pido me hacen temblar y maldecir. La soledad es la materia y el desapego una mórbida locura que me hace cerrar las ventanas de mi vida. No llamo. No busco. No deseo.

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