lunes, 5 de diciembre de 2011
STEVEN SPIELBERG, UN VERDADERO HIJO DE HOLLYWOOD
(Nota especial para GENTE Y LA ACTUALIDAD, edición diciembre)
Todo lo bueno de Hollywood está concentrado en la figura omnímoda de Steven Spielberg. Todo lo malo, también.
En el lado oscuro de la báscula donde brilla el peso específico del productor y director más poderoso de la llamada Meca del Cine, hacen fuerza los creyentes en las teorías conspirativas. Para ellos, el célebre hacedor de éxitos descomunales como Tiburón, E.T., el extraterrestre y La lista de Schlinder, entre otras, sería el portador del virus con que la cultura estadounidense ha logrado conquistar el mundo, llenando el estómago de los espectadores con muchas palomitas y sus cerebros con infinitas cantidades de células madre donde el bueno siempre es el gringo y el malo es el otro, el distinto.
Él, entre los muchos honores recibidos por su larga y fructífera carrera cinematográfica, por caso la Orden del Imperio Británico, vive con mucho orgullo sus estigmas hollywoodenses.
“Hollywood tiene una reputación terrible, pero no se lo merece, Hollywood tiene mucha lealtad. En Hollywood hay muchas personas que creen en los valores, pero sólo leemos acerca de las malas noticias de ahí”, declaró recientemente.
La balanza, no obstante, se inclina fuerte hacia el lado aquel donde el cineasta de 64 años, judío fervoroso y magnánimo, se levanta como un tótem donde podría dibujarse el contorno de gran parte de la cultura contemporánea.
Al fin al cabo, es Spielberg el mago que condensó las fantasías del público en filmes icónicos como Indiana Jones y En busca del arca perdida. Es él el tipo acendrado en los mitos de su país de origen, interesado por la historia del mundo, capaz de analizar la Segunda Guerra Mundial con la lente trágica del Holocausto o de atravesarla navegando el océano, peleando a cuerpo descubierto en Pacific, la serie que produjo para HBO junto a su amigo Tom Hanks.
Band of brothers, la otra serie, y Salvar al Soldado Ryan, la película, son los otros proyectos “bélicos” que unieron al famoso actor de Forrest Gump con el no menos reconocido director de Jurasic Park. Ambos decidieron contar “la totalidad” de la Segunda Guerra Mundial, probablemente porque ambos son así: hombres que no se miden a la hora de encarar empresas imposibles.
Que se vienen los dinosaurios
El cantautor brasileño Zeca Baleiro, uno de los más populares de la música contemporánea de aquel país, ha dedicado lo que él llama un “tecno shashado” a Steven Spielberg. Aficionado a los juegos de palabras, el artista habla de un amigo llamado “Juracy” que lo invita a pasear por un parque y, así, el Jurassic Park de Hollywood se convierte en el Parque da Juracy, de San Pablo. Ambos inspiran miedo, sobre todo porque no existen.
Levantaron la voz casi hasta los gritos los estudiosos de la prehistoria cuando se dieron cuenta de que los dinosaurios de la legendaria película de 1993 protagonizada por Sam Neill, Laura Dern y Jeff Goldblum, definitivamente nada tenían que ver con las auténticas criaturas que vivieron 200 millones de años antes que los hombres.
Ya era tarde. Cuando una persona piensa en un dinosaurio, piensa en uno de esos bichos verdes que Steven creó con la ayuda de Michael Crichton en el guión y, por supuesto, con la música de fondo de John Williams, sin cuyos sonidos no es posible entender el universo-Spielberg.
Recientemente, en el programa español El Hormiguero, uno de los más vistos de la señal de aquel país Antena 3, el actor inglés Jamie Bell, recordado por su extraordinario protagónico en Billy Elliott, jugó a adivinar las melodías de Williams que un equipo del show entonaba desde el fondo del agua.
Acertó con todas. Fue aquella música la que sonó en sus audífonos cuando salió de una reunión donde Steven le ofreció ser Tintín en la pantalla grande.
Lloraba (lo cual es lógico: no todos los días te reúnes con SS) y tarareaba las melodías de John Williams, recordando cuando a los 8 años fue a ver por primera vez Jurassic Park “y me cambió la vida”, según declaró.
“Creo que todos alguna vez han tenido esa experiencia con alguna película de Steven Spielberg: te cambia la vida porque te hace sentir cosas increíbles”, afirmó Bell, uno de los jóvenes más centrados, divertidos y sencillos del mundo del entretenimiento.
Y Hergé no estará para verlo
A Steven Spielberg le llevó casi 30 años cumplir el propósito de juventud consistente en reflejar en la pantalla grande Las Aventuras de Tintín. Como dijera un crítico español: Hergé (apodo del belga George Remi), el célebre creador del personaje que aún hoy mantiene en vilo a muchos aficionados a los cómic, y el todopoderoso hombre de Hollywood estaban destinados a encontrarse.
Antes de morir, en 1983, Hergé, conmovido por las similitudes que encontraba entre Indiana Jones y Tintín, le levantó el pulgar a Spielberg para que llevara al cine su personaje entrañable.
La primera entrega de ese encuentro cósmico verá la luz en México en diciembre.
Se trata de Las aventuras de Tintín: el secreto del unicornio, una película de animación hecha con actores reales. O un filme de personajes reales llevados a su fase caricaturesca.
Pionero como siempre ha sido en las tecnologías, la técnica del nuevo filme de Steven, producido, oh sorpresa, por el genial neocelandés Peter Jackson (remember El señor de los anillos?), es magistral, tal como pudo verse en el pasado octubre, cuando se estrenó en Bruselas, la tierra natal del dibujante.
Spielberg, sin embargo, advierte en una entrevista otorgada al periódico español El País: “Tenemos que tener cuidado y no dejar que las nuevas tecnologías, que todos los iPad y iPhones, Twitter o Skype nos hagan pensar diferente. Es cierto que facilitan nuestras vidas y aumentan las vías de comunicación pero toda la tecnología a nuestro alcance no nos va a acercar. De ahí mi preocupación por las historias que quiero contar. Porque creo que el mundo precisamente está falto de una mejor comunicación”
Jamie Bell en el rol del periodista sagaz y prístino que hace de la lealtad un modus vivendi, Daniel Craig como el villano, Andy Serkis como el Capitán Haddock, por supuesto el perro Milú y la consabida música de John Williams: el espectáculo del 3 D y de ese universo fantástico al que le ha dedicado su vida el oriundo de Cincinatti nacido como Steven Allan Spielberg el 18 de diciembre de 1946, despliega sus anchas alas para producir lo que es considerado el lanzamiento cinematográfico más importante del mundo en el 2011.
“Creo que a Hergé le hubiese gustado la película. Honestamente”, dijo el cineasta.
En diciembre es probable que le demos la razón.
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