viernes, 5 de noviembre de 2010

"MI TRABAJO ES SER BELLA"


Primera noticia relevante: luego de 19 años, la corona de Miss Universo vuelve a México, gracias a la tapatía Ximena Navarrete, nacida el 22 de febrero de 1988 en Guadalajara.
Segunda noticia relevante: la flamante reina de belleza no podrá arreglar los problemas del narcotráfico, no terminará con la pobreza endémica en su país de origen y tampoco podrá hacer mucho por obtener la paz en el mundo. Al menos así lo ha dejado asentado la muchacha de profundos ojos marrones que yergue su metro 75 de altura frente a la nube de periodistas que la ha ido a esperar a un hotel de la zona sur, donde ofrece su primera conferencia de prensa en la capital mexicana, tras ser coronada monarca.
El primer discurso suena a una advertencia más hija del sentido común, tan escaso entre los medios de comunicación masivos, que de la reflexión. Como sea, la muchacha esgrime una bandera en beneficio de la razón y evita con ello que la atosiguen con las preguntas de rigor, casi todas ellas relacionadas con los temas de la política, tan ajena al mundo que la circunda.
Muestra de ello es el humor de que hizo gala en el programa de David Letterman en la televisión estadounidense, cuando entre las diez razones para hacer del mundo un lugar mejor, Ximena expuso el que “traigas el auto a casa y le cambies el aceite” y “encontrar un empleo estrafalario para convertirme juez en American Idol”.
Flanqueada por la Miss Universo de 1991, la espectacular Lupita Jones, que ostenta un cuerpo lleno de curvas y una figura envidiable para los más de 40 años que indica su partida de nacimiento, Ximena parece perderse un poco con esa estampa esmirriada de apenas 50 kilos. Algunos de los muchos personajes que integran su séquito y que la acompañan a todos lados, murmuran por lo bajo que la soberana ha perdido algunos kilos luego de obtener el cetro en Las Vegas. En los foros de Internet, se suman las voces para criticarla por ser tan delgada, aunque lo cierto es que Navarrete no sufrirá el acoso del dueño del concurso, el multimillonario Donald Trump, que casi le saca la corona a la venezolana Alicia Machado cuando esta vio aumentada su figura. “Es una máquina de comer”, dijo hace 14 años Trump refiriéndose a Alicia, algo que sin duda no podrá decir de nuestra Ximena.
La nueva Miss está a tono con los tiempos que corren y apenas llega a la sesión de fotos con GENTE, se convierte en la delicia de maquilladores y fotógrafos. Para las imágenes, conviene estar como un junco y ella cumple con los parámetros estéticos del nuevo milenio, qué duda cabe.
No es frágil y tampoco derrocha simpatía. De hecho, la candidata por Venezuela en el concurso de Miss Universo la acusó de “poco amistosa”, quizás por ese modo que tiene la nueva reina de andar tocar el suelo que pisa con una determinación inusitada para su edad.
Determinación: esa es la palabra clave. Ganas de ganar, entonces, o como dice una popular canción brasileña: “la voz de una persona victoriosa” es la que esgrime la tapatía a la hora de hablar y de moverse frente a una cámara de televisión, una grabadora o un lente fotográfico.
Así lo certifica Lupita Jones: “Es una chica muy determinada, con un carácter muy definido, que no se deja llevar por las cosas y que tiene muy claro lo que quiere”, dice.
Tan claro como para haber recorrido por primera vez una pasarela a los 16 años y saber a esa edad que en el modelaje estaba su futuro. “Luego de allí llegaron los concursos. A todos iba sola, mi familia se quedaba en casa”, cuenta Ximena buscando la confirmación de su madre, una señora bajita de rostro dulce que la mira arrobada.
“Quise que mi familia viniera a verme, pues los extrañaba mucho”. Y allí está la familia, su padre dentista, Carlos, su hermana María y su madre, Gabriela, también odontóloga, que acompañaron a su hija a Las Vegas y que se muestran resignados a su ausencia durante un año, el tiempo que durará su reinado y en el que la Miss recorrerá el mundo haciendo labores de beneficencia y regando pensamientos a favor de la prevención del Sida.
También por allí anda su novio, Pablo Nieto, un rubio al estilo del Kent de la Barbie que, en un gesto mecánico y de otros tiempos le ofrece el brazo cada vez que la muchacha se le acerca. Con sus dientes blancos de anuncio publicitario y su tono bronceado el chico se excusa por no dar entrevistas. “Mi novia es la nota, yo no”, esboza entre tímido y molesto.
Personas queridas y carácter determinado le harán falta a Ximena Navarrete para hacer frente a los miles y miles de cuestionamientos que en la vertiginosa red informática le hacen los internautas a su título de Miss. Dicen que el triunfo fue amañado, para que coincidiera con los festejos del Bicentenario y Estados Unidos lavara así sus culpas por la Ley-Arizona. Dicen que la rusa era más linda, que “hay mejores viejas en la Ibero” y, curiosamente, critican sus rasgos “demasiado indígenas”.
Ella hace frente a todas las agresiones con un estoicismo propio de su rango de reina. Pertenece a una familia conservadora “con mucho orgullo por sus principios morales” de Guadalajara y jamás romperá un plato en público. “Había muchos países que festejaban su Bicentenario y no por ello su representante ganó el título”, se defiende con rostro serio. “Lo único que pasó es que la corona llegó en el momento oportuno, en momentos difíciles para México”, agrega.

La tapatía más valiosa

La ciudad vive a pleno sus 200 años flamantes. En las calles, la gente corre para ver el desfile militar del 16 de septiembre. Hace poco, el Presidente de la Nación estuvo en Dolores, allí donde el primer Grito de la Independencia dio destino histórico al cura Miguel Hidalgo. La noche anterior, la ciudad entera había vibrado con los festejos en Palacio Nacional, donde en uno de sus balcones Ximena Navarrete vio pasar los carros conmemorativos y vio emerger a El Coloso de su letargo. En el hall del Polyforum Siqueiros los guardias de seguridad comentan una encuesta que propuso un periódico de circulación nacional: “¿Cuál es el tapatío más valioso: el Chicharito Hernández o Ximena Navarrete?”. – Que yo sepa el Chicharito no ha ganado todavía nada y la Ximena ya es reina, le dice el uno al otro. Y lo convence.
En los alrededores del teatro, un tipo calvo corre como un loco, dando vueltas en círculos. Es uno de los miembros de la nutrida guardia de seguridad de Navarrete. Cumple así el muchacho con el protocolo emergido de las mismísimas tierras gringas. La oficina de Donald Trump es la que maneja la agenda de la Miss y es la que decide el paso y el ritmo de la monarca. Con la habitual parsimonia y cortesía mexicanas, los porteros del teatro le dejan al forzudo hacer las cosas a su modo. El guardaespaldas no quiere que la muchacha entre por la puerta de entrada, a pesar de que no hay nadie por los alrededores y sólo entran pocas personas, espaciadamente, a comprar entradas en la taquilla. Las camionetas enormes que traen a la Miss y a su numerosa escolta se equivocan de estacionamiento y ocupan el espacio destinado al World Trade Center, desde donde no se puede acceder directamente al teatro. El calvo entra en pánico y comienza a correr de un lado para otro. Finalmente, Ximena Navarrete entra por la puerta central del teatro y se dispone a trabajar para la sesión de fotos de GENTE.
Trabajar es otra de las palabras clave en el vocabulario de la Miss. “Ser bella es mi trabajo. Y este título para mí es eso. Soy una reina de belleza y eso es lo normal para mí”. Normal, todo es normal en su esfera. Es una muchacha que a todas luces se muestra sensata, tranquila y muy consciente de la atención que concentra a su paso.
Quizás por eso, se ilumina cuando en el improvisado set del teatro las cámaras comienzan a gatillar. Hay mucha gente alrededor que la observa, pero ella como si nada. Primero un vestido en la gama del dorado, los pies descalzos y su pequeña silueta extendida en el suelo del foro. Luego, un vestido blanco y plata que le otorga un brillo especial y que destaca la belleza de sus rasgos en todo su esplendor.
Ganó el título de Miss Universo el 23 de agosto en el Hotel Mandalay de Las Vegas. “Hacía mucho frío en el recinto y estábamos todos muy nerviosos”, cuenta Lupita Jones. “Yo estuve ahí y sé que no hubo trampas, sé lo que se siente cuando vas cumpliendo las diferentes etapas y te vas acercando a la corona”, dice Ximena.

La confianza

Una mujer pelirroja de origen estadounidense que hace las labores de su agente de prensa la sigue a todos lados. Es a ella a la que hay que consultarle las cosas que puede o no puede hacer Ximena Navarrete en relación con los medios de comunicación. Frente a la presión de la gente que la acompaña y de los fans del teatro que se arremolinan para sacarse una fotografía con ella, la Miss Universo conserva la calma.
“Estoy a gusto, no me pongo nerviosa, tengo mucha confianza y soy muy segura. No tengo ningún tipo de problema con eso”, afirma.
“El certamen de Miss Universo consiste un poco en ser observada todo el tiempo y poco a poco te vas acostumbrando. Además, antes de llegar a Las Vegas pasé por muchos otros concursos, así que ya tomo todo con mucha naturalidad”, afirma.
Antes de lograr el reinado del mundo, Ximena se alzó con el cetro de Miss Belleza México. Quizás por eso no le pese salir a la calle sin una gota de maquillaje cuando la ocasión se lo permite. “Soy muy normal al respecto, no me importa que me estén mirando”, asegura.
De sus recuerdos de infancia ama las navidades con sus primos y añora las muñecas que compartía con su hermana María. Aficionada a los juegos de mesa que estimulen su memoria, Ximena está orgullosa de pertenecer a una familia tradicional y unida. “Crecí respetando muchos valores, he sido una niña muy estudiosa, con muy buenas calificaciones en un colegio hasta tercer año de puras mujeres y luego en una escuela mixta”, cuenta.
Navarrete comenzó a estudiar la carrera de nutrición movida por la enfermedad de su abuelo, un cáncer intestinal que no le permitía comer. “Él batallaba mucho con el tema de la comida, tenían que inyectarle los alimentos. Muchas veces las personas piensan que estudiar Nutrición tiene que ver con querer estar delgado, pero la verdad es que se trata de una ciencia compleja con miles de aristas”, explica.
Su primer concurso fue a nivel nacional cuando ella estaba todavía estaba en la preparatoria. Competían 30 chicas de Monterrey, con otro tanto de Guadalajara y del Distrito Federal. Pudo con todas. Ximena tenía entonces 18 años.
“Después de ese concurso seguí modelando, haciendo sobre todo mucho trabajo en pasarela y así me fue llevando la vida. Primero fui Miss Jalisco, luego Miss México y ahora Miss Universo”.
“Lo importante de todo esto es saber adónde te metes. No es todo color de rosas y debes estar preparada para poder afrontar miles de circunstancias diversas”, afirma Ximena, al tiempo que admite que en la dieta rigurosa que lleva para conservar su peso “me hago grandes escapadas con las tortas ahogadas de mi tierra y con todo el picante que pueda. Para mí, la comida que no tiene chile, no sabe a nada”.
Frente a los discursos críticos que cuestionan la validez de los concursos donde el único componente a destacar de la mujer es su belleza física, Ximena se planta con la convicción que la rige: “Los concursos de belleza tienen cada vez más auge y por algo será. A lo mejor, la gente que no pertenece a este mundo, ve sólo el aspecto frívolo de los certámenes, pero cuando estás adentro te das cuenta de que las cosas son mucho más complejas. Que hay mucho esfuerzo y dedicación detrás de cada concursante”, dice.
Con el dinero que ganó, pagará deudas, según admitió. Y con el título que obtuvo “trataré de aportar mi granito de arena para hablar bien de mi país y levantar una voz por aquellos que no la tienen y necesitan de nuestra ayuda”.
En su reciente novela Blanco nocturno, el escritor Ricardo Piglia se pregunta si la belleza tiene valor moral. “Al menos uno desea que las personas lindas sean buenas”, dice. Como buena reina, Ximena Navarrete visitó el Crit de Tlalnepantla, en el Estado de México. Luego de la sesión con GENTE, partió a una casa hogar para niñas de la calle en la colonia Santa María Insurgentes, del Distrito Federal. En la puerta, las niñas la esperaban ansiosas para darle un hurra. Ella se dejó querer y las besó una por una.
Entre todas, destacaba una morenita de traje rosado que portaba una corona de plástico en la cabeza. Por lo visto, la monarca tiene heredera.

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