viernes, 26 de noviembre de 2010

ENTREVISTA A JUNOT DÍAZ


Aclara que su nombre se dice “Junó”, que la letra “te” no se pronuncia y que obedece a alguna rémora haitiana de su padre, un soldado trujillista que vive ahora en La Florida, “donde se van a vivir todos los padres malos”.

“En Haití hay muchos Junot, es un nombre muy común allí y muy raro en otras partes del mundo”, aclara Junot Díaz, premio Pulitzer 2007 por su novela “La maravillosa vida breve de Oscar Wao” y estrella incandescente en la trigésima edición de la Feria del Libro de Oaxaca, que inició el 12 y concluye el 21 de noviembre en dicha capital ubicada al sur de México.

Pocas veces una primera novela genera tanto revuelo y la de Díaz fue un tsunami en la vida del escritor nacido en Santo Domingo en 1968 y que llegó a Estados Unidos cuando era apenas un adolescente y no era políticamente correcto jugarla de latino en un universo donde todo lo cool era gringo.

“Yo no era cool, era un nerd, porque si naces en una familia conservadora como la mía tu rebeldía se basa en mirar muchas películas de ciencia ficción; luego, claro, de tu práctica de tiro y de boxeo a la que estuve abonado durante todos los fines de semana de mi infancia”, cuenta.

En su novela, que lo hizo famoso, el inefable dictador Rafael Leónidas Trujillo, cobra la forma de Saurón, el mago malo de El señor de los anillos y esa ha sido por ahora la única incursión en el género fantástico de Díaz, luego del intento frustrado de escribir una historia de ciencia ficción cuyo primer capítulo envió a su editor para que este respondiera con un telegrama que tenía una única palabra: No.

“Sirve para que me inviten a Oaxaca, por ejemplo”, dice de su Pulitzer, premio del cual fue enterado por un amigo que escuchó la noticia en televisión. “Soy un escritor muy feo y no me llamaron directamente para avisarme, como sí lo hicieron el año anterior con una amiga dramaturga, muy bonita”, admite.

En el medio de ese interés mediático, el escritor “con talentos muy limitados”, que elabora sus historias con ritmo “muy lento” y para quien hacer literatura “es una verdadera mierda, por lo difícil”, Junot intenta escribir una segunda novela que, va de suyo, ya ha comenzado a generar mucha expectativa.

“Escribo alrededor de un capítulo cada dos años y no tengo miedo ni nada de eso. Para un escritor no importa si su segunda novela va a ser mejor que la primera. Lo único que quiere es terminar el proyecto y dedicarle el sacrificio y el amor que se merece”, expresa a Página 12.

“Se trata de una historia de dos hermanas que viven en tiempos de Joaquín Balaguer, que gobernó el país durante 12 años, en ese periodo post-trujillista que se llamó dictadura blanda y en la que muchos militantes de izquierda fueron asesinados u obligados al exilio. Ha sido una generación perdida en la República Dominicana y hasta ahora me está saliendo súper mal”, confiesa.

De ideas fuertes y precisas en torno a lo que él llama “la diáspora de los inmigrantes” en los Estados Unidos, Díaz está convencido de que los latinoamericanos “no entienden a las colonias que viven en USA y suelen ser más gringos que los gringos”.

“Cuando voy a Santo Domingo, mis primos me hablan de Coldplay, de White Stripes, como si yo supiera algo o me interesara esa vaina de los blancos”, afirma, al tiempo que reconoce que “es muy interesante ser parte de una diáspora, pues ambas comunidades te rechazan y a la vez te integran”.

“No hay suficientes proyectos culturales para los inmigrantes en los Estados Unidos, pero las cosas han cambiado mucho en los últimos años. Hay que decir, no obstante, que cuando un extranjero llega a USA se vuelve loco por el dinero, no por la poesía”, agrega.

El bruto del gimnasio

Cuando Junot era niño era “un verdadero bruto”. “Me la pasaba en el gimnasio y escribir no era lo mío. Mi familia detesta la literatura y ama el ejército, así que llegué a mi primer día en la universidad con un par de pesas en las manos”, cuenta.

“Poco a poco fui entendiendo que lo único que más o menos me sale bien es escribir y que amo a los escritores”, dice el autor residente en Nueva York, donde da clases en la Universidad Rutgers de New Jersey, la misma en la que era profesor Tomás Eloy Martínez, de quien se hizo muy amigo.

“Siempre le decía a Tomás: nunca seré tan cool como tú”, cuenta.

Consciente en grado máximo de la mirada prejuiciosa que suelen tener el lector y el crítico estadounidenses respecto de los autores latinoamericanos, Junot se queja de que “si en mi novela pongo un hurón como personaje, enseguida llaman a eso realismo mágico, porque no se les pasa por la cabeza que puedo haberme formado mucho más en la ciencia ficción que en ese género de la literatura de nuestro continente”, explica.

“En todo caso, he leído a todos los escritores del boom y lo único que puedo decir es que en mi novela trato de jugar con todos los géneros posibles, sin pegarme demasiado a ninguno”, agrega.

“¿Que mis dos libritos son más importantes para leer que toda la obra de Roberto Bolaño?: esa es la cosa más ridícula que he escuchado este año y mira que en Nueva York escucho cosas ridículas todos los días”, dice el también autor del libro de cuentos Los boys al conocer la recomendación que hace el chileno Antonio Skármeta cuando se le pregunta por Bolaño. “Hay que leer a Junot Díaz, ese es el bueno”, suele decir el autor de Ardiente paciencia, un enemigo acérrimo del fallecido autor de Los detectives salvajes.

“Esas cosas pasan porque en Latinoamérica hay demasiados escritores machos que no entienden que leer no es como tener amigos. Veo a la literatura como una estrategia y nadie puede negar o rechazar una estrategia. Además, es tan difícil escribir que no quiero rechazar ni a mis enemigos, nunca sabes cuándo un libro de otra persona va a venir a salvarte en tu propia escritura”, expresa.

Loco por César Aira

Junot Díaz aporta su cuota de afición a la literatura argentina y se decanta por César Aira a la hora de elegir un autor favorito. “Sé que está loco, pero su obra es fantástica”, asegura.

- Dices reiteradamente que escribir es una mierda, ¿por qué te dedicaste a la escritura?

- Es que uno tiene ideas que quiere expresar, comunicar y la literatura es un buen vehículo para ello, aunque lo más importante en este asunto es que en realidad escribir es la única cosa que sé hacer. Aunque es una tarea muy difícil, creo que lo más difícil para mucha gente es entender que no porque uno haga algo porque no sabe hacer otra cosa, eso signifique que le resulte fácil. Quiero mucho a la literatura y entiendo perfectamente el efecto que produce en un lector cuando un libro le cae muy bien, cuando un libro tiene la capacidad de cambiarle la vida, de transformar para siempre lo que esa persona es. Como lector tengo muchos libros que me han cambiado la vida, que me han cambiado el alma.

- ¿Cómo cuáles?

- La primera fue una novela que leí en mi niñez, era sobre conejitos. De adulto, me impresionó mucho La canción de Salomón, de Toni Morrison. La gran novela de Juan Rulfo, Pedro Páramo, ¡Mi Dios!

- ¿Qué te gusta que se diga de ti, que eres un activista social o que eres un escritor?

- Ojalá no tenga que elegir entre ninguna de las dos. Soy esas dos cosas y lo que más me importa es ser consciente de que formo parte de una sociedad y que como tal debo e intento hacer lo posible por mejorar el lugar donde vivo.

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