sábado, 7 de marzo de 2009

ENTREVISTA A XIMENA SARIÑANA


“Di a todo que sí y luego ves cómo”


Parece una muñeca de porcelana, diminuta y afable, casi frágil a la primera vista. Desparramada en un sillón rojo y negro, jugando con una especie de bufanda que le cubre su cuello diminuto, la figura de Ximena Sariñana cobra una presencia que llena todo el espacio de la sala. Afuera, la tarde del Distrito Federal se esparce en un gris espeso, con un frío propio de enero. Llego media hora antes a la entrevista pactada con DIA SIETE y, milagrosamente, estamos a solas con la cantante y actriz de apenas 23 años que ha vendido ya 100 mil placas de Mediocre, su primer disco en solitario. Acreedora a un premio MTV Latino como “Artista Revelación” y una Luna del Auditorio Nacional, aunados a una candidatura al Grammy Latino y una más al Grammy estadounidense, Ximena ha concentrado en los últimos tiempos una notable atención mediática. Los elogios de sus colegas tampoco se han hecho esperar y hasta el mismísimo pope de la canción latina, el español Miguel Bosé, le dio un espaldarazo tremendo al nombrarla como “una de las artistas más talentosas que he conocido” durante un concierto en el Palacio de los Deportes.
Quién sabe si ella ha pedido el cetro de una joven María Antonieta en el reino de la música pop, pero sus modales sencillos y su expresión modesta, le quitan todo aire de la Realeza a su cautivante personalidad. Por lo pronto no es lo que uno pensaría que es. Mucho más bella en persona que lo que han sabido mostrar las innumerables imágenes que reprodujeron revistas y periódicos, Sariñana es presente puro, un ser inclasificable que vive con esplendor y una envidiable seguridad en sí misma la edad que le ha tocado.
Hija del cineasta Fernando Sariñana y de la guionista Carolina Rivera, el show business le es familiar prácticamente desde que nació. Quizá por ello no se inmuta cuando a la cita con nuestra revista, comienzan a llegar un manager, luego otro, después la chica de la disquera Warner, la maquilladora, los asistentes… Frente a la multitud, ella sigue hablando como si nada. En la charla, aparecieron su novio, el puertorriqueño Omar Rodríguez (guitarrista de The Mars Volta) y un pianito Roland que se compró en un tianguis de Guadalajara y con el que está experimentando para su nuevo disco.

Desde aquella campaña televisiva que hiciste cuando niña para recomendar el uso del cinturón de seguridad, muchas cosas han pasado en tu vida y eso que eres muy joven…
Sí, es verdad, mucho ha pasado y creo que todo ha sido muy natural. Me dedico a una de las cosas que más me gusta hacer y todo ha sido un proceso evolutivo hacia tu verdadera vocación. Al principio, todo fue más una experimentación. Me gustaba hacer teatro y luego empecé a hacer telenovelas. Me aburrí de las telenovelas y descubrí la música, el cine…Formamos la banda Feliz no cumpleaños con unos amigos, luego me interesó el jazz hasta que hice mis primeras composiciones, las que dieron origen a mi primer disco como solista.

El cine fue una actividad familiar…
Para mí siempre fue un hobbie. Me gustaba hacerlo y estaba obviamente cercano, significaba trabajar en familia.

El cine transcurre en un tiempo muy diferente al de la música. La música es presente, el cine es futuro, ¿Cómo encaras las dos actividades?
Son dos cosas muy distintas, es cierto. Al mundo de la música apenas estoy entrando y ha sido raro tener que estar trabajando para la música todo el tiempo. Ahora estoy promocionando algo que grabé hace dos años y que salió hace un año. Es un poco raro para mí.

¿En el medio haces canciones nuevas?
Sí, no me gusta para nada estar quieta y siempre estoy buscando cosas para hacer, personas con las que colaborar y sigo componiendo. Tengo una mente inquieta.

¿Cómo es la relación con tu padre desde el punto de vista laboral?
Muy buena. Él es un director muy bueno, práctico y rápido. Crea un ambiente muy relajado en los sets de filmación. La gente que trabaja con él lo quiere y lo respeta mucho.

¿El medio te recibió bien con tu apellido Sariñana?
Creo que bien. Sé de dónde vengo y sé quién es mi padre, pero nunca fue para mí algo que me pesara. Nunca traté de “hacerme un nombre por mí misma” como dicen muchos hijos de famosos. Para mí es un orgullo llamarme Sariñana, es algo de lo que presumo.

Tu madre es guionista
Sí, ella hizo el programa Bizbirije, El diván de la Valentina…de ella también es una serie que se llama Camino a casa…

¿Y con tus dos hermanos cómo te llevas?
Bien, ya no son tan chiquitos. El de 19, Sebastián, se dedica a la actuación. No quisiera llamarlo actor todavía, porque como a mí le gustan muchas cosas y quién sabe para dónde se va a encaminar cuando sea más grande. Tiene un grupo de rock, está estudiando Artes Visuales.

¿Y Fernando, el más chico?
Es el único que no tiene inclinación hacia ninguna de las artes. Es el que va a salvar a la familia de la bancarrota, nos va a mantener a todos.

En el medio de ese proceso de experimentación, ¿cómo viviste la llegada del éxito?
Todo es parte del trabajo. Es cierto que uno se vuelve el centro de algo, pero para mí, el centro de todo sigue siendo la música. De todas las actividades extra que ha traído “el éxito” como tú dices, hay algunas que me encantan y hay otras que me dan muchísima flojera. He conocido gracias a todo esto a gente muy interesante, a quienes he admirado y con quienes he podido estar cerca. Eso es una parte encantadora de mi trabajo.

¿Te están pidiendo desesperadamente el próximo disco?
No, la verdad es que hasta en eso tuve mucha suerte. Cuidé mucho que la parte artística siempre estuviera muy respetada. La música no está invadida por el negocio y tengo absoluto control en todo lo que hago a ese nivel. Eso me tiene muy tranquila, no tengo la presión de tener que hacer otro disco tremendamente exitoso. Ni siquiera esa era la intención en el primero. Lo único que yo quería hacer era música y esa seguirá siendo la intención primordial.

¿Nunca te sentiste demasiado joven, demasiado mujer en este negocio monumental que es la música?
Son experiencias, muchas veces me he sentido pequeña, pero aun en esas circunstancias me terminé dando cuenta de que lo más importante es la confianza en uno mismo. Al final, puedes enfrentar todas las situaciones que se presenten. Mi mentalidad, además, siempre ha sido “Di a todo que sí y luego ves cómo” y eso me ha dado resultado. Nunca levanto la bandera de “yo sé todo” y soy conciente de la edad que tengo, de que tengo mucho para aprender.

¿Alguien fue prepotente en el camino?
He tenido mucha suerte. Es increíble cómo en una industria como la musical, que está tan a la baja, no me ha costado mucho convencer a las personas de mi punto de vista o de que estén seguras de que será bueno invertir en mí. No digo nunca que la disquera es una mierda, porque mi experiencia ha sido buena con Warner, los pleitos que he tenido han sido simplemente por tener distintos puntos de vista, pero en los que el fin es el mismo: hacer que me vaya muy bien. Quieren lo mejor para mí y yo también.

¿Qué cree que vieron en ti los popes del negocio musical?
Creo que todos vieron cosas muy diferentes. No solamente influyó el talento, vieron posibilidad de mercado. Siento que me vieron como a una artista completa, que tenía un poquito de todo para poder hacerlo funcionar. Y, además, la suerte.

¿A qué músicos mexicanos admiras?
Fundamentalmente a Café Tacuba. Es de las pocas bandas en México que se ha mantenido creativa a lo largo de los años, siempre siguieron explorando en busca de nuevos sonidos. Quiero tener esperanzas en la evolución y hacer muchos discos originales.

¿Qué es el talento para ti?
Bueno, hay varios tipos de talento. Está el talento físico o natural, que es el de las personas que nacieron con una buena voz o con predisposiciones genéticas para tocar bien un instrumento y quizás nunca tienen que estudiar para ello. Y también está el talento de la disciplina y el del aterrizaje, que consiste en tener una especie de chip que te permite conectar esas ideas que pasan por tu cabeza y hacer una canción, un poema…
Hay mucha gente que tiene ideas geniales, pero que luego no logra concretarlas…

¿Cuál diría que es tu talento mayor?
Creo que es la honestidad, que soy un músico que puede, para bien o para mal, hacer sólo lo que hable de mí. Nunca podría pretender sonar como alguien en especial. De repente, cuando empecé a hacer mis propias canciones, muchos me sugerían hacer “algo tipo no sé qué”, había personas que tenían muchos proyectos para mí y yo sólo tenía mi propio proyecto. Me veían como a un diamante en bruto al que podían convertir en esto o en aquello.

¿Cómo sales al escenario?
El escenario representa un contacto muy directo con el público y una experiencia diferente a cualquiera que pudiera tener con lo que hago. El primer escenario que pisé fue el de un teatro y era muy joven.

¿Cuándo diste tu primer concierto ya tenías “tablas”?
Sí, creo que sí. Tenía un poco de manejo y no me tomó tan de sorpresa, aunque hacer un personaje y presentarse uno mismo, sea tan diferente en forma esencial.

¿Tú trajiste al músico argentino Luis Alberto Spinetta a México?
Sí. Fue una cosa muy rara. A Spinetta lo descubrí cuando fui a grabar mi disco a Argentina, no tenía ni la menor idea de quién era y mi productor Tweety González fue lo primero que me hizo escuchar. Me compró como diez discos de Spinetta y los escuché a casi todos de un tirón. Me impresionó mucho su música y luego lo conocí. Como él tenía que venir a grabar un programa para Canal 11, aprovechamos su primera visita a México para organizar dos conciertos. Invertimos en dos fechas…

Así que tuviste tu primera fase como empresaria…
Sí y me cambió muchísimo. Fue ponerme del otro lado y comenzar a entender muchas cosas. De repente, para un músico es muy fácil reclamar y criticar al empresario, pero cuando estás al pie de la boletería, haciendo números, te das cuenta de lo complicado que es este negocio. A veces necesitas pedirle al artista que haga de su parte cosas que quizás tú no harías si te las pidieran. Hacer una entrevista exclusiva en un medio, por ejemplo, implican 100 o 200 entradas más que vendes…

¿Y te fue bien?
Bueno, todavía no tengo los números, creo que perdimos un poquito, que no alcanzamos a recuperar lo invertido, pero valió la pena. Cuando mi padre y yo vimos la emoción de la gente, que lloraba al ver a Spinetta, nos sentimos muy felices de haber tenido la idea de traerlo.

Te gusta Spinetta, te gusta The Mars Volta, ¿no eres un poco retro?
No, yo no, pero ellos tienen mucho que ver y por eso para mí era muy importante que se conocieran. Omar, mi novio, estaba muy emocionado cuando vio a Spinetta, por supuesto que lo conocía y lo admira mucho. Pero pasó algo curioso, cuando fuimos a comer, por lo bajo Spinetta le preguntó a Tweety si “ése que está ahí, ¿no es el guitarrista de The Mars Volta?. Cuando supo que era él, se puso como loco, porque es muy fan del grupo. Casi se invirtieron los papeles, de lo mucho que se admiran mutuamente. Fue muy emocionante.

Omar es como un viejito desde un punto de vista musical…
(risas), sí, totalmente. Tiene la colección de vinilos más grande que yo haya visto en toda mi vida y me habla de grupos mexicanos de los 70 de los que jamás había escuchado hablar. También es cierto que tiene 32 años y que todo esto de la tecnología no le llegó tanto como a mí. Él colecciona vinilos y yo tengo toda mi música en las computadoras. En lo que más me instruyó es en la música vieja. Por supuesto que sabía quién era Frank Zappa, pero Omar me traspasó la obsesión, Fela Kuti, música del Medio Oriente, música celta, todo eso setentero lo aprendí de Omar. Se trata para mí de una música cuyo sello distintivo es la fuerza, una energía de protesta, hasta enojo. Yo le he enseñado menos, pero cosas nuevas que he descubierto en el Myspace o en otros sitios de Internet.

¿Hay mucha experimentación sonora en tu primer disco?
No, la verdad que no. El rollo era buscar hacer las canciones y que resultaran honestas. Esa motivación fue esencial en todo el proyecto. De repente, hubo experimentación a la hora de la mezcla, porque nunca había grabado en mi vida. Buscaba un sonido orgánico, casi analógico y eso era todo. Cuando fui a Nueva York a mezclar, el ingeniero fue Héctor Castillo, el que mezcló discos de Ceratti y trabaja además en el estudio de Phillip Glass. Descubrí amplificadores y máquinas que te ayudan a encontrar el sonido que buscas. Para el próximo disco, ya no voy a llegar con las canciones desnudas, las voy a montar primero con la banda y luego las voy a llevar así a un productor, con las bases ya hechas.

¿Con quién te quedas, con Björk y todo su sonido experimental o con la voz cruda de Amy Winehouse?
Uy, no sé, adoro a las dos, me gustan mucho las dos. Creo que en la música no es tanto cómo lo haces sino el resultado final. Qué sé yo, entre John Mayer y su sonido orgánico Y Matthew Herbert y sus máquinas, yo me quedo con los dos, la sensibilidad musical y la honestidad son lo que importa, finalmente.

¿Qué siente cuando te comparan con Alanis Morisette, Natalia Lafourcade o Julieta Venegas?
(risas) Siempre lo hacen, pero la verdad es que no tenemos mucho que ver. Alanis era mi hit en la adolescencia. Canté todas las canciones de Jagged little pill. Cuando Julieta hizo Bueninvento me fascinó. Con el Sí nunca tuve el mismo efecto, pero la respeto mucho. El primer disco de Natalia Lafourcade me encantó, yo era su target cuando lo sacó.
Parte de la aceptación que estoy teniendo ahora se la debo a Natalia y a Julieta, ellas ablandaron el camino, igual que Ely Guerra.

¿Dónde te pones: en el rock o en el pop?
En ningún lado, es cierto que fui de más joven a conciertos y a toquines de rock, pero la verdad es que no creo mucho en esa división. Conozco a músicos de rock que prefieren hacer playback que tocar en vivo. Y luego tienes a gruperos como Vicente Fernández que cantan en vivo y hasta que dejen de aplaudir. No sé, todo está muy fusionado, ya no se distinguen tanto las fronteras en la música. El manager de The Mars Volta es el mismo de Madonna.

¿En qué cosas te identificas como mexicana?
Bueno, la comida mexicana es mi preferida, incluido todo el picante. Hablar de un mexicano como tal es perder el tiempo. No existe “un mexicano”, los del Norte son diferentes a los del Sur, México es un país muy diverso. En lo que me siento mexicana es en que me importa mucho cómo va el negocio de la música en mi país, en que quiero saber lo que pasa con el narcotráfico, con la política, me importa todo lo que pase en el lugar donde nací.

¿Tienes miedo de andar por las calles de México?
Bueno, miedo no, pero tengo una conciencia de la inseguridad que creo que no es justo tenerla. No tengo por qué saber que me tengo que pasar los topes de los semáforos a la noche, por ejemplo, que son cosas que un mexicano hace ya en forma mecánica, pero que no están bien. En Argentina me sentía rara porque salía a caminar a las 12 de la noche, como algo muy normal.

¿Y qué estás haciendo ahora para el disco nuevo?
Fíjate que me compré un Roland viejito por 1000 pesos en un tianguis en Guadalajara, en El tiradero. Se ve que nunca lo usaron y estoy escribiendo cinco canciones con ese sonido ochentero del Roland…vamos a ver qué sale.

2 comentarios:

Paul Medrano dijo...

No sé porqué la música de esta chavita no ha terminado de convencerme. Le falta un poco de garra y mugre, que no se vea tan higiénica. O será que prefiero las propuestas con esos condimentos. La edad no puede ser justificación, ahí está la grieguita de Monika; la española Russian Red, o incluso, porqué no, la británica de Laura Marling. Un saludo.

Anónimo dijo...

la musika de ximena sariñana es de lo mejor yo la escucho desd los ocho mi primo me hizo ke escuchara y desde ahi no he dejado de escucarla y a ahora tengó 14 y no la voii a dejar de he escucharla me he visto todas sus novelas en las ke sale igual en las pelis amo a la peli niñas mal y me gusta mucho su papel al igual ke el de matha otra ke me gusta su forma de pensar pero el de xime mas Y A TODOS LO KE PIENSEN KE ESTA CHAVA NO TIENE ONDA INFORMENSE XIMENA SARIÑANA ES DE LO MEJO OK...BIIE