Dice su biografía que este hombre hoy sesentón, de fácil sonrisa y mirada intensa tras los anteojos que usa en forma permanente, fue el hijo "más tranquilo de una familia clase media carioca formada por cinco niños, padre y madre".
Innovador de la música brasileña, cantante y compositor de gran transparencia y armonías complejas, reconocido mundialmente a través de artistas internacionales como George Benson, Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, Manhattan Transfer, Lee Ritenour, Cal Tjader, Nancy Wilson, Carmen McRae, Patti Austin, Herbie Mann, Dave Grusin, Terence Blanchard y Diane Schuur, entre otros, ha construido una carrera musical singular y sólida, con grandes picos de ventas de sus profusos lanzamientos discográficos.
Esta entrevista que Terra Magazine le hizo a un artista considerado perfeccionista y coherente se llevó a cabo en ciudad de México, adonde Iván fue para acompañar a sus amigos, los hermanos Toussaint, célebres músicos de jazz en tierra azteca y que en sus tiempos mozos -hace exactamente 30 años- supieron tener un grupo de fusión llamado Sacbé.
¿Puede su música leerse en clave de jazz?
También. Esa es la respuesta. Yo hago música que denomino total, que llamo a menudo música moderna brasileña, con ingredientes de todas las músicas que se hacen en el mundo. No tengo ninguna preferencia de sonoridad, de armonías, hago la música que nace de mi inspiración, alimentada por la música clásica y por el jazz, claro.
En una época estuvo muy ligado a la canción como principal formato de expresión, ¿esa preferencia por la melodía no le restó presencia en otras áreas de la música brasileña?
La melodía siempre fue el componente más importante en mi música; si tengo definir exactamente lo que soy, diría que yo siempre fui un contador de historias. El principio, medio y fin de mis historias se expresa a través de la melodía y la armonía una forma de vestir a la canción, para mí, la armonía viene siempre después de la melodía y no al revés.
¿Usted hizo lo que quiso siempre, musicalmente hablando?
Creo que sí. No he pensado nunca en los resultados y debo decir que he tenido mucha suerte. Vengo de un tiempo en el que la música de calidad era negocio, soy de una generación que tenía la posibilidad de escuchar mucha música tanto en las radios como en la televisión. Había muchos festivales de jazz y, a pesar de los tiempos negros de la dictadura militar, el movimiento cultural en Brasil en los 60 y 70, era intenso y enriquecedor. Eso hizo que en mi país me hiciera muy famoso, que mi música fuera conocida en prácticamente todos los rincones de Brasil. En los últimos tiempos, con el advenimiento de la tecnología y la globalización, es más difícil hacerse conocido incluso en su propia tierra.
Digamos que para cuando vino la fiebre de Internet, usted ya era Iván Lins...
Es verdad, ya tenía un lugar determinado dentro de la cultura y de la música brasileñas, difícil que sea sacado de ese lugar.
Me atrevería a decir que ese lugar es un poco raro. El desarrollo de su carrera me hace acordar un poco a la de Raimundo Fagner, es decir, artistas muy prestigiosos aunque no tan mediáticos...
Lo que pasa es que los dos, por personalidad, por carácter, tendemos a ser bastantes solitarios. Siempre estamos alejados del show business y no frecuentamos las revistas de espectáculos o de prensa rosa. No salimos en Hola o en Caras, no aparecemos en las fotografías al lado de los famosos. Tanto Fagner como yo, como Chico Buarque y tantos otros, no somos frecuentadores de los cócteles o fiestas, no aparecemos siempre, no estamos siempre iluminados por los focos. Tampoco pertenecemos a ningún grupo o movimiento, nuestra carrera es solitaria, individual...
A pesar de que también hace "aparcerías" con artistas...
Claro, esporádicamente me junto con artistas como Paulino Moska, como Martinho Da Vila, Ivonne Lara, tengo colaboraciones con diferentes artistas.
Y se diría de usted que es un artista "ecléctico", que hasta bien podría juntarse con un intelectual como Arrigo Barnabé...
Ojalá. Me encanta Arrigo y no dudaría un minuto en juntarme con él para hacer música. Mi inquietud musical es vasta, tengo relaciones con Mercedes Sosa y León Gieco en Argentina, con Joaquín Sabina en España, con Pablo Milanés en Cuba, con Juan Luis Guerra en República Dominicana...estoy abierto a todo, quiero experimentar todo. La vida es una sola y quiero hacer todo lo que se pueda hacer en términos musicales. Si la experiencia me lleva a asociarme con artistas que considero interesantes y novedosos, mejor que mejor.
Y esas sociedades muchas veces se resuelven, encuentran su sentido, en África, ¿verdad?
Sin ninguna duda. Hace poco estuve en África y me di cuenta de que mis canciones tienen una gran influencia africana, pero debo reconocer que carezco de información, no sé de dónde viene esa influencia, es totalmente instintiva en mi obra, nace porque así debe nacer. Mi padre era mezcla de indio y europeo, en mi familia hay personas de todas las razas y nacionalidades, mi madre era una portuguesa pura...no sé, lo que sí sé es que la alianza entre la música brasileña y la cubana con África se da naturalmente y en forma profusa. La religión, la comida, la vestimenta, también tienen mucho de África en nuestros países. La contribución africana ha sido importantísima.
Bueno, al menos la contribución que ustedes permitieron, porque Brasil no es demasiado abierto a que suene en su territorio música de otros países de Latinoamérica.
Pero eso es culpa del mercado, no del brasileño. Nosotros aceptamos cualquier tipo de música, el problema es que ahora mismo el habitante de Brasil está siendo muy manipulado por los medios de información, por el marketing.
¿Y su relación con la música portuguesa es buena?
Sí, buenísima. He trabajado con Dulce Pontes, con Paulino de Carvalho, con Sergio Godinho. Amo la música portuguesa, me parece que los fados son hermosos. En los años 60, se escuchaba en Brasil muchísima música portuguesa. Ahora es difícil hacer el camino de vuelta y eso, sinceramente, es culpa del mercado y no de otra cosa. Hubo tiempos en que en mi país también se oía a artistas de Francia, de Latinoamérica, de Italia. Ahora eso no sucede.
¿Cómo ha sido su relación con los sellos discográficos?
Bueno, yo he sido siempre un artista independiente a pesar de pertenecer a un sello internacional (Warner).
¿Ese es el consejo que le daría a cualquier músico joven?
Por supuesto. Uno tiene que dar licencias y ser siempre propietario de su música. Hoy más que nunca, le diría: Sea usted dueño de su música, no la venda, aprenda a negociar para que sus canciones puedan ser transmitidos por los medios de comunicación, aprenda a hacer contratos, pero nunca ceda su propiedad intelectual. Todos los problemas en el arte provienen cuando uno deja de tener el control sobre la propia obra.
¿Y qué piensa del avance tecnológico, de los programas que en Internet proveen música en forma gratuita?
Que estamos en una fase de transición. Todavía no se ha enfrentado el desafío de hacer lucrativo el negocio de Internet, pero el tiempo nos irá diciendo cómo hacerlo. Por lo tanto, tenemos que estar preparados y no dar los derechos de nuestra obra a nadie. El mundo está cambiando en forma vertiginosa y no es bueno sacar conclusiones apresuradas. En todo caso, diría que la Internet es buena porque difunde nuestra música en todas partes del mundo. Es más un vehículo de divulgación que de comercialización.
¿Cuál es su último disco?
Se llama Cariocando y es, obviamente, un disco totalmente carioca.
Como el último de Chico Buarque.
Así es, hemos decidido los dos homenajear a nuestra ciudad de origen. Soy de Río y vivo en Río. Tengo cinco hijos maravillosos, uno de los cuales se ha dedicado a la música y a la actuación, tengo dos nietos y hace 26 años que estoy felizmente casado con Valeria.