RESEÑA
Un mal nombre, de Elena Ferrante (Lumen)
Cuando leímos la primera novela de Elena Ferrante (La amiga estupenda) nos referimos a la
“literatura vintage” de esta escritora sumida en el anonimato; no haremos en
esta nota una referencia a su estar más allá de la fama, lo que diremos es qué
comedia trae Un mal nombre, la
segunda parte de la tetralogía.
Si en La amiga
estupenda estaban los niños y los adolescentes llamados a crecer en un
ambiente salido de las salas y aumentado como un personaje siempre central e
inamovible en todas las historias, en Un
mal nombre es la juventud y su camino a una moral el que se pelea con
Nápoles y sus consecuencias.
Es la vida de Lila, la cambiante y apasionada amiga de Lenú,
la otra vida en correspondencia y de confesión a los lectores: “Y su vida asoma
sin cesar a la mía, en las palabras que he pronunciado, en cuyo interior hay a
menudo un eco de las suyas, en ese gesto decidido que es una readaptación de un
gesto suyo, en ese de menos mío que lo es a causa de un más suyo. Sin contar lo
que nunca me dijo pero que me dejó intuir, lo que no sabía y que después leí en
sus cuadernos. Así, el relato de los hechos debe contar con filtros,
remisiones, verdades parciales, mentiras a medias; se deriva a una extenuante medición
del tiempo pasado basada toda en el metro incierto de las palabras”.
Así, la vida de Elena Greco va de un punto a otro de sus
extremos siempre sacudida por la exhortación o la indiferencia de Lilá. Porque
Lilá, además de ser la mejor amiga de Lenú, es todo Nápoles, es toda la ciudad
desde el pasado al futuro y desde ella expulsa o impulsa a todos los seres
queridos, incluida su “hermana” de sangre.
Desde el amor al odio, pasando por todos los sentimientos
habidos y por haber, Elena encuentra en Lilá su espejo y su otra cara de la
moneda: si ella estudia en Pisa y llega a Doctora en Letras con las mejores
calificaciones, Lilá pondrá el cuerpo y el corazón en hacerle los cuernos al
marido, en volver con el marido, en huir del marido y terminar de empleada en
una fábrica de Soccavo, “entre basuras de todo tipo, un hilo de humo negro en
el cielo helado”.
Si en la eterna armadura del yo y el no yo, Lilá y todo
Nápoles pasarán como un cedazo por donde no disfrazar el individuo, hay una
cosa que une todo y eso descubre Lenú al terminar la novela: la literatura.
Para un detalle de la historia: es Lenú la que arroja la
historia de Lilá al lago. Es ella la que se queda con LA NOVELA. ¿Alguna
referencia a su anonimato?
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