jueves, 5 de abril de 2012

Para Rihanna, el mayor problema de su vida es ser Rihanna

“¡Que coma algo, por favor!”, fue el clamor en las redes sociales cuando la casi esquelética Rihanna (Barbados, 20 de febrero de 1988) apareció en la alfombra roja de los Grammy, luciendo un vestido negro y escotado que dejaba al descubierto su magra figura.

Sabido es, de todos modos, que no hay que hacerle caso a las redes sociales: un día quieren que Adele adelgace, al otro se encienden defendiendo la apostura robusta de la exitosa intérprete británica. Cuando no matan a alguien que, con un consuetudinario mal gusto se niega a morir, como fue el caso del rockero Bon Jovi, a quien Twitter mandó a la otra dimensión sin que el artista quisiera irse al Más Allá y, por el contrario, publicara su imagen rubicunda al pie de un frondoso árbol navideño.

Sin embargo, el señalamiento al cuerpo sin carne de la joven barbadense no es sino otra señal de alerta de las muchas que despierta a su paso esta niña-mujer, víctima y victimaria de un sistema mercantil que la convirtió en estrella globalizada de la noche a la mañana.

Obligada a ejercer de femme fatal desde que en 2005, con apenas 17 años, cimbrara el mercado de la música con su álbum debut Music of the Sun, Robyn Rihanna Fenty intenta madurar como pieza clave en una maquinaria que es ella misma: rubia en la portada de Vogue, imagen de un perfume, jurado en X Factor, compañera musical de Coldplay como certificado oficial del pase total del rock al pop de la banda inglesa liderada por Chris Martin…a todo dice que sí la pluriempleada intérprete de “We found love”.

Pero no se madura con muchos dólares en la cuenta, 12 millones de seguidores en Twitter y siendo el colosal centro de atención mediática en una sociedad que se engulle como caramelos los productos de entretenimiento que encumbra hoy y pulveriza mañana.

Ni Rihanna, mucho menos ella, puede escapar de un mundo que se para ante una hermosa muchacha apenas instruida y le plantea una guerra de largo alcance, con sofisticadas y letales armas. Las batallas son constantes y en casi todas, gana la casa.

Un novio que la golpea hasta deformarle el rostro, los insultos racistas que le propina un atildado y blanco europeo en un hotel de Lisboa, el rechazo de un granjero conservador que la desprecia y la saca casi a patadas de su campo en Bangor, Irlanda del Norte, la nota en que una periodista holandesa la llama “la última zorra negra”, los excesos alcohólicos de quien fue bautizada “Riri” en las redes sociales, el regreso al novio golpeador, las crónicas periodísticas agoreras que anuncian (¿y desean?) una muerte inminente a causa de las adicciones y muy al estilo Amy Winehouse…

Es este abril el mes que la atribulada cantante debutará en el cine para ofrecer la versión fílmica del videojuego Battleship. Dirigida por Peter Berg y junto a un elenco estelar que encabeza Liam Neeson, Rihanna se calza un uniforme militar para luchar contra los alienígenas y de paso sumar un escaparate donde lucir su bella y archifundida imagen.

Cuentan los amigos de “Riri” (esas “fuentes anónimas” que alimentan con sangre fresca la carroña mediática) que la artista lloró desconsoladamente cuando supo de la trágica muerte de Whitney Houston. “Teme terminar como ella si no para con sus adicciones”, dijeron.

El destino, que en la vida de Rihanna siempre muestra su cara más contradictoria, la pone ahora en el primer lugar como candidata a protagonizar el previsible biopic de la diva negra del pop, fallecida a los 48 años en un hotel de Beverly Hills.

Tal como está el patio, para la barbadense el problema no será encarnar a Whitney en la pantalla grande. El problema de Rihanna es, definitivamente, ser Rihanna.

No hay comentarios.: