miércoles, 11 de junio de 2008

MALDITA TELE





La televisión no es importante en mi vida. Quiero decir: no podría vivir sin ella, pero puedo pasar tranquilamente de los programas que emite. Siempre y cuando pueda tener un dvd al lado, pagar el servicio de cable, me conformo y más que eso con los noticieros españoles, las películas europeas, las series de Sony y Warner (Two and half men como cita ineludible de mis martes nocturnos). El tema con la televisión no es lo que le pasa a uno con ella, sino que lo que le pasa al resto del mundo con sus mentiras, vulgaridades, honores a la ignorancia y a la desidia, casi siempre elogios larvados a la maldad manifiesta. Me molesta mucho probablemente porque yo sea uno de esos últimos ejemplares humanos que han sentido en algún momento esa especie de cosquilla moral que tiene resonancia colectiva. Eso que Vila Matas llamó los hijos sin hijos o a los que John Done dedicó el maravilloso "Por quién doblan las campanas".
Hay también algo egoísta en la actitud de luchar por el fin del analfabetismo funcional que ostentan los conductores y "periodistas" televisivos, supongo, y que tiene que ver con poder amortizar alguna de las muchas pestañas que me he quemado estudiando, leyendo, para estar medianamente informada a la hora de hablar o escribir. Hay también neurosis y principismo de otro siglo: esa tendencia a la gastritis no puede ser normal. La sangre sin embargo hierve, las tripas se despanzurran, te dan ganas de usar el quinto movimiento Keit Richards Pilates del 2011 y tirar la tele por la ventana cuando la maestra de Kinder (así le habla a los espectadores) Andrea Legarreta pasa unas fotos de Salma Hayek y de paso alaba lo bien que está después del embarazo. En realidad son las fotos del calendario Campari 2007 que la actriz mexicana hizo antes de tener a su hija, por lo que el ejemplo "de lo profesional que es nuestra compatriota, volviendo a su silueta natural luego del parto" resulta por lo pronto una vulgar y estúpida mentira.
El "irreverente" Luis Chataing y mi adorado (eso duele, porque realmente lo adoro) Arturo Hernández se quedan en silencio sepulcral cuando el simpático Rob Schneider dice, muy suelto de cuerpo y de pelo (Dios mío, qué problemas tiene ese muchacho con la cabellera) que Brasil no pertenece a Latinoamérica. Ah, maledetto, no es sólo ignorancia geográfica. La omisión es herida de fondo para mi atribulado corazón. Edson Aran, Arnaldo Antunes, Lenine, Pericles Cavalcanti, Zeca Baleiro, ¿cómo voy a pedir su extradición si me los están sacando del continente?
Cuando Niurka, dijo "negoceo" en el inefable ciclo de Paty Chapoy, el cronista comentó la necesidad de que la hermosa cubana volviera al colegio, pues la forma correcta de decirlo era "ne-go-cí-a". Y la Chapoy calló.
Hay que apagar la tele y escuchar radio...ya lo dijo Gustavo Olmedo en la Rock and Pop.

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