miércoles, 24 de marzo de 2010
SE VIENE EL MUNDIAL: LIONEL MESSI
No es que todo lo que diga Diego Armando Maradona sea tomado en serio. Más bien, lo contrario. En el caso del fútbol, sin embargo, cuando el argentino abre la boca, todos los oídos lo escuchan atentos. Y Maradona, que nunca había nombrado un sucesor (algún que otro coqueteo con Riquelme o Tévez...pero no másque eso) habló un día y dijo: - "Él es yo".
Lionel Messi, el referido, nació el 24 de junio de 1987 en Rosario, Santa fe, Argentina. Hábil con la pierna izquierda, gambeateador imparable que siempre tiene a la portería como horizonte excluyente, Lionel llegó a Barcelona cuando tenía 13 años, acompañado por su padre que buscaba condiciones económicas que le permitieran pagar el oneroso tratamiento para la médula de crecimiento del muchacho, que amenazaba con dejarlo liliputiense.
Cuenta la leyenda que cuando Rexach lo vio jugar por primera vez, quiso esconderlo para que nadie más lo descubriera y se lo robara de la cantera azulgrana.
La gran realidad del Barcelona, la gran esperanza de la selección argentina, la figura que encarna todos los adjetivos destinados a un crack de estirpe, tiene locos a los aficionados al buen fútbol. Hasta hace llorar de emoción a veteranos curtidos como el mismísimo presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Humberto Grondona, quien expresó sus firmes deseos de que "Leo nunca cambie" y siga siendo ese muchacho obediente y tierno, botín ansiado por todo entrenador que se precie.
Con 1,69 metros de altura y 69 kilogramos, Messi es el futuro de la exquisitez en el fútbol. Y ni Maradona exagera cuando refrenda esa impresión.
martes, 23 de marzo de 2010
SE VIENE EL MUNDIAL: IKER CASILLAS
Tenía apenas 21 ños cuando daba alimento a las mejores notas de color que enviaban los reporteros desde el Mundial Corea-Japón 2002. Y las cosas con él no terminaron cuando acabó el torneo. Qué va. Días y hasta meses después había personas que sufrían la 2fiebre Iker", como esas muchachas japonesas que rompieron el cochinillo y se pagaron un viaje a Madrid, sólo para demostrarle su admiración. Durante un tiempo, las niñas de ojos rasgados se aparecían donde él se aparecía. Casillas las miraba entre divertido y extrañado, con esa pena ajena que proporciona el no poder corresponder el amor desmedido.
Nació el 20 de mayo de 1981 en Madrid y tenía apenas seis cuando su padre lo llevó a probarse al Real, donde fue fichado por Antonio Mezquita. Todas las categorías del club lo vieron desplegar sus reflejos de gado y su temple descarado, esa seguridad que suele transmitir desde que es titular irrefutable en el equipo galáctico.
Con 1,85 metros de altura y 82 kilos de peso, un aire entre delicado y distante, cuesta mucho imaginarlo dubitativo y frágil. Sólo cuando pierde los estribos o le enfrenta unos pies débiles a la magnificencia de la pelota, uno cae en la cuenta de que uno de los mejores porteros del mundo es en realidad un niño que tuvo poca infancia, un joven que está obligado a demostrar una avezada hombría en toda circunstancia pública.
A los 16 lo sacaron del colegio para que hiciera su primer viaje (a Noruega) integrando las filas del Real Madrid. Poco tiempo más tarde, una lesión de César Sánchez le dio la titularidad blanca. Luego, una lesión de Cañizares le dio la titularidad española cuando José Antonio Camacho era el entrenador.
Quienes conocen a su madre María del Carmen, a su padre José Luis y a su pequeño hermano Unai, cuentan que de esa sangre nutrida por los aires del pueblo avilense de Navalacruz le viene la parsimonia con que ha recibido la condición de héroe que la afición le ha colgado desde que lo hiciera suyo.
Probablemente, las lágrimas derramadas por el guardameta cuando España ganó su novena Copa de Europa, gracias indudablemente a sus eficaces intervenciones, origina la pasión por Iker que une a gran parte de la afición castiza.
Ágil y veloz, imbatible en el uno contra uno, cortés y generoso con aquellos que buscan su autógrafo o su fotografía, Iker admira a Gianluigi Buffon, come patatas con huevos fritos y juega a las cartas con sus compañeros de equipo.
lunes, 22 de marzo de 2010
SE VIENE EL MUNDIAL: FERNANDO TORRES
Nació el 20 de marzo de 1984. Es el tercer hijo de Flori y José y con apenas cinco años ingresó a su primer equipo, el Parque 84, sita en Fuenlabrada, donde vivía.
Inspirado por las aventuras de Oliver y Benji,un animé japonés sobre futbolistas infantiles que se convierten en profesionales, Fernando Torres comenzó a jugar en la portería. Hasta que se rompió dos dientes debajo de los palos y decidió jugar como atacante.
"El Niño", como aún lo llama su hermana MariPaz y lo conoce media España, es un muchacho sencillo y traquilo, de lealtad a su gallega novia Olalla, a su club, el Atleti, adonde lo llevó su padre una mañana de 1993.
"Eulalio, mi abuelo materno, era del Atlético, muy del Atlético. Mientras que mis paternas raíces gallegas me acercaban al Deportivo, mi abuelo no se cansaba de explicarme lo maravilloso que es ser rojiblanco. Un plato con el escudo presidía aquel salón. Yo lo miraba con la sorpresa del niño a quien los colores se le graban en el corazón. Ya era del Atleti", cuenta en su página de Internet. A los 15 años, por cierto, firmó el primer contrato con el club de sus desvelos.
el jugador, de 1,83 metros de altura y 70 kilogramos de peso, ha alcanzado, desde entonces, un nivel superlativo que lo ha convertido en uno de los futbolistas jóvenes más importantes de España. Es, además, un ídolo entre la juventud a la que le firma todos los autógrafos que hagan falta "porque es mi obligación moral".
Sim embargo, puede decirse sin exagerar que el Atlético de Madrid no ha estado a la altura del que fuera su jugador más importante. Una de las razones ha sido el argentino Carlos Bianchi un ténico triunfador que fracasó de todos modos estrepitosamente al "no poder adaptarse a nuestro fútbol".
Fernando Torres, delantero del Atlético de Madrid, es ahora un gran delantero del Liverpool y brilla en la Liga Premier al mando de Rafa Benítez. Claro que a los rojos no les está yendo muy bien y corren rumores de que el muchacho busca nuevos horizontes Sin embargo, la directiva inglesa no está dispuesta a rendirse fácilmente y ya ha comenzado a planificar una estrategia que impida la salida del internacional español. Dicha táctica contemplaría, según relata el Daily Mail, la venta de 3 jugadores que apenas entran ya en los planes de Rafael Benítez: el holandés Ryan Babel, el español Albert Riera y el italiano Alberto Aquilani. O sea: tres valen uno, en este caso.
domingo, 21 de marzo de 2010
KEITH RICHARDS NO AUTORIZADO
En la azarosa existencia de Keith Richards, nacido el 18 de diciembre de 1943 en Dartford, Inglaterra, no había una predestinación, digamos, hacia el éxito o hacia la armonía. Ni siquiera había nada escrito que garantizara una vida larga, feliz y productiva como la que finalmente logró protagonizar el célebre guitarrista de los Rolling Stones.
Sin ir más lejos, el único hijo del electricista Bert y de la ama de casa Doris fue en realidad un pródigo vástago de la Segunda Guerra Mundial que se ensañó particularmente con el pequeño poblado del condado de Kent donde vio la luz uno de los músicos más influyentes del siglo XX.
“No recuerdo nada de la Segunda Guerra Mundial, nada, excepto las sirenas. Cuando las oigo hoy en las películas antiguas que pasan por la televisión, se me eriza el pelo de la nuca y se me pone la carne de gallina”, diría muchos años más tarde el superviviente de Dartford, un verdadero milagro de esos tiempos duros, a quien no mató una bomba que cayó en el centro de su cuna sólo porque en esos instantes estaba en brazos de su madre, que hacía compras por el barrio.
“¡Hitler iba por mí!”, suele contar el atribulado Keith con la retahíla de un viejo que vivió más de la cuenta. Le gusta, cómo no, que su vida y, más que su vida, esas ocasiones —muchas— en la que avistó la muerte (electrocuciones en pleno escenario, caídas de un cocotero en unas vacaciones familiares, siestas alcoholizadas y narcóticas de las que muchos otros adictos nunca lograron despertar y, claro, esa bomba que destruyó su habitación a pocos minutos de que su madre lo regresara a la casa), den el marco adecuado a un dramatismo barroco del que él ha sido el único e infalible demiurgo.
En una casa sin refrigerador ni teléfono, cuyo único bien trascendente resultó ser una radio al compás de la cual la alegre Doris cantaba y bailaba, el niño Richards creció entre algodones “regordete y robusto, con la nariz roja y la cara pálida, un verdadero niño de mamá. Al principio de la escuela, le entraba pánico si yo no estaba allí esperándolo cuando todos salían”, dijo su madre.
Nunca se comió un dulce
Rodeado de pobreza al punto tal de que recién a los 11 años probó un caramelo, Keith pasaba sus días dibujando y pintando, ajeno al futbol y a la testosterona que derrochaban sus congéneres cercanos en pujas donde, por lo mínimo, terminabas ensangrentado. De cómo su abuelo materno le dejaba como al descuido una guitarra cerca, de cómo recayó —al igual que Lennon y que tantos otros jóvenes ingleses que cambiarían el rumbo de la cultura popular— en una escuela de arte adonde iban los vagos, confundidos y pésimos estudiantes, de cómo conoció a Mick Jagger y, sobre todo, de cómo fue uno de los ejes de ese triángulo ferozmente creativo y perversamente macabro titulado “Jones-Jagger-Richards”, da cuenta la biografía de Victor Bockris (Sussex, Inglaterra, 1949), que editó Globalrhythm y en México comenzó a distribuir editorial Océano.
Poca satisfacción
Con imágenes pobres y de pésima calidad, compensadas con 500 páginas de un texto apasionado al que es imposible dejar por la mitad, la biografía no autorizada de una vida no menos convencional no es sólo reveladora por el caudal de anécdotas fuertes e imperdibles (la relación homoerótica que desbalanceó el equilibrio del triángulo entre Brian Jones y Mick Jagger, por ejemplo), sino por la sutileza con que el trazo experto de Bockris (quien escribió también la biografía de Lou Reed y de la Velvet Underground) delinea a una figura fascinante y talentosa alrededor de la cual se construyó toda la arquitectura de la famosa banda.
Fue inconmensurable el aporte artístico de Brian Jones, un personaje al que Bockris no escatima en mostrar prodigioso y monstruoso a la vez; sin Jagger (al que todos debían tratar como a una mujer, por su gran inseguridad y androginia) no hubieran existido los Rolling Stones; pero si algo deja claro el libro que ha comenzado a circular es que, desde el punto de vista musical, el verdadero factótum de las piedras rodantes, el jefe indiscutible, es y ha sido Keith Richards.
Si en las bandas de rock más convencionales el sonido es fruto de una tenaz persecución a la batería, en los RS es producto de una fidelidad casi militar a su guitarrista. como lo explica el bajista Bill Wyman: “Todos los grupos de rock siguen al baterista. Así es como funciona, excepto en nuestro grupo. De ahí a que la gente le cueste copiarnos. Nuestro baterista sigue al guitarrista rítmico, que es Keith Richards. Keith es un músico muy tozudo, con mucha confianza. Al decir esto no estoy desmereciendo a Charlie (Watts) en absoluto, pero en el escenario tienes que seguir a Keith”.
Si a ese liderazgo se le suma su facilidad para hacer canciones en donde tiene la máxima responsabilidad armónica y melódica, se entenderá por qué el artista muchas veces perdido entre las garras de las drogas (“Largas rayas de polvo blanco esperaban en lo alto de los bafles que se alineaban en la parte trasera del escenario. A causa del variado menú de Keith, unas rayas contenían cocaína y otras heroína”), que viaja a todos lados con 16 guitarras y que es fuente de inspiración para tantos artistas, entre ellos el actor Johnny Depp, que lo venera, puede ser llamado sin temor a exagerar uno de los músicos más trascendentes del siglo pasado.
Temerario a la hora de conducir automóviles (“Iba chocando contra todo, le daba igual. Estábamos todos sentados en el coche y de pronto alguien decía: ¡Oh, creo que hemos chocado contra un árbol!”, dijo un conocido), capacitado y convencido de que las mejores ideas se defienden a golpes, Richards también pasará a la historia por sus canciones magníficas, entre ellas el himno de los seguidores de las piedras rodantes, “Satisfaction”, que compuso en la noche del 9 de mayo de 1965 en un hotel de Clearwater, Florida, Estados Unidos.
“De haber dependido de mí, “Satisfaction” no se habría publicado nunca. Era demasiado básica y el fuzz con la guitarra me parecía un truco barato. Cuando dijeron que querían sacarla como single, me levanté furioso y dije: ¡Ni hablar!”. Richards dixit.
SE VIENE EL MUNDIAL: WAYNE ROONEY
Si no fuera jugador del Manchester, Wayne Rooney sería hooligan. Al menos, así se comporta en el terreno de juego este muchacho nacido el 24 de octubre de 1985 en Liverpool, proveniente de un lugar humilde que lo llevó a convertirse en el jugador del pueblo.
Ídolo del Manchester United, hábil y veloz delantero de 1,181 metros de altura y 70 kilogramos de peso, protagonizó una carrera meteórica que lo llevó a ocupar muy pronto un puesto de titular en la selección británica. Apenas tenía 17 años cuando se puso la camiseta inglesa.
"Su impacto en un torneo internacional es comparable al de Pelé en el Mundial de Suecia", dijo sin temor a exagerar el entrenador Sven Goran Eriksson.
En la Eurocopa de Portulga 2004, la estrella de Rooney encandiló a toda la comunidad futbolística, empezando por el Manchester United, que pagó 40 millones de dólares para tenerlo entre sus filas.
¡Ay de aquel defensor que lo vea venir imperturbable a la zona de ataque! Su potencia tiene la contundencia de una manada de elefantes sobre un campo de hormigas y, como apenas tiene 25 años, lo único que queda es esperar nuevas embestidas seriales del huracán Rooney.
Todo eso, claro está si "el futbolista del siglo 21", tal como lo definió el aleman Christoph Daum, no se deja llevar quién sabe a qué infiernos por esa ira que le brota cuando no tiene satisfechos plenamente sus apetitos sexuales o cuando un adversario asume el coraje de espantarlo sin medir las consecuencias que tiene sacarlo de sus casillas.
Control, regateo, pase, fuerza, velocidad, agresividad, remate, ambición, egoísmo, valor, amor propio, vanidad: un cóctel Wayne para el mejor Rooney.